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martes, 20 de octubre de 2020

Desde el pozo

Tomar siestas en el fondo del pozo no es para cobardes.  Es allí donde cuelgan como trofeos todos nuestros grandes errores y donde las frustraciones pueblan las sombras de miedos ancestrales.

Una se induce en sueños espesos y asfixiantes, a sabiendas de que no habrá islas paradisíacas, amores encantadores o revelaciones sublimes.  Cada siesta será un viaje por los rincones olvidados de las cavernas del pensamiento.



Allá afuera: un ejército de orcos reclamando lo que no tengo; una horda de jueces sentenciando las equivocaciones; un rebaño de pedestres censurando mis alas; una larga lista de pendientes, una maraña de problemas que requieren pronta solución y una lluvia de incertidumbres arreciando sin piedad.

Aquí: un cuerpo maltrecho, los escudos oxidados, la piel marchitándose sin abrazos, las arcas vacías; la cocina es apenas una trinchera donde se miden raciones y el corazón, el corazón es un jardín maltratado por Monzones y Simunes.

Aquí puedo estar desnuda, sin esconder mis ojeras, sin inventar sonrisas, sin fingir alegrías, sin dibujar excusas ni anestesiar verdades, sin disfrazar esta desazón que se apodera de mis músculos.

Sé que no hay salvadores ni rescates.  Si enviara señales, caerían un puñado de migajas y un par de frases hechas de manual de auto ayuda.

Los pozos son invisibles, aunque sus bocas estén señalizadas con jirones de piel y carteles escritos con sangre.  El solo olor de las lágrimas en el aire, mantiene a distancia cualquier ser humano.  Los Indiana Jones solo buscan tesoros tangibles y jamás se calzarían las botas para transitar pantanos de emociones.

Antes, quería que el pozo me llevara directo al mar donde Alfonsina escribió su último poema.  Me dolía la indiferencia, la impavidez y la crueldad de quienes juzgaban mi sensibilidad o simplemente la ignoraban.

Ahora, ya no escapo, no huyo, ni me apuro.  Los milagros no suceden en tiempos humanos.

En medio del cansancio y de la bruma, cada tanto un rayo de sol inunda mi cama o la luz de la luna puebla mis insomnios.  Los tomo como promesas, los disfruto desde la celda de las circunstancias mientras por enésima vez, me repongo, me sano, me curo,  me rearmo, me reinicio, me recupero y pacientemente mido mis esfuerzos, porque de nada sirve remar cuando el mar se ha vuelto un desierto de salitre.

En algún punto, la salud volverá; llegará una señal del cielo, lloverán Bendiciones y  Dios me hablará claro al oído.

Mientras tanto, me quedo muy quieta, apago las luces para ahorrar energía y evitar que las huestes que merodean, manden sus aves carroñeras.

Aguardo a que la siembra, en algún punto cumpla su ciclo.

Confío en que los cielos anunciarán buenas nuevas y un par de semanas de abundancia, me devolverán la salud y la fuerza.


Nadie allí afuera tiene la culpa de lo que me sucede.  Yo tampoco la tengo.

Cada quien hace lo mejor que puede con los recursos que tiene, la salud que Dios nos dispensa, y el nivel de consciencia que nos permite ver más allá de las urgencias.

Hay circunstancias que exceden nuestra voluntad, hay aprendizajes colectivos que a cada quien afectan de diferente manera porque lo encuentran situado en realidad únicas.

Como en el cuento de la Bella Durmiente, me duermo bajo un hechizo inevitable.  Solo Dios puede posar su mano en mi pecho, tocar mi corazón y devolverme la magia.

Susie©

Susannah Lorenzo

Martes 20 de octubre


Deseos al viento

Deseo un recreo, un largo recreo en el que Dios me despierte y las cuentas estén al día, la casa sea cómoda y segura, con calefacción en invierno y ventilación fresca en verano y los espacios aptos para trabajar y vivir; una heladera para gente normal que esté llena cada semana de alimentos que a mi salud le hacen bien; los problemas se hayan solucionado y mi única obligación sea trabajar en todo lo que Jefesito me pide, alegra mi corazón y brinda Bienestar y bien mayor a quienes acuden a mi espacio.

Es agotador cuando intentas una y cien siembras, cuando produces y no vendes, cuando compras y tampoco vendes, cuando siembras y te quedas sin recursos; cuando cada mes debes decidir y elegir entre comer o pagar tu alquiler, entre comprar insumos o pagar las deudas, entre sobrevivir o vivir. Sé que hay situaciones peores, al menos, somos apenas Blackie y yo. Pero después de una larga vida de esfuerzo, sacrificio, siembra, rearmar, reinventar, saltar de la zona de confort, aprender y reaprender, vendría bien, de vez en cuando, un tiempo para disfrutar y trabajar en la paz de una vida digna y sana.

