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miércoles, 19 de abril de 2023

Camino a la libertad

 


Desde que era pequeña, quería ser mayor, quería llegar pronto a la vida adulta independiente para vivir de la manera que a mí me gustaba, para poder tomar decisiones y sobre todo para tener la libertad de crear una realidad que aliviara tanto sufrimiento.  En aquella época, para ser mayor de edad, en Argentina, había que cumplir 21 años, parecía un camino larguísimo para alguien que no llega a los 10 años.

Estaba siempre buscando escapar a través de un libro, de una historia, de una abducción extraterrestre o incluso a través de la muerte cuando ya era adolescente.  Creo que cuando somos ‘fugitivos’, aunque sea desde el plano mental y emocional, perdemos la claridad del momento presente, tenemos la percepción velada de lo que sucede a nuestro alrededor.  Es decir, estamos tan absortos en la vida que nos gustaría tener, que perdemos energía, claridad y sentido de alerta para detectar las verdaderas intenciones de las personas a nuestro alrededor.  O quizá, nos creemos poco merecedores de algo mejor y aceptamos más de lo que nos asfixia, nos aprisiona, nos condiciona y nos impide desplegar nuestras alas.

Antes de cumplir 18 años, ya me habían arrebatado gran parte de mis ilusiones y sueños de vida.  Algunos traumas pueden crear una nueva cárcel mental de culpa, vergüenza y sometimiento.  Entonces, antes de cumplir mi mayoría de edad legal a los 21, había renunciado a mis deseos de libertad y había perfeccionado la práctica de mimetizarme, esconder mis alas y apagar mi luz.




Sin embargo, mi mente siempre barajaba la posibilidad de encontrar esa libertad en otro país o incluso en otra dimensión.  Creía que si lograba apartarme totalmente de las personas que me hacían daño, lograría conocer la felicidad y la paz completa.  Pero la tormenta, el dolor y el caos estaban dentro de mí, y sin importar donde fuera, me llevaría conmigo todo aquello que me hacía padecer.

Aunque comencé mi viaje de sanación personal cuando cumplí 40, fue recién después de los 50 que pude realmente mirar en las profundidades de mi ser y comprender que nada allí afuera cambiaría hasta que yo cambiara mi forma de mirar, pensar, sentir y vivir.  Fue un descubrimiento doloroso y revelador, aceptar que mi cárcel había estado construida siempre a partir de expectativas, ilusiones, espejismos, proyecciones de otras personas, juicios intrusos que yo consideraba importantes, miedos propios y ajenos, falta de amor propio y un profundo sentido de desconfianza y falta de fe.

La década de los 50 ha sido la única etapa de mi vida en la que me he sentido plena y consciente de disfrutar mi verdadera edad;  sin querer ser otra, ni más joven, ni más vieja, simplemente lo que me tocaba ser y elegía ser en ese momento.  A partir de los 50 tuve el valor de crear Puentes, de mostrar mis alas, mis dones y mis talentos escondidos y de comenzar un viaje de amor propio que me llevó a encontrarme con Dios desde otro lugar y de otra manera.




Siento que comencé una nueva vida, que emprendí por fin el camino a la libertad que tanto había anhelado como algo inalcanzable.  La libertad estaba y está dentro de mí.

Confieso que de vez en cuando se me escapa algún mecanismo antiguo de co-dependencia o de búsqueda de aceptación: bajo la intensidad de mi luz, repliego las alas o me encierro en torres de silencio.  Esos altos y bajos, esa inconstancia en el proceso solía exasperarme y sumirme en crisis de frustración y fracaso.  Pero he aprendido que no se puede modificar en un par de años, lo que estuvo arraigado y sostenido durante medio siglo.  No se aprende a caminar en dos días, no se recuerda cómo volar con solo desearlo.  Hará falta realizar un par de vuelos fallidos, aterrizajes forzosos y accidentes por falta de pericia.  Será necesario entender que la mayor torpeza es agitar las alas constantemente, el vuelo más bello es el del ave que sabe planear y dejarse llevar por las corrientes de aire.

