sábado, 11 de enero de 2020

Escape

Una quiere ir allí donde los rostros cotidianos no te recuerden la medida del dolor.

Una desea armar valijas y mudarse  a un sitio donde la soledad se calcule por cantidad de habitantes desconocidos.

Una cree que la distancia y el destierro nos ayudan a lidiar con las astillas en el pecho.

Sin embargo, Dios siempre encuentra otro espejo, otro nombre y hasta perfecciona sus pruebas y desafíos, para mostrarte que aún la persona más inofensiva, puede con un gesto de compasión despertar tu decisión de sufrir.

Susie
Alunada y eclipsada
© Derechos reservados
Susannah Lorenzo
Tejedora de Puentes



viernes, 3 de enero de 2020

Sobre tormentas y desamores

Tormenta solar de emociones
29 de diciembre

Tantos años dormida bajo mantos de hielo, bajo eones de tiempo; escondida bajo kilos de obesidad, entretenida en aprendizajes y meditaciones.

Y de repente, despertar así, con la persona equivocada...

Yo, qué tanto le pedí a Dios que después de la castidad y  la autosanación, sólo llegara el buen amor.

Yo, que creí que nunca volvería a llorar por un hombre.

Yo, que creí que estaba tan evolucionada, tan instalada en mi paz, que nadie podría quitarme el aliento ni embravecer mi mar.

Aquí estoy, llorando a mares, intentando dilucidar este mar de emociones que se activa con el gesto más mínimo, con la señal, más tenue y con un puente de energía que inevitablemente reúne nuestras almas en el espacio invisible.

Te lo dije, Dios, tenía que ser un hombre de buen corazón, dispuesto a amar y ser amado.

No sé qué imaginaba, quizá una atracción magnética instantánea, un amor a primera vista o un deslumbramiento.

No imaginaba una construcción lenta y pausada de una ternura que me puede, un puente inimaginable entre dos seres tan distantes y tan ajenos.

Coincidir en el tiempo, en los instantes, en los sueños, en la anticipación, en la alegría y sentir mis mariposas dar saltitos cuando está por llegar...

Estar aquí de este lado del puente con 55 años y más de 90 kilos, sintiendo cómo mi energía se enreda con la de un hombre mucho menor, parece un chiste de mal gusto, una ironía del destino, un examen espiritual con golpes bajos.


Yo sé que es necesario, que es bueno estar viva, que mi Shakti necesita activarse y que todo esto es parte del desbloqueo de mis chakras.

Pero, ¿podemos dejar el aprendizaje y la maestría de lado?

No sé qué me da más bronca o me enoja más:

¿Que coincidamos en tiempo y espacio y su alma salga a mi encuentro?
¿Que su corazón y su mente se hagan los distraídos?
¿Que mi cuerpo esté averiado, gordo y enfermo no apto para seducir y vivir esta pasión que se arremolina en su nombre?

Como dice el poema, su mirada me puebla el insomnio y puedo sentir su energía en cada rincón de mi ser. (Puedes leer el poema en el blog Pétalos del Corazón, Poema Irreverente)

¿Y quiero hacer como siempre, sepultar y anestesiar y dejar de sentir todo esto?

Me encanta todo lo que siento, aunque me lleve del llanto a la euforia.  Pero, ¿por qué no puede ser con la persona correcta?

¿Qué es lo que quiere de mí, Dios, ahora?

Los miedos que me habitan quieren escribir mil conjuros para que desaparezca de mi mapa y no vuelva a cruzarse en mi camino.

Y la mujer del río profundo quiere que escriba un solo mensaje, se fabrique una invitación o me toque el corazón con una palabra.

Mientras escribo, escucho: Entra en mi vida – Sin Bandera


Susie en desvarío





Escritura post tormenta solar

Manifiesto de Amor (Blog Pétalos del Corazón)

01 de Enero de 2020

Pensé que me amaba a mi misma y por eso no necesitaba a nadie para ser feliz.  Entonces, pensé que podría vivir sola y tranquila.

Pero eso no es, en verdad, amor propio o autoestima, es sólo un escudo para sentirme a salvo.  Si te amas lo suficiente a ti misma, puedes amar a alguien más y no tener miedo de ser rechazada por tus defectos.

