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miércoles, 1 de septiembre de 2021

Desamorada

 Mi corazón parece estar dormido, mustio, amargo, en estado de coma o en modo avión.


A veces estoy odiosa, otros días simplemente estoy ocupadísima en mi trabajo y en la siembra de Puentes, y aunque muchas veces estoy alegre (sobre todo cuando algo me sale muy bien), tengo esa rara sensación de haberme convertido en el hombre de hojalata (el personaje del Mago de Oz) con ganas de sentir pero con ausencia de corazón.

Debe ser la suma de pequeños duelos minimizados y subestimados o quizá sea la condición post traumática de haber vivido situaciones límites que exceden cualquier expectativa o proceso de imaginación.

En este tramo del camino, he quedado bastante sola.  Es algo que sucede cuando hacemos grandes cambios en nuestra vida y de algún modo, cambiamos de carril o de sintonía.  Paso la mayor parte del tiempo encerrada en el departamento, relacionándome solamente a través de las pantallas y las redes sociales.  En realidad, eso no es nuevo, es parte de la nueva normalidad que se instaló en mi vida desde que comenzó la pandemia en 2020.



Pero sí hay algo que es tremendamente diferente y solo lo comprendí viendo vídeos de gatos en el canal de Tik Tok y mirando las historias de La Chepi cuando habla con su gato: durante dos años de mi vida, Blackie fue un compañero fiel, leal, incondicional y mágico en mi vida.



Aunque ambos fuimos siempre muy independientes y cada uno tenía su espacio y sus tiempos, Blackie me obligaba a ejercer y ejercitar el Amor.  No solo me acompañaba en mis sesiones de Tarot Evolutivo y durante las grabaciones de vídeos, también me  hacía su Reiki gatuno cuando estaba muy mal de salud y mi corazón estaba demasiado triste.  Nuestro lenguaje silencioso de miradas, gestos, movimientos y transmisiones mentales, nos mantenían conectados y comunicados.  Muchas veces me obligaba a levantarme cuando no tenía ganas, para que lo dejara salir a pasear o para volver a entrar cuando volvía de sus andanzas.


Nos cuidábamos, nos atendíamos, nos conteníamos, nos mimábamos, nos acompañábamos, nos respetábamos, nos celebrábamos, nos honrábamos, nos amábamos.

Me doy cuenta que desde que me fui de San Juan, el 03 de mayo, he dejado de ejercer y ejercitar el Amor.  Me he dedicado a sobrevivir, resolver, sortear vientos y mareas, aprender, estudiar, sanar, resistir, solucionar y a aceptar la voluntad de Dios.  ¿Cómo se puede vivir sin Amor?  Creo que no se puede, ni se debe.


A punto de cumplir 57 años, el 22 de este mes, tengo que reconocer que es uno de los cumpleaños más solitarios que he tenido.  Y aunque estoy ocupada en celebrar en las redes sociales y en tejer Puentes de Buena Voluntad para que todos seamos bendecidos, una parte de mí está sumida en un sueño profundo, en un coma inducido para no sentir tanto dolor.


Susie©
Desamorada
01 de septiembre de 2021

Puedes descargar y leer la historia de Palo Santo, escrita en homenaje a Blackie, en este enlace.

miércoles, 17 de marzo de 2021

Adagio en dolor sostenido

 


Nos endurecemos

nos enquistamos

nos enfadamos

nos amargamos

nos apagamos

y nos agotamos,

aferrados al dolor

de la injusticia

que creemos no merecer.

 

Nos paraliza el miedo

de lo que no se controla

de lo que no se anticipa

y lo que no se conoce,

de lo incierto

y de lo efímero.

 

Dejamos de reír y bailar,

perdemos la ternura

nos quedamos sin dulzura

olvidamos el placer

y nos clavamos cruces

en el pecho

para perpetuar la agonía

de lo que no llega,

lo que se fue,

lo que no está,

lo que nunca será

o lo que fue arrebatado.

 

Nos cargamos de culpas

ajenas y propias,

de juicios y prejuicios

de turbaciones y deudas,

de delirios y espejismos.

 

Mientras tanto,

la vida se deshace

como arena entre las manos,

burbujas de jabón

de una niña dormida en el desván,

palabras que callamos,

gritos que guardamos,

lágrimas que ahogamos,

sal que nos convierte en desiertos,

silencios donde naufragan los sueños,

ataduras que nos laceran el alma,

heridas que pueblan el horizonte

y enceguecen la visión.

