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miércoles, 19 de abril de 2023

Camino a la libertad

 


Desde que era pequeña, quería ser mayor, quería llegar pronto a la vida adulta independiente para vivir de la manera que a mí me gustaba, para poder tomar decisiones y sobre todo para tener la libertad de crear una realidad que aliviara tanto sufrimiento.  En aquella época, para ser mayor de edad, en Argentina, había que cumplir 21 años, parecía un camino larguísimo para alguien que no llega a los 10 años.

Estaba siempre buscando escapar a través de un libro, de una historia, de una abducción extraterrestre o incluso a través de la muerte cuando ya era adolescente.  Creo que cuando somos ‘fugitivos’, aunque sea desde el plano mental y emocional, perdemos la claridad del momento presente, tenemos la percepción velada de lo que sucede a nuestro alrededor.  Es decir, estamos tan absortos en la vida que nos gustaría tener, que perdemos energía, claridad y sentido de alerta para detectar las verdaderas intenciones de las personas a nuestro alrededor.  O quizá, nos creemos poco merecedores de algo mejor y aceptamos más de lo que nos asfixia, nos aprisiona, nos condiciona y nos impide desplegar nuestras alas.

Antes de cumplir 18 años, ya me habían arrebatado gran parte de mis ilusiones y sueños de vida.  Algunos traumas pueden crear una nueva cárcel mental de culpa, vergüenza y sometimiento.  Entonces, antes de cumplir mi mayoría de edad legal a los 21, había renunciado a mis deseos de libertad y había perfeccionado la práctica de mimetizarme, esconder mis alas y apagar mi luz.




Sin embargo, mi mente siempre barajaba la posibilidad de encontrar esa libertad en otro país o incluso en otra dimensión.  Creía que si lograba apartarme totalmente de las personas que me hacían daño, lograría conocer la felicidad y la paz completa.  Pero la tormenta, el dolor y el caos estaban dentro de mí, y sin importar donde fuera, me llevaría conmigo todo aquello que me hacía padecer.

Aunque comencé mi viaje de sanación personal cuando cumplí 40, fue recién después de los 50 que pude realmente mirar en las profundidades de mi ser y comprender que nada allí afuera cambiaría hasta que yo cambiara mi forma de mirar, pensar, sentir y vivir.  Fue un descubrimiento doloroso y revelador, aceptar que mi cárcel había estado construida siempre a partir de expectativas, ilusiones, espejismos, proyecciones de otras personas, juicios intrusos que yo consideraba importantes, miedos propios y ajenos, falta de amor propio y un profundo sentido de desconfianza y falta de fe.

La década de los 50 ha sido la única etapa de mi vida en la que me he sentido plena y consciente de disfrutar mi verdadera edad;  sin querer ser otra, ni más joven, ni más vieja, simplemente lo que me tocaba ser y elegía ser en ese momento.  A partir de los 50 tuve el valor de crear Puentes, de mostrar mis alas, mis dones y mis talentos escondidos y de comenzar un viaje de amor propio que me llevó a encontrarme con Dios desde otro lugar y de otra manera.




Siento que comencé una nueva vida, que emprendí por fin el camino a la libertad que tanto había anhelado como algo inalcanzable.  La libertad estaba y está dentro de mí.

Confieso que de vez en cuando se me escapa algún mecanismo antiguo de co-dependencia o de búsqueda de aceptación: bajo la intensidad de mi luz, repliego las alas o me encierro en torres de silencio.  Esos altos y bajos, esa inconstancia en el proceso solía exasperarme y sumirme en crisis de frustración y fracaso.  Pero he aprendido que no se puede modificar en un par de años, lo que estuvo arraigado y sostenido durante medio siglo.  No se aprende a caminar en dos días, no se recuerda cómo volar con solo desearlo.  Hará falta realizar un par de vuelos fallidos, aterrizajes forzosos y accidentes por falta de pericia.  Será necesario entender que la mayor torpeza es agitar las alas constantemente, el vuelo más bello es el del ave que sabe planear y dejarse llevar por las corrientes de aire.

A punto de cumplir 59 años, siento el entusiasmo de aumentar mis horas de vuelo y disfrutar mis cielos internos que antes desconocía.  Claro que hay veces en que siento la nostalgia de quedarme con las ganas de cosas que ya no sucederán  e incluso algunos momentos de melancolía por sueños pendientes que parecen no llegar.  A pesar de eso, sería bonito sentarme con aquella niña fugitiva, con aquella adolescente atormentada o con aquella mujer joven abatida, para mostrarles esta mujer madura que ejerce su libertad con una valentía impensada.

Acercándome a los 60, como inicio de la ancianidad, estoy lejos de ser quien imaginaba ser a esta edad.  Mi vida en nada se parece a aquellas proyecciones tempranas condicionadas por expectativas ajenas.  Probablemente nadie, ni yo misma, podrían haber anticipado esta versión de Susannah.  Contra todo pronóstico, logré reescribir mi historia de mil y unas maneras diferentes, para sellar por primera vez mi pasaporte con la marca de mis alas.




