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sábado, 19 de octubre de 2024

44 semanas en la Caverna

 Un viaje místico




Una de las cartas del Oráculo de Puentes con Dios (tarjetas devocionales) incluye la afirmación: “Señor, en tus manos soy arcilla.”

Creo que cuando canalizo y escribo las plegarias y afirmaciones, no puedo imaginar el impacto de esas palabras y no soy plenamente consciente de la profundidad del mensaje.

En los últimos 11 meses (aproximadamente), Dios me ha moldeado como arcilla húmeda.  Confieso que al principio me resistía y me agrietaba como una arcilla que no es maleable.

Ha destruido y transformado todas mis formas: mi cuerpo físico, mi mente y mi forma de amar, amarlo y amarme.

Es fácil creer en el poder y el amor de Dios cuando busca personas que lo ayuden a co-crear milagros en nuestra vida.

No dudamos en creer en el poder y el amor de Dios, cuando una cura milagrosa, mediante la oración sostenida, mantiene vivo a alguno de nuestros seres amados.

Sin embargo, en momentos de adversidad, nos parece que Dios nos abandona y en medio de la tormenta mental y emocional, llegamos a pensar que estamos siendo castigados.  Nosotros mismos nos flagelamos mental y emocionalmente por no haber hecho las cosas bien.

Repasamos uno por uno todos nuestros errores y nos quejamos de nuestras omisiones.

En el ojo del huracán o en la cuarentena del desierto, creemos que el único milagro posible es despertar en un lugar más cómodo y benevolente.  Ignoramos o despreciamos el milagro cotidiano de despertar cada día, como sobrevivientes de situaciones que matarían a más de uno.




Intuía que esta larga noche del alma llevaba casi 40 semanas; busqué una calculadora y al día de hoy, llevo 44 semanas.

Cuando se habla de los 40 días de Jesús en el desierto, es una metáfora con significados profundos; pues en verdad se enfrentaba a sus conflictos y demonios internos.

Hace algunos meses, entendí y acepté que esto no acabaría hasta que yo no hubiera aprendido lo que tengo que aprender, transformado lo que tengo que transformar y sobre todo, hasta que no me sentara amorosamente y compasivamente con cada uno de mis demonios.

En estas 44 semanas, he conocido niveles de pobreza que jamás hubiera imaginado.  Y aunque cada mes he tenido al menos una semana de gracia y bendiciones, las 3 semanas restantes han incrementado su nivel de dificultad.

Como en la universidad o como en un juego de mesa o digital, con cada nivel, tienes pruebas más difíciles para superar.  Sólo que en este caso, los únicos recursos eran mi mente, mi fe, mi corazón y mi aprendizaje holístico.

En los primeros meses creí que era un duelo entre Dios y yo, una pulseada cósmica de voluntades.

Con su infinita paciencia y amor de Padre, Dios ha logrado amansarme, moldearme, desnudarme de corazas y enseñarme el verdadero sentido y valor de la palabra confianza.

 Cada día oraba por un milagro y al llegar la noche, padecía en el insomnio de la frustración por no haber pagado las cuentas y por el hambre que perturbaba mi sistema digestivo y quitaba lucidez a mi mente.

Cada noche pensaba que sería la última, porque mi cuerpo de 60 años no resistiría.  Sin embargo, me despertaba y me despierto cada mañana con algún mandado de Dios, un lugar donde vivir y el servicio de internet gratis.

¿Acaso no es eso un milagro?




Que Dios pueda sostenernos cuando las circunstancias son totalmente adversas, es una muestra de Su poder y Su infinito amor.

Sólo un cuenco vacío y limpio puede llenarse plenamente de agua bendita.

Dios, como buen alfarero, ha hecho añicos mi vieja vasija.  Cuando estuve lista para comprender, ha tomado mis lágrimas y un poco de lluvia para amasar la arcilla, hasta dejarla suave y flexible.




Creo que el proceso está llevando tiempo porque ha habido mucha resistencia de mi parte y una rigidez mental que no le permitía al alfarero inspirarse en su creación.

Confundí muerte con derrota, vacío con carencia, conflicto con fracaso, silencio con desprecio y dificultad con castigo.

Dios no ha dejado de creer en mí ni un solo día; y a pesar de mi cuerpo físico debilitado, avejentado y frágil, Él ha confiado en mí para sus mandados, como yo les llamo, sus canalizaciones e inspiraciones Divinas.

¿Cuántas semanas puede alguien alimentarse sólo de agua y maná?

Solo Dios sabe.

¿Cuántas semanas puede sobrevivir una persona con enfermedades cardíacas sin medicación?

Sólo Dios sabe.

Esta noche he comprendido de qué se trata el aprendizaje.

Estuve todo el tiempo enfocada en revertir la pobreza en prosperidad económica.  Confundí la lección creyendo que era una maestría para aprender a manifestar abundancia.

Pues no; el aprendizaje comienza con desarrollar la verdadera confianza en Dios, dejándolo que tome el control total de mi vida; sin miedo, sin lucha, sin esfuerzo, sin expectativa, sin interferencia.  Y sobre todo, el entrenamiento se trata de aprender que el milagro más poderoso sucede cuando Dios sostiene nuestro aliento y nuestro latido contra todo pronóstico humano.




