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jueves, 11 de febrero de 2021

La libertad que nos asusta

 Cuidar la Libertad

“Your freedom will offend others.”

David Hayward

(Tu libertad ofenderá a otros.)



Valores que no se negocian

Silencio

Paz

Armonía

Belleza

Libertad

 

El patriarcado es un sistema regido por energías masculinas y sostenido por hombres y mujeres que creen siempre tener la razón y consideran que la sensibilidad, la empatía, la compasión, la intuición,  la poesía, la creatividad y la magia (rasgos comunes de la energía femenina) son signos de extrema debilidad que nublan la razón e impiden que las personas tomen las decisiones correctas.  Por eso, siempre hay en el sistema alguien en su ‘sano juicio’, con la capacidad intelectual y el nivel de energía masculina suficiente para decidir y actuar por el miembro del clan que ‘está en peligro’.

En el patriarcado, el ‘mas fuerte’ (económicamente o masculinamente hablando) es quien se cree habilitado para decidir sobre la salud, el bienestar, la forma de vida, los hábitos y hasta el manejo de dinero de quien es considerado débil o enfermo según el clan.

En el patriarcado, el Divino Femenino asusta y debe someterse; no es celebrado, honrado ni considerado como Sagrado.



Por supuesto que acabo de elaborar esa definición y no pretendo que estés de acuerdo, todo lo que escribo, lo hago en base a mi experiencia y a mi realidad circundante.

 

“Cuidar es que no taladren paredes cuando necesitamos silencio.

Cuidar es que nos hablen con una mirada que diga “yo estoy acá, para vos”.

Cuidar es que no corran las cortinas para que entre el sol cuando queremos estar un ratito a oscuras.

Cuidar es dejar de lado la violencia que implica anteponer nuestras creencias sobre las verdaderas necesidades del otro.

Cuidar es no invadir, es amar y el amor es rezar en un lugar en el que no tienen miedo de dormir los pájaros.”

Cin Wololo / Estrellada

 

En mi familia hay mucho amor, mucho.  Pero también el sistema del patriarcado está arraigado desde los inicios y nadie parece tener el coraje o las ganas de cambiar eso de una buena vez.  Por eso, la manera de cuidarte es mantener tus signos vitales, asegurar que tengas techo y comida  y que alguien ‘más fuerte’ que vos, te cuide. Siempre hay alguien que sabe mejor que una, lo que se debe hacer, cómo se debe vivir y hasta lo que debe comer. Siempre hay alguien recordándote que una persona está sana y tiene todo lo que necesita si tiene signos vitales (sinónimo para ellos de estar vivo), techo y comida.  Lo demás son debilidades bohemias de mujeres con hormonas alteradas y alma de brujas que alguna vez murieron en la hoguera.

Cuando una mujer de cierta edad se queda sola y permanece así por mucho tiempo, los guardianes están al acecho, dispuestos a cuidarte y salvarte.  Si esa mujer que está sola tiene alguna enfermedad crónica y no pudo construir solvencia y estabilidad económica o no se consiguió algún proveedor por el camino que le dejara una herencia interesante; desde los cuatro puntos cardinales las voces sentenciarán que su soledad atenta contra su salud.

Ya, haberme resistido a ser ‘vacíada’ (de mis órganos femeninos) como todas las mujeres de mi familia, ha sido una herejía; imagínate, intentar vivir de mis libros artesanales, mis artesanías y las terapias holísticas, eso es toda una osadía y una locura. Claro, es que llevo unos años difíciles, en los que mi heladera diminuta no siempre está llena y en los que he salido a pedir ayuda, desde mi vulnerabilidad. En un sistema machista y patriarcal, una mujer sin hombre, incapaz de generar buenos números con varios ceros, es considerada débil, ineficiente, incapaz y con algunos patos que no se acomodan en la línea. (Puedes leer después lo que escribí hace algunos años sobre eso.)

Cuando mi abuela mágica se quedó sola, quienes más la amaban, vendieron sus cosas, empacaron lo poco que quedaba en un bolso, y decidieron que a partir de ese momento, debería pasar un tiempo con cada hijo, para estar ‘a salvo’, sin su jardín y sin su libertad. (Puedes leer Claveles en el aire).

