viernes, 29 de mayo de 2020

De misiones confundidas y miradas holísticas


Cuando era pequeña jugaba a ser maestra, mis vecinitos y mi hermano eran siempre alumnos cautivos para extender el horario de tarea escolar.

Al comenzar la escuela secundaria descubrí que tenía más que vocación, tenía facilidad para que los demás comprendieran conceptos difíciles y sobre todo pudieran resolver sus tareas de inglés.  No era muy popular con las profesoras de inglés en la escuela secundaria, se enojaban conmigo porque mis compañeros preferían preguntarme a mí lo que no entendían.  Luego, ya lo he contado otras veces, puse un cartel en la casa de mis padres del Barrio Las Moreras en San Juan y comencé a trabajar a los 16 años.


La docencia era vocación, pasión y satisfacción inmensa cuando mis alumnos aprobaban sus exámenes o comenzaban a disfrutar del idioma o incluso decidían convertirse en profesores o traductores de inglés.  El enfoque holístico, era algo que traía conmigo y no me daba cuenta, o al menos no lo hacía en forma consciente.  Fue después de los 40 años cuando mis alumnos adultos (mi especialización) comenzaron a hablar de los efectos que tenían las clases en sus vidas, algunos decían que se aprendía más de cultura y de la vida conmigo que el idioma en sí, otros sugerían que tenía que dedicarme a brindar alguna clase de terapia y todos, siempre, extendían sin darse cuenta su estadía y me tocaba decirles que era hora de terminar el encuentro.  Fue así que nacieron las sesiones de Talleres Terapéuticos y Acompañamiento Terapéutico.

Me gusta llamarlos encuentros, porque una clase es solo para intercambiar conocimientos, pero en mi espacio, compartimos charlas profundas, termino siendo confidente y terapeuta de cada uno y se pueden ir a su casa con una muestra de aceite de coco o alguna tisana especial si tienen alguna dolencia física. Cuando se animan, sacamos alguna carta de uno de los mazos de Tarot Evolutivo en inglés, si están confundidos o están pasando un mal momento.


Cuando me di cuenta que en verdad eran más que clases de inglés, comencé a usar conscientemente el enfoque holístico en la enseñanza, sumando musicoterapia y aromaterapia, además de actividades lúdicas para estimular diferentes procesos mentales y emocionales que les permitieran superar miedos, limitaciones, frustraciones y falsas expectativas con el aprendizaje del idioma.

Sin embargo, yo nunca cambié mis objetivos: mi objetivo fue siempre que mis alumnos aprendieran, superaran niveles, se acercaran a una capacidad bilingüe y descubrieran todo su potencial con el idioma inglés.

Algo parecido sucedía con los asistentes a Talleres Literarios o los alumnos que acudían a Talleres de Lengua y Expresión.  Buscaba ayudarlos a descubrir su estilo, mejorar su comunicación oral y escrita y potenciar  sus habilidades lingüísticas.

Desde que nació Puentes – Enfoque Integral, el enfoque holístico ha crecido en una dimensión que yo no alcancé a percibir hasta hace poco tiempo.  Es decir, cuando uno adopta una mirada holística, sintoniza los esfuerzos, la energía y la dedicación con el universo y con las necesidades particulares de cada ser humano, formado por un alma, espíritu, mente, cuerpo y emociones.

Desde hace unos años, mi frustración como docente ha crecido, generalmente los alumnos abandonan sin completar algún nivel y toda la proyección educativa se desmorona.  Algunos alumnos, es cierto, abandonan porque buscan aprender el idioma mediante un proceso de osmosis, sin esfuerzo y con una pócima instantánea que cambie sus habilidades.  Pero quienes se quedan por un tiempo, quienes disfrutan las clases, quienes adoptan otra mirada y adquieren otras aptitudes, para ellos, algo cambia en sus vidas.

"El acto humano más elevado, es inspirar."Nipsey Hussle


Entonces, si repaso, las supuestas deserciones han sido bendiciones: alguien que no tenía trabajo lo consiguió, alguien fue ascendido, alguien cambió su puesto de trabajo, alguien consiguió la beca que tanto añoraba, alguien se mudó para crecer personal y profesionalmente, alguien pudo adoptar un hijo, alguien se quedó embarazada, alguien tuvo su primer hijo, alguien se animó a elegir la carrera universitaria que le da libertad de ser, alguien se divorció porque su relación ya no funcionaba, alguien se animó a comenzar un nuevo proyecto, alguien se reencontró consigo mismo, alguien descubrió que tenía habilidades desconocidas o alguien se animó a vivir en pareja.