Debido a la debilidad física, la pérdida de masa muscular y un corazón que ha sobrevivido a base de cuidados naturales y mucho reposo, no he salido de casa en estas 44 semanas.  Mis únicas ‘salidas’ han sido hasta la entrada del complejo para sacar la basura o recibir algún pedido en los tiempos de bendiciones.

De algún modo, este aislamiento del mundo exterior y este encierro forzado, se parecen bastante a las cavernas que se mencionan en muchos textos.

En el mito de la caverna de Platón, la caverna representa la prisión que este mundo de lo físico crea en el alma humana, la luz es la realidad verdadera y universal; y la liberación de los prejuicios para soltar el alma hacia el mundo verdadero.

San Benito vivió en una cueva de la zona montañosa de Subiaco durante 3 años, para luego realizar la obra que Dios le había encomendado.

Estas cavernas que se repiten en mitos y en la vida de algunos hombres santos, a veces se nombran también como desiertos.  En todos los casos hay un vacío total, una soledad absoluta, una carencia de recursos y un viaje profundo a la oscuridad para aprender a sostener la propia Luz.

En todo caso, no es nuestra luz, sino que en ese despojo, aprendemos a entregarnos y convertirnos en esa vasija moldeada por Dios, que puede contener e irradiar Su Luz.

En la caverna, una aprende a vivir en el ‘aquí y ahora’; el presente es lo único que se tiene y aunque parezca imposible, siempre hay maneras de encontrar el equilibrio y sonreír por el milagro de estar sostenida por dios.  Cuando se carece de recursos y las necesidades básicas no están cubiertas, no se puede hacer planes de ninguna clase; ni a corto plazo siquiera.  Se puede soñar, por supuesto, pero una aprende que Dios es quien ha tomado el control.  La mejor medicina para eso es liberarse de expectativas y esperar la sorpresa de cada día; cuando Dios nos muestra qué necesita de nosotros o cuál es la lección del día.




Claro que no soy Jesús, ni Platón, ni San Benito; pero compartimos algo en común: la gente de nuestro entorno nos considera chiflados y hasta peligrosos.

El marketing de las terapias holísticas superficiales nos vende un positivismo tóxico y nos termina convenciendo de que sólo con el pensamiento podemos lograr milagros.

Podemos sí, ser co-creadores de milagros.  Pero una vez que hacemos nuestros votos de fe y acudimos al llamado de Dios, Él es el accionista mayoritario de nuestro emprendimiento, el decano de nuestra universidad y el alfarero de nuestra vida.

Medirse con el rendimiento o los logros de otras personas es nuestra mayor perdición. Intentar demostrar o justificar nuestro esfuerzo a otros es sólo una mala gestión de nuestra culpa, vergüenza y frustración.

Dios debería ser nuestra única medida.  Nuestra gestión emocional debería enfocarse en nuestra paz interior y en nuestra capacidad para irradiar la Luz Divina.

Susannah Lorenzo / Tejedora de Cielos

Una aprendiz muy lenta.

Puentes con Dios

Escrito entre la 01:00 y las 03:00 am de una noche con el influjo de la luna llena.



“Hágase tu voluntad, así en la Tierra como en el Cielo.” (Padre Nuestro)




Simbología de la caverna

Como arquetipo de la matriz materna, la caverna figura en los mitos de origen, de renacimiento y de iniciación de numerosos pueblos.

Numerosos ritos de iniciación comienzan por el pasaje del impetrante a una caverna o a una fosa.

Según una opinión más mística Dionisos es a la vez el guardián del antro y aquel que libera al prisionero rompiendo sus cadenas: «Puesto que el iniciado es un Dionisos es en realidad él mismo quien primero se mantiene prisionero y él mismo quien luego se libera; es decir, como lo vieron Platón y. Pitágoras, el alma está prisionera de sus pasiones y es liberada por el nous o intelecto» (MAGE, 290-291).

Como vemos, toda la tradición griega enlaza estrechamente el simbolismo metafísico y el simbolismo moral: la construcción de un yo armonioso se hace a imagen de un cosmos armonioso.

 La caverna simboliza la exploración del yo interior, y más particularmente del yo primitivo, rechazado a las profundidades de lo inconsciente.

La caverna se considera también como un gigantesco receptáculo de energía, pero de una energía telúrica y de ningún modo celestial. Así desempeña su papel en las operaciones mágicas. Templo subterráneo, guarda «los recuerdos del período glacial, verdadero segundo nacimiento de la humanidad. Es apropiada para las iniciaciones, la sepultura simulada y las ceremonias que rodean la imposición del ser mágico. Simboliza la vida latente que transcurre entre el nacimiento por obstetricia y los ritos de la pubertad. Comunica al primitivo con las potencias ctónicas (divinidades que residen en el interior de la tierra) de la muerte y de la germinación»

Diccionario de los Simbolos  - Chevaliar y Gheerbrant 



Sólo un cuenco vacío y limpio puede llenarse plenamente de agua bendita.
Susannah Lorenzo / Tejedora de Cielos


sábado, 8 de junio de 2024

Aprender a Recibir

 


Apertura del Divino Femenino

Sin importar cuánto necesitemos ser abrazadas, contenidas, sostenidas, acompañadas o apapachadas; si somos sobrevivientes de abuso, violencia o trauma sexual, sentiremos un miedo profundo y escondido a recibir.  Porque para recibir hay que abrirse, mostrarse vulnerable, dejar a un lado los escudos y desactivar los mecanismos de defensa.