Darme cuenta que me estaba enamorando de alguien y que mi Shakti estaba nuevamente despierta, produjo diferentes tipos de emociones, tormentas solares y océanos bravíos.  Pero principalmente me mostró que Yo creo que mi cuerpo no es apto para seducir al hombre que ha despertado mi corazón.  A pesar de la hermosa energía y atracción de almas, eso, dentro mí no era suficiente porque en algún punto, él vería solamente lo que yo veo en el espejo: una mujer de 55 con sobre peso y prolapso.

Antes de que llegara este corazón distraído a despertarme, sabía que mi sobrepeso era la perfecta vacuna contra la seducción.

Así, me dejé arrastrar en una espiral descendente de lástima por no ser 'apta' para él y dejando que se llenara de sombras este hermoso sentimiento de amor, ternura, cuidado y magia de almas.

Pasé varios días de mi retiro y desintoxicación de las redes cultivando una conversación negativa en mi mente, llenándome de expectativas dramáticas y nefastas y sintiéndome avergonzada porque amaba a alguien más joven que yo.  Y el problema real es que en verdad no me amo lo suficiente.

Como siempre, el problema no está allí afuera, en quien nos quiere, quien nos cuida o quien nos deja de amar.

El problema es que tenemos más expectativas y exigencias sobre nosotros mismos que lo que las demás personas pueden tener.

La culpa y el remordimiento sólo entran allí donde la inseguridad nos llena de sombras y miedos; allí donde el amor que podemos sentir por los demás, no nos abraza con ternura, sabiéndonos poderosas, bellas, sensuales y dichosas.

Cuida quien te quiere, cuida quien te cuida.

Susie despierta



Playlist para el hombre distraído que despertó mi corazón.

Madre Doliente

“Si sufres es que estás dormido.  Me dirás que el dolor existe.  Si, es verdad que el dolor existe, pero no el sufrimiento.  El sufrimiento no es real, sino una obra de tu mente.  Si sufres,es que estás dormido porque, en sí, el sufrimiento no existe, es un producto de tu sueño; y si estás dormido verás a un Jesús dormido, que tú te has imaginado, que nada tiene que ver con el Jesús real, y eso puede ser muy peligroso.”
Anthony De Mello


Creo que muchas mujeres sufrimos el síndrome de la Virgen María; pero no somos la Madre María y nuestros hijos no son Jesús el Nazareno.

Si bien es cierto que Jesús ya estaba grande para decidir qué hacer con su vida a los 33 años (y los 33 de antes, no eran como los de ahora), creo que María lloraba al pie de la cruz por el dolor físico de su hijo pero también porque como madre, ya no podía tenerlo junto a ella.

De ahí heredamos la Madre Doliente, y toda buena madre se jacta de haber llorado y sufrido por sus hijos.

¿Qué hubiera sido de la historia si María se hubiera ido a hacer yoga con sus amigas o se hubieran tomado algún vino en una boda mientras Jesús sufría las consecuencias de su propia elección?

El dicho 'llorar como una Magdalena' viene de que María Magdalena también lloró al pie de la cruz el amor por su maestro.

Cuando nuestros hijos son pequeños, es normal y natural que toda nuestra energía se ocupe de ellos, sus emociones nos invadan como si fueran propias y nuestros ritmos de vigilia dependan de su respiración.

Prolongar esa relación y esa simbiosis más allá de los 20 y de los 30 es crear una co-dependencia que destruye alas y desdibuja la misión que cada quien trae a esta vida.

Hubo un tiempo en el que yo disfrutaba ser esa madre doliente capaz de sufrir intensidades de dolor inimaginables.  Pero ni el éxtasis del dolor más magnánimo puede garantizar la felicidad de nuestros hijos y mucho menos la nuestra.




“El dolor nos lleva a buscar las causas de las cosas, mientras que la felicidad induce a la tranquilidad y a no volver la mirada atrás.”
Stefan Zweig

A medida que mis hijos se acercaban a los 33, yo me sentía más cerca de María y pensaba que mi abnegación merecía mi parte del cielo.  Había perdido el gozo de ser madre y la alegría de estar viva.

Sigo presintiendo y sintiendo sus emociones como si fueran mías pero elijo mantenerlas fuera de mi corazón para poder respirar, para poder ser y volar libre para manifestar mi esencia en este planeta y ser Yo, además de ser la madre de mis tres hijos (34, 33, 32).

Mientras los criaba, intentaba siempre que fueran libres, que pudieran elegir su religión, profesión o modo de vida.  Creo que mi cuento de madre feliz no imaginaba que la libertad también implicaba la libertad sobre cómo sufrir o como aprender.

