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sábado, 19 de octubre de 2024

44 semanas en la Caverna

 Un viaje místico




Una de las cartas del Oráculo de Puentes con Dios (tarjetas devocionales) incluye la afirmación: “Señor, en tus manos soy arcilla.”

Creo que cuando canalizo y escribo las plegarias y afirmaciones, no puedo imaginar el impacto de esas palabras y no soy plenamente consciente de la profundidad del mensaje.

En los últimos 11 meses (aproximadamente), Dios me ha moldeado como arcilla húmeda.  Confieso que al principio me resistía y me agrietaba como una arcilla que no es maleable.

Ha destruido y transformado todas mis formas: mi cuerpo físico, mi mente y mi forma de amar, amarlo y amarme.

Es fácil creer en el poder y el amor de Dios cuando busca personas que lo ayuden a co-crear milagros en nuestra vida.

No dudamos en creer en el poder y el amor de Dios, cuando una cura milagrosa, mediante la oración sostenida, mantiene vivo a alguno de nuestros seres amados.

Sin embargo, en momentos de adversidad, nos parece que Dios nos abandona y en medio de la tormenta mental y emocional, llegamos a pensar que estamos siendo castigados.  Nosotros mismos nos flagelamos mental y emocionalmente por no haber hecho las cosas bien.

Repasamos uno por uno todos nuestros errores y nos quejamos de nuestras omisiones.

En el ojo del huracán o en la cuarentena del desierto, creemos que el único milagro posible es despertar en un lugar más cómodo y benevolente.  Ignoramos o despreciamos el milagro cotidiano de despertar cada día, como sobrevivientes de situaciones que matarían a más de uno.




Intuía que esta larga noche del alma llevaba casi 40 semanas; busqué una calculadora y al día de hoy, llevo 44 semanas.

Cuando se habla de los 40 días de Jesús en el desierto, es una metáfora con significados profundos; pues en verdad se enfrentaba a sus conflictos y demonios internos.

Hace algunos meses, entendí y acepté que esto no acabaría hasta que yo no hubiera aprendido lo que tengo que aprender, transformado lo que tengo que transformar y sobre todo, hasta que no me sentara amorosamente y compasivamente con cada uno de mis demonios.

En estas 44 semanas, he conocido niveles de pobreza que jamás hubiera imaginado.  Y aunque cada mes he tenido al menos una semana de gracia y bendiciones, las 3 semanas restantes han incrementado su nivel de dificultad.

Como en la universidad o como en un juego de mesa o digital, con cada nivel, tienes pruebas más difíciles para superar.  Sólo que en este caso, los únicos recursos eran mi mente, mi fe, mi corazón y mi aprendizaje holístico.

En los primeros meses creí que era un duelo entre Dios y yo, una pulseada cósmica de voluntades.

Con su infinita paciencia y amor de Padre, Dios ha logrado amansarme, moldearme, desnudarme de corazas y enseñarme el verdadero sentido y valor de la palabra confianza.

 Cada día oraba por un milagro y al llegar la noche, padecía en el insomnio de la frustración por no haber pagado las cuentas y por el hambre que perturbaba mi sistema digestivo y quitaba lucidez a mi mente.

Cada noche pensaba que sería la última, porque mi cuerpo de 60 años no resistiría.  Sin embargo, me despertaba y me despierto cada mañana con algún mandado de Dios, un lugar donde vivir y el servicio de internet gratis.

¿Acaso no es eso un milagro?




Que Dios pueda sostenernos cuando las circunstancias son totalmente adversas, es una muestra de Su poder y Su infinito amor.

Sólo un cuenco vacío y limpio puede llenarse plenamente de agua bendita.

Dios, como buen alfarero, ha hecho añicos mi vieja vasija.  Cuando estuve lista para comprender, ha tomado mis lágrimas y un poco de lluvia para amasar la arcilla, hasta dejarla suave y flexible.




Creo que el proceso está llevando tiempo porque ha habido mucha resistencia de mi parte y una rigidez mental que no le permitía al alfarero inspirarse en su creación.

Confundí muerte con derrota, vacío con carencia, conflicto con fracaso, silencio con desprecio y dificultad con castigo.

Dios no ha dejado de creer en mí ni un solo día; y a pesar de mi cuerpo físico debilitado, avejentado y frágil, Él ha confiado en mí para sus mandados, como yo les llamo, sus canalizaciones e inspiraciones Divinas.

¿Cuántas semanas puede alguien alimentarse sólo de agua y maná?