Cuando una de mis tías maternas (la única que trabajó toda su vida y tuvo una profesión) se quedó sola, la familia decidió que no era bienvenida en ningún sitio y que su modo de vida era un peligro para ella.  Con su salud mental y física plena, la internaron en un geriátrico; donde se convirtió en un manojo de piel y huesos abatido por la tristeza y sin libertad para disponer qué hacer con su jubilación o sus pertenencias. (Puedes leer Por su bien.)

Y aquí estoy yo, dándoles la razón a quienes vaticinaban “vas a terminar sola como tus tías”, porque a los 15 no quería un novio que pidiera mi mano, y porque siempre tenía demasiadas ínfulas de libertad, demasiada sed de poesía, demasiada necesidad de belleza, demasiada inteligencia usada en pos de lo femenino, demasiada creatividad, demasiada batalla por la libertad, demasiado… (Puedes leer sobre mi adolescencia en Amor Desnudo.)



Mis libertades seguramente no son las tuyas.  Más allá de que el sistema o la sociedad establezca ciertas libertades mínimas, cada persona tiene su propio conjunto de libertades que le permiten expresarse y Ser un Alma con una experiencia espiritual en esta tierra.

Muchas de las libertades que yo defiendo y sostengo, son parte de esta etapa de mi vida (tengo 56), son libertades que no pude ejercer, por ejemplo en mi etapa de maternidad.  Son libertades que me costó aprender a disfrutar en soledad sin sentir culpa o remordimiento, porque la mayoría de los miembros del clan no las tiene y por eso soy un pájaro que merece una buena jaula.


Defiendo la libertad de hacer lo que me gusta.

Defiendo la libertad de tener paz y quietud cuando lo necesito.

Defiendo la libertad de levantarme a la hora que mi cuerpo necesita.

Defiendo la libertad de elegir qué comer y cuando.

Defiendo la libertad de usar el baño y la ducha cuando lo necesito o cuando tengo ganas.

Defiendo la libertad de hacer reposo absoluto cuando mi salud lo necesita.

Defiendo la libertad de tener mis rincones para atender a quien lo necesite o para compartir un momento bonito con quien yo tenga ganas.

Defiendo la libertad de llevar mi día y mis actividades a mi ritmo.

Defiendo la libertad de dormir sin interferencias, sin condicionamientos, sin restricciones, sin horarios ajenos.

Defiendo la libertad de innovar y crear nuevos proyectos y dejar que mi musa me inspire y mi alma lleve el timón de mi vida.

Defiendo la libertad de elegir los aromas, los sabores, los sonidos y los estímulos que me rodean.

Defiendo la libertad de caminar semivestida o desnuda en los días de verano.

Defiendo la libertad de no deberle favores a nadie y no tener que hacer algo a cambio por recibir y techo y comida.

 

Valores que necesitamos reforzar

Respeto

Empatía

Compasión

Unicidad

Cuidado consciente




Susie©

Susana Lorenzo

Susannah Lorenzo

 

Nota: Este texto surge después de haber estado dos días en cama sin poderme mover, apenas levantarme a prepararme un té o alguna cosa para comer (después de la mala noticia y mal momento de lunes a la noche).  Blackie, que no es humano, siempre entiende, siempre comprende y acompaña, él es un guardián cósmico que me ayuda a reciclar y transmutar las energías negativas que recibimos y los golpes de la vida. Él se pone en posición de guardia y recelo antes de que las cosas sucedan, cuando sabe que me afectará o nos afectará.

 Esta crisis no es nueva, ya ha sucedido antes: tener que dejar un lugar, buscar un lugar para vivir que tenga requisitos mínimos y flexibles, tener apenas un garante y no tener recibos de sueldo, seguir con un par de enfermedades crónicas a cuesta y estar lidiando con un par de personajes que vienen haciéndome la vida difícil para que trabaje poco y nada y me vaya de este lugar.

Seguramente hay algo que no termino de aprender y Dios por eso, repite la lección. Antes, cada vez que sucedía, estaba organizando formas de desaparecer de este planeta; ahora me siento, escribo y defiendo mi libertad, le pese a quien le pese.

 Entiendo desde dónde las personas que me aman, quieren cuidarme tanto, tenerme como un velador sobre su mesa de luz o como una planta con signos vitales en algún rincón de su casa.  Las enfermedades crónicas no se curan.  Simplemente, se busca mejorar la calidad de vida y para ello el entorno es crucial: cantidad de horas de sueño, armonía, paz interior y exterior, ausencia de factores estresantes diarios, reducción de relaciones tóxicas; en definitiva cuidar lo que se ve, se lee, se escucha, se absorbe, se comparte y se traga mientras uno come.