 

Mientras tanto,

alguien se duerme sin nuestros besos,

alguien espera una caricia,

alguien aguarda el amor que perdimos,

alguien nos mira sin ser visto,

alguien respeta nuestra distancia,

alguien confunde nuestro enojo,

alguien desconoce nuestro silencio,

alguien se pierde de nuestros colores,

alguien se priva de nuestra ternura,

alguien suspira mientras la música

dormita y el tiempo se acaba.

 

Soledad Lorena©

Tejedora de Palabras

Susannah Lorenzo

Tejedora de Puentes

 

17 de marzo de 2021

01:13 de la madrugada

Mozart Effect en mis auriculares para calmar el estrés, una neuralgia de tres días y bajar la hipertensión que azota mi cabeza.

Blackie descansa muy cerca, lleva días con los ojos tristes; hace tiempo que no le dedico un momento para mimos o juegos.  El apenas si me mira paciente y espera.

¿Será que podremos disfrutar cuando todo se solucione?

¿O será que tenemos que disfrutar para que todo mejore?

Llevo tanto tiempo tratando de estar bien, que las pocas lágrimas que la música logra liberar, duelen y queman en mis ojos como un río de sal.

Susie asustada y abatida

(Tanto que resolver, tantos intentos fallidos; no saber dónde podemos habitar y crear desequilibra todas las emociones.)

domingo, 15 de noviembre de 2020

Desde el desierto

Hace tiempo que mi vida se parece a un desierto, una extensión vasta de soledad y penurias que rara vez describo con lujo de detalles.

Mostrar tan solo una postal de este peregrinaje desata un vendaval de juicios, el morbo de algunos, la pena de pocos y la distancia de muchos.

Hay días en que encuentro un oasis, vegetación exhuberante, agua clara y la bendición de los Dioses; entonces, repongo energía, nutro mi cuerpo y de cada fruto guardo en una bolsa sagrada las semillas.  Así, retomo el andar con más brío y esperanzas renovadas; avanzo a paso firme, danzo con la luna y escribo poemas en la arena.  Mientras camino, siembro las semillas con cuidado y le pido a Dios las multiplique.



Otros días, los vientos detienen mi marcha, agotan mis músculos, nublan mi pensamiento y se llevan consigo los mapas y poemas.  Las raciones se acaban, el agua se seca, la sombra es áspera y hostil, el sol calcina los suspiros y la noche agita pesadillas de batallas sin tregua.  El horizonte lejano no anuncia siluetas y el cielo presagia jornadas sin milagros.

Entonces, una guarda sus fuerzas, cuida cada gota, cuenta las migas, repliega el pensamiento, se sumerge  en el silencio, se ausenta de los sueños y respira al ritmo de una antigua letanía.  Una se vuelve casi invisible bajo la curva de una rama de un arbusto que apenas si sobrevive; olvida los calendarios y se pierde en largas siestas, narcóticas siestas que adormecen los sentidos y dan descanso al peregrino.

Resistir (de eso se trata) hasta que al amanecer, la lluvia haya despertado las semillas, o un milagro haya creado un oasis a tres pasos del arbusto o finalmente, Dios nos dibuje el camino de los jardines donde todo es posible.



Susie, domingo de resistencia

Susannah Lorenzo ©

Tejedora de Puentes

15 de noviembre de 2020

 



Notas:

Hace varios días que decidí no pedir ayuda en las redes sociales, como otras veces, cuando desespero al ver los estantes vacíos y la agenda sin promesas; confiando en que Dios me mostrará su Gracia.

Solo escucho su voz en las tormentas eléctricas esporádicas que azotan la ciudad por algunos minutos.  Lo demás es silencio, ni señas ni señales, ni anuncios ni mensajeros.

Trabajo conmigo en forma constante, aplico Terapias Holísticas, leo, estudio, aprendo, cambio hábitos, creo otros nuevos, corrijo patrones, sano heridas, rezo, bendigo ancestros; constantemente busco la forma de Ser Abundancia y escribir desde los Jardines del Universo.  Estoy en eso, lo prometo.