Solo Dios sabe.

¿Cuántas semanas puede sobrevivir una persona con enfermedades cardíacas sin medicación?

Sólo Dios sabe.

Esta noche he comprendido de qué se trata el aprendizaje.

Estuve todo el tiempo enfocada en revertir la pobreza en prosperidad económica.  Confundí la lección creyendo que era una maestría para aprender a manifestar abundancia.

Pues no; el aprendizaje comienza con desarrollar la verdadera confianza en Dios, dejándolo que tome el control total de mi vida; sin miedo, sin lucha, sin esfuerzo, sin expectativa, sin interferencia.  Y sobre todo, el entrenamiento se trata de aprender que el milagro más poderoso sucede cuando Dios sostiene nuestro aliento y nuestro latido contra todo pronóstico humano.




Debido a la debilidad física, la pérdida de masa muscular y un corazón que ha sobrevivido a base de cuidados naturales y mucho reposo, no he salido de casa en estas 44 semanas.  Mis únicas ‘salidas’ han sido hasta la entrada del complejo para sacar la basura o recibir algún pedido en los tiempos de bendiciones.

De algún modo, este aislamiento del mundo exterior y este encierro forzado, se parecen bastante a las cavernas que se mencionan en muchos textos.

En el mito de la caverna de Platón, la caverna representa la prisión que este mundo de lo físico crea en el alma humana, la luz es la realidad verdadera y universal; y la liberación de los prejuicios para soltar el alma hacia el mundo verdadero.

San Benito vivió en una cueva de la zona montañosa de Subiaco durante 3 años, para luego realizar la obra que Dios le había encomendado.

Estas cavernas que se repiten en mitos y en la vida de algunos hombres santos, a veces se nombran también como desiertos.  En todos los casos hay un vacío total, una soledad absoluta, una carencia de recursos y un viaje profundo a la oscuridad para aprender a sostener la propia Luz.

En todo caso, no es nuestra luz, sino que en ese despojo, aprendemos a entregarnos y convertirnos en esa vasija moldeada por Dios, que puede contener e irradiar Su Luz.

En la caverna, una aprende a vivir en el ‘aquí y ahora’; el presente es lo único que se tiene y aunque parezca imposible, siempre hay maneras de encontrar el equilibrio y sonreír por el milagro de estar sostenida por dios.  Cuando se carece de recursos y las necesidades básicas no están cubiertas, no se puede hacer planes de ninguna clase; ni a corto plazo siquiera.  Se puede soñar, por supuesto, pero una aprende que Dios es quien ha tomado el control.  La mejor medicina para eso es liberarse de expectativas y esperar la sorpresa de cada día; cuando Dios nos muestra qué necesita de nosotros o cuál es la lección del día.




Claro que no soy Jesús, ni Platón, ni San Benito; pero compartimos algo en común: la gente de nuestro entorno nos considera chiflados y hasta peligrosos.

El marketing de las terapias holísticas superficiales nos vende un positivismo tóxico y nos termina convenciendo de que sólo con el pensamiento podemos lograr milagros.

Podemos sí, ser co-creadores de milagros.  Pero una vez que hacemos nuestros votos de fe y acudimos al llamado de Dios, Él es el accionista mayoritario de nuestro emprendimiento, el decano de nuestra universidad y el alfarero de nuestra vida.

Medirse con el rendimiento o los logros de otras personas es nuestra mayor perdición. Intentar demostrar o justificar nuestro esfuerzo a otros es sólo una mala gestión de nuestra culpa, vergüenza y frustración.

Dios debería ser nuestra única medida.  Nuestra gestión emocional debería enfocarse en nuestra paz interior y en nuestra capacidad para irradiar la Luz Divina.

Susannah Lorenzo / Tejedora de Cielos

Una aprendiz muy lenta.

Puentes con Dios

Escrito entre la 01:00 y las 03:00 am de una noche con el influjo de la luna llena.



“Hágase tu voluntad, así en la Tierra como en el Cielo.” (Padre Nuestro)




Simbología de la caverna

Como arquetipo de la matriz materna, la caverna figura en los mitos de origen, de renacimiento y de iniciación de numerosos pueblos.

Numerosos ritos de iniciación comienzan por el pasaje del impetrante a una caverna o a una fosa.

Según una opinión más mística Dionisos es a la vez el guardián del antro y aquel que libera al prisionero rompiendo sus cadenas: «Puesto que el iniciado es un Dionisos es en realidad él mismo quien primero se mantiene prisionero y él mismo quien luego se libera; es decir, como lo vieron Platón y. Pitágoras, el alma está prisionera de sus pasiones y es liberada por el nous o intelecto» (MAGE, 290-291).