A punto de cumplir 59 años, siento el entusiasmo de aumentar mis horas de vuelo y disfrutar mis cielos internos que antes desconocía.  Claro que hay veces en que siento la nostalgia de quedarme con las ganas de cosas que ya no sucederán  e incluso algunos momentos de melancolía por sueños pendientes que parecen no llegar.  A pesar de eso, sería bonito sentarme con aquella niña fugitiva, con aquella adolescente atormentada o con aquella mujer joven abatida, para mostrarles esta mujer madura que ejerce su libertad con una valentía impensada.

Acercándome a los 60, como inicio de la ancianidad, estoy lejos de ser quien imaginaba ser a esta edad.  Mi vida en nada se parece a aquellas proyecciones tempranas condicionadas por expectativas ajenas.  Probablemente nadie, ni yo misma, podrían haber anticipado esta versión de Susannah.  Contra todo pronóstico, logré reescribir mi historia de mil y unas maneras diferentes, para sellar por primera vez mi pasaporte con la marca de mis alas.




Cada día es un nuevo desafío: aprender a vivir sin pedir permiso o esperar reconocimiento, mirarme al espejo con amor y respeto, disfrutar las huellas que el tiempo y la vida dejaron en mi cuerpo, ejercer el perdón y la gratitud, practicar la compasión, elegir cómo vivir cada momento, transformar las heridas en poesía, abandonar cualquier expectativa de convencer o persuadir a otros, esforzarme menos y simplemente Ser quien soy amando mis imperfecciones y mis maravillas.

Gracias.  Gracias.  Gracias.

Susannah Lorenzo© / Tejedora de Puentes

Susie / La niña que descubrió el universo dentro de su corazón

19 de abril de 2023




martes, 18 de abril de 2023

No olvidamos

No olvidamos.

Apagamos el recuerdo, anestesiamos el dolor, simulamos haber arrancado algunas hojas del libro de nuestra vida.




Si has tenido alguna vez una lesión ósea, sabrás a qué me refiero.  No importa si ha sido un hueso fracturado o un esguince que afectó una articulación, luego de unos años, o incluso unos meses, nos sentimos mejor y olvidamos el incidente.  Hasta que con un cambio de clima repentino, quizá un invierno antes de tiempo o niveles de humedad desacostumbrados, sentimos un dolor en la zona o incluso dificultad para mover ese hueso o esa articulación que alguna vez sanó.  Incluso algunas personas, pueden sentir en sus huesos los cambios de clima antes de que sucedan.

Ahora bien, ¿realmente ese hueso o esa articulación sanaron?  Es decir, quizá dejaron de molestarnos, o logramos recuperar nuestra movilidad y nuestra vida normal, sin mayores consecuencias.  Pero el hueso o la articulación afectada jamás volvieron al punto cero de restauración como si nunca hubiera sucedido nada.  La huella del incidente queda impresa para siempre en el sistema óseo, puede ser un callo sobre una fractura soldada, puede ser una articulación que quedó levemente desplazada en un par de milímetros o incluso puede quedar una deformidad interna que a simple vista no observamos.

Lo que hace el cuerpo es compensar, restaurar para que siga funcionando, crear reparaciones para proteger la zona debilitada o incluso alterar nuestros movimientos (de forma inconsciente) para que no causemos dolor en la zona dañada.  No existe tecnología ni avance médico capaz de regenerar un hueso o una articulación al punto cero; en muchos casos se colocará una prótesis que funcione como si fuera nuestra pieza natural, pero nunca será aquella parte que cambió para siempre.




Sucede lo mismo con nuestras emociones, con los traumas que afectan de por vida nuestros patrones de conducta,  nuestra forma de pensar, vivir e incluso relacionarnos con otros.

Jugamos a olvidar, intentamos hacer borrón y cuenta nueva, creemos que hemos pasado página e incluso, logramos vivir años o décadas sin recordar aquel abuso, aquella experiencia traumática, aquellas emociones humillantes o aquel dolor insoportable que parecía no irse jamás.

Sin embargo, bastará una pesadilla para mostrarnos que nuestro subconsciente guarda más información de la que quisiéramos; alcanzará con una frase o una actitud de otra persona para disparar emociones que creíamos erradicadas de nuestro sistema.  A veces, será algo tan simple como una película en la que el personaje viva lo que nosotros vivimos alguna vez; otras veces, conectaremos desde la empatía con personas que llegan a nuestra vida mostrándonos facetas que nosotros ya superamos, o creímos haber superado.