 No es rebeldía, me resisto a terminar mis días como mi abuela o mí tía o como la mayoría de las mujeres de la familia (poco felices, amargadas, llenas de frustración y sueños rotos o con problemas  mucho más graves de salud derivados de tantas palabras ahogadas).  Como dice el título de mi blog de crónicas personales: No importa cuánto tiempo vivo, sino cómo vivo.  

Hasta el último aliento, defenderé mi libertad y quien no pueda comprenderlo o acompañarme, puede llamarse a silencio.

Gracias

 


 

 


 

 





 

 

 


jueves, 18 de junio de 2020

De pobrezas, maquillaje y poder personal

Por aquí en estos lares el mito popular dicta que la pobreza es sinónimo de descuido, desprolijidad, suciedad y por supuesto nada de maquillaje ni accesorios de colores.

Vengo de familia de abuelos pobres y humildes, con un baño o escusado a varios metros de la casa, baño de inmersión en un fuentón grande los domingos y ropas cosidas o remendadas a mano.  Sin embargo, mi abuela mágica siempre se las ingeniaba para oler bonito, se teñía sus labios y sus mejillas con el pétalo de alguna flor y cuando le quedaba un vuelto, se compraba su polvo Angel Face.  Mis tías solteras que nunca conocieron la prosperidad y la abundancia, cada vez que nos enviaban una encomienda en tiempos difíciles, además de alimentos, un billete enrollado para sorprender, apósitos femeninos para poder salir a trabajar y alguna manualidad para hacer y ocupar el tiempo con los niños, enviaban siempre algo de maquillaje, porque decían que si me ponía linda, me iba a sentir mejor.


En esos tiempos en que mis tías enviaban su ayuda cada mes, vivíamos con mis hijos en lugares sin ventanas, con piso de hormigón, paredes frías y húmedas sin pintar y baño sin agua caliente.  Sin embargo, la garrafa que se usaba para cocinar, se usaba para calentar agua, y con un balde preparado y un jarro, cada quien se higienizaba en el baño helado.
Puedo haber pasado frío  y haberme enfermado, lo reconozco, más de una vez, por la condición precaria de mi lavado con balde y jarro.  Aún cuando no tenía ducha, dejaba volcar un jarro de agua caliente desde mi cabeza, recorriendo todo el cuerpo, para imaginar, que estaba un poco más limpia.  El pelo se lavaba, en momentos diferentes, en la pileta de la cocina.
Cuando no he tenido lavarropas, la ropa se ha lavado a mano y tendido en un baño, en una ventana o donde hubiera lugar.  El calzado siempre se ha mantenido limpio, con lo que hubiera disponible en cada ocasión.

Esta cuarentena obligada por la pandemia nos ha mantenido encerrados y nos ha hecho perder a muchos la posibilidad de trabajar de la misma manera que lo hacíamos antes.  La pobreza se ha extendido sin mirar clases, ni estudios, ni preparación académica.  Por otro lado, el encierro, ha sumido a muchos en el desgano, la desidia y la depresión, como si nada valiera el tiempo y la dedicación de lavarse el pelo, depilarse/afeitarse, mantenerse limpio y cuidar el aspecto personal.

¿Por qué la mayoría de las personas en este país cree que para pedir/recibir ayuda hay que oler mal, verse peor y lucir miserable?

¿Por qué la mayoría de las personas sólo se maquilla, se baña y se mantiene presentable y agradable cuando tiene que cumplir con extraños? De repente parece que la moda Robinson Crusoe se hubiera impuesto con  la debida justificación del aislamiento social.


Parte de mi maquillaje superó hace tiempo la fecha de vencimiento.

En todas las culturas antiguas, en los pueblos indígenas de toda América y de otros continentes, el maquillaje, la vestimenta, los accesorios y las joyas, no eran solamente un símbolo de casta o clase social; algunos se usaban para cortejar pero muchos se usaban para prepararse para la guerra, la muerte o los cambios de ciclos en la vida.

Tanto hombres y mujeres se preparaban para tiempos difíciles; la forma de maquillarse y los colores los preparaban para cada ceremonia, ritual o enfrentamiento; como si al pintar símbolos en su rostro o en su cuerpo, le estuvieran hablando al universo de su valentía y sus principios.  Incluso los guerreros/soldados, elegían su mejor armadura, escudo, espada, faja o vincha, para salir a ganar esa batalla tan difícil.  En muchas culturas era común, incluso, untar los cuerpos con aceites aromáticos, no sólo para proteger la piel, sino para 'empoderar' al guerrero y activar su energía de fortaleza indomable ante la adversidad.