Cada día es un nuevo desafío: aprender a vivir sin pedir permiso o esperar reconocimiento, mirarme al espejo con amor y respeto, disfrutar las huellas que el tiempo y la vida dejaron en mi cuerpo, ejercer el perdón y la gratitud, practicar la compasión, elegir cómo vivir cada momento, transformar las heridas en poesía, abandonar cualquier expectativa de convencer o persuadir a otros, esforzarme menos y simplemente Ser quien soy amando mis imperfecciones y mis maravillas.

Gracias.  Gracias.  Gracias.

Susannah Lorenzo© / Tejedora de Puentes

Susie / La niña que descubrió el universo dentro de su corazón

19 de abril de 2023




miércoles, 23 de febrero de 2022

Cuando el pasado llama

 

De repente, en plena semana del Portal (22/22), aparecieron personas del pasado: en sueños y en vivo y en directo.

Dos o más no es casualidad, es coincidencia y representa siempre un patrón.

¿Van a pedir perdón? – No.

¿Van a remediar lo que hicieron en su momento? – No.

¿Van a cambiar su actitud? – Probablemente no.

¿Van a cambiar mi realidad? – No.

¿Van a aportar algo positivo en mi vida actual? – Solo Dios sabe. 




Es un Portal Espejo y eso significa que como es adentro es afuera y como es arriba es abajo.

Mucho de lo que se muestra a nuestro alrededor en estos tiempos, es solo el reflejo en el Espejo de lo que aún habita en nuestro interior.


¿A qué vinieron las personas del pasado?


      A mostrarme en el espejo que aún tengo heridas sin sanar, que aún espero sus disculpas, que aún los creo en deuda conmigo (de un modo u otro), que las heridas fueron causadas por mis expectativas, que mi ego aún los culpa por sus actos y omisiones, que cada quien hace lo que puede y como puede desde su nivel de consciencia, que lo que debe cambiar no es la actitud de ellos sino mis pensamientos y sentimientos hacia ellos.


Hay un dicho en inglés que cuando el pasado nos llama (a través de un mensaje, una visita o una llamada real), no tiene nada nuevo para decirnos.




Es normal perder vínculos, amistades, relaciones y cercanía cuando cada quien escoge diferentes caminos y evoluciona a diferentes ritmos. Cuando nuestra vibración cambia, cuando comenzamos a ser coherentes con nuestra Alma y nuestro corazón y nuestra mente hablan el mismo idioma, muchas personas se quedan en el camino.  En realidad, habitan una dimensión en la que ya no estamos, probablemente sigan relacionados con una versión de nosotros que ya no existe; seguramente nos critican y juzgan porque ‘nos han perdido’, porque ya no somos lo que ellos creían que éramos, porque en nuestro vuelo, no siempre caminamos con pedestres  o porque recordamos idiomas que ellos aún mantienen olvidados.

Sin embargo, si el vínculo fue muy intenso, cada tanto golpean a nuestra puerta, envían un mensaje, intentan restablecer el Puente, ignoran los destrozos y caminan ciegos y dormidos por la sombra de un jardín que ya no existe.

Intentan retenernos, arrastrarnos, sujetarnos, cuelgan lastre en nuestras Alas y dibujan espejismos en el camino; no porque deseen el mal en nuestra vida, sino porque añoran nuestra compañía, las emociones que compartimos, el bienestar que regalamos, la Paz que conocieron. No pueden adaptarse a nuestra velocidad, a nuestra intensidad, a nuestra multiplicidad o nuestra capacidad de volar diferentes cielos o habitar diferentes dimensiones.  Están aterrados de abandonar sus jaulas y nuestros vuelos osados les recuerdan sus miedos y de algún modo temen por nuestro aletear en espacios desconocidos que sus ojos no alcanzan.




No pueden, no saben, no están listos, no quieren o no comprenden.

No es nuestra obligación guiarlos, salvarlos o liberarlos.

No deberíamos juzgarlos, condenarlos o culparlos.

No somos mejores ni peores; somos simplemente diferentes, a veces, demasiado diferentes como para poder compartir el mismo tiempo y espacio.

Solo podemos amarlos en la distancia, bendecir sus corazones y rezar porque algún día puedan encontrar su propia Paz sin envidiar la nuestra.

Susannah Lorenzo© / Tejedora de Puentes

 

viernes, 24 de septiembre de 2021

Bajar de un hondazo

 (Estaba buscando la definición correcta de esta expresión para compartir con quienes me leen desde otros países y descubrí que hay un libro con ese título e incluso una canción.)

Bajar de un hondazo se usa como una metáfora cuando tenemos algún sueño bonito y quizá un poco loco para otras personas, y alguien lo destruye con una actitud o un comentario. Es equivalente a la expresión 'pinchar el globo'.



Esa expresión proviene de una costumbre o práctica que se les enseña, sobre todo a los niños varones, para iniciarlos en la caza y en actividades masculinas que demuestran ‘valentía’ y ‘destreza’.  La ‘diversión’ consiste en bajar de un hondazo a pájaros en vuelo, no porque vayan a comerlos, sino por el simple hecho de matarlos para que ya no vuelen y exhibir sus presas de caza.