Por supuesto que el mérito no es mío, soy apenas un canal, soy la guardiana de la Virgen de Fátima que corona el espacio donde trabajo, soy la puerta abierta para que el Espíritu Santo se manifieste en cada cosa que hago, soy el Puente por donde la Divinidad, los Ángeles (o como quieras llamarle) se expresa y busca lograr su propósito, soy la mensajera que cada diciembre invita a sus alumnos a escribir una carta a San Nicolás o al Ángel de la Navidad.  Yo simplemente me dejo guiar y soy un lápiz en las manos de Dios como decía la Madre Teresa.


Sin embargo, no me he abandonado totalmente a la voluntad divina, estoy siempre pendiente de la pregunta que todos hacen: ¿Cuántos alumnos tenés?  Cuento alumnos, cuento clases, cuento cuotas y trato de demostrar a quienes piden rendición de cuentas, que soy una profesional productiva.  Eso, ha sido un error y es tiempo de cambiarlo.

Me recuerdo a mí misma, que cada persona, cada trabajo, cada lugar, cada circunstancia, es apenas una excusa para aprender algo, para enseñar, para compartir, para dar y para recibir.  Si en verdad, tenemos una mirada holística, lo que cuenta no son los números, sino todo lo bonito que sucedió en el proceso, mientras duró el vínculo, mientras el Puente estuvo activo. Porque eso es lo único que importa, espiritualizar la vida cotidiana y hacer de cada intercambio un acto sagrado.

Hay una expresión en inglés que me encanta: Count your Blessings (cuenta tus bendiciones); es tiempo de sumar y contar bendiciones en cada cosa que hago y dejar que Dios se ocupe de todo lo demás.
Susie
Susannah 
Ms Susana Lorenzo



jueves, 21 de mayo de 2020

De siestas y perdones

Si miro a mi alrededor, mis tiempos de crisis, bajón, cansancio y energías agotadas suele coincidir con la postal de mi mini heladera vacía, la dieta empobrecida, la billetera con apenas un billete solitario, la cuenta en el banco con ceros y los números en rojos multiplicándose al ritmo de la inflación argentina.

Hace unos días escribí en mi  Blog: Agotada en Cuarentena, a pesar de eso intenté continuar, remar, esforzarme y lo único que logré fue que mi cuerpo estuviera tan cansado, tan agotado, que cuando duermo y sueño, en mis sueños necesito dormir y descansar y peleo con otras personas porque no me dejan dormir.

Ayer a última hora de la tarde, me descompensé, estaba agotadísima y mi presión arterial presentaba un desorden interesante con la mínima muy alta y la máxima muy baja.  Dejé mi cocina con los trastos sucios de dos días y me fui a dormir, logré levantarme recién cerca de las 16.00 de hoy  y aún así, después de haber dormido más de  20 horas (con las interrupciones propias de Blackie y de mi vejiga), tuve que hacer un esfuerzo enorme porque todavía necesito más horas de descanso.



Contexto
El contexto, el para-texto y el universo circundante son siempre importantes a la hora de considerar la realidad que una oración expresa.

  • A los 11 años, junto con mi primer período menstrual se me asignó la obligación de lavar y planchar toda mi ropa, lavar los pañuelos (con mocos) de toda la familia, ayudar en los quehaceres de la casa y hacer todo lo que mi madre no podía o no tenía ganas de hacer.
  • A los 16 años comencé a trabajar en forma independiente para poder comprarme mis toallas femeninas y acceder a ropa que yo pudiera elegir.
  • Desde el día que nació mi primera hija fui una madre sola, a pesar de estar casada, tenía que siempre buscar la forma de que mis hijos comieran, tuvieran leche y todo aquello que necesitaban.  Trabajaba, estudiaba y cuidaba a mis hijos, sembraba huerta en los canteros, amasaba pan y les preparaba dulce de leche casero.
  • A los 24 años, ya me había mudado a otra ciudad, y estaba cansada de pelear con el sistema para lograr que el padre de mis hijos cumpliera con sus obligaciones.  Me aferré a la bandera del orgullo y crié sola a mis hijos hasta su adolescencia, cuando mi salud y una crisis económica me obligaron a dejarlos ir con su padre (que nunca pudo cumplir con la cuota, pero sí podría ofrecer comodidades en su vida).
  • Convivo con un par de enfermedades crónicas que restringen la movilidad, flexibilidad y normalidad de mi cuerpo y que exigen un cuidado especial con una dieta de calidad y el equilibrio emocional y mental. El dolor y la fatiga crónica son parte de cada día, el nivel nunca es cero, pero hay días buenos, no tan buenos y días muy malos. El estrés suele ser un desencadenante para cualquier tipo de descompensación o malestar físico.
  • 2019 fue un año muy difícil económicamente y por lo tanto en el aspecto salud.
  • Cuando comenzó la cuarentena en 2020, yo apenas si estaba intentando ponerme de pie, después del año anterior.
  • Durante 2019 y 2020 he pedido públicamente ayuda más veces de lo que había hecho jamás en mi vida.