Quisiéramos poder reformatear nuestro cerebro para no recordar aquello que cada tanto nos perturba.  Pero la memoria emocional no solo está guardada en nuestra mente, deja su huella en nuestros órganos, en nuestro cuerpo, en nuestra piel, en nuestros mecanismos de defensa, en nuestras cicatrices visibles e invisibles o incluso en posturas físicas que alguna vez adoptamos sin darnos cuenta.

Eliminar todo rastro de información crearía un vacío que nos despojaría del aprendizaje que nos ayudó a llegar al lugar donde estamos ahora y a transitar la vida desde una mirada de compasión y sabiduría.  Ya no somos las mismas personas que vivieron aquellos hechos aberrantes o dolorosos, pero  sí somos el resultado de las lecciones de vida y de los recursos que usamos para sobrevivir.




No olvidamos.  Aprendemos a vivir con las heridas, los traumas, las cicatrices, las secuelas y las emociones.  Así como aceptamos que nuestro tobillo dolerá cuando llueva, o el hueso que alguna vez se astilló, nos moleste en invierno; debemos entender que no hay forma de volver al punto cero y ser lo que éramos ‘antes de’.

Esforzarnos por olvidar y no recordar nada puede ser tremendamente peligroso para nuestra salud física, mental, emocional y energética.  Ya sea porque reprimimos las emociones o porque generamos ruido y ocupaciones mundanas para distraer la mente, terminaremos siendo adictos a aquello que nos aleja de una realidad que nunca elegimos conscientemente.  Nos volvemos entonces, adictos al trabajo, a la soledad, a las salidas tumultuosas, a los analgésicos, a las relaciones banales, a la victimización, a los miedos, a las excusas, a la depresión, a la frustración, a la negatividad, al dolor, a la música ensordecedora, a los dulces, al alcohol, a los chismes,  a las drogas, a las relaciones tóxicas, al silencio, al auto boicot, a posponer lo que nos sana, a los desvíos, a las puertas cerradas, a los desquites, a las venganzas, a la enfermedad, a los síntomas y a las historias de sufrimiento.




Retomando la analogía de los huesos, ¿por qué cada tanto el cuerpo nos recuerda que hubo una parte dañada?  Para que seamos precavidos, para que no exijamos a esa zona demasiado esfuerzo, o movimientos que no resistiría.  Es una parte nuestra que debemos tratar con respeto, amorosamente y con cuidado, porque no tiene la misma resistencia o fortaleza original.

Olvidar es negar.  Negar es condenar ese recuerdo a un lugar carente de amor y de luz en nuestra sombra (subconsciente).

Por supuesto, no se trata de victimizarnos una y otra vez, de cultivar el resentimiento, la venganza o la sed de castigo.  Lo que importa es reconocer y aceptar que esa parte vulnerable de nosotros jamás volverá a ser como era y tampoco es sano esperar que así sea.  ¿Cuál fue la bendición oculta?  ¿Qué fue lo que aprendimos?  ¿Qué decisiones tomamos o qué cambios hicimos en nuestra vida que nos llevaron a vivir situaciones bonitas o bendecidas, que de otro modo no hubiéramos experimentado?  ¿Cómo puedo amar y atender esa herida emocional?  ¿Cómo puedo aprender a vivir con ella?




Si yo soy consciente y hago visible en mi interior esa herida o esa cicatriz y la acepto como parte de quien soy ahora, sin rechazo, sin negación, sin vergüenza, sin impotencia y sin frustración; entonces lo que quiera que suceda fuera de mí no me afectará ni me causará dolor alguno que no pueda soportar o que no sepa cómo afrontar.

Olvidar es negar y desear que algo nunca hubiera sucedido.  Ese deseo nos mantiene esclavos, de algún modo, de una paradoja y de un pasado poblado de ‘hubiera sido mejor’ o ‘hubiera sido distinto’.  Esa negación desgasta nuestro esfuerzo y nuestra energía en imaginar escenarios diferentes para un tiempo, un espacio y una dimensión a la que ya no tenemos acceso.

El recuerdo sano y consciente, desde la paz de aceptar lo que sucedió y lo que nunca pudo ser, nos permite la libertad de sentir y vivir plenamente el momento presente; amando lo que aprendimos a ser, sanando lo que aún duele y liberando las expectativas de lo que no fuimos, no somos y no seremos.