Si estamos viviendo una situación de pobreza, limitación o crisis económica, sumirnos en una actitud de miseria y vernos cada día como un ser pobre y miserable, no nos ayudará a salir del pozo oscuro en el que estamos.

Si, por el contrario, cuidamos nuestro aspecto personal, nos vestimos y maquillamos para nosotros mismos, para las pequeñas tareas que realizamos en casa, para salir a comprar un poco de verdura o hacer un trámite simple en el centro, estaremos adoptando una actitud positiva que nos permitirá encontrar más claramente el camino de salida a nuestro laberinto.

Las hormonas del placer se activan con todos los sentidos; al usar un perfume por ejemplo, nuestro sistema nervioso percibe los olores, no solo a través del olfato, sino también a través de todos los poros de la piel y eso genera sensación de bienestar y placer.  Permitirnos disfrutar el vernos y sentirnos bien, a pesar de la realidad que podamos estar viviendo, no va a cambiar inmediatamente nuestra realidad, pero si ayudará a que nuestra predisposición nos permita ver las cosas desde otra perspectiva.


Este esmalte fue el resultado de un canje con otra emprendedora.

Reconozco, tengo períodos en los que la realidad y los problemas me ganan y estoy en modo piyamas durante semanas enteras.  Generalmente cuando me quedo mucho tiempo en esa postura de pobre Susana, qué miserable es tu vida... las cosas no mejoran, sino que empeoran.

Es cierto, la mente y las hormonas de hombres y mujeres funcionan diferente, solo una mujer entendería lo que puede provocar en el estado de ánimo pintarse las uñas y depilarse aunque no veamos a nadie en toda una semana.  Pero estoy segura que el perfume puede afectar a hombres y mujeres por igual, del mismo modo que usar ropa que nos haga sentir cómodos y atractivos o hacer actividades que disfrutemos y activen nuestra alegría.

Condenarnos a la miseria emocional y espiritual porque nuestros números rojos se multiplican abonados por la crisis del país y del mundo, no hará que el universo entero nos tenga pena, se apiade de nosotros y un día nos despierte en la isla de la abundancia.  Revolver el caldo de las penas, lamentarnos y adoptar un semblante de angustia y frustración durante todo el día, puede que convenza a alguien de que necesitamos ayuda, pero no nos servirá para ayudarnos a nosotros mismos y encontrar la llave, la clave y la palabra de acceso para cruzar del otro lado del río.

Soy de las personas que cuando pide ayuda, lo hace porque la situación es mucho más grave de lo que alguien pueda imaginar, pero me da vergüenza contar detalles de cuán grave  y serio es el problema.  Aún a mis 55 estoy aprendiendo a recibir sin sentirme culpable o avergonzada. Nos sirve un plato de comida, una donación que achique las cuentas, un fondo extra en el banco, regalos inesperados o resolución de trámites.

Sin embargo, lo que toda persona necesita es la posibilidad de acceder a una vida mejor a través de sus propios talentos, oficio, trabajo y servicio.  Es decir, en mi caso, preferiría vender todos mis libros que tengo en stock (sin tener que rebajar el precio) y renovar la edición cada mes, antes que salir a pedir ayuda para pagar las cuentas o poder comer algunas semanas.

Mientras tanto, me obligo, me empujo, me arrastro, me aliento a salir de la inactividad de alguna manera creativa: invento nuevos proyectos, siembro nuevas semillas, me maquillo, me perfumo, bailo un rato, elijo la ropa que voy a vestir para mi próximo vídeo, uso vestidos, arreglo mis uñas y trato de disfrutar los momentos que se pueden disfrutar.  


El cuidado personal es un acto de amor propio y de respeto y celebración hacia nuestros Puentes internos y externos.



De ese modo, como una machi que trenza su pelo con cintas de colores, fuma su pipa con parsimonia, cuelga sus collares sobre sus blusas escotadas y rodea sus muñecas con pulseras que anuncian su paso y llaman las energías bonitas del universo, así me preparo para esperar lo que la vida tenga para mí.

Susie
Susannah
Susana

18 de junio de 2020


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