Tenemos miedo de abrirnos (verdadera y profundamente), porque el recuerdo grabado en el cuerpo físico, es más fuerte que la memoria de la mente o incluso del corazón.  Ya sea que hayamos sido colonizadas, vejadas y mancilladas contra nuestra voluntad; o que nos hayamos abierto temprana e inocentemente a la persona equivocada y que se aprovechó de nuestro candor; las huellas y mecanismos de defensa (inconscientes) serán los mismos o similares.

Tenemos desconfianza de ser tocadas en nuestra fibra íntima, de que nos palpen las heridas, nos rocen el corazón o incluso lastimen aquello que nos ha costado tanto sanar y que ya no duela. Nos hemos fortalecido para evitar ser despojadas, burladas, engañadas o juzgadas.




Aunque ya no soy una víctima, sino una sobreviviente y han pasado más de 40 años del trauma inicial; con cada vuelta del espiral evolutivo descubro una nueva capa que aún queda por sanar: viejos patrones y bloqueos que aún afectan mi forma de relacionarme, manifestar mis sueños e interactuar con la abundancia del Universo.

Nos sentimos seguras y a salvo dando; dar nos permite ‘controlar’ el vínculo, pero por sobre todo no necesita de una apertura interior íntima o sensible.  Somos buenas para ‘dar’: amor, compasión, empatía, contención, ayuda y tiempo; damos todo aquello que no pudimos recibir y que sabemos que toda mujer necesita.  Somos solidarias con otras sobrevivientes y podemos detectar una víctima sin que diga una sola palabra.

Aunque llevemos años (y décadas también) sanando nuestro Divino Femenino, escondemos lo más sagrado de nosotras para protegernos, para resguardar los nuevos tesoros que han nacido en nosotras hasta que llegue la persona indicada.  Aprendemos a valernos por nosotras mismas y sin darnos cuenta, híper activamos nuestra energía masculina: la energía que hace, consigue, conquista, resuelve, protege, y nos arma de pies a cabeza como una guerrera sagrada de la vida.

 


 

Tarde o temprano nos sentimos abatidas, frustradas, con un cansancio que se acumula y que no siempre resulta en los éxitos que deseamos; porque estamos ancladas en nuestra energía masculina y porque de tanto defendernos y protegernos, hemos olvidado como recibir sin miedo, culpa o vergüenza.

Abrimos las manos, para dar, para recibir, para aferrarnos a lo que creemos nos pertenece, para amasar, para cocinar, para acariciar, para crear e incluso, logramos abrir las manos para sanar lo que duele y remendar lo que está roto.

Aprendemos a abrir el corazón nuevamente, para amar, para ser amadas, para calmar, para suavizar, para acompañar, para contener, para sentir, para dejarnos habitar por Dios, para rezar, para creer en una nueva vida.

Nos entrenamos para abrir nuestra mente a nuevas formas de pensar, estudiar, aprender, reconocer, comprender e incluso para dibujar infinitas salidas a laberintos que parecen nunca mostrar su verdadero acertijo.




Sin embargo, en un rincón secreto y guardado, nuestro útero (o su equivalente energético) se mantiene cerrado como un puño, guardando cicatrices físicas y emocionales de todo aquello que nos dañó en lo más profundo de nuestro ser. 

Podemos creer que nos hemos abierto, sexualmente hablando, desde la genitalidad, permitiendo incluso un placer físico que disimula cualquier dolor.  Podremos habernos abierto de piernas para permitir penetraciones que no terminan de saciarnos y que nos convencen por breves segundos de que somos amadas, necesitadas y deseadas.




¿Cómo saber si el útero está cerrado y es incapaz de recibir abierta y profundamente?

  • Sentimos que siempre somos la que ama más, la que ama demasiado, la que se ‘da’ completamente sin recibir lo mismo a cambio.
  • Nos sentimos mal amadas, no amadas, rechazadas, excluidas, y sedientas de recibir algo que nunca llega.
  • Estamos desconectadas de la energía de abundancia y prosperidad del Universo; corriendo siempre detrás de una zanahoria que nunca alcanzamos.
  • Cada vez que recibimos algo valioso (sentimental o económicamente hablando) nos sentimos ‘en deuda’, buscando inmediatamente compensar con la entrega de algo a cambio.
  • Nos embarcamos en relaciones tóxicas, convencidas de que salvaremos, transformaremos o le enseñaremos a amar a quien sólo busca satisfacer las necesidades de su ego.
  • Justificamos las ausencias de las otras personas, perdonamos sus promesas incumplidas, creemos en palabras vacías  e ignoramos las señales y conductas que amenazan nuestro bienestar e integridad emocional.
  • Nos quedamos esperando a que alguien (incluyendo Dios) se dé cuenta de lo que sentimos y necesitamos, sin que tengamos que pronunciarlo en voz alta.