Como vemos, toda la tradición griega enlaza estrechamente el simbolismo metafísico y el simbolismo moral: la construcción de un yo armonioso se hace a imagen de un cosmos armonioso.

 La caverna simboliza la exploración del yo interior, y más particularmente del yo primitivo, rechazado a las profundidades de lo inconsciente.

La caverna se considera también como un gigantesco receptáculo de energía, pero de una energía telúrica y de ningún modo celestial. Así desempeña su papel en las operaciones mágicas. Templo subterráneo, guarda «los recuerdos del período glacial, verdadero segundo nacimiento de la humanidad. Es apropiada para las iniciaciones, la sepultura simulada y las ceremonias que rodean la imposición del ser mágico. Simboliza la vida latente que transcurre entre el nacimiento por obstetricia y los ritos de la pubertad. Comunica al primitivo con las potencias ctónicas (divinidades que residen en el interior de la tierra) de la muerte y de la germinación»

Diccionario de los Simbolos  - Chevaliar y Gheerbrant 



Sólo un cuenco vacío y limpio puede llenarse plenamente de agua bendita.
Susannah Lorenzo / Tejedora de Cielos


sábado, 30 de abril de 2022

Entre Mundos

🐠 En mí última semana como pez varado en la arena he aprendido a no sentir vergüenza ni culpa por no lograr éxitos económicos.

Cada ser vivo tiene sus habilidades, sus limitaciones y fortalezas. Un pez no puede escalar un árbol como un mono, pero un mono no puede pasearse por el océano como lo hace un pez.

Así como cada especie animal tiene sus características de vida, hay diferentes especies de seres humanos, por así decirlo. Dios nos ha creado a su imagen y semejanza, lo cual implica que Dios vive en nosotros y puede obrar a través de nosotros. Por eso nos ha hecho totalmente diferentes: hay grupos identificados por su origen ancestral, por su cultura, por su nivel de consciencia, por sus dones, por sus misiones, por su ascendencia planetaria y muchas otras más.

No podemos exigir que todos los seres humanos sean exitosos económicamente; así como algunos son excelentes matemáticos, otros son excelentes escritores y otros son bailarines alados.

La Madre Teresa no era una persona exitosa económicamente, pero su energía, su fuerza, su compasión, su amor y su sonrisa dejaban huella en todos los corazones y derribaban barreras humanas. Tenía la amorosa bondad maternal de la Madre María pero también se movía con Jesús en su corazón y en sus sandalias.

No soy la Madre Teresa ni por asomo.

Pero su ejemplo contemporáneo me recuerda que hay seres que vivimos entre mundos, entre el cielo y la tierra, entre lo sutil y lo denso, entre lo espiritual y lo mundano.

🧜🏻‍♀️Moverse entre mundos se parece bastante a las películas de viajeros en el tiempo: el cuerpo físico es denso y no siempre se adapta tan fácil y rápidamente a los cambios del espíritu. A veces sufre dolencias hasta que aprende un nuevo equilibrio o vibración. A veces, se queda varado en el plano físico mundano, porque las nuevas actualizaciones de sus chakras aún no encajan en un cuerpo cansado y envejecido.

Mis grandes logros son intangibles, algunos visibles y otros no tanto. Tengo dones y talentos que otras personas no tienen. Los honro, los pongo al servicio de Dios y vivo en consecuencia. No soy ni mejor ni peor. Soy única y diferente.

Vivo entre mundos. A veces, me llevan de viaje mientras duermo y el aterrizaje de regreso no siempre es suave.

Trabajo entre mundos. Muchos de mis libros, videos, meditaciones o audios, son canalizaciones y transmisiones; generalmente de Dios directamente o de la Madre María.

Sirvo entre dimensiones. Puedo alcanzar energéticamente a una persona sin importar en que lugar del planeta viva, ya sea para darle alivio, guiarla, transmitirle un mensaje o acompañar su proceso. A veces, no es voluntario, puedo estar dando una clase virtual y absorber las energías y emociones del alumno. Porque además soy PAS (persona altamente sensible).

Puedo llegar al corazón de las personas y recordarles la magia de su alma con las historias que escribo y leo.

Puedo despertar la belleza dormida en las personas con un poema.

Mí voz puede relajar, inspirar, calmar o brindar un espacio seguro para quien lo necesita.