Susie©

Se me ha metido el invierno en todos los rincones donde alguna vez me dañaron.

Susannah Lorenzo©

Tejedora de Puentes

18 de abril de 2023

Escritura Terapéutica




domingo, 26 de marzo de 2023

Amada espina

De repente, nos palpamos el corazón y notamos un bulto, una protuberancia inflamada y doliente que se irrita ante el roce.  La curiosidad puede más que la incomodidad y ante la observación atenta, descubrimos que una vieja espina ha hecho su nido, hace ya largo tiempo. Un pequeño movimiento, un intento de extracción, generan un intenso dolor, una supuración maloliente y un terror inexplicable a descubrir que tan profundo nos habita.




Sobre la epidermis del corazón, un bonito bordado rodea la herida: intentos amorosos de cerrarla o justificarla.  Un viejo aroma a pétalos fragantes nos devuelve el recuerdo de una rosa que solía coronar nuestro jardín.  ¿Cuántas veces demoramos nuestra estancia en el dolor, cultivando expectativas de una realidad diferente?  ¿Cuánto tiempo justificamos la espina como herencia de una rosa que ya no florece?  ¿Cuánta esperanza albergamos de que la espina pueda convertirse en tallo y luego deslumbrarnos con una rosa transformada?

 

"Enamorarse es un talento que pocas criaturas poseen, como el don de hacer versos, como el espíritu de sacrificio, como la valentía personal. No se enamora cualquiera ni de cualquiera se enamora el capaz. Muy pocos pueden ser amantes y muy pocos amados".

Ortega y Gasset

 



¿Recuerdas cuando eras niño y te clavabas una espina o una astilla?  Luego de un rato jugando se te olvidaba, hasta que algo rozaba la zona y el dolor ardiente y punzante regresaba.  Evitabas que te sacaran la espina o la astilla, porque de solo moverla, el dolor se extendía como una serpiente encendida.




De la misma manera, dejamos pasar el tiempo cuando una espina ha quedado en nuestro corazón; hasta que algo nos recuerda su existencia: un roce, una palabra, una actitud, una ausencia o una ilusión hecha añicos.  La espina tiene nombre y apellido, pero no ha generado, como esperábamos, una nueva rosa, una nueva forma de amar; sino que ha echado raíces espinosas que perturban la paz de nuestro corazón y nos roban la alegría de vivir.

Puedes ignorar, amar o aferrarte a la presencia de esa espina, como un trofeo de tiempos mejores; pero inevitablemente generará una infección, un rechazo de tu cuerpo todo, avisándote que tu salud está en riesgo, que estás perdiendo el latido o que has olvidado lo que significa el buen amor.






Esa zona del corazón se entumece, se endurece, genera infinitos mecanismos de defensa, se intoxica y  se retrae.

Los espejos, las miradas, las lluvias de espinas, la ausencia de pétalos, los guardianes de la mente, los sueños, la alergia a las rosas, la soledad inconmovible y los desaires del destino, son un recordatorio constante de que una espina nos habita y ha colonizado nuestros sentidos.

Entonces, una tarde soleada de domingo, te conviertes en cirujano de tu corazón: desinfectas la zona con una buena cuota de lágrimas y la anestesias con una dosis de amor propio; extirpas en un solo paso la espina y sus raíces espinosas.  Ese pincho deforme y cavernoso ya ni siquiera recuerda haber sido parte del tallo de una rosa; apenas lo quitas de las profundidades de tu corazón, yace inerte, carente de vida propia, incapaz de sobrevivir a la luz del sol.




En ese orificio deforme, en esa herida abierta y desnuda, vulnerable y sensible, puedes sentir el aire que circula y permite que la epidermis respire.  Hay una sensación de libertad y despojo, un vacío que te llena de alivio y una certeza de que tu corazón ha despertado a una nueva vida.

No hará falta cerrar con puntadas, ni tejer cerrojos que te guarden del barro; las mordazas no sanan y las vendas evitan que la luz nos muestre la verdad.