Para quienes aún insisten en que debería buscar un trabajo con sueldo estable, mis enfermedades crónicas siguen ahí, las mismas que me impiden tomar un colectivo a diario y cumplir con horarios fuera de casa.  Por eso, hace varios años, acepté, hice las paces y entendí que la única posibilidad es trabajar desde casa.  Ya lo sé, no es un buen año para nadie, pero para algunos se nos hace un poco más difícil.  Mis ingresos dependen de la venta de mis libros (que duermen largas siestas (que duran meses) esperando que algún corazón quiera despertarlos), las ventas de mi pequeña tienda y las sesiones y/o clases individuales que puedo agendar por whatsapp o llamada telefónica.  Aún sigue siendo arriesgado (dadas las condiciones de la pandemia) organizar talleres y cursos presenciales.



Si quieres conocer mi trabajo, puedes visitar mi páginaweb.

También puedes conocer mi tarea desde mi canal deYouTube:

Para comprar mis libros, reservar una sesión privada o agendar un taller personalizado, puedes comunicarte por email o whatsapp:

solelor@hotmail.com

+5492645839784

Tu difusión, tus comentarios y tu actividad en las redes sociales, ayuda a regar y abonar mi siembra, generando tráfico y permitiendo que otras personas lleguen a Puentes.

Gracias por tu lectura atenta.

Si gustas realizar una contribución amorosa o una donación para auspiciar mi trabajo literario independiente o los contenidos que genero tanto en Facebook, mi página web o el canal de YouTube, puedes usar este enlace.

También dejo otras posibilidades al pie de esta publicación, a través de Mercado Pago.

Dios te bendiga

Gracias

Susannah

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martes, 20 de octubre de 2020

Desde el pozo

Tomar siestas en el fondo del pozo no es para cobardes.  Es allí donde cuelgan como trofeos todos nuestros grandes errores y donde las frustraciones pueblan las sombras de miedos ancestrales.

Una se induce en sueños espesos y asfixiantes, a sabiendas de que no habrá islas paradisíacas, amores encantadores o revelaciones sublimes.  Cada siesta será un viaje por los rincones olvidados de las cavernas del pensamiento.



Allá afuera: un ejército de orcos reclamando lo que no tengo; una horda de jueces sentenciando las equivocaciones; un rebaño de pedestres censurando mis alas; una larga lista de pendientes, una maraña de problemas que requieren pronta solución y una lluvia de incertidumbres arreciando sin piedad.

Aquí: un cuerpo maltrecho, los escudos oxidados, la piel marchitándose sin abrazos, las arcas vacías; la cocina es apenas una trinchera donde se miden raciones y el corazón, el corazón es un jardín maltratado por Monzones y Simunes.

Aquí puedo estar desnuda, sin esconder mis ojeras, sin inventar sonrisas, sin fingir alegrías, sin dibujar excusas ni anestesiar verdades, sin disfrazar esta desazón que se apodera de mis músculos.

Sé que no hay salvadores ni rescates.  Si enviara señales, caerían un puñado de migajas y un par de frases hechas de manual de auto ayuda.

Los pozos son invisibles, aunque sus bocas estén señalizadas con jirones de piel y carteles escritos con sangre.  El solo olor de las lágrimas en el aire, mantiene a distancia cualquier ser humano.  Los Indiana Jones solo buscan tesoros tangibles y jamás se calzarían las botas para transitar pantanos de emociones.

Antes, quería que el pozo me llevara directo al mar donde Alfonsina escribió su último poema.  Me dolía la indiferencia, la impavidez y la crueldad de quienes juzgaban mi sensibilidad o simplemente la ignoraban.

Ahora, ya no escapo, no huyo, ni me apuro.  Los milagros no suceden en tiempos humanos.

En medio del cansancio y de la bruma, cada tanto un rayo de sol inunda mi cama o la luz de la luna puebla mis insomnios.  Los tomo como promesas, los disfruto desde la celda de las circunstancias mientras por enésima vez, me repongo, me sano, me curo,  me rearmo, me reinicio, me recupero y pacientemente mido mis esfuerzos, porque de nada sirve remar cuando el mar se ha vuelto un desierto de salitre.

En algún punto, la salud volverá; llegará una señal del cielo, lloverán Bendiciones y  Dios me hablará claro al oído.

Mientras tanto, me quedo muy quieta, apago las luces para ahorrar energía y evitar que las huestes que merodean, manden sus aves carroñeras.

Aguardo a que la siembra, en algún punto cumpla su ciclo.