Mi vocación de maestra (docente) puede hacer que el concepto más difícil se vuelva un juego de niños y puedo lograr que cada alumno o aprendiz descubra talentos y habilidades dormidas.

Puedo hacer alquimia en la cocina y aliviar una dolencia física o emocional con un plato de comida, una tisana o una taza de leche dorada.

Puedo convertir en amuleto o talismán, una manta tejida, un collar, una tiara, un mazo de cartas o una pulsera intencionada.

Acaso, mi trabajo como traductora e intérprete de inglés, fue mi primer Puente entre mundos, entre culturas y formas de pensar. Porque para ser bilingüe hay que salirse del yo individual y colectivo y pensar como el otro. Se piensa y se comunica paralelamente en dos canales diferentes al mismo tiempo.

La sirena no es solo un mito, es un arquetipo.

Yo, a veces tengo más alas que pies.
Otras veces mis aletas me mueven hacía aguas profundas.
Por eso, no siempre puedo caminar fácilmente con los pies en la tierra como cualquier pedestre.

🧜🏻‍♀️🦋
Susannah Lorenzo
Tejedora de Cielos

Puedes leer sobre mí última experiencia en la arena en esta entrada de Blog.


lunes, 23 de noviembre de 2020

Espirales

 

Cuento: La ayuda de Dios

En un pueblo del litoral hubo una terrible inundación que obligó a sus habitantes a evacuarlo. Es decir, tenían que sacar todas sus pertenencias y llevarlas a otra zona sin agua.

El cura(sacerdote) no quería abandonar la iglesia pero el agua subía tanto que tuvo que refugiarse en el techo. Mientras tanto, rezaba:

-¡Dios mío, ayúdame, confío en que vas a salvarme!

Al rato, pasó una lancha de la policía y le dijeron:

-¡Vamos, padre, no se quede allí que es muy peligroso! Suba a la lancha. Vamos a llevarlo con toda la gente.

El sacerdote no les hizo caso y, al rato, tuvo que subir al campanario porque el agua seguía creciendo. Y no dejaba de pedir ayuda a Dios.

-Señor, estoy dándote muestras de mi confianza, ¡sálvame de esta inundación! ¡No me abandones!

Pasó un helicóptero y lo invitaron a subir, pero tampoco quiso. Ya estaba en la puntita del edificio y pasó otra cuadrilla de rescate:

-Padre, usted es el único que queda. ¡Venga!

Pero el cura no quiso ir. Resistió hasta que el agua lo tapó y murió ahogado. Cuando Dios lo recibió en el cielo, el sacerdote se quejó diciéndole:

-¿Qué paso, Dos mío? No me escuchaste? Te pedí ayuda y me abandonaste.

-De ninguna manera-le dijo Dios-.Yo no te abandoné. Es más, te envié mucha ayuda: una lancha de la policía, un helicóptero y una cuadrilla de rescate, pero en todos los casos vos no quisiste verme ni escucharme y los rechazaste…

Aprendo que: Dios utiliza al hombre como intermediario para obrar sus milagros.

María Inés Casalà y Juan Carlos Pisano. Cuentos rápidos para contar despacio.

He escuchado este cuento en diferentes versiones, en algunas son tres barcas/lanchas que pasan a salvarlo, pero siempre el final es el mismo y siempre son tres los emisarios que Dios envía para salvarlo.

Cada vez que siento que estoy en un callejón sin salida, y que el agua me está llegando al cuello, trato de recordar esa historia antes de que pase la tercera barca.  La primera vez que supe de la historia, hice caso omiso de los ‘extraños’, que actuaban como emisarios, o acepté su ayuda cuando ya era muy tarde.

Justamente, hace poco, escribí otra entrada del blog Desde el Desierto, donde describía esta situación en la que me he visto afligida más de una vez en la vida. No importa cuánto me haya esforzado, cuánto haya sembrado, o cuánto esmero y dedicación haya puesto en mi tarea, de repente, las cuentas por pagar se multiplican, el banco tiene números rojos, las reservas se acaban y la heladera se queda completamente vacía.



La semana pasada fue difícil, raciones pequeñas, mala alimentación, pocas expectativas en el horizonte, algún milagro que duró tres días y lo demás: invierno en plena primavera.  Cuando se acabó la última ración  y las últimas galletas para el desayuno, insistí en mi postura de no pedir ayuda, y entrar en santo silencio para que Dios me dijera qué quería de mí. Durante la semana, una persona amorosa que llegó con la marea de este 2020 (la trajo de regreso, porque fue alumna hace varios años), envió un mensaje para ofrecer su ayuda claramente y compartir lo poco que tuviera en su casa. Yo lo ignoré al principio, porque estaba segura que Dios haría un gran milagro.