Creo que la práctica de cazar animales solo por el placer de matarlos, viene de una cobardía oculta que incita a los hombres a empoderarse a fuerza de destruir a los débiles.  En el caso particular de los pájaros, creo que el mensaje es doble, porque el pájaro puede volar y al bajarlo de un hondazo,  el ‘ser humano’ que lo mata en vuelo se cree más poderoso, porque desde su limitación pedestre, anula el vuelo de un ser que a nadie lastima.

Esta imagen acompaña un poema precioso que encontré.



Luego de una reciente caída después de un ataque energético y emocional, tuve la sensación clara y consciente de que me habían bajado de un hondazo y no era la primera vez.  Cada vez que despliego mis alas de colores, mi luz brilla intensamente y yo me desnudo de miedos y prejuicios, hay siempre alguna persona dispuesta (del entorno familiar) a bajarme de un hondazo por mi propia seguridad y por mi propio bien.

Cuando quedo débil y destruida energéticamente,  busco escuchar audios y meditaciones o ver vídeos que me ayuden a volver a mi centro y conectarme con la energía que alimenta mis sueños y mi propósito.  Fue así que llegué a una entrevista muy interesante que le hicieron a Jorge Lozano H. (un orador, emprendedor, artista y escritor que da consejos de empoderamiento especialmente para mujeres, siempre desde el humor).

En la entrevista, Jorge Lozano habla sobre la importancia del entorno familiar para las personas creativas (diferentes) o con inclinaciones artísticas. Se emociona al compartir como su mamá ha estado siempre en primera fila ‘echándole porras’, aún cuando nadie creía en él, ni siquiera él mismo.



Recuerdo que cuando era niña tenía una necesidad imperiosa de sentirme liviana y flexible, ansiaba aprender a bailar, soñaba con trabajar en un circo como trapecista.  Mi familia nunca fue ni artística, ni musical, ni atlética, sino por el contrario, totalmente pedestre, aficionada a los hondazos, a las jaulas y a la vida perfectamente conservadora, controlada y recatada.

Los innumerables esfuerzos por encorsetarme, normalizarme, repararme (como si estuviera descompuesta o fallada), amordazarme, controlarme e incluso mutilar mi alas, han resultado en distanciamientos, enfrentamientos, condenas, y sobre todo en crisis depresivas por mi lado.

Las porras, celebraciones y elogios han llegado cuando he cumplido con mis roles preestablecidos o me he destacado en oficios que enorgullecen a una familia pedestre: profesora de inglés o intérprete simultánea.



En todo lo demás, que tiene que ver con mis pasiones, mi creatividad, mi sensibilidad y mi intuición, creo que he caminado siempre sobre la cuerda floja, sin la prestancia y la destreza con la que lo hacen los artistas de los circos.

Cuando dejo que Dios me guíe, cuando llueven señales y estrellas para confirmar mi sendero, cuando mi Alma despliega sus alas y mis colores únicos brillan con un brillo inusitado, entonces, yo puedo caminar en paz por la cuerda, sin miedos ni dudas.  Puedo bailar, puedo avanzar sin mirar hacia el abismo, puedo disfrutar el viaje sin certezas ni destino y puedo sentirme inmensamente feliz de ser yo, de ser quien Yo Soy.

Mas cuando la muchedumbre aplaude y hay cantos de alegría por mi danza y mis versos;  y las luces pueden verse desde distancias lejanas, llegará algún mensajero, embajador fiel a las convenciones del clan familiar y con su destreza innata me bajará de un hondazo.  Bastará una palabra certera, una lluvia de sermones, una letanía de reclamos y un corazón anudado por frustraciones y miedos.

Artist: Christian Schloe

Entonces, yo dudaré de mi misma, (sí, otra vez) miraré hacia abajo, me temblarán las piernas, se agitará mi latido, se nublará mi vista y la cuerda por donde camino se sentirá hostil e insegura.  Miraré la mano que sostiene la honda (resortera), la dejaré hacer, expondré mi pecho sin armadura alguna y permitiré que el golpe me devuelva a la tierra de los simples mortales.

Es que cuando las personas que nos aman no saben de vuelos, ni escuchan a los ángeles cantar a sus oídos; creen que su deber es cuidarnos y protegernos de toda esa magia desconocida de la que ellos huyen; creen que es su obligación salvarnos de nosotros mismos y mantenernos a nivel pedestre, quietos, mudos y por sobre todo civilizadamente apagados y normales.

Photo by Lucose Chen


"La soledad no llega por no tener personas a tu alrededor, sino por no poder comunicar las cosas que te parecen importantes a ti, o por mantener ciertos puntos de vista que otros consideran inadmisibles."
Carl Jung

Después de 57 años, entiendo que no lo hacen de maldad, que lo hacen por mi bien, que actúan desde el miedo, la frustración y el dolor, pero no puedo ni debo permitirlo.  Porque luego del hondazo, ellos siguen tranquilos con su vida, aliviados de haberme abierto los ojos con insultos o reclamos poco felices, confiados de que finalmente entenderé el mensaje y viviré como ellos quieren que vivan.  Pero no se quedan a recoger los destrozos, no se percatan de mis alas desplumadas y sangrantes yaciendo en un suelo duro y frío, no tienen manera de ayudarme a encender las luces nuevamente o recuperar la energía que me hace sentir viva o transmutar la energía negativa que recibo de las personas que tanto amo y tanto me aman. No pueden, no saben, no comprenden.