Confío en que los cielos anunciarán buenas nuevas y un par de semanas de abundancia, me devolverán la salud y la fuerza.


Nadie allí afuera tiene la culpa de lo que me sucede.  Yo tampoco la tengo.

Cada quien hace lo mejor que puede con los recursos que tiene, la salud que Dios nos dispensa, y el nivel de consciencia que nos permite ver más allá de las urgencias.

Hay circunstancias que exceden nuestra voluntad, hay aprendizajes colectivos que a cada quien afectan de diferente manera porque lo encuentran situado en realidad únicas.

Como en el cuento de la Bella Durmiente, me duermo bajo un hechizo inevitable.  Solo Dios puede posar su mano en mi pecho, tocar mi corazón y devolverme la magia.

Susie©

Susannah Lorenzo

Martes 20 de octubre


Deseos al viento

Deseo un recreo, un largo recreo en el que Dios me despierte y las cuentas estén al día, la casa sea cómoda y segura, con calefacción en invierno y ventilación fresca en verano y los espacios aptos para trabajar y vivir; una heladera para gente normal que esté llena cada semana de alimentos que a mi salud le hacen bien; los problemas se hayan solucionado y mi única obligación sea trabajar en todo lo que Jefesito me pide, alegra mi corazón y brinda Bienestar y bien mayor a quienes acuden a mi espacio.

Es agotador cuando intentas una y cien siembras, cuando produces y no vendes, cuando compras y tampoco vendes, cuando siembras y te quedas sin recursos; cuando cada mes debes decidir y elegir entre comer o pagar tu alquiler, entre comprar insumos o pagar las deudas, entre sobrevivir o vivir. Sé que hay situaciones peores, al menos, somos apenas Blackie y yo. Pero después de una larga vida de esfuerzo, sacrificio, siembra, rearmar, reinventar, saltar de la zona de confort, aprender y reaprender, vendría bien, de vez en cuando, un tiempo para disfrutar y trabajar en la paz de una vida digna y sana.

Cuando era muy pequeña y durante casi toda la infancia y la adolescencia tenía la misma pesadilla, necesitaba gritar y no podía, mi voz no salía; necesitaba correr, avanzar, escapar, y mis piernas no se movían.  Ya no tengo ese sueño, pero mi realidad cotidiana se parece bastante.

Los exilios en el pozo han sido muchos y largos en 2020, las energías que nos rodean, las personas, las actitudes y las dificultades me agotan de un modo en el que apenas puedo conmigo.

Si Dios aún me necesita aquí en este planeta, El sabrá encontrar la manera.

Let go.

Let God.



Realidades sin metáforas ni eufemismos

- La abultada boleta del celular del mes de octubre está pendiente, por lo tanto hay fecha inminente de corte.

- No puedo seguir recargando datos en mi celular para usar internet porque ya he excedido todos los límites y estoy en deuda, por eso no estoy creando contenidos o no estoy subiendo vídeos.

- Estoy retrasada con el alquiler de septiembre y octubre y varios meses de servicios.

- Aún estoy con una conexión precaria de energía eléctrica y sin medidor, por eso estoy limitada en los aparatos que puedo usar.

- La sala de masajes y el baño tienen un corto circuito en la conexión eléctrica por lo tanto hace meses, que estamos a oscuras en esa parte del departamento.

- El nuevo contrato de alquiler está pendiente hasta que pueda ponerme al día con todo lo que debo.

- No ha habido ventas de libros ni de la pequeña tienda en las fechas especiales, las personas prefieren comprar donde hacen entregas a domicilio.

- Aún las propuestas más creativas y renovadas en este 2020 no han tenido ningún éxito.

- De los alimentos y bebidas que mantienen mi metabolismo y mi cuerpo en equilibrio, nada queda, pero al menos, hace poco recibí un pedido de suplementos que compensará la mala dieta.

- Ya casi no pido ayuda, salvo la "pasada de gorra mensual para poder seguir generando contenidos gratuitos y sorteos".  Los pedidos de ayuda  generan largas colas de personas dispuestas a emitir sus opiniones y juicios basados en su realidad y colaboran con una larga lista de consejos sobre lo que debería hacer o no hacer.  Hasta ahora no he conocido una sola persona que pueda opinar desde una situación similar a la mía o que haya tenido la valentía y el amor, de vivir 48 horas en mi cuerpo, en mi vida y en mi espacio.