El sábado comenzó el día 01 de ayuno (sólo agua e infusiones) y afectó pronto el organismo porque venía de dieta desordenada y escasa durante los últimos 10  días. (Cuando compré para cocinar sopa el día martes, era la primera vez que recibía un poco de efectivo para poder comprar verdura en el barrio, desde el 24 de octubre.) Entré en modo de bajo consumo para protección del sistema y simplemente multipliqué siestas durante el día.  Cada vez que intentaba dormir, rezaba pidiéndole a Dios un camino de salida, una bendición de abundancia en mi vida.  En verdad estaba segura de que llegaría mágicamente el fin de semana.

El segundo día de ayuno (domingo) me encontró más débil, con dolor de cabeza, visión borrosa y malestar general.  No estaba desesperada ni asustada, pero me sentía decepcionada de que Dios no hubiera hecho su milagro. Respiraba, meditaba, rezaba, intentaba imaginar mi alma libre y olvidar el hambre en mi cuerpo, pero cada vez que intentaba levantarme y realizar alguna actividad, el cuerpo podía más que la intención y la mente parecía estar desconectada del sistema eléctrico. Había hecho algunas publicaciones no muy explícitas en las redes (solo para buen entendedor) para no avergonzar ni preocupar a mi familia. Entonces, nuevamente recordé el cuento y me pregunté: ¿Qué barcas ha enviado Dios esta semana y no he aceptado?.  Claramente estaba el mensaje de mi ex alumna, aunque lo hubiera borrado del historial de whatsapp.  Le escribí después del medio día, con vergüenza, culpa e inseguridad. En cuanto lo vio, varias horas después, me llamó para repasar lo que había en su casa y averiguar qué cosas podía comer que no me hicieran mal.  Mientras preparaba porciones, raciones, bolsitas y paquetes, siguió hablando conmigo hasta que llegó a la parada del colectivo.  En pleno domingo (los colectivos tienen poca frecuencia) y siendo ya de noche, dejó todo lo que estaba haciendo para llegar a casa.  Radiante, como una libélula de colores, sonriente, amorosa y feliz de poder ayudar, depositó cada paquete en la mesada de mi cocina.  Había tanto amor, en ese compartir un puñado de semillas, un par de naranjas y otras cosas sanas que solo se encuentran en dietéticas y herboristerías.  Cada paquetito estaba pensado, sentido e intencionado.

Supongo que tenía que ser así, Dios quería que nuestros caminos se volvieran a cruzar, Dios quería usar a Jenny como un Ángel portador de abundancia y cariño.  Dios quería bendecirla con la alegría de poder ayudar.



Ella me retó porque esperé tanto en pedirle ayuda, porque me dejé sufrir con dos días de ayuno.

No es la primera vez que pasa, yo insisto en que la abundancia llegue por donde yo quiero: quiero que todos mis libros se vendan y que tenga que hacer más porque tengo muchos pedidos; quiero que se agote el stock de la pequeña tienda y tener que renovarlo porque he vendido absolutamente todo. Me quedo rígida, esperando eso que yo quiero que suceda y mientras tanto, mientras miro fijo por la ventana a ver si las semillas florecen, dejo que la escasez entre en mi vida por la rendija de la decepción y de las expectativas que nada tienen que ver con los planes de Dios. Como toda siembra, hay un ciclo, un tiempo, que no decide ningún humano y en el que no se puede interferir.



Claro, la pregunta es: ¿qué es lo que aún tengo que aprender? ¿Qué es lo que he aprendido de este patrón frecuente en mi vida? ¿Para qué sucede todo esto?

Parte de la respuesta está en el final del libro La Posada de los Muertos:

(…)Es la primera vez que hablo del suicidio con esperanza.  Es decir, en mi corazón, me gustaría vivir bien, me encantaría disfrutar, tengo planes, sueños y muchos proyectos por realizar.  Me gustaría, de verdad poder servir desde el amor y la luz, ayudando a sembrar colores en los corazones y cielos de otras personas.

Si no tuviera que preocuparme de pagar alquiler, cuentas enormes de servicios y conseguir el dinero para cubrir los gastos fijos cada semana; me dedicaría a escribir, a sanar mi cuerpo, a atender a quienes se benefician con mis terapias holísticas, a enseñar, a dar talleres, a viajar, a tener una vida bonita, a amar, a cuidar a Blackie, a enhebrar collares y pulseras, a leer, a vender mis libros y cartas de Puentes, a descubrir, a aprender, a estudiar y a bendecir.