Cuando era muy pequeña y durante casi toda la infancia y la adolescencia tenía la misma pesadilla, necesitaba gritar y no podía, mi voz no salía; necesitaba correr, avanzar, escapar, y mis piernas no se movían.  Ya no tengo ese sueño, pero mi realidad cotidiana se parece bastante.

Los exilios en el pozo han sido muchos y largos en 2020, las energías que nos rodean, las personas, las actitudes y las dificultades me agotan de un modo en el que apenas puedo conmigo.

Si Dios aún me necesita aquí en este planeta, El sabrá encontrar la manera.

Let go.

Let God.



Realidades sin metáforas ni eufemismos

- La abultada boleta del celular del mes de octubre está pendiente, por lo tanto hay fecha inminente de corte.

- No puedo seguir recargando datos en mi celular para usar internet porque ya he excedido todos los límites y estoy en deuda, por eso no estoy creando contenidos o no estoy subiendo vídeos.

- Estoy retrasada con el alquiler de septiembre y octubre y varios meses de servicios.

- Aún estoy con una conexión precaria de energía eléctrica y sin medidor, por eso estoy limitada en los aparatos que puedo usar.

- La sala de masajes y el baño tienen un corto circuito en la conexión eléctrica por lo tanto hace meses, que estamos a oscuras en esa parte del departamento.

- El nuevo contrato de alquiler está pendiente hasta que pueda ponerme al día con todo lo que debo.

- No ha habido ventas de libros ni de la pequeña tienda en las fechas especiales, las personas prefieren comprar donde hacen entregas a domicilio.

- Aún las propuestas más creativas y renovadas en este 2020 no han tenido ningún éxito.

- De los alimentos y bebidas que mantienen mi metabolismo y mi cuerpo en equilibrio, nada queda, pero al menos, hace poco recibí un pedido de suplementos que compensará la mala dieta.

- Ya casi no pido ayuda, salvo la "pasada de gorra mensual para poder seguir generando contenidos gratuitos y sorteos".  Los pedidos de ayuda  generan largas colas de personas dispuestas a emitir sus opiniones y juicios basados en su realidad y colaboran con una larga lista de consejos sobre lo que debería hacer o no hacer.  Hasta ahora no he conocido una sola persona que pueda opinar desde una situación similar a la mía o que haya tenido la valentía y el amor, de vivir 48 horas en mi cuerpo, en mi vida y en mi espacio.

- Las oraciones, las plegarias y los buenos deseos siempre suman.

- Las pequeñas ayudan hacen más fácil la vida cotidiana y siempre renuevan la esperanza en el corazón.

Gracias

Susana

solelor@hotmail.com









jueves, 21 de mayo de 2020

De siestas y perdones

Si miro a mi alrededor, mis tiempos de crisis, bajón, cansancio y energías agotadas suele coincidir con la postal de mi mini heladera vacía, la dieta empobrecida, la billetera con apenas un billete solitario, la cuenta en el banco con ceros y los números en rojos multiplicándose al ritmo de la inflación argentina.

Hace unos días escribí en mi  Blog: Agotada en Cuarentena, a pesar de eso intenté continuar, remar, esforzarme y lo único que logré fue que mi cuerpo estuviera tan cansado, tan agotado, que cuando duermo y sueño, en mis sueños necesito dormir y descansar y peleo con otras personas porque no me dejan dormir.

Ayer a última hora de la tarde, me descompensé, estaba agotadísima y mi presión arterial presentaba un desorden interesante con la mínima muy alta y la máxima muy baja.  Dejé mi cocina con los trastos sucios de dos días y me fui a dormir, logré levantarme recién cerca de las 16.00 de hoy  y aún así, después de haber dormido más de  20 horas (con las interrupciones propias de Blackie y de mi vejiga), tuve que hacer un esfuerzo enorme porque todavía necesito más horas de descanso.



Contexto
El contexto, el para-texto y el universo circundante son siempre importantes a la hora de considerar la realidad que una oración expresa.