A veces, cuando todo sale mal, cuando nade sale bien, cuando la heladera está vacía, cuando mi metabolismo se altera porque mi dieta no es la que mi cuerpo necesita, entonces, sólo entonces se me viene este cansancio de tantos años, este cansancio viejo de estar siempre remando; a veces en mares de arena, otras en mares muertos, a veces en océanos, a veces en mares de sal y otras, apenas en un charco de arenas movedizas.

Entonces, cuando estoy tan agobiada, agotada y exhausta, necesito que alguien cocine por mí, saque la basura, me traiga una heladera repleta de buenos alimentos para todo el mes, pague mis cuentas, limpie la casa, planche mi ropa, vele mi sueño, construya mi casa, me haga masajes en mi espalda adolorida y cuide de mí durante un largo recreo.

Pero como he sido siempre la Mujer Maravilla, que nada pide, todo da y a todo el mundo quiere salvar, las personas suelen creer que nada necesito, que todo lo puedo y que así sola estoy bien, más que bien.

Sí, me gusta vivir sola, sin deudas ni chantajes emocionales, con la libertad absoluta de hacer y deshacer a mi gusto.  Con la posibilidad de ser Yo, la que Soy, sin dar explicaciones ni convencer a nadie.



Sin embargo, la soledad tiene su precio.  Entonces, como no hay nadie que cocine, limpie o pague las cuentas, no queda más opción que dejar que la Mujer Maravilla duerma una larga siesta, hasta que el beso de la vida la despierte nuevamente.




En realidad, nos creemos libres, pero en el fondo de nuestra mente dejamos que el pájaro carpintero de los juicios de familiares y supuestos amigos, sigan taladrando nuestra cabeza, aún cuando ellos no están. Intentamos cumplir con expectativas de otros.  

Creemos que deberíamos trabajar en tal o cual horario porque otros lo hacen. Buscamos la aceptación y el reconocimiento de padres, hijos, hermanos y parejas ausentes.  Nos sentimos en la obligación de explicar por qué tomamos una siesta a mitad de mañana o nos sentimos culpables si debemos ‘cerrar’ nuestra agenda por un par de días y a veces una semana completa.

Nadie está aquí para ayudar, resolver, cuidar, hacer, contener, apapachar, abrazar, mimar y darme un recreo y sin embargo, en mi mente, sigo permitiendo que la mirada ajena me condicione, me presione y que los comentarios ‘bien intencionados’ desde la distancia virtual, afecten mi estado de ánimo.

Como persona extremadamente sensible y perceptiva, me afectan las energías de las personas y los espacios.  No es algo que se pueda o se deba controlar.  Como Terapeuta Holística, cuido el espacio, los tiempos y las energías, armonizando y conteniendo; antes, durante y después de cada turno.  Cualquier actividad que se haga desde un enfoque holístico (clases, talleres o sesiones terapéuticas) representan un desgaste físico y energético, requieren de un tiempo anterior y posterior para recuperar y equilibrar energías y cuidar del espacio, y además nos obligan a cuidar de nosotros con mucho más esmero.  Somos canales, cuenco para dar y la vasija temporaria donde quienes acuden a nosotros, depositan o desechan todas sus penas y angustias.

El valor económico que se le asigna a una clase, una sesión o un taller, debe contemplar no sólo el tiempo que dedicamos a esa persona, sino que además debe compensar: el desgaste energético, mental y emocional, el tiempo necesario para preparar el material y disponernos amorosamente; la idoneidad, el talento y los dones para realizar la tarea; el tiempo de descanso necesario entre cada actividad para recuperarnos y renovar energías y todos los insumos que usamos (incluyendo recursos que generamos o compramos, limpias energéticas y la limpieza y desinfección física del lugar y objetos).