No tengo un plan, he dejado todo en manos de Dios y creo, quiero creer que él tiene milagros insospechados y bendiciones para derramar.  Sin embargo, la realidad mundana me llena de dudas, temores y conjeturas.  Si Dios tiene un plan Divino para mí, le pido me ayude a crear esa vida abundante que me permita ser su servidora en esta tierra.  

(…)

Estos párrafos son parte de la sección de Confesiones que cierra el libro y está fechado 21.11.19, curiosamente, hace un año atrás.

Diría que la situación está peor y no mejor en muchos aspectos.  En aquel entonces, había puesto un aviso para buscarle un hogar a Blackie, porque me parecía injusto que él pasara necesidades junto conmigo.  En este difícil año 2020, aprendí y acepté que está conmigo por elección y que su misión aún no termina y está dispuesto a soportar cualquier dificultad para acompañarme en el sendero. Cuando escribí ese testimonio (Confesiones), lo hice con esperanza, pero muchas veces, secretamente, pensaba que como Miranda (uno de los personajes del libro La Posada de los Muertos), terminaría en una terminal, después de haber perdido todo, con un par de bolsos, mis mazos de tarot y un destino incierto.

Nunca imaginé, al terminar de escribir ese libro, que 2020 llegaría cargado de trabajos prácticos, exámenes y pruebas de Fé, como nunca había sentido o vivido.



Por primera vez, en estos días de ayuno y mala alimentación, no sentí pánico ni angustia; tampoco intenté elaborar salidas trágicas del laberinto.  Dentro mío tenía una confianza nueva, una certeza que de algún modo, y en el momento oportuno Dios, me mostrará la luz en el sendero.



Y es que el sendero no es tal, no es un camino de montaña, un camino que avanza en la geografía.  En realidad, caminamos todo el tiempo en círculos, y este desierto es el mismo que ya he transitado otras veces, pero indudablemente lo he mirado con otros ojos y sentido emociones diferentes. El sendero espiritual es, en realidad, un espiral, nos movemos en círculos, hasta que por efecto del movimiento y el cambio de energía que se produce en nuestro aura, empezamos a girar en un círculo más grande, un anillo mayor que abraza el anterior y que nos da una perspectiva más amplia del todo.

No sé si aún he salido del desierto, nuevamente, y por segunda vez esta semana (casi al filo del comienzo de la próxima), disfruto de un pequeño oasis, un par de días de alimento, una buena dosis de esperanza y una lluvia amorosa de empatía y humanidad. Sin embargo, siento que he aprendido mucho, he aceptado y reconocido otro tanto y sobre todo, estoy convencida (dentro de mi corazón), de que Dios tiene infinitas posibilidades creativas de manifestar la abundancia en nuestra vida.

Sin ir más lejos, el domingo temprano en la mañana, recibí un mensaje por whatsapp de una argentina viviendo en Reino Unido, buscando regalar una sesión de Tarot Evolutivo. No hemos concretado nada aún, pero ese solo mensaje, fue como un avión escribiendo graffitis en el cielo, para recordarme (por enésima vez) cuál es el camino y sobre todo, fue como un toquecito en el hombro, de esos que Dios nos da, cuando estamos enfocados en escapar del laberinto y perdemos noción de la danza circular.



Muchas gracias

Dios te bendiga


Gracias por la gente amorosa que lee, mira, ve, presta atención, comprende los silencios, encuentra el modo, cambia su agenda, se hace el tiempo, comparte lo poco que tiene y lo vuelve mucho, no pide explicaciones, no juzga, te abraza en un llamado, aterriza su helicóptero de colores en medio del desierto y enarbola una bandera de esperanza en la rama desnuda de tu arbusto sin frutos.
Gracias
Gracias
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Gracias

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domingo, 24 de marzo de 2019

Mi camino con el Tarot

(Esta es una nota más larga de lo usual, quien se tome el tiempo, conocerá parte de mi corazón y mi motivación.)

Desde que era adolescente y una amiga se hizo ‘ver las aguas’ (las personas llevan un frasco de vidrio con su orina, y la curandera o el curandero, pueden diagnosticar enfermedades, embarazos y algunas otras cosas) con una curandera aquí en San Juan, siempre me causó curiosidad cualquier arte adivinatoria.