 



Como mujer, estamos hechas para conectar, Ser, abrir, recibir, sentir y anidar.  Nacimos para ser sacerdotisas, para aquietar el movimiento y dulcificar nuestro corazón y el de otras personas.  Como tales, sostener el estado de apertura sin mecanismos de defensa,  sin estrategias de guerra, sin proyecciones ni planificaciones dignas de arqueros y cazadores.

Una mujer no puede sostener el Amor sólo en su corazón, no puede simplemente pretender que Dios habite en el centro de su pecho y desde allí todo se resuelva.  Una mujer necesita sostener el Amor en su cuenco sagrado, en la morada de la semilla creativa, allí donde el útero late como un segundo corazón.   Es entre los muros húmedos y oscuros de la caverna femenina donde Dios debe habitarnos para consagrar nuestra creatividad sagrada.

En lo personal, cada vez que pregunto cómo puedo activar la energía de abundancia y prosperidad en mi vida, la respuesta es la misma: más Amor.  ¿Cómo es posible que Dios y el Universo me pidan más Amor, si hago todo mi trabajo con Amor y desde el corazón?  La respuesta llegó en forma de inspiración para una nueva meditación y esta reflexión que estoy compartiendo.




En mi caso, no se trata de dar más o poner más Amor en lo que doy; mi aprendizaje es ‘recibir con Amor’, abrirme con Amor;  encontrar paz en el recibir sin permitir que mi mente sostenga deudas, culpas y  vergüenzas.

Querer controlar es un acto propio de la energía masculina, incluso si quiero controlar lo que recibo y cómo lo recibo.  Ese aspecto pudo ser útil en otras etapas de mi vida, pero no puedo encontrar la sanación desde el equilibrio, si no me adapto a las nuevas necesidades espirituales y energéticas de mis cuerpos (físico, mental, emocional, etérico).




Según el Dr. Alberto Villoldo, los traumas psicológicos y espirituales no resueltos, no sólo dejan huella en el cuerpo físico sino que dejan marcas en nuestros campos luminosos. Hasta que no limpiamos o sanamos esas marcas o cicatrices en el cuerpo energético, su equivalente será sostenido en el cuerpo físico.  Por el contrario, las experiencias positivas no dejan una marca en el cuerpo luminoso.  La paz y la serenidad que descubrimos a través de la práctica espiritual, se convierte en combustible para las capas más íntimas de nuestro campo energético luminoso, energizando así el alma y el espíritu.

Las huellas de trauma y enfermedad física están tallados en la membrana de la capa más externa del cuerpo luminoso energético,  cómo diseños que se cortan sobre el vidrio.  Lo que se sana a nivel energético, puede ser sanado a nivel físico.

Las huellas grabadas en la capa del cuerpo emocional y mental nos predisponen a vivir de cierta manera y a atraer a ciertas personas y relaciones en nuestra vida.  Es difícil cambiar nuestro estilo de vida o nuestros patrones de conducta si no limpiamos los rastros de trauma que quedan en las diferentes capas de nuestro cuerpo energético.

Puedes conocer más sobre este tema en mi libro ‘Espiritualidad y Salud’ o leer el libro ‘Chamán, Sanador, Sabio’ del Dr. Alberto Villoldo.




¿Cómo seguir?

Puedo dar testimonio que luego de recibir esta canalización y comprender finalmente el mensaje del amor, a través de la meditación, algunos bloqueos simplemente se disolvieron de forma parcial o total.  Las señales que llegaron fueron claras y precisas.

Horas después de la primera meditación llegaron los primeros trabajos prácticos: aprender a recibir lo que la vida está dispuesta a darme, sin intentar controlar el cómo, cuándo, dónde y a través de quién.

Por supuesto que un campo energético, un órgano o un sistema no se limpian ni se sanan de un día para otro.  Aprender a recibir es un proceso y requerirá de repetidas meditaciones y tomas de consciencia en el pensamiento y sentir cotidiano.

Reconocer, aceptar, tomar consciencia, escribir, y compartir el proceso es una manera de mostrar al Universo que estoy dispuesta, aquí y ahora.

Susannah Lorenzo© / Tejedora de Puentes


Para quienes prefieren escuchar mis reflexiones en vez de leer el Blog, he grabado ya la reflexión y aprendizaje sobre el Aprender a Recibir desde la Apertura del Divino Femenino, como un episodio del Podcast de Puentes.



jueves, 1 de febrero de 2024

El vacío y la tortuga


Este largo enero, convertido en una hibernación forzada (a 40ºC), en medio de una racha de pobreza, silencio, ‘invisibilidad’ y bloqueos energéticos, me hizo recordar al enero de 2017.