  • A los 11 años, junto con mi primer período menstrual se me asignó la obligación de lavar y planchar toda mi ropa, lavar los pañuelos (con mocos) de toda la familia, ayudar en los quehaceres de la casa y hacer todo lo que mi madre no podía o no tenía ganas de hacer.
  • A los 16 años comencé a trabajar en forma independiente para poder comprarme mis toallas femeninas y acceder a ropa que yo pudiera elegir.
  • Desde el día que nació mi primera hija fui una madre sola, a pesar de estar casada, tenía que siempre buscar la forma de que mis hijos comieran, tuvieran leche y todo aquello que necesitaban.  Trabajaba, estudiaba y cuidaba a mis hijos, sembraba huerta en los canteros, amasaba pan y les preparaba dulce de leche casero.
  • A los 24 años, ya me había mudado a otra ciudad, y estaba cansada de pelear con el sistema para lograr que el padre de mis hijos cumpliera con sus obligaciones.  Me aferré a la bandera del orgullo y crié sola a mis hijos hasta su adolescencia, cuando mi salud y una crisis económica me obligaron a dejarlos ir con su padre (que nunca pudo cumplir con la cuota, pero sí podría ofrecer comodidades en su vida).
  • Convivo con un par de enfermedades crónicas que restringen la movilidad, flexibilidad y normalidad de mi cuerpo y que exigen un cuidado especial con una dieta de calidad y el equilibrio emocional y mental. El dolor y la fatiga crónica son parte de cada día, el nivel nunca es cero, pero hay días buenos, no tan buenos y días muy malos. El estrés suele ser un desencadenante para cualquier tipo de descompensación o malestar físico.
  • 2019 fue un año muy difícil económicamente y por lo tanto en el aspecto salud.
  • Cuando comenzó la cuarentena en 2020, yo apenas si estaba intentando ponerme de pie, después del año anterior.
  • Durante 2019 y 2020 he pedido públicamente ayuda más veces de lo que había hecho jamás en mi vida.



A veces, cuando todo sale mal, cuando nade sale bien, cuando la heladera está vacía, cuando mi metabolismo se altera porque mi dieta no es la que mi cuerpo necesita, entonces, sólo entonces se me viene este cansancio de tantos años, este cansancio viejo de estar siempre remando; a veces en mares de arena, otras en mares muertos, a veces en océanos, a veces en mares de sal y otras, apenas en un charco de arenas movedizas.

Entonces, cuando estoy tan agobiada, agotada y exhausta, necesito que alguien cocine por mí, saque la basura, me traiga una heladera repleta de buenos alimentos para todo el mes, pague mis cuentas, limpie la casa, planche mi ropa, vele mi sueño, construya mi casa, me haga masajes en mi espalda adolorida y cuide de mí durante un largo recreo.

Pero como he sido siempre la Mujer Maravilla, que nada pide, todo da y a todo el mundo quiere salvar, las personas suelen creer que nada necesito, que todo lo puedo y que así sola estoy bien, más que bien.

Sí, me gusta vivir sola, sin deudas ni chantajes emocionales, con la libertad absoluta de hacer y deshacer a mi gusto.  Con la posibilidad de ser Yo, la que Soy, sin dar explicaciones ni convencer a nadie.



Sin embargo, la soledad tiene su precio.  Entonces, como no hay nadie que cocine, limpie o pague las cuentas, no queda más opción que dejar que la Mujer Maravilla duerma una larga siesta, hasta que el beso de la vida la despierte nuevamente.




En realidad, nos creemos libres, pero en el fondo de nuestra mente dejamos que el pájaro carpintero de los juicios de familiares y supuestos amigos, sigan taladrando nuestra cabeza, aún cuando ellos no están. Intentamos cumplir con expectativas de otros.  

Creemos que deberíamos trabajar en tal o cual horario porque otros lo hacen. Buscamos la aceptación y el reconocimiento de padres, hijos, hermanos y parejas ausentes.  Nos sentimos en la obligación de explicar por qué tomamos una siesta a mitad de mañana o nos sentimos culpables si debemos ‘cerrar’ nuestra agenda por un par de días y a veces una semana completa.

Nadie está aquí para ayudar, resolver, cuidar, hacer, contener, apapachar, abrazar, mimar y darme un recreo y sin embargo, en mi mente, sigo permitiendo que la mirada ajena me condicione, me presione y que los comentarios ‘bien intencionados’ desde la distancia virtual, afecten mi estado de ánimo.

Como persona extremadamente sensible y perceptiva, me afectan las energías de las personas y los espacios.  No es algo que se pueda o se deba controlar.  Como Terapeuta Holística, cuido el espacio, los tiempos y las energías, armonizando y conteniendo; antes, durante y después de cada turno.  Cualquier actividad que se haga desde un enfoque holístico (clases, talleres o sesiones terapéuticas) representan un desgaste físico y energético, requieren de un tiempo anterior y posterior para recuperar y equilibrar energías y cuidar del espacio, y además nos obligan a cuidar de nosotros con mucho más esmero.  Somos canales, cuenco para dar y la vasija temporaria donde quienes acuden a nosotros, depositan o desechan todas sus penas y angustias.