En ese entonces, me sentía miserable, víctima de la vida y de las personas que me rodeaban y estaba convencida de que algún conjuro extraño había maldecido mi vida y yo nada podía hacer para cambiar eso.  Debo reconocer, que durante muchos años después en mi vida adulta, mientras consultaba a curanderos y videntes, buscaba limpiarme de ‘tanto daño’, entregando mi poder personal y varios objetos de valor y ahorros en dinero.

Cada vez que alguien me leía las cartas o el I Ching, buscaba saber qué pasaría, si la persona que yo amaba me seguiría amando, si me engañaba o si mi suerte cambiaría. 

Cuando vivía en Mendoza, hace muchos años, con mis hijos, las cartas de los Ángeles  de Hania Czajowski me encontraron en un viaje, visitando librerías.  Lo primero que me gustó de las cartas fue que los Ángeles podían guiarme con sus mensajes, me ayudaban regalándome aquello que necesitaba (desde un aspecto espiritual) o me invitaban a cambiar conductas o tomar actitudes diferentes frente a la realidad exterior.  Sin saberlo, esa sería mi introducción al Tarot Evolutivo.



Luego vinieron las Runas y las Cartas de Susannah, que habían nacido como un juego pedagógico para practicar tres tiempos verbales en inglés (pasado, presente y futuro).  Los mensajes de las cartas siempre eran certeros, pero justamente eso me asustaba, porque estaba fuera de la razón y de cualquier planteamiento intelectual.

Las cartas estaban escondidas, como algo que ofrecía a amistades, alguna alumna con la que ya tenía confianza o las personas que muchos años después, tomaban una sesión de masajes armonizantes.



Desde mi corazón compasivo, mi mirada empática y mi enfoque holístico, no podía evitar ofrecer mis masajes armonizantes si alguna persona sufría de dolores, tensión muscular o nerviosa; del mismo modo, si algún alumno se encontraba perdido y había manifestado alguna inclinación por terapias alternativas, le ofrecía un consejo de los ángeles para aliviar sus pesares o iluminar su camino.

Sin importar cuán bien las personas pudieran sentirse después de consultar las cartas o tener una sesión de masajes, yo siempre sentía cierta vergüenza y pudor; me parecía que esos dones y talentos nada tenían que ver con mis capacidades de profesora, traductora y escritora bilingüe.

Cuando me mudé a San Juan (mi ciudad natal) en 2015, estaba convencida de que mi camino debía ser profesional como traductora, profesora o asistente bilingüe.  Sin embargo, Dios tenía otros planes.

Desde que acepté llevar mis cartas a una feria de artesanos donde intentaba vender mis libros y trabajos de crochet, muchos cambios se han producido en mi vida.  En aquella feria, sólo tenía mis cartas de los ángeles y el mazo de Susannah; pero a partir de ahí, diferentes mazos y diferentes recursos se fueron sumando para las sesiones de Tarot Evolutivo.  Decidí que debía estudiar y cuando descubrí los videos de Colette Baron Reid, entendí que había otra forma de interpretar y leer las cartas.  Como Tarotista podía traducir, interpretar y tejer puentes entre los mensajes y símbolos y la sabiduría, de algún modo nublada, de cada consultante.


Cuando intento vender mis libros, hacer traducciones o conseguir alumnos, debo esforzarme mucho, me cuesta conseguir los fondos para afrontar todos los recursos y gastos fijos y mis objetivos económicos terminan fracasando.

Cuando sigo las señales, escucho los mensajes y me dejo llevar por la intuición, todo aparece fácilmente, como por arte de magia.  Desde aquella feria, muchos mazos y recursos se han sumado: ya son siete mazos y un par de elementos más para armonizar con sonidos.  Si contara cómo cada mazo llegó a mi vida, esta nota se haría muy extensa, pero las sincronicidades y los caminos de Dios, hicieron que cada mazo de cartas llegara en el tiempo indicado y sin dificultades.

Por eso, cada vez que se suma un mazo de cartas, hacemos bendición de cartas, con lecturas gratuitas individuales y grupales.  Es mi modo de agradecer al universo por todo lo que el Tarot Evolutivo ha traído a mi vida.


Desde que integré todas mis actividades en Puentes – Enfoque Integral y se creó la página de Puentes Terapéuticos,  al menos 66 personas (yo misma me he sorprendido al contarlas recién en mi libreta) han pasado por mis sesiones de Tarot Evolutivo, ya sea presencial o a distancia.  Desde que nacieron las cartas de Puentes y se creó el grupo de Tarot con Susannah, hay 93 miembros en el grupo y más de 220 personas siguen la página.  