En aquel momento llevaba más de un año intentando forzar una vida que me ‘negaba’ todo lo que yo intentaba recuperar: familia, trabajo estable, reconocimiento profesional y familiar, alegría en el corazón y paz mental.  Mi provincia natal me había recibido con más hostilidad de la que esperaba y mis proyecciones de recuperar vínculos familiares habían fracasado.  Es que para reconstruir un puente hacen falta dos, es decir, las mismas intenciones y la misma dedicación de ambos lados.  Después de todo, es sabio aceptar que quien se va de nuestra vida, es porque no hay sitio apto para ellos en este presente o porque no se sienten a gusto con nuestra forma de ser.  Viajar al pasado para recuperar lo que nos fue arrebatado, puede resultar un viaje doloroso y desgastante, porque la vida siempre fluye hacia adelante.

Cada frase, cada actitud y cada decisión me definían como una víctima de las circunstancias, las personas dañinas o los chismes maliciosos que tergiversaban la realidad. Era una desempleada de 52 años llena de frustración, resentimiento e impotencia, y sobre todo, con el pasaporte siempre listo para cruzar a otra dimensión.

En aquel entonces, creía que sería el peor verano de mi vida; no hay que tentar la creatividad del universo, siempre puede haber peores.  Aunque todo es relativo, puede que aquel enero fuera mejor que éste en algunos aspectos mundanos y visibles; pero también es cierto que interna y profundamente este verano es mucho mejor.

Los veranos, por alguna razón que aún no termino de descubrir totalmente, suelen ser períodos de sequía, hibernación, dificultades y desafíos de supervivencia, en mi vida.  Creía en ese entonces, que la situación era pobrísima porque estuve más de un mes sin comprar alimentos y sobreviviendo a base de raciones de pan o tortitas.  Sin embargo, alcanzaba a pagar el alquiler y los servicios (agua, gas y electricidad) y pagaba el servicio de internet que me permitía trabajar y estudiar.  No sólo tenía la capacidad de pagar el lugar donde vivía, sino que cada tanto mi hija menor me invitaba a comer a su casa o me llevaba comida cuando se daba cuenta que estaba desaparecida por mucho tiempo.  En ese entonces, también conseguía las muestras gratuitas de mis medicamentos.

Fue una larga noche del alma porque casi dos años en mi ciudad natal habían sido más que suficientes para demostrar que el camino corporativo ya no era lo mío y que debía escuchar esa voz interior y esas señales que había ignorado durante años. 



En las épocas de supervivencia o bajo consumo, intento, en dosis adecuadas a mi bajo rendimiento mental, estudiar, aprender, actualizarme o indagar en mi interior para descubrir porque se me escapa la tortuga a pesar de mis esfuerzos y mis talentos.  Fue así que hice un Webinar de tres clases y me anoté para una Beca en B-School con Marie Forleo, que terminé ganando.  Lo que aprendí durante ese entrenamiento de Marketing 3.0 es que yo estaba fragmentada y la esencia de mi Alma estaba ausente de todas mis actividades profesionales.  Así, surgió la decisión de crear Puentes, un sitio web que integrara todo lo que soy y todo lo que hago.  Así nacieron las diferentes páginas en Facebook, especialmente PuentesTerapéuticos, que hasta ese momento, era un aspecto oculto y secretamente guardado en mi vida.  Lo demás es historia.



Las primeras ediciones artesanales antes de Puentes, en 2016


Mirando en retrospectiva, si yo hubiera ‘logrado’ todo aquello que quería con mi llegada a San Juan en 2015, probablemente me hubiera acomodado en esa vida que hacía felices a otros y que generaba esa aprobación familiar que yo siempre buscaba inconscientemente.  Es que yo creía que si hacía felices a los demás, yo podría ser feliz.  No se puede dar lo que no se tiene, y yo no tenía ni alegría, ni paz ni contento. 

Si todo hubiera resultado como yo había planeado, Puentes no existiría, al menos no manifestado, y menos aún el canal principalde YouTube y los diferentes Puentes tejidos con personas bonitas de la Comunidad.

Ese vacío y ese silencio (de señales propicias) durante la larga noche del alma en enero de 2017, fue la ‘muerte’ psíquica necesaria para dar luz a Puentes y para aceptar que yo podía elegir ser una persona desempleada o una persona emprendedora.




Esta noche oscura del alma en 2024 es peor que aquella en varios sentidos: no puedo pagar el alquiler por mí misma (recibo ayuda desde 2021), no hay invitaciones a comer ni comida que llega a mi puerta, no hay muestras de medicamentos gratuitos y la tortuga se sigue escapando, llevándome una clara ventaja.  Por otro lado, hay aspectos que son mucho mejores: el clima de esta ciudad es más benigno, tengo servicio de internet gratuito, la creatividad y la inspiración siguen fluyendo aunque esté famélica, me siento en paz y a gusto siendo quien Soy y haciendo lo que hago, ya no busco rescatar personas o situaciones del pasado, creo que el presente es mejor y el futuro puede serlo también, ya no llevo el pasaporte en la mano deseando cruzar a otra dimensión y sobre todo, ya no quiero ser la versión que era antes.

No creo en las casualidades y estoy convencida que todo lo que nos sucede en la vida, sobre todo lo que no podemos controlar, tiene un propósito y mientras más pronto lo descubramos y actuemos en consecuencia, más pronto superaremos la crisis.