El valor económico que se le asigna a una clase, una sesión o un taller, debe contemplar no sólo el tiempo que dedicamos a esa persona, sino que además debe compensar: el desgaste energético, mental y emocional, el tiempo necesario para preparar el material y disponernos amorosamente; la idoneidad, el talento y los dones para realizar la tarea; el tiempo de descanso necesario entre cada actividad para recuperarnos y renovar energías y todos los insumos que usamos (incluyendo recursos que generamos o compramos, limpias energéticas y la limpieza y desinfección física del lugar y objetos).

Muchas veces, como Terapeuta Holística y como persona sensible, me dejo llevar por mi empatía y por las necesidades de los otros y termino cobrando menos de lo que debiera, aceptando gente que no valora mi tarea, trabajando con gente cuyas energías me hacen más mal que bien, regalando mi trabajo, haciendo descuentos por largos períodos de tiempo o incluso sosteniendo relaciones profesionales en las que la otra persona no aporta el esfuerzo necesario para lograr los resultados esperados.

Entonces, llego a este punto, donde no tengo energía ni siquiera para hacer lo que me gusta, sostener una aguja de crochet, consultar el Tarot todos los días o escribir los libros que tengo pendientes; tampoco tengo la claridad para leer ni el ánimo para disfrutar la lectura.



No sé qué es peor, si salir a pedir ayuda públicamente aunque avergüence a mis contactos y familia; o llegar a este letargo en el que solo quiero dormir y no encuentro las palabras para explicar, justificar o demostrar que de verdad necesito ayuda, sí, otra vez.

Como docente e intérprete simultanea, tengo la capacidad innata para explicar, traducir y exponer una idea desde diferentes ángulos.

Sin embargo, cuando el desgaste es tan grande, una quisiera encontrarse con personas que puedan leer las señales, comprender sin discursos y mirar en los silencios.

Pido disculpas, si hay días en que no puedo estar para ti.
Si me conoces, ya sabes, que cuando logre estar para mí, volveré a estar para ti también.

Debo cuidarme, como puedo, desde estas circunstancias que me tocan vivir.
Sólo Dios sabe.


En tus manos estoy Señor.
Lo siento, hoy no puedo remar.

Si sientes que puedes ayudar, por favor busca los enlaces al final de esta publicación.
Gracias
Bendiciones

Susie
Susannah




Puedes comprar libros impresos en formato artesanal, tienes la información en este vídeo donde te cuento sobre la mayoría de mis libros y hay un vídeo especial para el libro La Posada de los Muertos.

Puedes comprar un pack de libros digitales con información en este vídeo.

Puedes hacer una pequeña contribución desde la aplicación de Mercado Pago, que lo convertirá a tu moneda.

Puedes hacer la contribución que tú quieras con PayPal.

Si la opción para colaborar que quieres elegir, no está en estas opciones, te puedes comunicar por correo a solelor@hotmail.com

Gracias nuevamente.
Dios bendiga tu generosidad.



miércoles, 20 de mayo de 2020

Agotada en cuarentena


Cuando nos sentimos agotados, como si nuestra energía se hubiera drenado por cada uno de nuestros poros y no hay días ni horas que alcancen para recuperar el sueño o sentirnos vitales y frescos otra vez, es tiempo de revisar nuestros patrones de conducta, pensamientos y nuestra forma de sentir.

¿Qué fue lo que pasó conmigo en esta primera mitad del año?  Siento que necesito unas largas vacaciones, en spa con todo incluido, para hacer nada, comer sano, recibir masajes y no tener que ocuparme de resolver ningún problema, ni siquiera el menú del día.

Durante la época de aislamiento social, he seguido atendiendo personas a través del celular y whatsapp y he continuado dando clases a quienes optaron por continuar con el sistema virtual.  

Reconozco, que 8 de cada 10 días, me paso el tiempo vestida en piyamas, y aunque tomo una ducha diaria, sólo me maquillo los días que grabo vídeo y uso ropa para estar cómoda en casa, incluyendo pantuflas.

Digamos, que esta cuarentena ha sido como un largo domingo, a cara lavada, con bata y ropa que está a mitad de camino entre la comodidad y el desgano.  De algún modo, se fueron pasando los días y dejé de usar las piedras y cristales de protección.  Parecía no tener sentido usar un japa mala (más que para la hora de la meditación), las pulseras o anillos para armonizar mis energías.

