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domingo, 18 de junio de 2023

Paternidades que prescriben

Suele pasar en esta época del año: de repente estoy desganada, desconectada de mi creatividad y con dificultades para enfocarme en mis bendiciones e ignorar las carencias.  ¿Será el frio crudo de invierno?  ¿Será la falta de ventas en la tienda?  ¿Será la billetera y la heladera vacía?  ¿Será el fin de semana largo extendido a cuatro días por feriados patrios?

La sensación de no sentir nada empieza siempre igual, hasta que una publicación o una frase activa las emociones reprimidas: una perdona pero no olvida; o en todo caso una perdona pero no termina de aceptar.  Es domingo día del padre, debería sentirme bendecida por la salud de mi padre de 83 años, pero eso no me alcanza hoy.

Todo comienza por comparación: hay muchas personas celebrando el día del padre y si no lo están haciendo, disfrutan del fin de semana largo turístico paseando en algún lugar.  En realidad, creo que lo que más le molesta a alguna parte de mi ego, es que el padre de mis hijos celebra su día con alguna comida abundante, con saludos sin reclamos y con reconocimientos injustos.  ¿Qué celebra?  Quizá celebra la descendencia que lleva de apellido, o el tener hijos sanos y criados que no le costaron ningún esfuerzo.  ¡Vaya una a saber cómo funciona su cerebro!





Durante 16 años, al padre de mis hijos no le importó si ellos tenían lo necesario para sobrevivir. No cumplió con sus obligaciones como padre.  No le quitó el sueño si sus hijos tenían los medicamentos necesarios o si los alimentos eran lo suficientemente nutritivos para que pudieran ir a la escuela.  No pasó días  y noches en salas de espera de hospital, no visitó tantos pediatras como fuera necesario para encontrar una solución, ni trabajó más horas de las que su cuerpo resistía para que ellos tuvieran todo lo necesario.

Después de 16 años (17 si contamos el tiempo del primer embarazo), asumió su rol de padre como un desafío, un desquite y un ajuste de cuentas, buscando evitar el pago de sus obligaciones económicas escritas por ley.  Cualquier cosa que saliera mal a partir de ese momento, sería culpa de mi ‘mala crianza’, o de mi incapacidad para sostener un techo para mis hijos, enviarlos a la escuela o darles de comer cada día.  Se valió de mentiras, manipulaciones y otros ardides para declararse padre y salvador.

¿Qué pasó con la deuda económica acumulada durante 16 años?  -- Prescribió.

¿Qué pasó con el abandono paternal? – Prescribió.

¿Qué pasó con los daños y perjuicios causados por su irresponsabilidad y falta de cumplimiento?—Prescribieron.

¿Qué pasó con los daños y perjuicios causados por su violencia física, verbal, emocional y sexual?—Prescribieron.  Y lo que es peor, nadie quiere hablar de ello y si lo hacen, pues bueno, era solo mi problema y ‘mi responsabilidad’.




No le deseo mal, ni tampoco me gustaría que mis hijos se llenaran de odio hacia él.  Ellos descargan todo su resentimiento, sus reclamos y su dolor contra mí, que fue la que siempre tomó las decisiones, la que eligió lo menos malo, la que sacrificó su maternidad para que ellos tuvieran todo lo necesario, la que hacía todo lo que necesitaba hacerse, la que calló para evitar aún más conflictos y represalias.  Sí, quien hace, se equivoca.  Quien no hace nada, pues no tiene más error que el no haber hecho nada; y para la memoria de un hijo herido, los errores visibles (lo que se hizo mal y lo que no se hizo tan bien como debería haberse hecho) pesa más que un solo error invisible.




Mientras como una porción de arroz recalentado y medio waffle de harina integral, escribo esta entrada del blog.  Hay silencio y paz; no solo porque el vecindario ha emigrado a celebrar en algún otro lugar, sino porque vivo en paz, sin gritos, sin insultos, sin humillaciones, sin controles, sin manipulaciones y sin coacción.  Eso es una bendición.

Sin embargo, una parte de mi ego, aún necesita justicia; pero no hablo de castigo, hablo de justicia.  Es decir: ¿qué pasa con todas las madres solteras que criaron solas a sus hijos y debido a ello no pudieron acomodar sus finanzas, perdieron su salud física e incluso demoraron en recuperar su salud mental y emocional?

Por supuesto que si la ley o la justicia de este país no lograron que él cumpliera con sus obligaciones como padre cuando ellos eran pequeños, tampoco lograría que se hiciera cargo de daños y perjuicios y las secuelas de su irresponsabilidad.

Pero sería bonito, que antes de que la sociedad les permitiera celebrar su día, antes de que se sacaran una selfie con sus hijos sonrientes, antes de que disfrutaran de la descendencia de su apellido cuando ya están criados (sin haber pasado por la etapa de pañales, biberones, pediatras, internaciones, cirugías y supervivencia), que se pusieran al día con esas deudas que ya olvidaron.

Es decir, sería bonito, recibir algo así como una pensión especial;  una retribución por haber hecho todo el trabajo solas; una compensación por los tormentos y carencias; un resarcimiento por todo el tiempo que no pudimos compartir con nuestros hijos; una indemnización por haber logrado que esos hijos que ellos disfrutan ahora, llegaran vivos, sanos y educados a la adolescencia.

Una indemnización o una pensión no devolverían el tiempo ni restauraría mágicamente la salud; pero si me permitiría mejorar la calidad de vida, afrontar los gastos de medicamentos; pasear y viajar para visitar a mis hijos y nietos y tener un respiro de tener que correr siempre para conseguir el dinero necesario cada mes.  Creo que además, si existiera, los ‘listillos y capullos’ que hacen su vida de solteros mientras las mujeres crían a los hijos y después vuelven reclamando perdón y vendiendo espejitos de colores, se la pensarían dos veces, porque de todos modos, en algún momento deberían pagar.

Energéticamente, creo que también sería un equilibrio, una restauración del dar y recibir.