He aprendido muchas cosas durante el enero que terminó anoche: he reconocido patrones de conducta y pensamiento, he indagado aún más en mi océano profundo de la sombra y he navegado por mi árbol genealógico para sanar herencias y linajes.  He estudiado, he observado, he escrito, he creado, he aprendido, he escuchado el silencio y he hecho las paces con el vacío.  Aún así, las energías siguen estancadas en un punto o las ventanas que se abren son tan efímeras y diminutas que no alcanzan para recuperar la salud, la claridad mental, el rendimiento y la libertad de desplazamiento.  La marea sigue baja y cuando comienza a acercarse, no llega a mojar mis pies, es solo un atisbo de esperanza en el horizonte.




Puentes cumplirá 7 años en quince días y por eso creo que esta sequía sostenida tiene mucho que ver con aquella crisis de 2017.  Escribir es una manera de ordenar la mente, desenredar la madeja y despejar la bruma.  Aún así, los mensajes siguen siendo los mismos: Ser en vez de hacer.  Se hace difícil, ser, brillar, alinearse, respirar en armonía y sonreír cuando el hambre te perturba y la salud se deteriora por la carencia económica.  Inevitablemente termino haciendo: creando promociones y descuentos, publicando colectas solidarias en las redes sociales o reinventando contenidos en la medida de las posibilidades físicas y mentales.  Nada cambia, el universo parece burlarse de mí diciendo: te dije que no era por ahí.

Cuando consulto a las Runas o las cartas del Tarot, el mensaje se repite: el arte de esperar con paciencia y confianza, el arte de hacer sin hacer.  Parece que vengo reprobando ese examen.




Mientras tanto, escribo, leo, canalizo, aprendo, estudio, descubro, escucho, respiro y miro los cielos siempre cambiantes.  Han sido siete años de siembra intensa, en medio de crisis mundiales y nacionales.  Quizá sea tiempo de confiar en las semillas, confiar en el maná que las bendice y reposar sin medir cada día cuántos centímetros ha crecido cada plantita.  Entonces, tal vez, la tortuga llegue silbando bajito, se acomode a mis pies y me diga: ahora si da gusto estar aquí.

En Dios confío.

En Mí confío.

Susannah Lorenzo / Susie

Mi siembra intensiva de 7 años



Nota:

2024 parece año de balances.

Puentes cumple 7 años.

Yo cumpliré 60 años.

Se vencerá el contrato de alquiler de tres años.

Se cumplen 3 años de mi mudanza a la ciudad de San Luis.

jueves, 21 de abril de 2022

Recibir y disfrutar

 Ningún proceso de sanación es una línea recta que nos lleva desde A a C en un par de pasos.  Entender, comprender, reconocer y aceptar los patrones de conducta heredados o adquiridos, las heridas sin sanar y las maniobras de nuestro niño interior para protegernos de un peligro que sobrevive en nuestra sombra, es un viaje por laberintos intrincados de nuestra mente.  Ese viaje es único, porque nadie lo ha emprendido antes y muchas veces nos aterroriza adentrarnos en un mundo habitado por nuestros propios fantasmas y demonios.



Ese viaje no tiene porque ser solitario; si nos dejamos acompañar y lo hacemos de la mano amorosa de Dios, todo es posible.  Si de algo estoy segura, es que no hay sanación posible sin una vida espiritual y sin un diálogo permanente con Dios.

Ayer comencé a escribir el libro De piernas abiertas, un libro que trata sobre la sanación del Divino Femenino y nuestra capacidad, no solo de abrir las piernas, sino el corazón, los brazos, las manos y la mente.




Hoy, en un guiño del Universo, supe que en un sorteo inesperado de una emprendedora amorosa de San Luis, había ganado un kit herbal para sahumar, pudiendo elegir inmediatamente entre diferentes variedades.  Apenas recibí el mensaje, comencé a pensar en las publicaciones que haría para agradecerle y en cómo podría compensarla con algún obsequio.  Entonces, me di cuenta de un mecanismo inconsciente que ha estado activo en mí desde que tengo registro de mi memoria: cada vez que recibo me siento en deuda, siento que debo dar algo a cambio.  Me pasa con las contribuciones amorosas de las seguidoras del canal de YouTube.  Ellas hacen sus donaciones como reconocimiento a la dedicación y el esfuerzo en la creación de contenidos.  Aún así, me siento en la obligación de darles algo a cambio.  De repente, algo desconocido se iluminó en mi mente.  Es como si todos los patrones de conducta heredados y adquiridos hubieran tejido una constelación que estaba contando una historia y estaba mostrándome en el espejo la niña asustada por recibir.

En realidad, me encanta recibir, sí, amo recibir.  Pero tal como decía el Padre Jesús hace muchos años (un sacerdote carismático de quien siempre hablo cuando me refiero a la carencia y la abundancia), me encanta dar, disfruto dar; pero me cuesta recibir y pedir ayuda sin sentir vergüenza o culpa.  ¿Cómo es eso?  Vengo de una familia que te hace sentir que cuando recibes algo quedas endeudado emocional y energéticamente, tienes deberes y obligaciones que cumplir a cambio de lo que has recibido y si fallas a las expectativas de quién te ha dado lo que te ha dado, entonces estás deshonrando su entrega, su ayuda o su regalo.