Desde que las cartas aparecieron en aquella feria, me han hecho dos entrevistas para conocer más sobre Terapias Holísticas (una para una radio y otra para un diario digital).

Las cartas han traído a mi vida gente bellísima que ha compartido sus corazones y sus vidas conmigo, haciéndome un lugar en su vida cotidiana, en sus plegarias y me han bendecido con su amistad.  Mi corazón se siente honrado de crear puentes con Conni, Savina, Graciela, Meli, Olga, Cristina, Carito, Nancy y tantas otras personas que me acompañan con su apoyo y aliento.



Sin embargo, como en todo camino evolutivo espiritual, siempre hay nuevas pruebas en el próximo recodo del camino y Dios nos pide elegir senderos.

2018 terminó siendo un buen año, con muchos alumnos y trabajo abundante.  Yo, como mujer terrestre estaba convencida que el comienzo de 2019 seguiría la inercia del año que terminaba.  Año Nuevo sucedió con experiencias y señales intensivas haciéndome leer el libro del Tarot de Marsella de A. Jodorowky y permitiéndome conocer dos bellas almas, que alguna vez habían estudiado y comenzado su camino con el tarot.



Desde ese momento, mi agenda se fue despejando de clases programadas y cursos con cierto nivel de certeza.  Todas las señales indican que debería aprender a dejar mi agenda en manos de Dios, confiar que Él proveerá y que yo sólo debo conectar con la abundancia del universo.  Es una lección interesante para este año.

Mi corazón a veces se apena por los afectos que se alejan o se mantienen a distancia condenando o juzgando mi labor como terapeuta holística.  Es cierto que la mayoría de las religiones condenan las artes adivinatorias y que muchas personas en su ignorancia o desconocimiento (como yo cuando era joven) creen que quienes trabajamos con Tarot Evolutivo, estamos en el ‘mismo club’ que adivinas, brujas y pseudo -curanderos.  Quizá inconscientemente, o no tanto, he venido postergando dedicarme íntegramente al Tarot, por no tener la aprobación de mis seres queridos.  Sin embargo, cuando miro mi libreta y recuerdo cuántas personas se han sentido mejor, han conectado con su sabiduría o han recuperado su puente con Dios, siento que Dios sabe por dónde me lleva.

A veces, me gustaría que mis seres queridos se permitieran una sesión conmigo y conocieran mi labor, pero sé que no es el tiempo; cada quien transita su camino espiritual a su modo y a su ritmo.



Dios está presente, cuando ofrezco mis manos y mis dones antes de cada sesión; durante la sesiones cuando sé qué recurso puede ayudar a cada persona y cuando las cartas tienen la respuesta o el regalo correcto para que el consultante se sienta en paz y bendecido; después de las sesiones, cuando comparto oraciones, meditaciones y lecturas que les permiten ser guiados por Dios y los ángeles.

Es como si de repente las prioridades hubieran cambiado y ya no hubiera un eje o un aspecto profesional que prevalezca, sino una red múltiple de Puentes que se integran, permitiendo que Dios me haga su servidora para el bien mayor de todos.




Let Go
Let God
Cuando creía que tenía esas frases incorporadas en mi vida cotidiana, los trabajos prácticos cambian y se profundizan y las pruebas de fe son cada vez más exigentes.

Como mujer terrícola me cuesta dejar de preocuparme en cómo pagar cuentas, llenar la heladera y cuidar de mi bienestar, inevitablemente mi mente racional saca cuentas, programa gastos y determina cuántos alumnos debería tener cada mes.  Cuando las cuentas no dan, me desanimo, caigo en pozos profundos y me desconecto de todas las señales de Dios.  Será que nunca he aceptado en mi interior que el Tarot sea quien provea todo lo que necesito.  De algún modo, la curandera que hay en mí se siente responsable y culpable de tener que pedir un intercambio para mantener el equilibro entre dar y recibir.  Será por eso que cada vez que alguien paga por una sesión de Tarot Evolutivo, siento la obligación de realizar alguna mini lectura gratuita en la página o en el grupo.

Como verán, somos todos aprendices, todos cursando una materia diferente, rindiendo diferentes niveles, pero con un mismo Maestro.

Sólo Dios sabe cómo mi vida se acomodará en 2019, esa es la única certeza que tengo.

Gracias por leerme.

Susannah / Susie

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