La ley en Argentina, dice que por 3 hijos, un hombre debería aportar el 43% de su sueldo.  Supongamos que recibe un sueldo docente promedio (porque en realidad el padre de mis hijos terminó haciendo carrera en cargos directivos) de 95000 ARS a junio de 2023. Entonces ARS 40850 sería el porcentaje de cuota.  Si multiplico ese valor por 16 años de 12 meses cada uno, resulta en ARS 7843200.  Podría acomodar parte de mi vida, podría invertir en equipos para trabajar; o podría simplemente vivir un poco más cómodamente.

No me sucede todos los años, ni todos los junios, pero en junios especialmente difíciles, con renovación de alquiler en puerta, inevitablemente hago matemáticas.  No es venganza, no es resentimiento, es justicia.  Hay un sujeto que hoy está celebrando su día sin ningún remordimiento ni reclamo y que me debe casi 8 millones de pesos argentinos.

Obviamente, lo dejo en manos de Dios; iniciar un proceso legal sería tan costoso y desgastante que no valdría la pena lo obtenido.

Revisar el cálculo matemático me da paz, sobre todo ante reclamos, cuestionamientos y condenas familiares.  Soy consciente de mis errores, soy consciente de que hice lo que mejor que pude y que no siempre fue lo ideal; pero también soy consciente de que muchas de esas personas, incluyendo mis hijos, que hoy cuestionan mis decisiones, no estuvieron ahí como adultos para resolver y encontrar soluciones.  La realidad podría haber sido diferente si cada quien hubiera cumplido su rol y sus obligaciones, eso solo Dios sabe.





Para la sociedad y para la familia es fácil olvidar, callar, confundir perdón con permisividad y alegar prescripción de responsabilidad para que muchos padres puedan disfrutar de lo que ganaron con un simple esperma.

Parece una contradicción, seguramente, ya que estoy escribiendo artículos y publicaciones sobre Sanar el Divino Masculino y hablo de justicia y causas prescriptas.  Pues tiene que ver y mucho.  Es decir, Esos hombres, padres biológicos que en la vida adulta reclaman y eligen ejercer su paternidad tardía, no reconocen su abandono, no piden perdón, no honran ni respetan el trabajo hecho por las madres; exigen perdón, benevolencia y cariño.  En muchos casos culpan a las madres de que ellos se mantuvieran alejados o no cumplieran con sus obligaciones económicas y afectivas.

Energéticamente, una madre que cría sola a sus hijos, crea un desequilibrio de energías en sí misma, se masculiniza por así decirlo, para usar su energía masculina para cubrir el rol del progenitor ausente.  En la mayoría de los casos, se desconecta de su energía divina femenina para poder afrontar el desafío y mantener a sus hijos a salvo.

Por otro lado, un hombre que no asume su madurez ni cultiva su divino masculino y vive en los aspectos sombríos de su psique sin ocuparse de las necesidades de sus hijos, no solo deja secuelas en la madre y en los hijos, sino que también crea un modelo, un patrón de conducta a imitar y repetir.

Vamos a hacer una analogía: imaginemos que una persona roba a un banco, logra escapar y disfrutar del botín; se mantiene prófugo con pedido de captura por décadas  y luego por ley o por mandato social, su causa prescribe.  Esa misma persona se postula para gerente del banco y acredita idoneidad con un CV falsificado y carente de sustento.  ¿Tiene derecho a ser el gerente del banco?  ¿Está bien que olvidemos todo el dinero que robó?




A causa de mi inestabilidad económica tengo deudas, no me enorgullece, me quita el sueño.  Cada tanto hay rondas de agentes intermediarios que han comprado las deudas, que como chacales me acosan con correos y llamadas.  Y aunque no recibiera esas amenazas, a una parte de mí le encantaría saldar las deudas, me daría paz.

Podría tomar la misma conducta para cobrar lo que me corresponde.  No serviría de nada.  Primero, porque no haría mella alguna en su conciencia, ni le quitaría el sueño.  Segundo, porque yo perdería paz y me subiría a una guerra a la que renuncié el día que mi hija menor lloraba siendo bebé por no tener leche para tomar y él sólo decía: “no se va a morir porque llore o porque no tenga leche”.

Renuncié a esa guerra porque los juzgados, las denuncias, los asistentes sociales, la burocracia legal de mi país, las audiencias y los reclamos sin resultado alguno, me quitaban tiempo para trabajar y me quitaban la claridad mental necesaria para resolver lo que nadie más haría; deterioraban mi salud física, mental y emocional.

Así es que con casi 59 años, no comenzaría ninguna guerra ahora.  Pero me gustaría creer que algún día la sociedad será más justa.  Me gusta pensar que algún día la verdad pesará más que los silencios y las mentiras. Me anima creer que se puedan cultivar relaciones más sanas en las generaciones por venir.

Susie / Susannah Lorenzo

Domingo 18 de junio, Día del Padre

Aquí, aún quedan 2 días de feriado y yo aún guardo la esperanza de que las promociones y descuentos en las tiendas llamen la atención de alguien que divaga en su celular.

miércoles, 19 de abril de 2023

Camino a la libertad

 


Desde que era pequeña, quería ser mayor, quería llegar pronto a la vida adulta independiente para vivir de la manera que a mí me gustaba, para poder tomar decisiones y sobre todo para tener la libertad de crear una realidad que aliviara tanto sufrimiento.  En aquella época, para ser mayor de edad, en Argentina, había que cumplir 21 años, parecía un camino larguísimo para alguien que no llega a los 10 años.

Estaba siempre buscando escapar a través de un libro, de una historia, de una abducción extraterrestre o incluso a través de la muerte cuando ya era adolescente.  Creo que cuando somos ‘fugitivos’, aunque sea desde el plano mental y emocional, perdemos la claridad del momento presente, tenemos la percepción velada de lo que sucede a nuestro alrededor.  Es decir, estamos tan absortos en la vida que nos gustaría tener, que perdemos energía, claridad y sentido de alerta para detectar las verdaderas intenciones de las personas a nuestro alrededor.  O quizá, nos creemos poco merecedores de algo mejor y aceptamos más de lo que nos asfixia, nos aprisiona, nos condiciona y nos impide desplegar nuestras alas.