Para recibir hay que abrir completamente las dos manos; el grado de apertura determinará la cantidad de lo que podemos recibir.  Ahora bien, ¿cuántas de nosotras abrimos la mano confiadamente sin haber visto lo que vamos a recibir?




 Por primera vez entendí cuál es el mecanismo inconsciente de mi mente: recibir me deja vulnerable y me quita poder, al menos es lo que el ego de mi niña sin sanar comprende.

Para quienes aún tenemos mucho por sanar, dar nos coloca en una situación de poder y control, podemos controlar el Puente, la forma en que nos comunicamos y se distribuyen los derechos en la relación; fundamentalmente nos sentimos a salvo de que nadie nos reclamará ni nos pedirá nada a cambio.  Damos sin pedir nada a cambio, por el solo hecho de disfrutar saciar la necesidad de alguien, porque hemos convivido con la carencia demasiado tiempo.

Para quienes aún tenemos mucho por sanar, recibir nos coloca en una situación de vulnerabilidad y debilidad, donde creemos que el otro tiene poder sobre nosotros.  En realidad, somos nosotros quienes otorgamos y aceptamos ese poder porque nos sentimos endeudados ya sea emocional, energética o económicamente.  Dejamos que la mirada, el juicio y las expectativas de quien nos da, afecte la forma en que vivimos y las decisiones que tomamos.



En verdad disfruto dar, ayudar y compartir.  Siempre he sabido que parte de ese dar, como decía el libro de Mujeres que aman demasiado, tiene que ver con saciar la carencia interior y dar a otros lo que me hubiera gustado recibir.

Ahora, detrás del velo y los espejismos, he descubierto que mi niña interior busca inmediatamente dar algo a cambio para sentirse a salvo y segura:

  • Si yo doy algo a cambio, elijo cómo y cuándo y no queda ninguna deuda pendiente.
  • Si yo doy algo a cambio, mi cuota de culpa y vergüenza de la niña pobre se revierte por un sentimiento de satisfacción.

Definitivamente no es un patrón de conducta sano, pero reconocerlo es el primer paso, luego viene la aceptación y luego el cambio.




Sé que mi camino personal es aprender a recibir sin miedo, sin culpa, sin mecanismos de defensa, sin tener que dar algo a cambio, sin endeudarme y sobre todo aprender a recibir y disfrutar, punto.

Imagino que habré sanado bastante cuando:

  •     Pueda recibir y sentir paz absoluta.
  •     Pueda abrir la mano completamente aún sin saber lo que voy a recibir y sin que mi mente haga ruidos molestos.
  •     Disfrute recibir sin que se me cruce una sola idea de dar algo a cambio.
  •     Aprenda que recibir es una energía tan poderosa como dar, pero para ello hay que abrirse totalmente.
  •     Pueda lograr que mi niña interior se sienta a salvo recibiendo.
  •     Mi yo adulto deje de preocuparse por las expectativas de quienes me dan algo.  Las deudas que ellos generan en su mente y en su ego son solo suyas.
  •     Pueda disfrutar de lo que recibo y del momento, como un reconocimiento y una celebración del Universo a lo que hago, lo que soy y lo que manifiesto en mi vida.


¿Cuál es tu camino personal?



 

Anticipo del libro: De piernas abiertas

Susannah Lorenzo©

Tejedora de Puentes

miércoles, 17 de noviembre de 2021

Vulnerable

Facebook me recordó esta imagen de Blackie y los ojos se me llenaron de lágrimas. Es lo único que extraño de la vida que dejé atrás.


Hace tiempo que no siento alegría en mí corazón, salvo por los pequeños momentos en que alguien ha comprado uno de mis libros o una de mis artesanías.

2021 ha sido un año extremadamente difícil y con mucho aprendizaje.

Celebro y bendigo cada decisión valiente, cada lección de vida, cada libro escrito, cada video creado, cada ayuda recibida, cada señal y cada pequeño milagro y todas las sincronicidades.

Creo que he trabajado más que cualquier otro año: sembrando, creando, generando proyectos y cuidando amorosamente de la siembra.


Sin embargo, la cosecha está tardando demasiado y el 95% del trabajo ha sido gratuito.

Quienes se han cansado de verme pedir ayuda y tienen su vida acomodada piensan que no hago lo suficiente o que con todos mis talentos es imposible que viva situaciones de pobreza.

A mí también me cuesta creer que a pesar de mis talentos, de todo lo que estudio, de todo lo que invierto y todo lo que me esfuerzo, no logre vivir dignamente.

No me gusta pedir ayuda. Me gustaría que llegara mágicamente sin que tuviera que confesar mis miserias. Pero Dios insiste.

Tengo un techo y un lugar cómodo para vivir gracias a la ayuda bendecida que recibo de mis padres para el alquiler.

Pero las semanas de ayuno forzado, raciones mínimas y modo bajo consumo son demasiado frecuentes. Me debilitan físicamente, alteran mi metabolismo y afectan mi estado de ánimo.