Históricamente, vengo de una familia de mujeres dolientes que han muerto tristes y enfermas, algunas enojadas y otras abnegadas y resignadas; pero ninguna plena y feliz, satisfecha con su vida como mujer.  Y esas mujeres a su vez, decretaron que sus hijas debían sufrir tanto como ellas para que supieran lo que era ser una buena madre.  Y los hijos y las hijas debían acompañar a sus madres en sus amargos finales porque ellas habían renunciado a todo para ser sus madres.

“Cada uno es tan infeliz como cree.”
Giacomo Leopardi

Ya saben, soy escritora y me gustan las metáforas Si mis hijos van y se consiguen la madera, construyen una cruz en el fondo de su casa y le guiñan el ojo a un par de Romanos (en todo pueblo o ciudad son fáciles de encontrar) para que les claven un clavo cada día; y además se quejan porque no les pusieron una corona de espinas, pues no, ya no...

Elijo no ser la madre doliente porque es la suerte que cada quien se ha fabricado y construye afanosamente a diario.

Cuando era pequeña, no podía elegir qué hacer; estaba ocupada en tareas de buena hija de madre doliente.

Cuando el padre de mis hijos no se hizo cargo y yo debí criarlos sola (sin tener aún la edad de Cristo) mi mundo eran mis hijos y este acto heroico me ponía más cerca de Dios y del papel de Madre María.

Este estoicismo y esa fuerza descomunal que generaba como madre, suponía yo, me garantizaría que mis hijos fueran personas felices y libres.


La libertad sin sabiduría nos aleja de Dios.La sabiduría sin amor es apenas conocimiento.La libertad y el conocimiento inventan Judas en aquellos corazones donde Dios no habita.

Quiero servir a Dios en alegría y gozo.
Quiero disfrutar el tiempo que me queda, haciendo lo que me gusta, sin sufrir cada día por decisiones ajenas o zambullirme un rato en el caldo de las penas para ser solidaria con quienes sufren  las consecuencias de sus elecciones; quienes viven la vida que eligieron o aceptaron vivir.

“La felicidad es como una puerta que se abre hacia adentro y para abrirla, hay que dar humildemente un paso atrás.”
Sören Kierkegaard


Elijo ver a María Madre y a María Magdalena compartiendo charlas sobre el carácter de Jesús, transmitiendo sus enseñanzas y riéndose de sus defectos.  Me las imagino celebrando cada pequeño milagro cuando en su nombre caminaban los pueblos y cruzaban mares después de que El eligiera entregar su vida por toda la humanidad.

Elijo no sentir culpa por cada momento de placer o felicidad.

Es siempre más fácil encontrar razones para sufrir que para ser feliz.  Tendemos a creer que hay que sufrir mucho para después conseguir el pase a la felicidad.

Creemos que nuestra tarea es llegar a Ser Santos y que para eso hay que vivir en perpetua agonía.

“El que seas feliz, se lo debes a Dios; el que continúes siéndolo, te lo debes a ti mismo.”
John Melton


Me quedo dormida sobre el cuaderno.  María aparece envuelta en luces, sonríe con desgano y me toca la cabeza con pena.  Se despoja de su manto y  lo anuda alrededor de mi cintura como una falda.  Se quita la sandalias y se suelta el cabello.  Mira mi pequeña heladera vacía, hace una mueca y chasquea los dedos.  Una heladera llena de alimentos sanos preside ahora mi cocina.

Busca dos copas y sirve un vino dulce color carmín.  Me invita a brindar.

--Bailemos un rato y en uno de los giros te contaré el secreto.-- Me susurra con picardía.

Una música desconocida de mandolinas, cítaras y timbales impregna el aire mientras nuestros pies se mueven sobre una alfombra de pétalos de rosas.

Hoy he conocido a la Virgen Danzante.



Oh Dancing Mary, show me the way to joy.
Oh Dancing Mary, show me the way to joy.
Oh Dancing Mary, show me the way to joy.

Soledad Lorena
Tejedora de Palabras
Susannah Lorenzo
Tejedora de Puentes
© Derechos Reservados
27/28 de diciembre de 2019

“El secreto no está en qué tanto sufrimiento se tolera, sino en cuánta alegría se siente.  La vida está llena de excusas para sentir dolor, excusas para no vivir en plenitud, excusas, excusas, excusas...”
Erica Jong