Antes de cumplir 18 años, ya me habían arrebatado gran parte de mis ilusiones y sueños de vida.  Algunos traumas pueden crear una nueva cárcel mental de culpa, vergüenza y sometimiento.  Entonces, antes de cumplir mi mayoría de edad legal a los 21, había renunciado a mis deseos de libertad y había perfeccionado la práctica de mimetizarme, esconder mis alas y apagar mi luz.




Sin embargo, mi mente siempre barajaba la posibilidad de encontrar esa libertad en otro país o incluso en otra dimensión.  Creía que si lograba apartarme totalmente de las personas que me hacían daño, lograría conocer la felicidad y la paz completa.  Pero la tormenta, el dolor y el caos estaban dentro de mí, y sin importar donde fuera, me llevaría conmigo todo aquello que me hacía padecer.

Aunque comencé mi viaje de sanación personal cuando cumplí 40, fue recién después de los 50 que pude realmente mirar en las profundidades de mi ser y comprender que nada allí afuera cambiaría hasta que yo cambiara mi forma de mirar, pensar, sentir y vivir.  Fue un descubrimiento doloroso y revelador, aceptar que mi cárcel había estado construida siempre a partir de expectativas, ilusiones, espejismos, proyecciones de otras personas, juicios intrusos que yo consideraba importantes, miedos propios y ajenos, falta de amor propio y un profundo sentido de desconfianza y falta de fe.

La década de los 50 ha sido la única etapa de mi vida en la que me he sentido plena y consciente de disfrutar mi verdadera edad;  sin querer ser otra, ni más joven, ni más vieja, simplemente lo que me tocaba ser y elegía ser en ese momento.  A partir de los 50 tuve el valor de crear Puentes, de mostrar mis alas, mis dones y mis talentos escondidos y de comenzar un viaje de amor propio que me llevó a encontrarme con Dios desde otro lugar y de otra manera.




Siento que comencé una nueva vida, que emprendí por fin el camino a la libertad que tanto había anhelado como algo inalcanzable.  La libertad estaba y está dentro de mí.

Confieso que de vez en cuando se me escapa algún mecanismo antiguo de co-dependencia o de búsqueda de aceptación: bajo la intensidad de mi luz, repliego las alas o me encierro en torres de silencio.  Esos altos y bajos, esa inconstancia en el proceso solía exasperarme y sumirme en crisis de frustración y fracaso.  Pero he aprendido que no se puede modificar en un par de años, lo que estuvo arraigado y sostenido durante medio siglo.  No se aprende a caminar en dos días, no se recuerda cómo volar con solo desearlo.  Hará falta realizar un par de vuelos fallidos, aterrizajes forzosos y accidentes por falta de pericia.  Será necesario entender que la mayor torpeza es agitar las alas constantemente, el vuelo más bello es el del ave que sabe planear y dejarse llevar por las corrientes de aire.

A punto de cumplir 59 años, siento el entusiasmo de aumentar mis horas de vuelo y disfrutar mis cielos internos que antes desconocía.  Claro que hay veces en que siento la nostalgia de quedarme con las ganas de cosas que ya no sucederán  e incluso algunos momentos de melancolía por sueños pendientes que parecen no llegar.  A pesar de eso, sería bonito sentarme con aquella niña fugitiva, con aquella adolescente atormentada o con aquella mujer joven abatida, para mostrarles esta mujer madura que ejerce su libertad con una valentía impensada.

Acercándome a los 60, como inicio de la ancianidad, estoy lejos de ser quien imaginaba ser a esta edad.  Mi vida en nada se parece a aquellas proyecciones tempranas condicionadas por expectativas ajenas.  Probablemente nadie, ni yo misma, podrían haber anticipado esta versión de Susannah.  Contra todo pronóstico, logré reescribir mi historia de mil y unas maneras diferentes, para sellar por primera vez mi pasaporte con la marca de mis alas.




Cada día es un nuevo desafío: aprender a vivir sin pedir permiso o esperar reconocimiento, mirarme al espejo con amor y respeto, disfrutar las huellas que el tiempo y la vida dejaron en mi cuerpo, ejercer el perdón y la gratitud, practicar la compasión, elegir cómo vivir cada momento, transformar las heridas en poesía, abandonar cualquier expectativa de convencer o persuadir a otros, esforzarme menos y simplemente Ser quien soy amando mis imperfecciones y mis maravillas.

Gracias.  Gracias.  Gracias.

Susannah Lorenzo© / Tejedora de Puentes

Susie / La niña que descubrió el universo dentro de su corazón

19 de abril de 2023




sábado, 31 de diciembre de 2022

Verdaderas intenciones


 

Tienes que saber que yo te veo, te reconozco, te honro y te celebro.

Te veo tal como eres, te amo así, de principio a fin; no cambiaría ni un centímetro de tu geografía o de tu océano interior.

Yo te leo, leo lo que escribes y lo que callas, leo tus miradas, leo tus gestos, leo tus metáforas y respiro con tus palabras.

Yo te escucho, lo que susurras, lo que guardas, lo que gritas en la distancia, lo que recitas como un verso amado y lo que lees con amor de contadora de cuentos  y mujer medicina.

Yo creo en ti, creo en tus talentos, creo en tus dones, creo en tus sueños, creo en tus deseos, creo en tu potencial y tu capacidad infinita; yo creo en ti, sobre todo cuando nadie cree en lo que haces o dices.

Yo te cuido, para que nada te falte y nada te dañe, yo te alcanzo y te pueblo con la magia que Dios puso en mis manos.

Yo te amo, con desvelo y con respeto, con pasión y con ternura, con despojo y con arrojo; yo te amo con el compromiso de saberte plena y honrar el templo sagrado donde habita tu alma.




Yo me postro a tus pies para pedirte perdón, porque a veces no te escucho y dejo que las voces y ruidos de otros me pueblen de miedos y dudas.  Te pido perdón porque te descuido y dejo que la desidia y la  indiferencia de otros te vuelvan invisible.  No necesitas que nada ni nadie valide tu presencia, porque tu presencia va más allá de la voz que se multiplica en las redes sociales o las palabras que viajan para ser leídas por otros corazones.  Tu presencia es como la Divinidad misma, como el aliento de Dios en tu corazón, como la voluntad del Cielo que se expresa en lo imperceptible y cotidiano, como los milagros que no se anuncian pero te arrastran hacia el poder de lo que no guarda razón.