- Las oraciones, las plegarias y los buenos deseos siempre suman.

- Las pequeñas ayudan hacen más fácil la vida cotidiana y siempre renuevan la esperanza en el corazón.

Gracias

Susana

solelor@hotmail.com









miércoles, 20 de mayo de 2020

Agotada en cuarentena


Cuando nos sentimos agotados, como si nuestra energía se hubiera drenado por cada uno de nuestros poros y no hay días ni horas que alcancen para recuperar el sueño o sentirnos vitales y frescos otra vez, es tiempo de revisar nuestros patrones de conducta, pensamientos y nuestra forma de sentir.

¿Qué fue lo que pasó conmigo en esta primera mitad del año?  Siento que necesito unas largas vacaciones, en spa con todo incluido, para hacer nada, comer sano, recibir masajes y no tener que ocuparme de resolver ningún problema, ni siquiera el menú del día.

Durante la época de aislamiento social, he seguido atendiendo personas a través del celular y whatsapp y he continuado dando clases a quienes optaron por continuar con el sistema virtual.  

Reconozco, que 8 de cada 10 días, me paso el tiempo vestida en piyamas, y aunque tomo una ducha diaria, sólo me maquillo los días que grabo vídeo y uso ropa para estar cómoda en casa, incluyendo pantuflas.

Digamos, que esta cuarentena ha sido como un largo domingo, a cara lavada, con bata y ropa que está a mitad de camino entre la comodidad y el desgano.  De algún modo, se fueron pasando los días y dejé de usar las piedras y cristales de protección.  Parecía no tener sentido usar un japa mala (más que para la hora de la meditación), las pulseras o anillos para armonizar mis energías.

De algún modo, creemos que sólo debemos proteger nuestras energías cuando nos encontramos con personas cara a cara, pero quienes somos sensibles (niños esponjas), podemos captar y absorber energías de otras personas con una llamada telefónica o un intercambio de ‘radares’ durante las horas de sueños.  Solemos bajar la guardia con las personas que amamos, sin embargo en estos momentos de crisis, debemos guardar el equilibro entre dar y recibir y entre escuchar y ser escuchado.

He aquí un listado de todo lo que hice mal durante estos meses de soledad absoluta:


  • Dejé de usar piedras y cristales (amuletos, anillos, pulseras, japa malas y collares).
  • Me ocupé de ofrecer ayuda a cuanta persona se viera afectada por esta cuarentena.
  • Ofrecí descuentos en todos mis servicios y terapias.
  • Bajé la guardia con familia y afectos.
  • Dejé que muchas personas me usaran como un lugar donde desagotar sus miedos, furias, angustias y conflictos no resueltos.
  • Me preocupé por todo lo que estaba sucediendo a mi familia, hijos y nietos, sabiendo que no hay nada que pueda hacer por cambiar sus realidades.
  • Me enfoqué en ‘trabajar’, generar ingresos y pagar cuentas y mantenerme activa a pesar de la cuarentena.
  • Dejé de hacer lo que me gusta, por el simple placer de hacerlo.
  • Dejé de conectar con lo que tenía ganas de hacer y me obligué a hacer todo aquello que parecía mantenerme a flote durante la tormenta.
  • Me ocupé tanto por cobrar y pagar que llegó el momento en que me sentí vacía, agotada y sin fuerzas y entonces, dejé de crear, brillar y ser parte de la abundancia del universo.
  • Saqué el disfrute y el placer de la ecuación.
  • Quise tomar el control de mi pequeño bote perdido en la gran tormenta del océano.
  • Olvidé que los milagros sólo son posibles cuando Dios está a cargo de mi agenda.


En inglés se llama ‘burnout’ cuando el cansancio y el agotamiento físico y mental nos enferman y nos quitan claridad.  No es la primera vez que me siento así desde que comenzó la cuarentena.  Eso no es bueno.  Estoy haciendo cosas que ya no tengo ganas de hacer y me siento tan desgastada que no tengo fuerzas ni energía para hacer lo que tengo ganas de hacer.

Será tiempo de dejar que el bote simplemente flote, sentarme a leer un libro y confiar en que Dios, sólo él, sabe cómo, cuándo y dónde.