Así como acepto y respeto su manera de ser y ya no pretendo que cambien; del mismo modo, me dispongo a aceptar, respetar y honrar mi manera de ser y no permitir que nadie intente cambiarla.

A veces, la distancia es la única manera, de poder sobrevivir sin ser quemada en la hoguera, o sin ser bajada de un hondazo.

Tejedora de Puentes
Desde la valentía de los 57

Artist: Maya Lindberg


“Es necesario ver la sombra, el lado oscuro de nuestro árbol y tener la fortaleza para alejarnos de lo que nos ha dañado, tenemos que ser nuestra prioridad y dejar de sufrir por familiares que solo nos roban la energía, cada quien que se haga cargo de su vida, reconócelos, pero no formes parte de sus heridas, su ira, su abandono, su hipocresía, su manipulación.”


Artist: Catrin Welz Stein



martes, 25 de mayo de 2021

Suficiente

 

Debería ser suficiente:

·         No estoy en la calle ni a la intemperie.  Duermo cada noche en un lugar seguro, aún sobre mi cómoda cama.

·         Puedo regalarle a mi cuerpo dolorido una ducha caliente cada día.

·         Mis actividades me han permitido comprar los alimentos que me hacen bien y elegir qué comer.

·         Aún conservo todas mis pertenencias aunque estén amontonadas sin poder darles uso.

·         He podido invertir en insumos para seguir creando.

·         Hay personas amorosas que están pendientes y me cuidan aquí sin quitarme el aire.

·         Algunos días puedo caminar en el parque cerca del río y he recuperado una armonía física que había perdido hace mucho tiempo.

·         Tengo y espacio y tranquilidad para realizar algunas de mis actividades.

·         Nadie me corre, nadie me apura, ni hay fechas que cumplir.

Debería ser suficiente, pero no lo es.



Consolarse con que podría ser peor, es resignarse que no puede ser mejor.

No es mi espacio, no es mi lugar, no son mis hábitos, no son mis horarios, no es mi energía, no son mis cosas.

Miro mis cosas: los bultos, muebles, electrodomésticos y cajas  amontonadas.  Me asfixian, me agobian, me quitan espacio para moverme y les quitan espacio a otros para disponer de sus rincones.  Las miro y me cuesta imaginar que tendré pronto un lugar donde acomodar todo.

A veces, tengo la energía y el entusiasmo para trabajar, crear, planificar y seguir sembrando.

Otras veces, quiero dormir hasta que Dios acomode mi vida.

Y algunas veces, quiero salir corriendo, despojarme de todo y desaparecer sin dejar rastro.

No es ingratitud, estoy inmensamente agradecida.

Apenas ayer, hice una publicación en el blog de mi página web con un balance de las bendiciones en estas tres primeras semanas en San Luis.

Agradezco y bendigo, pero no alcanza.

Para alquilar un lugar apropiado para vivir y trabajar hacen falta números, resultados concretos, soluciones tangibles y algo más que fe y buena actitud.



Sí, estaba convencida que en un mes podría generar dinero suficiente para pagar mis gastos y además ahorrar para mes de alquiler, mes de depósito y gastos de mudanza.  Quedan apenas 6 días para que termine mayo y eso no ha sucedido aún.

Me sé toda la teoría, me la repito todos los días: Dios todo lo puede, Dios siempre tiene planes que ignoramos, la paciencia y la calma es lo único que puede salvarnos…

También sé que estamos en pandemia y en confinamiento (en Argentina) y que es un mal momento para todos.

No me interesa, no me importa, no me alcanza, no me sirve.

Tengo 56 años y reclamo mi derecho a vivir dignamente, a ejercer mi libertad plenamente, a disfrutar mi vida, a elegir cómo y cuándo; a ser yo sin apocarme, encogerme, apagarme o volverme invisible.

¿Qué haría si tuviera suficiente dinero?

Elegiría alguno de los lugares que realmente me gusta para alquilar, no me importaría si tuviera que pagar comisión y mes de depósito o no me preocuparía por calcular cuántos libros tengo que vender para pagar cada mes o por cuántos requisitos no cumplo.



Hoy, me duele el pecho y el río de mis lágrimas se desborda ante el menor detalle.

Hoy, me duele Blackie que deambula perdido, sintiéndose abandonado. 

Hoy, me duelen las personas que amo y que están convencidas que merezco todo lo que me sucede por no hacer lo que ellos aprueban.

Hoy, me colma la frustración y la impotencia, todas las semillas que aún no han germinado y desbordan vida bajo una tierra agreste y oscura.

Hoy, me apena vivir en este país y sentirme una refugiada sin derechos ciudadanos.

Hoy, me duele la indiferencia de quienes condenan mis decisiones.