Muchas veces, como Terapeuta Holística y como persona sensible, me dejo llevar por mi empatía y por las necesidades de los otros y termino cobrando menos de lo que debiera, aceptando gente que no valora mi tarea, trabajando con gente cuyas energías me hacen más mal que bien, regalando mi trabajo, haciendo descuentos por largos períodos de tiempo o incluso sosteniendo relaciones profesionales en las que la otra persona no aporta el esfuerzo necesario para lograr los resultados esperados.

Entonces, llego a este punto, donde no tengo energía ni siquiera para hacer lo que me gusta, sostener una aguja de crochet, consultar el Tarot todos los días o escribir los libros que tengo pendientes; tampoco tengo la claridad para leer ni el ánimo para disfrutar la lectura.



No sé qué es peor, si salir a pedir ayuda públicamente aunque avergüence a mis contactos y familia; o llegar a este letargo en el que solo quiero dormir y no encuentro las palabras para explicar, justificar o demostrar que de verdad necesito ayuda, sí, otra vez.

Como docente e intérprete simultanea, tengo la capacidad innata para explicar, traducir y exponer una idea desde diferentes ángulos.

Sin embargo, cuando el desgaste es tan grande, una quisiera encontrarse con personas que puedan leer las señales, comprender sin discursos y mirar en los silencios.

Pido disculpas, si hay días en que no puedo estar para ti.
Si me conoces, ya sabes, que cuando logre estar para mí, volveré a estar para ti también.

Debo cuidarme, como puedo, desde estas circunstancias que me tocan vivir.
Sólo Dios sabe.


En tus manos estoy Señor.
Lo siento, hoy no puedo remar.

Si sientes que puedes ayudar, por favor busca los enlaces al final de esta publicación.
Gracias
Bendiciones

Susie
Susannah




Puedes comprar libros impresos en formato artesanal, tienes la información en este vídeo donde te cuento sobre la mayoría de mis libros y hay un vídeo especial para el libro La Posada de los Muertos.

Puedes comprar un pack de libros digitales con información en este vídeo.

Puedes hacer una pequeña contribución desde la aplicación de Mercado Pago, que lo convertirá a tu moneda.

Puedes hacer la contribución que tú quieras con PayPal.

Si la opción para colaborar que quieres elegir, no está en estas opciones, te puedes comunicar por correo a solelor@hotmail.com

Gracias nuevamente.
Dios bendiga tu generosidad.



miércoles, 20 de mayo de 2020

Agotada en cuarentena


Cuando nos sentimos agotados, como si nuestra energía se hubiera drenado por cada uno de nuestros poros y no hay días ni horas que alcancen para recuperar el sueño o sentirnos vitales y frescos otra vez, es tiempo de revisar nuestros patrones de conducta, pensamientos y nuestra forma de sentir.

¿Qué fue lo que pasó conmigo en esta primera mitad del año?  Siento que necesito unas largas vacaciones, en spa con todo incluido, para hacer nada, comer sano, recibir masajes y no tener que ocuparme de resolver ningún problema, ni siquiera el menú del día.

Durante la época de aislamiento social, he seguido atendiendo personas a través del celular y whatsapp y he continuado dando clases a quienes optaron por continuar con el sistema virtual.  

Reconozco, que 8 de cada 10 días, me paso el tiempo vestida en piyamas, y aunque tomo una ducha diaria, sólo me maquillo los días que grabo vídeo y uso ropa para estar cómoda en casa, incluyendo pantuflas.

Digamos, que esta cuarentena ha sido como un largo domingo, a cara lavada, con bata y ropa que está a mitad de camino entre la comodidad y el desgano.  De algún modo, se fueron pasando los días y dejé de usar las piedras y cristales de protección.  Parecía no tener sentido usar un japa mala (más que para la hora de la meditación), las pulseras o anillos para armonizar mis energías.

De algún modo, creemos que sólo debemos proteger nuestras energías cuando nos encontramos con personas cara a cara, pero quienes somos sensibles (niños esponjas), podemos captar y absorber energías de otras personas con una llamada telefónica o un intercambio de ‘radares’ durante las horas de sueños.  Solemos bajar la guardia con las personas que amamos, sin embargo en estos momentos de crisis, debemos guardar el equilibro entre dar y recibir y entre escuchar y ser escuchado.