Hace unos días o semanas (ya perdí noción del tiempo), escribí en mi blog, sobre sensibilidad y empatía.  Creo que no sólo estaba buscando concientizar a otras personas o mostrarles a los sensibles que no están tan solos, sino que buscaba que la gente a mí alrededor se diera cuenta que necesitaba ayuda, contención y paciencia.  Algunas personas se sintieron identificadas con esa publicación, pero ninguna persona a mi alrededor cambió su actitud, su indiferencia o sus exigencias.

Porque, en realidad, soy yo quien debo contenerme, ser paciente conmigo misma y permitirme ser débil, estar asustada y no poder resolver todo lo que se supone que debería.


Cuando tomé la ducha hoy, me vestí con piyamas otra vez, me encantan; si pudiera tendría una colección de ropa cómoda para hacer fiaca en la casa y que se viera tan bonita que pudiera salir a caminar con ella.  Sin embargo,  me puse el relicario con mi talismán de virgo y el orgonito que dormía en un cajón; las piedras/cristales tienen propiedades que son ahora más útiles que nunca.

Desde hace un par de días, cuando no estoy fuerte, cuando las energías de otras personas me agobian, tomo distancia y digo ‘no’.  Porque quien no tiene la decisión de hacer cambios en su vida, tampoco tiene el derecho de usarnos de desagote o muro de lamentaciones.  Se puede acompañar con respeto, empatía y cariño, pero lidiar con tormentas solares ajenas o escuchar una letanía de quejas que jamás cambia, no es sano para quien escucha ni edificante para quien construye su realidad desde lo que no puede cambiar.

Estoy cansada, muy.
Me siento enferma, muy.
Mis energías están tan bajas, que hay momentos durante el día que mi cuerpo se enfría de tal manera, que no hay manta que me de calor; y eso, que aquí, aún no llega el invierno.

Necesito ocuparme de mí, protegerme, cuidarme, consentirme, relajarme.  Necesito extender las alas y planear sobre esos cielos que nadie transita.  Necesito hacer siestas en mi bote y despertarme cuando Dios, haya resuelto el curso.

Susie
Susannah

Pronóstico: inestable con probabilidad de viento y chaparrones.


jueves, 7 de febrero de 2019

Alas en sacrificio

Cada vez que en la casa resuenan sus voces, apago la mía, que habla idiomas que ellos desconocen.  Repliego mis alas, las encadeno con sus juicios y las marchito con mis silencios.  

Abandono mis ritos, deshago ceremonias, archivo talismanes y entierro las llaves allí donde la soledad me grita sin palabras.

Una aprende, que para andar el sendero, se dejan amigos, familia y se tejen nuevas relaciones. Pero aquella madre que lloraba a mares hasta desangrar todas sus rosas cuando las trampas del destino pudieron más que el amor; aquella misma madre aún cree que algún día tendrá una mesa servida para cuatro, corazones bendecidos abrazándose para recuperar la distancia y  cantata de risas para celebrar el reencuentro.



Una cree que si una se apaga, se disfraza, se mimetiza y se vuelve un eco de las voces de los hijos, una deja de perder momentos y ganar distancias; una confunde una ausencia de juicios con un amor que acepta y respeta.  Una evita seguir perdiéndolos, una cree que acorta distancias, y sin embargo; una se pierde, deja de encontrarse, y en el recuerdo de un momento efímero navegando un mar de barquitos de papel, una se queda anclada a una distancia sideral; a mitad de camino entre la nada y la mujer que me habita.  Negocié mis luces con las personas que más amaba y me quedé tan sola como siempre, más sola aún, porque ni yo me alcanzo.

De tanto hacer como sí, de tanto amarlos sin esperar nada, de tanto tejer sus alas con los colores de mi corazón, de tanto aceptar que Dios sabe mejor que nosotros sobre aciertos y desaciertos, de tanto callar el dolor, de tanto dejar que inventen historias, de tanto guardar la verdad, de tanto mirar sus vidas a través de la vidriera, a veces creo que he perdido maternidad en un punto del camino.

De tanto mirar para adelante, vivir el presente y no aferrarme al pasado, temo que pueda olvidar los olores, las sensaciones, los sonidos, las risas, las ilusiones, la magia, los deseos, los sueños, los abrazos, los besos, las caricias, sus caritas durmiendo sobre almohadas perfumadas.



Cuando un nido se rompe antes de tiempo, una toma las esquirlas, los pétalos mojados, las fotos rescatadas, respira hondo e invocando el amor más profundo, sopla sobre sus mares para que naveguen seguros.  Como cualquier aprendiz, acepta que todo tiene un porqué y asume la lección para el bien de aquellos que florecieron su vientre.