La vida es para vivirla plenamente, no para sobrevivir con migajas.

Las alas son para volar y el cielo, el cielo es inmensamente infinito, para recordarnos que sola la mezquindad humana construye fronteras y destruye Puentes.

Susie

Susannah Lorenzo©

Puentes en reconstrucción

Dejo el enlace para la entrada que escribí con el balance de las 3 Semanas.



jueves, 11 de febrero de 2021

La libertad que nos asusta

 Cuidar la Libertad

“Your freedom will offend others.”

David Hayward

(Tu libertad ofenderá a otros.)



Valores que no se negocian

Silencio

Paz

Armonía

Belleza

Libertad

 

El patriarcado es un sistema regido por energías masculinas y sostenido por hombres y mujeres que creen siempre tener la razón y consideran que la sensibilidad, la empatía, la compasión, la intuición,  la poesía, la creatividad y la magia (rasgos comunes de la energía femenina) son signos de extrema debilidad que nublan la razón e impiden que las personas tomen las decisiones correctas.  Por eso, siempre hay en el sistema alguien en su ‘sano juicio’, con la capacidad intelectual y el nivel de energía masculina suficiente para decidir y actuar por el miembro del clan que ‘está en peligro’.

En el patriarcado, el ‘mas fuerte’ (económicamente o masculinamente hablando) es quien se cree habilitado para decidir sobre la salud, el bienestar, la forma de vida, los hábitos y hasta el manejo de dinero de quien es considerado débil o enfermo según el clan.

En el patriarcado, el Divino Femenino asusta y debe someterse; no es celebrado, honrado ni considerado como Sagrado.



Por supuesto que acabo de elaborar esa definición y no pretendo que estés de acuerdo, todo lo que escribo, lo hago en base a mi experiencia y a mi realidad circundante.

 

“Cuidar es que no taladren paredes cuando necesitamos silencio.

Cuidar es que nos hablen con una mirada que diga “yo estoy acá, para vos”.

Cuidar es que no corran las cortinas para que entre el sol cuando queremos estar un ratito a oscuras.

Cuidar es dejar de lado la violencia que implica anteponer nuestras creencias sobre las verdaderas necesidades del otro.

Cuidar es no invadir, es amar y el amor es rezar en un lugar en el que no tienen miedo de dormir los pájaros.”

Cin Wololo / Estrellada

 

En mi familia hay mucho amor, mucho.  Pero también el sistema del patriarcado está arraigado desde los inicios y nadie parece tener el coraje o las ganas de cambiar eso de una buena vez.  Por eso, la manera de cuidarte es mantener tus signos vitales, asegurar que tengas techo y comida  y que alguien ‘más fuerte’ que vos, te cuide. Siempre hay alguien que sabe mejor que una, lo que se debe hacer, cómo se debe vivir y hasta lo que debe comer. Siempre hay alguien recordándote que una persona está sana y tiene todo lo que necesita si tiene signos vitales (sinónimo para ellos de estar vivo), techo y comida.  Lo demás son debilidades bohemias de mujeres con hormonas alteradas y alma de brujas que alguna vez murieron en la hoguera.

Cuando una mujer de cierta edad se queda sola y permanece así por mucho tiempo, los guardianes están al acecho, dispuestos a cuidarte y salvarte.  Si esa mujer que está sola tiene alguna enfermedad crónica y no pudo construir solvencia y estabilidad económica o no se consiguió algún proveedor por el camino que le dejara una herencia interesante; desde los cuatro puntos cardinales las voces sentenciarán que su soledad atenta contra su salud.

Ya, haberme resistido a ser ‘vacíada’ (de mis órganos femeninos) como todas las mujeres de mi familia, ha sido una herejía; imagínate, intentar vivir de mis libros artesanales, mis artesanías y las terapias holísticas, eso es toda una osadía y una locura. Claro, es que llevo unos años difíciles, en los que mi heladera diminuta no siempre está llena y en los que he salido a pedir ayuda, desde mi vulnerabilidad. En un sistema machista y patriarcal, una mujer sin hombre, incapaz de generar buenos números con varios ceros, es considerada débil, ineficiente, incapaz y con algunos patos que no se acomodan en la línea. (Puedes leer después lo que escribí hace algunos años sobre eso.)

Cuando mi abuela mágica se quedó sola, quienes más la amaban, vendieron sus cosas, empacaron lo poco que quedaba en un bolso, y decidieron que a partir de ese momento, debería pasar un tiempo con cada hijo, para estar ‘a salvo’, sin su jardín y sin su libertad. (Puedes leer Claveles en el aire).

Cuando una de mis tías maternas (la única que trabajó toda su vida y tuvo una profesión) se quedó sola, la familia decidió que no era bienvenida en ningún sitio y que su modo de vida era un peligro para ella.  Con su salud mental y física plena, la internaron en un geriátrico; donde se convirtió en un manojo de piel y huesos abatido por la tristeza y sin libertad para disponer qué hacer con su jubilación o sus pertenencias. (Puedes leer Por su bien.)