Dios te ve, yo te veo.  Dios te ama, yo te amo.  Dios te habita y mi compromiso en este inicio de año es habitarte plena e intensamente, sin medias tintas, sin miradas ajenas ni juicios que prometen aceptaciones vacías.

Te quiero bien.  Me quiero bien.  Te amo bonito.  Me amo bonito.

Si ellos no saben, no entienden, no pueden o no quieren, solo Dios puede perdonarlos o guiarlos.

Tú si sabes, yo también.  Tú entiendes y yo te entiendo.  Tú puedes y yo quiero.  Me perdono y te perdono, porque siempre fuimos tú y yo mecidas en el Amor de Dios.

Te tengo y me tienes y con eso, alcanza.

Susannah Lorenzo©

Susie / Soledad Lorena / Meherdeep Kaur

31.12.2022


viernes, 21 de octubre de 2022

Ganas de curarse

¿Qué tantas ganas tengo de curarme?

Debo realmente tener muchas ganas de curarme y estar dispuesta a ello, porque acabo de prepararme una gran jarra con una tisana de ajenjo (artemisia amarga o hierba santa), salvia y diente de león (Taraxacum officinale o achicoria amarga).




En realidad lo que hice fue buscar en mi alacena lo que tenía disponible para lidiar con el hígado y la vesícula que colapsaron el lunes pasado y hoy me han mostrado una piel muy amarillenta en el espejo.    Como la heladera y la billetera están vacías, no está siquiera la opción del  té de limón o de comprar algún suplemento o medicina en la farmacia.

La tisana es tan amarga que luego no sientes más que ese sabor en tu boca.  Creo que el pote con ajenjo estaba ahí desde un episodio similar que tuve hace un par de años, esa es una de las hierbas que  más evito porque es solo para valientes.  ¿Acaso el dolor no es solo para valientes?

Imagino que los productos farmacéuticos nacieron no solo como una manera de simplificar la medicina natural (ahorrando tiempo para quien consume los medicamentos), sino como una manera de evitar sabores desagradables.  Es que te tomas una cápsula o una pastilla y ni siquiera sabes lo que estás tomando, porque solo tiene gusto a talco o plástico.

Los remedios más eficaces de la naturaleza son los más amargos, los que huelen más desagradable o los que tienen apariencia o textura que no te tientan a probarlos.  En la vida es así, aquello que nos cura y nos sana, no es lo más bonito, lo más dulce o lo más agradable.  Aquello que necesitamos para curarnos o ayudar a alguien a sanarse es terriblemente amargo, doloroso o desagradable.




¿Por qué tengo tantas ganas de curarme?

Porque mi salud viene desequilibrada desde el 23 de septiembre, primero fueron las vías respiratorias y después bajó  al hígado, la vesícula y los riñones; para alguien que convive con enfermedades crónicas y que ya tiene los órganos averiados, no es algo fácil de resolver o equilibrar.  Sentirme enferma no es algo que disfrute y menos aún cuando me impide crear, trabajar, aprender, estudiar o simplemente ver lo bonito de la vida.

Sería mucho más fácil y agradable correr a la farmacia del barrio y conseguir un par de medicamentos encapsulados.  Por alguna razón, que solo Dios sabe, no es posible en este momento, entonces, no queda más que usar La Botica de Susie, preparar tisanas, trabajar con afirmaciones y códigos sagrados.  Después de todo, si hubiera estado disponible la solución fácil, no estaría escribiendo esto.


Art: Sophie Gaiman


¿Cómo ayudamos a alguien a curarse o sanarse?

Siempre digo que el verdadero proceso de curación o sanación sucede cuando la persona padeciente es parte activa en el proceso y elige cambiar hábitos y hacer algo para sanar.

Lo he contado en mi canal, mi primer experiencia con un curandero real y sabio, fue cuando mi hijo llevaba tiempo sin superar el problema pulmonar que le había quedado como secuela luego de una encefalitis y neumonitis.  Los antibióticos y los tratamientos médicos solo destruían su sistema inmunológico y cada vez estaba más débil y respiraba peor.  Si yo retiraba los antibióticos, no había episodios de fiebre, por lo tanto estaba segura que su pulmón estaba lleno de residuos acumulados durante su internación de 21 días.  El curandero lo observó detenidamente y luego lo miró a los ojos y le dijo: si quieres curarte, tendrás que tomar cosas muy feas.  Mi hijo que solo tenía 4 años, dijo con mucha determinación que estaba dispuesto.  Acudíamos a su consulta dos veces a la semana para imposición de manos, pero cada día, mi hijo debía ingerir tinturas herbales cuyo olor apestaba y  debía beber litros de tisanas que no tenían mucho mejor sabor.  Pero mi hijo quería volver a jugar y respirar.  Durante 40 días, se levantaba muy temprano en los días de la consulta, pues yo debía llevarlo antes del amanecer, para poder llegar a tiempo al trabajo; y luego se tomaba todas las medicinas naturales que yo le dejaba indicadas en la guardería donde los cuidaban.  No solo empezó a recuperarse pronto, sino que su organismo comenzó a expulsar flemas de todos los colores y texturas.  Nunca se quejó, confió en que su mamá estaba eligiendo lo mejor para él en ese momento.  Luego de los 40 días, era otro niño, jugaba, corría y respiraba bien, y a los pocos meses una radiografía mostró que sus pulmones estaban limpios.

Sucede del mismo modo con la sanación emocional y espiritual, queremos un milagro que Dios active en nuestras vidas, sin tener que cambiar ningún hábito o hacer demasiado esfuerzo.  Nos encantaría que existiera una cápsula mágica para despertar nuevos y transformados con solo pedirlo.

Todos transitamos por un período de nuestra vida o nuestra evolución en que nos aferramos a la luz de otra persona, a la capacidad sanadora de otra persona, a la sabiduría de otra persona o a los dones de otra persona.  Lo hacemos responsable de nuestra evolución y de nuestra sanación, porque así, si no funciona, tendremos a quien culpar.  El tema es que de ese modo nunca funciona, porque a menos que estemos dispuestos  a beber la medicina amarga, no podremos recuperar la capacidad de disfrutar la dulzura en nuestra vida.