Nadie sabe, nadie pregunta.  Cada quien va resolviendo ciclos haciendo lo que puede con sus heridas, algunos con broncas, otros con penas y otros con indiferencias.  Pero no hay nadie dispuesto a ver la verdad, la dimensión del dolor de aquel corazón partido.

Somos extraños, apenas un par de celebraciones, alguna fecha importante, una suposición, un prejuicio, una verdad a media contada por extraños, una verdad inducida contada por egos sin corazón.  Sólo eso.

No puedo evitarlo, los miro, los rezo, los cuido, los protejo en la distancia, los sueño, los siento, los respiro, puedo escuchar sus pensamientos y palpitar sus emociones.  Conozco sus luces y sus sombras, sus miedos y sus sueños, sus frustraciones.



Esta realidad actual, en nada se parece a aquello por lo que tanto me afanaba cuando eran pequeños, cuando creía que yo era capaz de todo y bajo mi manto y mi espada, no había poder que los lastimara.

Algunos se quedan buscando la madre salvadora que los rescate de todos sus errores, algún niño no sanado esgrime berrinches desde un cuerpo de más de treinta.

Me pregunto si la destrucción del nido dejó en sus corazones el anhelo de los cuidados maternales.


I had been an unmothered child all my life and then, all of a sudden I became a mother with no children, or at least, with no chance to love them, the way I wanted.  They themselves became unmothered and that is what hurts the most.

Habitamos mundos diferentes, caminamos por la vereda de enfrente, hablamos idiomas ininteligibles, sintonizamos frecuencias que jamás se cruzan.

Como en un círculo de la vida, como en un espiral, la misma esencia, la misma wild woman, la misma niña sensible que se sintió rechazada, juzgada y fuera de tiempo y lugar cuando llegó a este mundo; es ahora una mujer que sus hijos miran como a una extraña.  Como una vieja loca a la que no se la escucha, no se la tiene en cuenta y se la mira con burla, subestimando sus cuentos de luces y colores.



Ya no queda nada, casi nada: algunas fotos de una mujer que alguna vez fui, algunos recuerdos de una madre que amó hasta perderse, algunas escenas robadas de una película que confundiré en mi vejez, algunas verdades tan simples, tan claras que no tienen su sitio en el banquillo de la condena.

Es la soledad del exiliado, del desterrado, del paria, la Satí, la loca que vive entre gatos y lechuzas, la desconocida que genera rumores entre nietos, sobrinos y parientes.



Si sólo pudiera mostrarte que hay una luz divina que nos recorre y esa luz puede alcanzarte y aliviarte si poso mis manos en tu corazón, si leo lo que tu alma mira en espejo en las cartas, si me dejas guiarte en tu camino de sanación y perdón, entonces sabrías quién soy en esencia.

Si escucharás otras voces, los corazones que se han aliviado, las almas que han encontrado su camino, los aprendices que se han dejado guiar, los maestros que han guiado mi camino; encontrarías que tu madre ha despertado la diosa que vive en ella.  Entenderías que busco sanarme, para que sanes, para que sanen todas las generaciones que nos siguen y aprendamos a ejercer la felicidad y disfrutar el regalo de la vida, sin culpas ni resentimientos.


No puedo dejar de ser, para que seas ‘feliz’, porque aún así no lo serías.
No puedo amordazar mis alas y fingir que no sé volar, para que te sientas seguro en tu pedacito de suelo.
No puedo dejar de ayudar a otros, porque no quieras que te ayude y no tenga modo de aliviar tus penas.
No puedo seguir culpándome porque no pude hacer todo lo que hubiera querido; hice todo lo mejor que pude, más allá de mis posibilidades y de mi tolerancia al dolor.

Última foto tomada de los tres juntos hace casi seis años
sin embargo, hace más de 15 años que no estamos los cuatro juntos.

Te amé, como nadie podría amarte, aunque a veces mi amor, se vuelva un suspiro invisible dando saltitos con tus alegrías, o un cobijo imperceptible para tus penas sin nombre.
Te amo, más que a mi vida, pero es tiempo de amarme como nadie me ha amado.  Es tiempo de ser, vivir, dar, entregar, bendecir y dejar que Dios me indique  cómo servir en su camino.
Te amo, te extraño siempre, te siento, te bendigo, te rezo, te espero y guardo un corazón lleno de ilusiones para preparar tu llegada.  