Susannah Lorenzo©

Tejedora de Puentes

Destejiendo viejas heridas 




sábado, 8 de agosto de 2020

De Lobas y Piropos

 No importa si un hombre te está diciendo un piropo, una guarangada o si se está burlando de ti, se supone que una buena mujer debe sonreír siempre, dar las gracias y sumisamente aceptar la denominación, valoración o desvalorización que el macho que te habla, haya elegido darte.  En el patriarcado familiar o la sociedad machista, la mujer que se rebela, duda, reclama y no acepta con una sonrisa, es considerada gruñona, mal gestada, idiota, exigente, impaciente y por supuesto, está condenada a estar sola por el resto de su vida (según ellos).

Las mujeres que trabajamos de forma independiente y usamos las redes y obviamente el celular para trabajar, publicamos nuestra información y nuestros datos de contacto en todos los muros, portales y sitios digitales posibles para hacer conocer y posicionar nuestra marca/nombre.  Eso, nos expone y da lugar a que más de un cavernícola en celo suponga que estamos en la vidriera buscando algún sujeto que “nos haga el service” (sobre todo si estamos divorciadas, solteras o separadas)  y nos quite la sonrisa que ya esbozamos para la foto.



Si vamos por la calle y un hombre o más nos dicen algo como ‘sos tan linda’, ¡qué linda que sos!, o simplemente 'linda’, nosotros  distinguimos el tono de voz, la baba que corre por sus comisuras y  la mirada que trasluce que su única neurona se ha mudado al sótano y tiene forma de glande.  Nos da asco de solo escucharlo porque sus intenciones son tan obvias como su estado primitivo de consciencia.  Sin embargo, si algún sujeto nos escribe un mensaje, usando las mismas frases, queremos creer que de verdad nos está elogiando, aunque hayamos publicado una foto  con ruleros en la cabeza. De algún modo sospechamos, pero algún pájaro carpintero nos recuerda que ahuyentamos siempre a los hombres con nuestra desconfianza y con nuestra poca jovialidad para aceptar un verdadero elogio.  Tarde o temprano, los mensajes de texto, whatsapp o Messenger, se vuelven una postal del sujeto que intenta cautelosamente encerrar a la presa.

De algún modo, los mandatos machistas de la familia y de la sociedad, nos acostumbran a dormir nuestros instintos y nuestra intuición, a desconfiar de ella.  

Es fácil distinguir al cazador/depredador evidente que baja de la colina con sus binoculares y una escopeta al hombro.  La mayoría de los depredadores están encubiertos, visten buena ropa, son galantes y aparentemente educados, sonríen todo el tiempo y te endulzan el oído con aquello que saben que necesitas escuchar.

Las mujeres, como las lobas (según el libro de la escritora Clarissa Pínkola Estés), cuando estamos sanas psicológicamente, pensamos y sentimos desde el instinto y la intuición y nuestra sabiduría no viene de los conocimientos mundanos, sino del  río subterráneo y de herencias ancestrales.


Una loba sana puede oler las trampas de coyotes, detecta el rastro del cazador furtivo;  hay algo en el comportamiento del depredador que se acerca, que nos recuerda a algún otro amante o una mala experiencia. Tiene algo, en su voz, en su andar, en sus gustos, en sus palabras, en su forma de relacionarse que nos parece  familiar.  Pero como racionalmente no alcanzamos a saber qué es, entramos en el juego con precaución, porque nuestra mente nos dice que a lo mejor, esta vez, es un buen hombre y sus palabras son sinceras.  Buscamos aliados que confirmen nuestras sospechas o nos animen a avanzar: consultamos el I Ching, las runas, el libro del zodíaco y hasta hablamos con una amiga que nos dice que somos unas perseguidas.  Pero el zodíaco, las runas y el oráculo de turno, parecen estar de acuerdo con el instinto y aun así  decidimos esperar, darnos 24 o 48 horas para disfrutar de la ilusión y el espejismo.  Y si por alguna razón, dudamos, cuestionamos o intentamos desnudar las intenciones del admirador galante, éste nos tratará de hurañas, amargas y nos acusará de confundirlo con la persona equivocada.

A veces, los depredadores encubiertos tienen antecedentes, relaciones, entorno y contactos  que sostienen su fachada.  Suelen usar fotos con hijos, sobrinos o nietos para vender la imagen del hombre amoroso ocupado de su familia.  Intentan provocar ternura y que las mujeres conecten desde su instinto maternal con los ojos del o los niños de la foto y no con la mirada ambivalente del hombre que los abraza.