¿Cómo llegué a este nivel de ictericia, hígado y vesícula colapsados?

El domingo me invitaron a tomar una merienda especial, pedí un cappuccino con frutos rojos, porque parecía algo sabroso e interesante.  Se veía mucho mejor de lo que sabía y el exceso de crema para disfrazar un cappuccino de mala calidad, fue algo que mi vesícula dañada desde la adolescencia no pudo procesar.




El colapso fue tal que lunes y martes no pude levantarme de la cama y no tenía ganas de comer ninguna cosa. 

Ahora bien, el hígado es la sede de la rabia y las acciones primitivas; donde acumulamos la justificación de las críticas para auto engañarnos y sentirnos mal.  En realidad nos enojamos o nos frutamos con alguien, no lo expresamos y luego estamos enojados con nosotros mismos por habernos fallado y por estar molestos con algo que no podemos cambiar.  Es decir que en el hígado se acumula todo lo amargo.  ¿Me sigues?  Entonces, para curar el hígado tenemos que tomar tisanas de hierbas medicinales que son más amargas que la amargura que tenemos acumulada.  Es decir, no es posible curar un hígado enfermo con un té de miel o un chocolate caliente.  Y solo cuando nos enfrentemos a la total amargura y a los cuidados que necesitamos para expresar nuestras emociones, podremos recuperar la capacidad de disfrutar postres y delicias dulces, en nuestra dieta y en nuestra vida.




La misión de una Mujer Medicina

Comenzamos hablando de tisanas amargas y terminamos hablando de la misión de una Mujer Medicina, porque todo tiene que ver con todo y porque mi escritura es siempre circular. 

Una verdadera Mujer Medicina no te sana, te brinda los recursos o te muestra el camino, pero tú caminas y tú eliges si usar los recursos o cómo usarlos.

Una verdadera Mujer Medicina no te hace la vida más fácil, en realidad, te enseña a lidiar con las complicaciones de tu vida, para que luego todo se te haga más fácil.

Una verdadera Mujer Medicina no solo baila contigo bajo la luna, te apapacha en días difíciles o te susurra antiguas plegarias al oído;  una mujer medicina también te receta tisanas amargas, te muestra en el espejo lo que no quieres ver y te obliga a caminar sola cuando es necesario para tu aprendizaje.

Una Mujer Medicina no necesita justificarse, demostrar lo que sabe o persuadir con palabras del alcance de sus dones.  Una Mujer Medicina, te mira y desnuda tu alma de todos los velos, te escucha y tamiza tus palabras a la luz de las verdades que solo Dios conoce; toma tu mano un instante para mostrarte el camino de las estrellas y luego la suelta para que descubras tu propio cielo.  Una Mujer Medicina rasca tu espalda llena de callos, hasta que un día, bajo las cicatrices, comienzan a florecer tus alas y descubres que todo lo amargo era apenas la antesala de todo lo dulce que te quedaba por vivir.

Susannah Lorenzo©

Tejedora de Palabras




jueves, 9 de junio de 2022

Lo que se aprende con el tiempo y la soledad

 


  • Nadie puede amarnos más de lo que nosotras nos amamos.
  • No alcanza con que una sola persona ame.
  • Quien solo pide disfrutar un momento, no merece nuestro tiempo ni nuestras caricias.
  • No vale la pena lanzarse al vacío por alguien que no puede sujetar tu mano cuando caminas por la calle.
  • No alcanza con amar; podemos lastimar si estamos lastimadas y no aprendimos a sanar.
  • El amor no puede inventarse, crearse, fabricarse o contagiarse.
  • El amor se sostiene, se cultiva, se honra, se celebra y se bendice.
  • No hay amores equivocados, hay amores desencontrados.
  • No existen amores imposibles.  El buen amor siempre es posible.
  • Nadie es responsable de lo que sentimos o dejamos de sentir.
  • El Alma sabe más que la razón.
  • Quien no puede besarte con la mirada, jamás podrá acariciar tu corazón.
  •  Lo que más nos asusta del verdadero amor es la imposibilidad de tener el control sobre nosotros y sobre el otro.
  • Las emociones no se controlan, las emociones se gestionan.
  • Cuando elegimos no amar, cerramos nuestro corazón a las bendiciones de la vida.
  • La voz que puede alterar tu latido es la voz que conoce el idioma de tu alma.
  • No es lo mismo amar a una persona con sus virtudes e imperfecciones, que amar lo que esa persona nos hace sentir.
  • Si no podemos vivir en plenitud cuando estamos solas, jamás podremos sentirnos plenas en compañía de otra persona.
  • Cuando recibimos señales confusas, es una clara señal de que no hay amor del bueno.
  • No puedes salvar a nadie, solo puedes amarlo.
  • No es nuestra misión rescatar a nadie de sus propios demonios y pesadillas.
  • La cercanía no se mide en kilómetros ni en desnudez. El buen amor te alcanza y te toca aunque estés al otro lado del océano.
  • La verdadera intimidad es un espacio invisible donde dos corazones se encuentran y desnudan su alma.
  • El buen amor no duele; lo que duele es la necesidad insatisfecha de que el otro nos de algo que no puede darnos; lo que duele es la lucha entre nuestra razón y nuestro corazón; lo que duele es no coincidir en tiempo y espacio.
  • Quien te trata como una opción, no merece ser tu prioridad.
  • Nos hacemos el tiempo para  lo que verdaderamente nos importa.
  • Prestar atención es un gesto de amor.
  • No siempre ‘escuchamos’ lo que nos dicen, muchas veces interpretamos lo que queremos oír.
  • No puedes amar a quien no está dispuesto a ser amado o elige no  sentirse amado.
  • El amor no se justifica, no se explica, no se mide, no se dosifica, no se cuestiona, no se condena, no se esconde, no se entierra, no se posterga.   