En  2017 gané una beca de marketing moderno 3.0 en Business School. Creí haber aprendido todo lo que necesitaba. Si bien yo he evolucionado, mis contenidos y los recursos han cambiado y mostrado una imagen mucho más consciente y clara; me doy cuenta que todo lo que aprendí corresponde a otra mirada, otra cultura, otro estilo de vida. Lo que ofrezco y cómo lo ofrezco no parece lograr clientes ni en San Luis, ni en Argentina.

Tengo seguidores.
Tengo likes.
Tengo miembros de la comunidad de Puentes que disfrutan y reciben lo que hago siempre y cuando sea gratis.

Eso no paga las cuentas, no compra alimentos ni me permite vivir sanamente y dignamente.

Crear contenidos es una manera de sembrar, no solo las semillas de Puentes, de mi Propuesta Integral; sino también, de multiplicar y crear una onda expansiva de Luz, Amor y Buena voluntad.

No me quejo, lo disfruto.

Sin embargo, hay un momento en que llega el agotamiento, en que una necesita recibir, vivir, respirar, disfrutar.

Durante los últimos diez días o más, solo he sobrevivido o resistido; con raciones mínimas, sin los elementos de higiene y cuidado necesarios, sin agua mineral, sin papel higiénico y sin medicación muchas veces. Por ello, he trabajado apenas un par de horas por día, y a veces ninguna.  Hoy por ejemplo, he trabajado un poco desde el celular, porque estoy con cólicos y gastroenteritis. El agua del tanque es muy mala y sucia y aunque la hierva me hace mal.

Hace un rato alguien me preguntó porque ofrezco y recomiendo  cursos de acupuntura y maquillaje. Pues porque intento siempre todo lo que puedo y más. Mí cabeza no para buscando alternativas. Me he inscripto en una plataforma internacional donde uno obtiene comisión por los cursos que vende.


A veces me pregunto cuál es mi lugar.
A veces creo que debería dejar de invertir tanto tiempo y dedicación en una comunidad que solo toma lo que es gratis y no siempre valora lo que recibe.
Otros días pienso que, al menos YouTube, será mí jubilación en algún momento.

Con hambre, las necesidades básicas sin cubrir, el departamento sin sahumar y el metabolismo alterado, no se puede tomar decisiones sabias.

No queda más que esperar, resistir, descansar y creer que Dios todo lo ve y todo lo puede.

Indudablemente, se me sigue escapando la tortuga. Quizá deba aprender aún a poner en valor lo que ofrezco. Quizá deba migrar virtual o físicamente.
Solo Dios sabe.

Susannah Lorenzo
Vulnerable
solelor@hotmail.com
+549 2645839784

lunes, 4 de octubre de 2021

El Sueldo de Dios

 Mientras caminaba un rato y disfrutaba de las sierras tan cerca y los jardines fragantes y floridos de las casas del vecindario, tuve la claridad de que todo este tiempo había estado pensando del modo equivocado.

Si bien ya hace un par de años que trabajo para Jefecito, acepto sus indicaciones de destino y actividades por realizar, todo el tiempo estoy pensando en cómo conseguir dinero, comprar lo que necesito y pagar las cuentas.  Eso genera una cuota interesante de estrés, ansiedad, preocupación y una vibración negativa que para nada ayuda a manifestar lo que necesito y deseo.

He obviado un pensamiento lógico: si Dios es mi Jefe, decide mi agenda, mis contactos y mis actividades; entonces, Él es quien paga mi sueldo.  No soy yo quien debe conseguir el dinero, sino que debo ocuparme de cumplir con las tareas asignadas, trabajar en la larga lista de pendientes y disfrutar de lo mucho que me gusta mi trabajo.



Si lo comparo con un empleo ‘normal’ en una empresa, uno, como empleado no está pensando cada día cómo el jefe o la oficina de recursos humanos pagará nuestro sueldo; uno simplemente confía, hace su trabajo lo mejor posible, se enfoca en el rendimiento y la calidad del resultado y confía que a fin de mes, el sueldo que corresponde estará depositado.

Sin embargo, cuando el Jefe es invisible y aceptamos el Puente entre Dios y nuestro trabajo y le entregamos todos nuestros dones y talentos para Servir a quien lo necesite, nos cuesta creer que Dios en verdad proveerá y se ocupará de todo lo necesario.  De algún modo, tenemos fe, confiamos y entregamos una parte del control; pero mientras tanto, nuestra mente sigue con media docena de hámsteres dando vueltas alocadamente en ruedas sin aceitar.



Tal como dice una de mis frases, nuestras crisis de fe, generalmente se producen cuando intentamos convencer a otros, cuando queremos que otros crean en ese Puente invisible  que no deja de sembrar señales en nuestro Sendero.

Creo haber entendido el desafío: trabajar con alegría y en la Gracia Divina, con la certeza de que Dios, hará todo lo necesario para que yo pueda vivir en prosperidad y abundancia.


Y mi Dios proveerá a todas vuestras necesidades, conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.

Filipenses 4:19


Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y {sin embargo,} vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No sois vosotros de mucho más valor que ellas?

Mateo 6:26

Susie en manos de Dios

Hágase tu voluntad y que tu Gracia me habite.