He aquí un listado de todo lo que hice mal durante estos meses de soledad absoluta:


  • Dejé de usar piedras y cristales (amuletos, anillos, pulseras, japa malas y collares).
  • Me ocupé de ofrecer ayuda a cuanta persona se viera afectada por esta cuarentena.
  • Ofrecí descuentos en todos mis servicios y terapias.
  • Bajé la guardia con familia y afectos.
  • Dejé que muchas personas me usaran como un lugar donde desagotar sus miedos, furias, angustias y conflictos no resueltos.
  • Me preocupé por todo lo que estaba sucediendo a mi familia, hijos y nietos, sabiendo que no hay nada que pueda hacer por cambiar sus realidades.
  • Me enfoqué en ‘trabajar’, generar ingresos y pagar cuentas y mantenerme activa a pesar de la cuarentena.
  • Dejé de hacer lo que me gusta, por el simple placer de hacerlo.
  • Dejé de conectar con lo que tenía ganas de hacer y me obligué a hacer todo aquello que parecía mantenerme a flote durante la tormenta.
  • Me ocupé tanto por cobrar y pagar que llegó el momento en que me sentí vacía, agotada y sin fuerzas y entonces, dejé de crear, brillar y ser parte de la abundancia del universo.
  • Saqué el disfrute y el placer de la ecuación.
  • Quise tomar el control de mi pequeño bote perdido en la gran tormenta del océano.
  • Olvidé que los milagros sólo son posibles cuando Dios está a cargo de mi agenda.


En inglés se llama ‘burnout’ cuando el cansancio y el agotamiento físico y mental nos enferman y nos quitan claridad.  No es la primera vez que me siento así desde que comenzó la cuarentena.  Eso no es bueno.  Estoy haciendo cosas que ya no tengo ganas de hacer y me siento tan desgastada que no tengo fuerzas ni energía para hacer lo que tengo ganas de hacer.

Será tiempo de dejar que el bote simplemente flote, sentarme a leer un libro y confiar en que Dios, sólo él, sabe cómo, cuándo y dónde.

Hace unos días o semanas (ya perdí noción del tiempo), escribí en mi blog, sobre sensibilidad y empatía.  Creo que no sólo estaba buscando concientizar a otras personas o mostrarles a los sensibles que no están tan solos, sino que buscaba que la gente a mí alrededor se diera cuenta que necesitaba ayuda, contención y paciencia.  Algunas personas se sintieron identificadas con esa publicación, pero ninguna persona a mi alrededor cambió su actitud, su indiferencia o sus exigencias.

Porque, en realidad, soy yo quien debo contenerme, ser paciente conmigo misma y permitirme ser débil, estar asustada y no poder resolver todo lo que se supone que debería.


Cuando tomé la ducha hoy, me vestí con piyamas otra vez, me encantan; si pudiera tendría una colección de ropa cómoda para hacer fiaca en la casa y que se viera tan bonita que pudiera salir a caminar con ella.  Sin embargo,  me puse el relicario con mi talismán de virgo y el orgonito que dormía en un cajón; las piedras/cristales tienen propiedades que son ahora más útiles que nunca.

Desde hace un par de días, cuando no estoy fuerte, cuando las energías de otras personas me agobian, tomo distancia y digo ‘no’.  Porque quien no tiene la decisión de hacer cambios en su vida, tampoco tiene el derecho de usarnos de desagote o muro de lamentaciones.  Se puede acompañar con respeto, empatía y cariño, pero lidiar con tormentas solares ajenas o escuchar una letanía de quejas que jamás cambia, no es sano para quien escucha ni edificante para quien construye su realidad desde lo que no puede cambiar.

Estoy cansada, muy.
Me siento enferma, muy.
Mis energías están tan bajas, que hay momentos durante el día que mi cuerpo se enfría de tal manera, que no hay manta que me de calor; y eso, que aquí, aún no llega el invierno.

Necesito ocuparme de mí, protegerme, cuidarme, consentirme, relajarme.  Necesito extender las alas y planear sobre esos cielos que nadie transita.  Necesito hacer siestas en mi bote y despertarme cuando Dios, haya resuelto el curso.

Susie
Susannah

Pronóstico: inestable con probabilidad de viento y chaparrones.


sábado, 2 de mayo de 2020

Hipersensibilidad y empatía


De tanto estar para todos, hay días en que no podemos estar para nadie.


Artista: Aeppol

Mariana de Anquin habla de los Niños Esponja, personas que absorben la energía a su alrededor, que sienten lo que otras personas sienten y que pueden darse cuenta de lo que todos ignoran.

Dejar de ser hipersensibles o empáticos es para nosotros casi imposible, así como para quien vive en su burbuja ajeno al mundo exterior,  registrar las emociones ajenas es una tarea titánica.