Y aquí estoy yo, dándoles la razón a quienes vaticinaban “vas a terminar sola como tus tías”, porque a los 15 no quería un novio que pidiera mi mano, y porque siempre tenía demasiadas ínfulas de libertad, demasiada sed de poesía, demasiada necesidad de belleza, demasiada inteligencia usada en pos de lo femenino, demasiada creatividad, demasiada batalla por la libertad, demasiado… (Puedes leer sobre mi adolescencia en Amor Desnudo.)



Mis libertades seguramente no son las tuyas.  Más allá de que el sistema o la sociedad establezca ciertas libertades mínimas, cada persona tiene su propio conjunto de libertades que le permiten expresarse y Ser un Alma con una experiencia espiritual en esta tierra.

Muchas de las libertades que yo defiendo y sostengo, son parte de esta etapa de mi vida (tengo 56), son libertades que no pude ejercer, por ejemplo en mi etapa de maternidad.  Son libertades que me costó aprender a disfrutar en soledad sin sentir culpa o remordimiento, porque la mayoría de los miembros del clan no las tiene y por eso soy un pájaro que merece una buena jaula.


Defiendo la libertad de hacer lo que me gusta.

Defiendo la libertad de tener paz y quietud cuando lo necesito.

Defiendo la libertad de levantarme a la hora que mi cuerpo necesita.

Defiendo la libertad de elegir qué comer y cuando.

Defiendo la libertad de usar el baño y la ducha cuando lo necesito o cuando tengo ganas.

Defiendo la libertad de hacer reposo absoluto cuando mi salud lo necesita.

Defiendo la libertad de tener mis rincones para atender a quien lo necesite o para compartir un momento bonito con quien yo tenga ganas.

Defiendo la libertad de llevar mi día y mis actividades a mi ritmo.

Defiendo la libertad de dormir sin interferencias, sin condicionamientos, sin restricciones, sin horarios ajenos.

Defiendo la libertad de innovar y crear nuevos proyectos y dejar que mi musa me inspire y mi alma lleve el timón de mi vida.

Defiendo la libertad de elegir los aromas, los sabores, los sonidos y los estímulos que me rodean.

Defiendo la libertad de caminar semivestida o desnuda en los días de verano.

Defiendo la libertad de no deberle favores a nadie y no tener que hacer algo a cambio por recibir y techo y comida.

 

Valores que necesitamos reforzar

Respeto

Empatía

Compasión

Unicidad

Cuidado consciente




Susie©

Susana Lorenzo

Susannah Lorenzo

 

Nota: Este texto surge después de haber estado dos días en cama sin poderme mover, apenas levantarme a prepararme un té o alguna cosa para comer (después de la mala noticia y mal momento de lunes a la noche).  Blackie, que no es humano, siempre entiende, siempre comprende y acompaña, él es un guardián cósmico que me ayuda a reciclar y transmutar las energías negativas que recibimos y los golpes de la vida. Él se pone en posición de guardia y recelo antes de que las cosas sucedan, cuando sabe que me afectará o nos afectará.

 Esta crisis no es nueva, ya ha sucedido antes: tener que dejar un lugar, buscar un lugar para vivir que tenga requisitos mínimos y flexibles, tener apenas un garante y no tener recibos de sueldo, seguir con un par de enfermedades crónicas a cuesta y estar lidiando con un par de personajes que vienen haciéndome la vida difícil para que trabaje poco y nada y me vaya de este lugar.

Seguramente hay algo que no termino de aprender y Dios por eso, repite la lección. Antes, cada vez que sucedía, estaba organizando formas de desaparecer de este planeta; ahora me siento, escribo y defiendo mi libertad, le pese a quien le pese.

 Entiendo desde dónde las personas que me aman, quieren cuidarme tanto, tenerme como un velador sobre su mesa de luz o como una planta con signos vitales en algún rincón de su casa.  Las enfermedades crónicas no se curan.  Simplemente, se busca mejorar la calidad de vida y para ello el entorno es crucial: cantidad de horas de sueño, armonía, paz interior y exterior, ausencia de factores estresantes diarios, reducción de relaciones tóxicas; en definitiva cuidar lo que se ve, se lee, se escucha, se absorbe, se comparte y se traga mientras uno come.

 No es rebeldía, me resisto a terminar mis días como mi abuela o mí tía o como la mayoría de las mujeres de la familia (poco felices, amargadas, llenas de frustración y sueños rotos o con problemas  mucho más graves de salud derivados de tantas palabras ahogadas).  Como dice el título de mi blog de crónicas personales: No importa cuánto tiempo vivo, sino cómo vivo.  

Hasta el último aliento, defenderé mi libertad y quien no pueda comprenderlo o acompañarme, puede llamarse a silencio.

Gracias

 


 

 


 

 





 

 

 


martes, 9 de febrero de 2021

Sin tablero

 Sí, otra vez: las paredes desnudas, la hoja en blanco, las aguas inciertas, el camino sin destino, los cazadores de libertades, la vida que ha de caber solo en cajas, el salto al vacío, las certidumbres que se desmoronan y el tablero que cambia de reglas y peones.