Si aceptáramos nuestra intuición y dejáramos que nuestro instinto de loba nos guiara, dejaríamos de perder el tiempo y nos ahorraríamos más de un dolor de cabeza y una temporada de corazón roto.


He conocido el amor a la distancia y he tenido amantes virtuales (mucho antes de que existiera Facebook e internet fuera accesible para todas las personas).  Tengo aún amigas y familia cósmica repartida por el mundo, con quienes jamás nos hemos reunido en persona y no sé si alguna vez pueda darles un abrazo real.  Son personas que están cerca de mi corazón, que están pendientes, con las que hemos compartido celebraciones y penas.  Nos hemos ayudado, acompañado, bendecido y encontrado a través de Puentes energéticos y afectivos.  Pero con todas esas personas hubo un denominador común, conectamos a través del corazón y el alma, conociéndonos desde adentro hacia afuera.  Tejíamos relaciones cuando los amigos epistolares (pen friends) sólo podían compartir una foto a través del correo postal.  Nos acercaba la poesía, la literatura, las redes de luz, las terapias holísticas o la buena voluntad.

Me encanta que me halaguen, después de todo soy una mujer terrestre.  Me encantaría compartir mi vida y mi camino con alguien con quien amemos sabiamente, respetuosamente y honremos y celebremos nuestra energía sagrada.  No busco a esa persona.  De algún modo, silenciosa y apaciblemente lo espero.  Sé que después de muchos años de soledad y después de tejer muchos puentes internos de sanación, mi corazón está listo para amar y ser amado, para vivir el buen amor y disfrutarlo. He dejado ese deseo en manos de Dios y sólo él me indicará cuando sea la persona indicada.

Pero ese buen amor, ese compañero, no golpeará a mi puerta o me enviará un mensaje para decirme lo linda que soy, será transparente en su mirada y en sus intenciones y será coherente con lo que dice, siente y piensa.

Por cierto, si un hombre, en verdad admira, celebra y disfruta relacionarse con una mujer inteligente, buscará la forma de seducir su inteligencia, de compartir actividades, intereses o pasiones, y por supuesto, encontrará el camino para susurrar y acariciar su corazón.

 

Susie

Susannah Lorenzo

08 de agosto de 2020




jueves, 18 de enero de 2018

My life with POP


Esp/Eng

Part 01

Cuando comencé con el Blog 'Susie Intima' hace ya varios años, lo hice con un artículo sobre Endometriosis, escrito en inglés y que luego fue premiado por una asociación internacional de endometriosis.  Escribir fue en aquel momento una manera de hacer las paces con la enfermedad y de dejar registro de un camino de sanación emocional y una elección de tratamiento personal basado fundamentalmente en terapias holísticas, fitoterapia y suplementos naturales.  Escribir en inglés me ha resultado siempre (desde la adolescencia) una manera segura de mantenerme a distancia de las emociones y de filtrar lectores cercanos que tienen fácil predisposición a juzgar o a creer que saben lo que es mejor para mí.

El camino con Endo fue un viaje de autoconocimiento, de aprendizaje y una ceremonia para honrar este templo donde habita mi alma. Entonces, cuando creía que ya todo estaba bien y podía tener una vida 'normal', apareció POP en mi vida.



Writing in English has always felt safe, it's a way of keeping myself emotionally dettached from whatever is bothering me or keeping me out of alignment, and it is also a good way of keeping unwanted readers from judging my spiritual path or my personal choices regarding treatments and health care.

I started writing this blog to make peace with Endo and to reach other women suffering from the same disease and sharing my experiences with holistic treatments, herbs and emotional healing journeys. When I was happy enough with my life, going to the gym, going for fast and long walks and when I was starting to believe that my life could be quite 'normal', POP showed up in my life.  Once again the pelvic area was calling my attention and looking for the spotlights.  That was almost four years ago.  Far in the distance, I can now tell, there are no coincidences, there are still unhealed wounds related to the emotions which are manifesting in that southern region of my body.  I should admit it: most of my spiritual life was based on the hard work and practice  with my heart and mind, becoming totally disconnected from my navel downwards, as if it was a piece of useless flesh of which I could get rid.  You name it.