Mas, si cruzas el umbral, respeta mis silencios, aprende de mis ritos, no te burles de aquello que temes y no condenes aquello que desconoces.

Si coincides en tiempo y espacio y tienes un momento para pasar por casa, aprende a conocerme, descubre quien soy, mírame a los ojos y deja que mi corazón te toque.

Susie
Amor de Madre
De exilios y egoísmos
07 de febrero de 2019


A veces, me doy permiso para repasar todo aquello que hacía latir mi corazón. (Video)



Take these broken wings
And learn to fly again, learn to live free
When we hear the voices sing
The book of love will open up and let us in
Take these broken wings...
Broken Wings - Mr Mister



martes, 15 de enero de 2019

Quereme


Los demás huéspedes de la Posada me miran y hablan entre ellos; no disimulan sus chistes o simplemente se me quedan mirando como si yo estuviera fuera de tiempo y espacio.

Clarita, la gata, es la única que cada tanto se queda a mi lado o simplemente refriega su cuerpo contra mi pierna en señal de reconocimiento.

A los 54 años, los murmullos, las miradas inquisitorias y las risitas burlonas todavía me desacomodan y me tientan a encerrarme en la habitación por el resto del día.

Permanecer en espacios comunes es  una lucha interna que me agota y me quita paz.


Ahora la gente habla de bullying en las escuelas, pero rara vez se acepta que esa discriminación o esa actitud hostil frente a personas diferentes, comienza con los adultos.

Superar la timidez e intentar salir de mis rincones solitarios y seguros, es una decisión que suelo tomar con la mente; pero que sin importar cuánto me esfuerce, la niña solitaria y no querida, vuelve a asustarse y replegarse ante la menor señal de mofa.

Crecí mudándome de ciudad en ciudad, de provincia en provincia y sin importar donde fuera, me convertía en el bicho raro, podía ser la tonada pegadiza del lugar anterior, mi timidez, mi ropa fuera de moda o mis costumbres poco comunes.

Me acostumbré a no explicar, a no pedir, a preferir sentirme no querida antes que intentar ser aceptada.  Esperaba siempre que alguien se acercara, alguien me descubriera y me quisiera con todas mis rarezas, sensibilidad y corazón de poeta.

Crecí en una familia donde no encajaba; me amaban, sí, aunque no pudiera sentirlo, pero luchaban por encarrilarme, acomodarme y volverme ‘normal’ dentro de sus parámetros.

No sabían qué hacer conmigo y así pasé muchos años sin saber yo misma qué hacer conmigo.
Elegir ser lo que soy, no negociar, me ha costado aislamiento y soledad.

Tanto mis hijos, como el resto de mi familia, están convencidos de que todos los desacuerdos, todas las distancias, y todos los conflictos son sólo culpa mía.

Probablemente, parte de mi culpa sea mantener silencio cuando sé que no seré escuchada, guardar distancia cuando seré juzgada y dejar de intentar tender puentes, cuando las palabras ajenas se vuelven misiles que destruyen.

Cuando crecemos siendo juzgados, aprendemos a juzgar; inevitablemente repetimos patrones de conducta.  Los raros terminamos juzgando a todos los normales, que no se animan a vivir libres de caretas y disfraces.

Sin embargo, ese otro que se mofa y me mira con desdén, se parece bastante a esa parte de mí que no puede sostener la mirada frente al espejo.


Aunque los demás dejaran de juzgarme y yo dejara de juzgar a otros, mientras me juzgue a mí misma, no habrá paz interior.

Aunque me quieras mucho, si yo no me quiero, no hay amor que alcance y tape cada hueco vacío en nuestro corazón.

Quiero aprender a sentirme radiante, a amarme y aceptarme sin importar el deterioro de mi cuerpo.

Esta deformidad que me asusta en el espejo resultó ser el escudo perfecto para neutralizar cualquier atracción física.  Si yo no podía quererme enferma y limitada físicamente, nadie más podría hacerlo.

Inconscientemente decretamos realidades que luego se convierten en nuestra propia cárcel.

Si aún no soy libre de miradas ajenas, es porque aún no  he aprendido a mirarme.




Susie
01 de enero de 2019
Mirándome
Amándome
Aceptándome