  • La única forma de encontrar el buen amor y reconocerlo, es Ser Amor.
  • Siempre que nos defendemos o nos protegemos (consciente o inconscientemente), creamos muros de espinas que lastiman a quien intenta acercarse.
  • El buen amor no se olvida, jugamos a dibujar nuevas realidades, pero el buen amor será siempre parte de lo que somos y bastará un desvío del destino para recordarnos los jardines olvidados.
  • El  enamoramiento y el amor son diferentes; la pasión y el amor pueden complementarse pero no son lo mismo; el erotismo y la sensualidad son formas del lenguaje del amor pero también pueden ser dialectos del ego; el apego y la comodidad no son lo mismo que el amor.
  • El amor no avisa, no te prepara, no te da tiempo a reaccionar, no admite estrategias ni manipulaciones; el amor te sorprende, te coloniza, te puede, te supera y te trasciende.
  • El amor no suplica, no mendiga, no humilla, no se vende y no se alquila. 
  • No tiene sentido esperar a quien no tiene apuro por llegar.
  • El Amor Es.
  • Los versos que un hombre enamorado escribe en nuestro corazón amante, jamás se borran.
  • Los susurros que nuestras Almas comparten cuando estamos distraídos amando, serán parte del eco que nos despierte cuando estamos dormidos.


Susannah Lorenzo©

Bella durmiente a los 57.

No espero, no busco, no ansío y sin embargo, bastaría un beso en la frente y la palabra correcta para arrebolar mi corazón.

Art: Chie Yoshii

martes, 8 de marzo de 2022

¿Cuándo celebraremos el Día de la Mujer?


Decime que celebramos el día de la mujer cuando:

  • Una mujer es respetada y honrada por sus ciclos, sus hormonas y su sensibilidad.
  • Una mujer no es agredida y abusada por el sistema de salud y por profesionales médicas y enfermeras que la denigran, humillan y desvalorizan en sus momentos más vulnerables.
  • Un hombre no necesita violar, meter mano o golpear para sentirse macho y controlar a "su hembra".
  • Una mujer víctima de violencia o abuso no tiene que justificar cómo terminó en esa situación.
  • Una madre no tiene que trabajar 14 horas por día para criar sola a sus hijos porque el progenitor no tiene ganas de cumplir sus obligaciones.
  • El violador, agresor, abusador u oportunista no es defendido por otras mujeres, sin importar cuales sean los beneficios que brinda.
  • Una mujer puede tomar decisiones sobre la salud de su cuerpo: qué órganos quiere conservar, qué tratamiento prefiere o que tipo de calidad de vida quiere sostener.
  • Una mujer no es acosada sexualmente en su trabajo para mantener su puesto o acceder a otras posiciones.
  • Una mujer no tiene que demostrar o justificar que convive con una enfermedad crónica para ser respetada y valorada.
  • Una mujer puede hablar libremente de sus sentimientos, traumas y heridas sin ser condenada, cuestionada o agredida por otras mujeres.
  • Una mujer puede animarse a ser libre como la Mujer Salvaje de Clarissa Pinkola Estés, sin ser apedreada por su familia y amigas.
  • Una mujer no es silenciada, amenazada o incluso asesinada por denunciar, por desenmascarar, por resistirse, por negarse, por separarse, por crecer, por volar, por bailar en medio de las jaulas.



Nací en 1964, tengo 57 años ahora.  Me convertí en madre a los 20 años, mi primer hija nació en 1985.  Me separé cuando mi hija menor tenía solo 10 meses (nació en 1987).

Hay muchas campañas del gobierno, muchas marchas y protestas; sin embargo, creo que nada ha cambiado: el sistema, la sociedad, el machismo y el patriarcado siguen funcionando de la misma manera, al menos en países latinos.

Soy una sobreviviente y aún puedo contar mi historia, aunque a muchas personas les incomode, les avergüence o intenten silenciarme de muchas maneras.

Fui víctima de violencia de género, mis amigos, mi familia, e incluso la policía no me creyeron.  Muchos me acusaron de ser responsable de las reacciones de mi entonces esposo.  Eso no ha cambiado.

Después de denunciar, de aceptar que a pesar de tantas promesas nunca cambiaría o sobre todo de que no estaba dispuesto a ser padre, tuve que huir de mi ciudad, dejar todo para tener un poco de paz.  Eso no ha cambiado.  Las mujeres que decidimos denunciar, liberarnos y construir una nueva vida debemos buscar otra ciudad, otra provincia, porque el sistema no está preparado para contener a las mujeres ni castigar debidamente a los hombres que tienen estas conductas.

Durante la infancia de mis hijos, tuve que sacrificar mucho como mamá, privarme de actos, momentos, su crecimiento, sus travesuras; tuve que trabajar 12 horas o más fuera de casa y luego, muchas veces trabajar de forma independiente durante las noches para poder pagar todas las cuentas, para poder mantener tres hijos sin ayuda de nadie (más que la vivienda prestada por mis padres).  Eso no ha cambiado. Los progenitores encuentran siempre la manera de evadir sus obligaciones y justificar sus omisiones.  El sistema los perdona.

En el proceso de separación y divorcio, perdí lazos y relaciones con amigas, padrinos de mis hijos, familia y compañeros de estudio o trabajo.  La mujer que decide liberarse y abandona la 'seguridad' del matrimonio (vendida como real por un ser psicópata que nunca muestra afuera su verdadera personalidad), es cuestionada, juzgada, condenada y segregada como un peligro para los círculos de mujeres 'bien casadas'. Eso no ha cambiado.

Muchas veces me han criticado mi CV, por haber tenido demasiados trabajos que duraron poco tiempo.  No se puede hablar de las incontables veces que fui acosada y que tuve que renunciar para no lidiar con comportamientos nauseabundos o por no acceder a propuestas indecentes que nada tenían que ver con mi desempeño laboral.  Una madre que cría sola a sus hijos necesita mucho el trabajo y se supone, según la cultura machista, que accederá a cualquier cosa por conservar el trabajo.  (En realidad, muchas acceden, si no, no existiría esa conducta.)  Eso no ha cambiado.

Durante mi trabajo de parto, enfermedades crónicas, inspecciones en mis genitales o consultas médicas, he sido abusada, agredida, no respetada, humillada y maltratada verbalmente, en la mayoría de los casos por otras mujeres (con título universitario).  Eso no ha cambiado.