A los 56, una espera ser la Reina que se mueve en cualquier dirección, que no se somete a la voluntad finita de los Alfiles y tampoco se resigna a sucumbir en una Torre donde las alas se mutilan ante condenas pedestres.

Sí, la vida es como un gran tablero de ajedrez y Dios se entretiene desbaratando el tablero y provocando en cada pieza sus oscuridades y luces.

Si lo pienso, cada vez que jugaba al ajedrez, prefería ser las ‘negras’, esas que nadie elige.  Tenía la sensación de que las ‘blancas’ podían ser lobos disfrazados de cordero y que su inmaculado color era apenas una estrategia.

De algún modo, en la vida, es un recursos poderoso moverse entre las piezas oscuras de las huestes que no tienen paz; reconocer los matices, identificar estrategias y esconder nuestra Luz hasta que en una jugada magistral, nadie dude el poder de nuestra magia.

Susie

Susana Lorenzo©

09 de febrero de 2021




jueves, 30 de abril de 2020

Jaulas

🐦En la casa de una de mis abuelas, había jaulas pequeñas, grandes y medianas, con pájaros de diferentes especies y colores.

Había muchas mantas gruesas y oscuras para taparlos al atardecer, por si acaso se les ocurría cantar a deshora.

Algunas jaulas colgaban de las paredes y otras, las pajareras, eran como casas alineadas a lo largo de la galería con suelo apisonado de tierra.

Cuando era niña y me dejaban ahí por días o semanas, a mi me gustaba caminar distraídamente cerca de las pajareras. Sutilmente y con cuidado corría los pestillos y seguros, dejando apenas entreabiertas las pequeñas puertas.

Los pájaros comenzaban a agitarse sin estar muy seguros de qué hacer.

Su instinto les recordaba cielos libres perdidos en la línea de ancestros.

Sus miedos y su falta de pericia para abrir la puerta, los alborotaba y los hacía golpear sus alas contra el metal.

Entonces, mis tías o mi abuela, o todas ellas juntas, me acusaban de alterar la calma de los pájaros.

Siempre desconfiaban de mis argumentos sobre puertas mal cerradas.

Yo siempre me iba a dormir soñando con que un día todos esos pájaros volaban, estrenaban sus alas y podían cantar aunque mi abuela tuviera un mal día.



Creo que aún en la vida adulta, siento la necesidad de abrir los candados, inaugurar ventanas o regalar pinceles para que otras personas dibujen sus propios cielos.

Entonces, hay justificaciones e indultos para los carceleros y las jaulas de papel se sostienen en el miedo atroz de conocer caminos qué solo se sostengan en nuestros pasos.

🐦Como cuando era niña, el ave me mira confundida y se niega a saltar hacia la infinita incertidumbre donde todo es posible. Los carceleros me acusan, se mofan y con un poco de alpiste, me ganan la batalla.

🌷Susannah Lorenzo
Tejedora de Puentes
Tejedora de Cielos



#libertad
#miedo
#jaula


viernes, 3 de enero de 2020

Madre Doliente

“Si sufres es que estás dormido.  Me dirás que el dolor existe.  Si, es verdad que el dolor existe, pero no el sufrimiento.  El sufrimiento no es real, sino una obra de tu mente.  Si sufres,es que estás dormido porque, en sí, el sufrimiento no existe, es un producto de tu sueño; y si estás dormido verás a un Jesús dormido, que tú te has imaginado, que nada tiene que ver con el Jesús real, y eso puede ser muy peligroso.”
Anthony De Mello


Creo que muchas mujeres sufrimos el síndrome de la Virgen María; pero no somos la Madre María y nuestros hijos no son Jesús el Nazareno.

Si bien es cierto que Jesús ya estaba grande para decidir qué hacer con su vida a los 33 años (y los 33 de antes, no eran como los de ahora), creo que María lloraba al pie de la cruz por el dolor físico de su hijo pero también porque como madre, ya no podía tenerlo junto a ella.

De ahí heredamos la Madre Doliente, y toda buena madre se jacta de haber llorado y sufrido por sus hijos.

¿Qué hubiera sido de la historia si María se hubiera ido a hacer yoga con sus amigas o se hubieran tomado algún vino en una boda mientras Jesús sufría las consecuencias de su propia elección?

El dicho 'llorar como una Magdalena' viene de que María Magdalena también lloró al pie de la cruz el amor por su maestro.

Cuando nuestros hijos son pequeños, es normal y natural que toda nuestra energía se ocupe de ellos, sus emociones nos invadan como si fueran propias y nuestros ritmos de vigilia dependan de su respiración.

Prolongar esa relación y esa simbiosis más allá de los 20 y de los 30 es crear una co-dependencia que destruye alas y desdibuja la misión que cada quien trae a esta vida.

Hubo un tiempo en el que yo disfrutaba ser esa madre doliente capaz de sufrir intensidades de dolor inimaginables.  Pero ni el éxtasis del dolor más magnánimo puede garantizar la felicidad de nuestros hijos y mucho menos la nuestra.