De algún modo, creemos que sólo debemos proteger nuestras energías cuando nos encontramos con personas cara a cara, pero quienes somos sensibles (niños esponjas), podemos captar y absorber energías de otras personas con una llamada telefónica o un intercambio de ‘radares’ durante las horas de sueños.  Solemos bajar la guardia con las personas que amamos, sin embargo en estos momentos de crisis, debemos guardar el equilibro entre dar y recibir y entre escuchar y ser escuchado.

He aquí un listado de todo lo que hice mal durante estos meses de soledad absoluta:


  • Dejé de usar piedras y cristales (amuletos, anillos, pulseras, japa malas y collares).
  • Me ocupé de ofrecer ayuda a cuanta persona se viera afectada por esta cuarentena.
  • Ofrecí descuentos en todos mis servicios y terapias.
  • Bajé la guardia con familia y afectos.
  • Dejé que muchas personas me usaran como un lugar donde desagotar sus miedos, furias, angustias y conflictos no resueltos.
  • Me preocupé por todo lo que estaba sucediendo a mi familia, hijos y nietos, sabiendo que no hay nada que pueda hacer por cambiar sus realidades.
  • Me enfoqué en ‘trabajar’, generar ingresos y pagar cuentas y mantenerme activa a pesar de la cuarentena.
  • Dejé de hacer lo que me gusta, por el simple placer de hacerlo.
  • Dejé de conectar con lo que tenía ganas de hacer y me obligué a hacer todo aquello que parecía mantenerme a flote durante la tormenta.
  • Me ocupé tanto por cobrar y pagar que llegó el momento en que me sentí vacía, agotada y sin fuerzas y entonces, dejé de crear, brillar y ser parte de la abundancia del universo.
  • Saqué el disfrute y el placer de la ecuación.
  • Quise tomar el control de mi pequeño bote perdido en la gran tormenta del océano.
  • Olvidé que los milagros sólo son posibles cuando Dios está a cargo de mi agenda.


En inglés se llama ‘burnout’ cuando el cansancio y el agotamiento físico y mental nos enferman y nos quitan claridad.  No es la primera vez que me siento así desde que comenzó la cuarentena.  Eso no es bueno.  Estoy haciendo cosas que ya no tengo ganas de hacer y me siento tan desgastada que no tengo fuerzas ni energía para hacer lo que tengo ganas de hacer.

Será tiempo de dejar que el bote simplemente flote, sentarme a leer un libro y confiar en que Dios, sólo él, sabe cómo, cuándo y dónde.

Hace unos días o semanas (ya perdí noción del tiempo), escribí en mi blog, sobre sensibilidad y empatía.  Creo que no sólo estaba buscando concientizar a otras personas o mostrarles a los sensibles que no están tan solos, sino que buscaba que la gente a mí alrededor se diera cuenta que necesitaba ayuda, contención y paciencia.  Algunas personas se sintieron identificadas con esa publicación, pero ninguna persona a mi alrededor cambió su actitud, su indiferencia o sus exigencias.

Porque, en realidad, soy yo quien debo contenerme, ser paciente conmigo misma y permitirme ser débil, estar asustada y no poder resolver todo lo que se supone que debería.


Cuando tomé la ducha hoy, me vestí con piyamas otra vez, me encantan; si pudiera tendría una colección de ropa cómoda para hacer fiaca en la casa y que se viera tan bonita que pudiera salir a caminar con ella.  Sin embargo,  me puse el relicario con mi talismán de virgo y el orgonito que dormía en un cajón; las piedras/cristales tienen propiedades que son ahora más útiles que nunca.

Desde hace un par de días, cuando no estoy fuerte, cuando las energías de otras personas me agobian, tomo distancia y digo ‘no’.  Porque quien no tiene la decisión de hacer cambios en su vida, tampoco tiene el derecho de usarnos de desagote o muro de lamentaciones.  Se puede acompañar con respeto, empatía y cariño, pero lidiar con tormentas solares ajenas o escuchar una letanía de quejas que jamás cambia, no es sano para quien escucha ni edificante para quien construye su realidad desde lo que no puede cambiar.

Estoy cansada, muy.
Me siento enferma, muy.
Mis energías están tan bajas, que hay momentos durante el día que mi cuerpo se enfría de tal manera, que no hay manta que me de calor; y eso, que aquí, aún no llega el invierno.

Necesito ocuparme de mí, protegerme, cuidarme, consentirme, relajarme.  Necesito extender las alas y planear sobre esos cielos que nadie transita.  Necesito hacer siestas en mi bote y despertarme cuando Dios, haya resuelto el curso.

Susie
Susannah

Pronóstico: inestable con probabilidad de viento y chaparrones.