Cuando un hombre no puede controlar a una mujer (sea su pareja, hermano, padre o hijo en algunos casos), grita, insulta, menosprecia, denigra, patea cosas, golpea la mesa, humilla y despoja de derechos a quien toma decisiones inadecuadas o según su criterio no sabe dirigir su vida. Eso es culturalmente aceptado, porque el amor justifica cualquier exabrupto, porque el cuidado supone control.  Eso no ha cambiado.

Trabajé muchos años en medios de prensa: gráfica y radial; cada vez que hice las preguntas 'equivocadas', cada vez que quise llevar claridad y verdad, cada vez que quise sembrar el discernimiento y la libertad de pensamiento, cada vez que quise propagar la cultura, cada vez que entrevisté a una persona que no comulgaba con el gobierno de turno; fui invitada a 'conocer a los muchachos' que resolverían mis confusiones; recibí amenazas sobre mis hijas o directamente levantaron mis programas del aire.  Eso no ha cambiado.





Cuando una mujer se separa, la culpa es de ella.

Cuando una mujer es víctima de violencia, abuso o violación, la culpa es de ella.

Cuando una mujer no alcanza a pagar las cuentas y se queda en la calle con sus hijos, la culpa es de ella.

Cuando una mujer pierde un trabajo, un contrato o un cliente, por no acceder a sus insinuaciones, la culpa es de ella.

Cuando una mujer denuncia, la culpa es de ella.

Cuando una mujer guarda silencio, la culpa es de ella.

Cuando una mujer enferma, la culpa es de ella.

Cuando una mujer se desborda mental y emocionalmente por hacer de madre y padre toda su vida, la culpa es de ella.

Cuando una mujer abre la jaula y decide volar, la culpa es de ella, por ser desleal a quienes sostienen y mantienen vivo el patriarcado y el machismo.

Cuando una mujer se suicida, la culpa es de ella.

Cuando una mujer es asesinada, la culpa es de ella.

Cuando una mujer se queda sola, la culpa es de ella.

Eso, no ha cambiado.





La peor enemiga de una mujer es otra mujer sosteniendo el machismo.

La mejor aliada de una mujer es otra mujer compasiva, solidaria y sensible.

La peor enemiga de una mujer es una mujer que compite, envidia y juzga 

La mejor aliada de una mujer es otra mujer ayudándote a brillar y crecer y cuidando tus espaldas.

Deseo que como mujeres aprendamos a ser tribu y círculo sagrado, hermanas y compañeras, socias y cómplices; tejiendo redes amorosas de buena voluntad y luz.

Cuando una mujer sana, ayuda a otras a sanar.

Cuando una mujer brilla, inspira a otras a brillar.

Cuando una mujer abre sus alas y vuela, que no te asusté su osadía y desde tu miedo la critiques; sino que con curiosidad te rasques tu espalda para descubrir tus alas mutiladas.


Susannah Lorenzo ©

Tejedora de Puentes

Art: Tarn Ellis 

#8M



jueves, 11 de febrero de 2021

La libertad que nos asusta

 Cuidar la Libertad

“Your freedom will offend others.”

David Hayward

(Tu libertad ofenderá a otros.)



Valores que no se negocian

Silencio

Paz

Armonía

Belleza

Libertad

 

El patriarcado es un sistema regido por energías masculinas y sostenido por hombres y mujeres que creen siempre tener la razón y consideran que la sensibilidad, la empatía, la compasión, la intuición,  la poesía, la creatividad y la magia (rasgos comunes de la energía femenina) son signos de extrema debilidad que nublan la razón e impiden que las personas tomen las decisiones correctas.  Por eso, siempre hay en el sistema alguien en su ‘sano juicio’, con la capacidad intelectual y el nivel de energía masculina suficiente para decidir y actuar por el miembro del clan que ‘está en peligro’.

En el patriarcado, el ‘mas fuerte’ (económicamente o masculinamente hablando) es quien se cree habilitado para decidir sobre la salud, el bienestar, la forma de vida, los hábitos y hasta el manejo de dinero de quien es considerado débil o enfermo según el clan.

En el patriarcado, el Divino Femenino asusta y debe someterse; no es celebrado, honrado ni considerado como Sagrado.



Por supuesto que acabo de elaborar esa definición y no pretendo que estés de acuerdo, todo lo que escribo, lo hago en base a mi experiencia y a mi realidad circundante.

 

“Cuidar es que no taladren paredes cuando necesitamos silencio.

Cuidar es que nos hablen con una mirada que diga “yo estoy acá, para vos”.

Cuidar es que no corran las cortinas para que entre el sol cuando queremos estar un ratito a oscuras.

Cuidar es dejar de lado la violencia que implica anteponer nuestras creencias sobre las verdaderas necesidades del otro.

Cuidar es no invadir, es amar y el amor es rezar en un lugar en el que no tienen miedo de dormir los pájaros.”

Cin Wololo / Estrellada

 

En mi familia hay mucho amor, mucho.  Pero también el sistema del patriarcado está arraigado desde los inicios y nadie parece tener el coraje o las ganas de cambiar eso de una buena vez.  Por eso, la manera de cuidarte es mantener tus signos vitales, asegurar que tengas techo y comida  y que alguien ‘más fuerte’ que vos, te cuide. Siempre hay alguien que sabe mejor que una, lo que se debe hacer, cómo se debe vivir y hasta lo que debe comer. Siempre hay alguien recordándote que una persona está sana y tiene todo lo que necesita si tiene signos vitales (sinónimo para ellos de estar vivo), techo y comida.  Lo demás son debilidades bohemias de mujeres con hormonas alteradas y alma de brujas que alguna vez murieron en la hoguera.

Cuando una mujer de cierta edad se queda sola y permanece así por mucho tiempo, los guardianes están al acecho, dispuestos a cuidarte y salvarte.  Si esa mujer que está sola tiene alguna enfermedad crónica y no pudo construir solvencia y estabilidad económica o no se consiguió algún proveedor por el camino que le dejara una herencia interesante; desde los cuatro puntos cardinales las voces sentenciarán que su soledad atenta contra su salud.