Me ha llevado casi cuatro años poder sentarme frente al teclado y comenzar a escribir sobre eso que no se nombra, que da vergüenza mencionar, porque apenas si tengo 53 años y en aquel momento, la doctora que me atendió dijo que era una condición que sólo afectaba de ese modo a personas de más de 70.  Por momentos leí mucho, investigué, tuve algunos intentos fallidos de buscar soluciones y luego me fui encerrando, aquietando, avejentando y de algún modo oxidando; multiplicando las dificultades para movilizarme, trasladarme o mover mi cuerpo sin experimentar dolor o molestia.  

Así como había sucedido con Endo, los médicos que visité en su momento, no supieron darme ninguna solución viable, segura y libre de efectos colaterales adversos.  Mi intuición, mi cuerpo y mi sabiduría interna me decían a gritos que nuevamente, la cirugía no sería la solución.

Una deja de hablar, por vergüenza, por miedo al rechazo, por todas las veces que intentó explicar y los rostros incómodos nos llamaron al silencio, para callar anticipadamente los juicios y las opiniones que no respetan nuestras decisiones, y porque simplemente nos cuesta aceptar que nuestro cuerpo ya no pueda hacer libremente lo que antes hacía.

Sin embargo, una conversación a corazón abierto con una mujer menor que yo, donde cada una se mostró vulnerable y compartimos experiencias de una misma dolencia, me sirvió para recuperar mi instinto de conservación, archivado con los estudios médicos que decretaron esa incapacidad latente que no alcanzaba para pedir una pensión pero sí para limitar mi vida.



We all have that inner wisdom which tells us what our body needs, but there are times when we forget about the wild woman's instincts and we try to be normal enough to find magic solutions with a GP or a soulless gynecologist.  I started behaving like an elderly woman because I was told my condition was only usual with women above 70 and there were no effective solutions for someone who was about to become 50 years old. ( I am 53 now.)

Words can be dangerous and powerful when we give away our power.  We do not realize how deep they go into our emotions and mind until we feel how  fast our body is aging.  We keep ourselves isolated, not only because it is hard enough to climb on a bus, but because if we do not go out it is easier to avoid awkward questions about our health.  People tend to ask far too many questions when you don't look sick and your condition is invisible to their eyes.  We prefer silence, we are ashamed of talking about what is going on with our organs but we also keep people from judging our choices and we avoid nasty looks when we give accurate information and too many details.  Hence, we feel lonely, helpless and hopeless.  Loneliness brings misery and misery calls defeat.

I was talking to a woman the other day,  just out of the blue we ended up talking about prolapse and how difficult it is for her to go to work every day.  She is younger than me and she also believes surgery is not the way out and it cannot improve our lives but make them worse.  She told me how her mother, who is more than 80 years old now, had taken some pills (I guess they were hormones.) and her prolapse was just reversed when she was about our age.  It was  like tapping on the wild woman's head.

I started researching and reading again and I found the way to start moving my body.



Como terapeuta holística, sabía que mi cuerpo estaba envejeciendo por la falta de movimiento; podía sentir, más allá de las limitaciones por el desgarro muscular interno, que todo estaba dejando de funcionar, que las articulaciones habían perdido su capacidad y que la flexibilidad había pasado a ser sólo un recuerdo.  Intenté varias veces en los últimos años buscar ayuda, pero después de una o dos clases, abandonaba.  La mayoría de los centros holísticos que ofrecen actividades físicas, están diseñados para gente joven, sana y sin dificultad alguna para moverse.  Todas las actividades implican sentarse en posición de loto, relajar o elongar sobre una manta o apenas una colchoneta fina y poner en riesgo la poca salud que queda.  La primera experiencia fue Pilates, porque en sus orígenes era una practica para generar movilidad en las personas que no podían moverse o levantarse siquiera de la cama (pacientes con heridas de guerra en aquel entonces).  Sin embargo, la mayoría de los centros de pilates, poco saben de limitaciones y te indican una rutina que debes repetir tú sola y que es igual o parecida a la rutina que hacen todas las personas que asisten.  Luego vinieron lugares con escaleras empinadas, actividades de piso que nunca podía seguir y explicaciones (lágrimas mediante) sobre porque no podía sentarme facilmente en el piso.  También había intentado al principio con Tai-Chi, que me había servido muchas veces para recuperarme físicamente y conectar con mi cuerpo, pero las molestias me desalentaban demasiado rápido.