“El dolor nos lleva a buscar las causas de las cosas, mientras que la felicidad induce a la tranquilidad y a no volver la mirada atrás.”
Stefan Zweig

A medida que mis hijos se acercaban a los 33, yo me sentía más cerca de María y pensaba que mi abnegación merecía mi parte del cielo.  Había perdido el gozo de ser madre y la alegría de estar viva.

Sigo presintiendo y sintiendo sus emociones como si fueran mías pero elijo mantenerlas fuera de mi corazón para poder respirar, para poder ser y volar libre para manifestar mi esencia en este planeta y ser Yo, además de ser la madre de mis tres hijos (34, 33, 32).

Mientras los criaba, intentaba siempre que fueran libres, que pudieran elegir su religión, profesión o modo de vida.  Creo que mi cuento de madre feliz no imaginaba que la libertad también implicaba la libertad sobre cómo sufrir o como aprender.

Históricamente, vengo de una familia de mujeres dolientes que han muerto tristes y enfermas, algunas enojadas y otras abnegadas y resignadas; pero ninguna plena y feliz, satisfecha con su vida como mujer.  Y esas mujeres a su vez, decretaron que sus hijas debían sufrir tanto como ellas para que supieran lo que era ser una buena madre.  Y los hijos y las hijas debían acompañar a sus madres en sus amargos finales porque ellas habían renunciado a todo para ser sus madres.

“Cada uno es tan infeliz como cree.”
Giacomo Leopardi

Ya saben, soy escritora y me gustan las metáforas Si mis hijos van y se consiguen la madera, construyen una cruz en el fondo de su casa y le guiñan el ojo a un par de Romanos (en todo pueblo o ciudad son fáciles de encontrar) para que les claven un clavo cada día; y además se quejan porque no les pusieron una corona de espinas, pues no, ya no...

Elijo no ser la madre doliente porque es la suerte que cada quien se ha fabricado y construye afanosamente a diario.

Cuando era pequeña, no podía elegir qué hacer; estaba ocupada en tareas de buena hija de madre doliente.

Cuando el padre de mis hijos no se hizo cargo y yo debí criarlos sola (sin tener aún la edad de Cristo) mi mundo eran mis hijos y este acto heroico me ponía más cerca de Dios y del papel de Madre María.

Este estoicismo y esa fuerza descomunal que generaba como madre, suponía yo, me garantizaría que mis hijos fueran personas felices y libres.


La libertad sin sabiduría nos aleja de Dios.La sabiduría sin amor es apenas conocimiento.La libertad y el conocimiento inventan Judas en aquellos corazones donde Dios no habita.

Quiero servir a Dios en alegría y gozo.
Quiero disfrutar el tiempo que me queda, haciendo lo que me gusta, sin sufrir cada día por decisiones ajenas o zambullirme un rato en el caldo de las penas para ser solidaria con quienes sufren  las consecuencias de sus elecciones; quienes viven la vida que eligieron o aceptaron vivir.

“La felicidad es como una puerta que se abre hacia adentro y para abrirla, hay que dar humildemente un paso atrás.”
Sören Kierkegaard


Elijo ver a María Madre y a María Magdalena compartiendo charlas sobre el carácter de Jesús, transmitiendo sus enseñanzas y riéndose de sus defectos.  Me las imagino celebrando cada pequeño milagro cuando en su nombre caminaban los pueblos y cruzaban mares después de que El eligiera entregar su vida por toda la humanidad.

Elijo no sentir culpa por cada momento de placer o felicidad.

Es siempre más fácil encontrar razones para sufrir que para ser feliz.  Tendemos a creer que hay que sufrir mucho para después conseguir el pase a la felicidad.

Creemos que nuestra tarea es llegar a Ser Santos y que para eso hay que vivir en perpetua agonía.

“El que seas feliz, se lo debes a Dios; el que continúes siéndolo, te lo debes a ti mismo.”
John Melton


Me quedo dormida sobre el cuaderno.  María aparece envuelta en luces, sonríe con desgano y me toca la cabeza con pena.  Se despoja de su manto y  lo anuda alrededor de mi cintura como una falda.  Se quita la sandalias y se suelta el cabello.  Mira mi pequeña heladera vacía, hace una mueca y chasquea los dedos.  Una heladera llena de alimentos sanos preside ahora mi cocina.

Busca dos copas y sirve un vino dulce color carmín.  Me invita a brindar.

--Bailemos un rato y en uno de los giros te contaré el secreto.-- Me susurra con picardía.

Una música desconocida de mandolinas, cítaras y timbales impregna el aire mientras nuestros pies se mueven sobre una alfombra de pétalos de rosas.

Hoy he conocido a la Virgen Danzante.



Oh Dancing Mary, show me the way to joy.
Oh Dancing Mary, show me the way to joy.
Oh Dancing Mary, show me the way to joy.

Soledad Lorena
Tejedora de Palabras
Susannah Lorenzo
Tejedora de Puentes
© Derechos Reservados
27/28 de diciembre de 2019

“El secreto no está en qué tanto sufrimiento se tolera, sino en cuánta alegría se siente.  La vida está llena de excusas para sentir dolor, excusas para no vivir en plenitud, excusas, excusas, excusas...”
Erica Jong