Ya, haberme resistido a ser ‘vacíada’ (de mis órganos femeninos) como todas las mujeres de mi familia, ha sido una herejía; imagínate, intentar vivir de mis libros artesanales, mis artesanías y las terapias holísticas, eso es toda una osadía y una locura. Claro, es que llevo unos años difíciles, en los que mi heladera diminuta no siempre está llena y en los que he salido a pedir ayuda, desde mi vulnerabilidad. En un sistema machista y patriarcal, una mujer sin hombre, incapaz de generar buenos números con varios ceros, es considerada débil, ineficiente, incapaz y con algunos patos que no se acomodan en la línea. (Puedes leer después lo que escribí hace algunos años sobre eso.)

Cuando mi abuela mágica se quedó sola, quienes más la amaban, vendieron sus cosas, empacaron lo poco que quedaba en un bolso, y decidieron que a partir de ese momento, debería pasar un tiempo con cada hijo, para estar ‘a salvo’, sin su jardín y sin su libertad. (Puedes leer Claveles en el aire).

Cuando una de mis tías maternas (la única que trabajó toda su vida y tuvo una profesión) se quedó sola, la familia decidió que no era bienvenida en ningún sitio y que su modo de vida era un peligro para ella.  Con su salud mental y física plena, la internaron en un geriátrico; donde se convirtió en un manojo de piel y huesos abatido por la tristeza y sin libertad para disponer qué hacer con su jubilación o sus pertenencias. (Puedes leer Por su bien.)

Y aquí estoy yo, dándoles la razón a quienes vaticinaban “vas a terminar sola como tus tías”, porque a los 15 no quería un novio que pidiera mi mano, y porque siempre tenía demasiadas ínfulas de libertad, demasiada sed de poesía, demasiada necesidad de belleza, demasiada inteligencia usada en pos de lo femenino, demasiada creatividad, demasiada batalla por la libertad, demasiado… (Puedes leer sobre mi adolescencia en Amor Desnudo.)



Mis libertades seguramente no son las tuyas.  Más allá de que el sistema o la sociedad establezca ciertas libertades mínimas, cada persona tiene su propio conjunto de libertades que le permiten expresarse y Ser un Alma con una experiencia espiritual en esta tierra.

Muchas de las libertades que yo defiendo y sostengo, son parte de esta etapa de mi vida (tengo 56), son libertades que no pude ejercer, por ejemplo en mi etapa de maternidad.  Son libertades que me costó aprender a disfrutar en soledad sin sentir culpa o remordimiento, porque la mayoría de los miembros del clan no las tiene y por eso soy un pájaro que merece una buena jaula.


Defiendo la libertad de hacer lo que me gusta.

Defiendo la libertad de tener paz y quietud cuando lo necesito.

Defiendo la libertad de levantarme a la hora que mi cuerpo necesita.

Defiendo la libertad de elegir qué comer y cuando.

Defiendo la libertad de usar el baño y la ducha cuando lo necesito o cuando tengo ganas.

Defiendo la libertad de hacer reposo absoluto cuando mi salud lo necesita.

Defiendo la libertad de tener mis rincones para atender a quien lo necesite o para compartir un momento bonito con quien yo tenga ganas.

Defiendo la libertad de llevar mi día y mis actividades a mi ritmo.

Defiendo la libertad de dormir sin interferencias, sin condicionamientos, sin restricciones, sin horarios ajenos.

Defiendo la libertad de innovar y crear nuevos proyectos y dejar que mi musa me inspire y mi alma lleve el timón de mi vida.

Defiendo la libertad de elegir los aromas, los sabores, los sonidos y los estímulos que me rodean.

Defiendo la libertad de caminar semivestida o desnuda en los días de verano.

Defiendo la libertad de no deberle favores a nadie y no tener que hacer algo a cambio por recibir y techo y comida.

 

Valores que necesitamos reforzar

Respeto

Empatía

Compasión

Unicidad

Cuidado consciente




Susie©

Susana Lorenzo

Susannah Lorenzo

 

Nota: Este texto surge después de haber estado dos días en cama sin poderme mover, apenas levantarme a prepararme un té o alguna cosa para comer (después de la mala noticia y mal momento de lunes a la noche).  Blackie, que no es humano, siempre entiende, siempre comprende y acompaña, él es un guardián cósmico que me ayuda a reciclar y transmutar las energías negativas que recibimos y los golpes de la vida. Él se pone en posición de guardia y recelo antes de que las cosas sucedan, cuando sabe que me afectará o nos afectará.

 Esta crisis no es nueva, ya ha sucedido antes: tener que dejar un lugar, buscar un lugar para vivir que tenga requisitos mínimos y flexibles, tener apenas un garante y no tener recibos de sueldo, seguir con un par de enfermedades crónicas a cuesta y estar lidiando con un par de personajes que vienen haciéndome la vida difícil para que trabaje poco y nada y me vaya de este lugar.

Seguramente hay algo que no termino de aprender y Dios por eso, repite la lección. Antes, cada vez que sucedía, estaba organizando formas de desaparecer de este planeta; ahora me siento, escribo y defiendo mi libertad, le pese a quien le pese.

 Entiendo desde dónde las personas que me aman, quieren cuidarme tanto, tenerme como un velador sobre su mesa de luz o como una planta con signos vitales en algún rincón de su casa.  Las enfermedades crónicas no se curan.  Simplemente, se busca mejorar la calidad de vida y para ello el entorno es crucial: cantidad de horas de sueño, armonía, paz interior y exterior, ausencia de factores estresantes diarios, reducción de relaciones tóxicas; en definitiva cuidar lo que se ve, se lee, se escucha, se absorbe, se comparte y se traga mientras uno come.

 No es rebeldía, me resisto a terminar mis días como mi abuela o mí tía o como la mayoría de las mujeres de la familia (poco felices, amargadas, llenas de frustración y sueños rotos o con problemas  mucho más graves de salud derivados de tantas palabras ahogadas).  Como dice el título de mi blog de crónicas personales: No importa cuánto tiempo vivo, sino cómo vivo.  

Hasta el último aliento, defenderé mi libertad y quien no pueda comprenderlo o acompañarme, puede llamarse a silencio.

Gracias