Luego de la charla de hace unos días que me hizo recuperar mi instinto de conservación y las ganas de estar bien, retomé la lectura y la investigación: descubrí Chair Yoga y recordé los videos específicos que había visto alguna vez con secuencias para fortalecer el suelo pelvico y retraer el prolapso en muchos casos.  Con POP son todos 'baby steps', hay que tomarse todo con calma, ir despacio, prestar atención a la forma en que caminas, te mueves, respiras, te sientas, te paras, te acuestas y haces las cosas rutinarias de todos los días.  Uno de los comentarios que había hecho 'click' en mi cabeza, durante la charla, fue la historia de su mamá, que a nuestra edad, hace más de 30 años atrás, el médico le había dado unas pastillas que habían hecho que el prolpaso retrocediera y los organos volvieran literalmente a su lugar.  Esta anciana mujer no recuerda qué tomó, pero, luego de leer e investigar, supongo que fueron estrógenos, alguna terapia de reemplazo hormonal.  La anécdota que contó fue muy específica porque ella recuerda cómo sus órganos de algún modo se 'desinflamaron'  y nunca más volvieron a salir fuera de su lugar.  Ya había leído  y visto unos videos en inglés sobre los ejercicios de suelo pélvico y cómo con fisioterapia se puede revertir POP, pero creo que escucharlo en mi idioma nativo y de alguien que conozco, produjo el efecto que mi mente necesitaba.



Cuatro días consecutivos han marcado mi propio record.  Sé que han sido varios años de posponer mi propia rehabilitación.  Afortunadamente he sido lo suficientemente cuidadosa para que la condición no empeorará.

El primer paso, el primer día fue probar la secuencia de Yoga en una silla y un ejercicio de meditación/respiración específico para restablecer la salud en el cuerpo.  La secuencia de ejercicios que estoy usando se usa con pacientes de cancer, con adultos mayores y con personas que sufren de dolor crónico.  Entrando en el quinto día, puedo decir que el cuerpo se siente diferente y el sólo hecho de recuperar la esperanza en una mejor calidad de vida, determina una actitud de salud emocional que nos conecta nuevamente con el amor, respeto y cuidado que merece nuestro cuerpo.  Al segundo día agregué la rutina de la primer semana de una de las series de Lift Pelvic Organ Support Series de Fem Fusion Fitness.  Eso significó animarme a trabajar en el piso con la asistencia de una silla.  Volver al piso es todo un desafío, las articulaciones hacen ruidos extraños como bisagras viejas; pero el alivio tenue, leve, a cuenta gotas, es una gran bendición y hasta parece que el cuerpo pesara menos.



Chair Yoga was a great discovery and the first step.  It is practised by people who suffer from cancer, chronic pain or elderly people.  It has allowed me to start moving again without pain or discomfort.  I also started doing the Breath of Ten Meditation to Become Dis-Ease Free. On the second day,  I was brave enough to start working on the floor again, with the help of a chair; thus, I started with the first week of the Lift Pelvic Organ Support Series from Fem Fusion Fitness.  It's been four days without giving up and that's a lot for me.  Relief, flexibility and moments without pain or discomfort are slowly increasing;  but every tiny achievement is a blessing for my body.

There are other natural remedies which I am trying, but I will only share them when I am quite sure they work.  Meanwhile, just being able to write about POP for the first time represents a bungee jump into the vast ocean of light where my soul dwells. It means starting a whole new journey of self healing.



Estoy experimentando con otras medicinas naturales para mejorar y reparar los tejidos, pero sólo hablaré de ellas cuando tenga seguridad de que funcionan.  Mientras tanto, haber tenido el coraje de escribir sobre POP y animarme a publicarlo (Porque hay muchas mujeres allí afuera, de mi edad y más jóvenes que se sienten tan perdidas como yo lo estuve.) es como saltar en caída libre y navegar ese océano de luz donde mi alma reside para descubrir que así como puedo ayudar a otras personas, puedo ayudarme a mí misma.  Es comenzar un nuevo viaje de sanación emocional y arrodillarme frente a mi cuerpo para honrararlo, perdonarlo, pedirle perdón por tantos años de descuido, amarlo, respetarlo y reconocerlo como el templo sagrado donde mi espíritu habita.

Susie
Writing before dawn
January 18th, 2018

Nota: El próximo paso, quizá sea escribir una historia como hice con Besos Amarillos.