Solemos ser desde pequeños, más maduros que la media, más serios, más comprometidos, más responsables y nos subimos al tren de causas perdidas, deseando acomodar aquello que lastima a tantos.

Las emociones y las energías de las otras personas se nos meten en el cuerpo, en el corazón y en cada partícula de energía propia, nos drenan, agotan, agobian y duelen como si fueran nuestras. Podemos ir simplemente a hacer la compra, y volver con un bagaje desconocido que nos envía directo a hacer la siesta.  Cuando de afectos se trata, el torrente de emociones de hijos, padres, hermanos y nietos, nos llega en vivo y en directo en una transmisión que jamás sincronizamos voluntariamente.

Vamos por la vida tejiendo Puentes, remendando heridas, acunando corazones, abrazando almas perdidas, consolando afligidos y dibujando mapas para quienes agonizan en laberintos.

Se nos da fácil el escuchar, mirar y observar, intuir, detectar y comprender.



Artista: Aeppol

En lo personal, mucha gente asume que esta paz que me habita y coloniza los lugares donde resido, es algo que traigo de siempre y que se me da así fácilmente y sin ningún ejercicio.  Vivir entre dos mundos, desde pequeña, no es tarea simple.  La sensibilidad es tanta que una muchas veces desea dormir sueños infinitos y hacer una maleta sin retorno.  La empatía, en este mundo frío y desapegado, es motivo de burla y desprecio, un defecto para quienes viven mirándose el ombligo como único universo.

Es un largo, intenso e interminable aprendizaje de aprender a distinguir las energías propias de las ajenas, decidir cuándo involucrarse y cuando no, en batallas emocionales;  tomar distancia cuando necesitamos preservarnos, ejercitar la mirada interior para descubrir sombras, soles, magias y condenas heredadas.  

Es una mediación constante entre nuestros demonios, nuestros dioses, nuestros ángeles, nuestros miedos, nuestras penas, nuestras alegrías y esa piel que percibe hasta el pensamiento más leve.

Aprendemos a darnos aquello que nunca nos dieron, aprendemos a aceptarnos como nunca nos aceptaron, aprendemos a sentir como nunca nos permitieron, aprendemos a ser así como somos.  

Aprendemos a cuidarnos, respetarnos, honrarnos y celebrarnos; pero eso, puede llevar décadas, años o vidas, dependiendo de las pequeñas elecciones cotidianas.

Somos detallistas, atentos, compasivos, observadores, pacíficos y sanadores.  Con el tiempo, perfeccionamos el arte de descubrir quienes se sienten rechazados, condenados, hostigados, perseguidos y el desamor les duele como el aire que respiran.

Cada quien, crea a su medida, un botiquín de primeros auxilios para asistir al peregrino: algunos usan las manos, otros las palabras, están quienes preparan tisanas y bizcochos para las penas, algunos pocos con solo mirarte te apapachan la herida y otros dibujan soles en tus cielos nublados.

Sin embargo, quienes no encuentran la salida, la puerta, el talismán o el ejercicio que construya su paz, se llenan de resentimiento, amargura, odio y venganza y van por la vida rompiendo todo a su paso.


Artista: Aeppol


Hay un punto en el que elegimos qué hacer con tanto dolor, con tanta sensibilidad, con esa empatía que se nos escapa hasta con la persona que más nos critica.

Seguramente hemos caído en el pozo oscuro de la desesperación más de una docena de veces, por eso, podemos bajar con tanta facilidad y sentarnos un momento con quien no sabe cómo salir. Pero no podemos pasar demasiado tiempo allí, debemos regresar al aire no viciado, al sol que se cuela por las ventanas y la capacidad de crear mundos diferentes.

Es cierto, en lo personal, muchas veces hago esfuerzos descomunales para intentar ayudar a quien no sabe cómo salir del pozo, le dibujo escaleras, le remiendo las alas, intento empujarlo hacia arriba cuando inevitablemente su miedos lo tiran hacia abajo.  En algún punto me doy cuenta y acepto, que no debo interferir; porque interferir es de algún modo, una manera de desconfiar de Dios y su infinita capacidad de manifestarse y es subestimar a quien debe hacer el esfuerzo por sí mismo, como la mariposa cuando rompe la crisálida.

Nuestra energía no es ilimitada, nuestra paz se llena a veces de tormentas, nuestros colores se gastan de tanto pintar cielos ajenos, nuestros Puentes se debilitan de tanto sostenerlos desde un solo extremo, nuestras manos se duermen de tanto acurrucar heridas, nuestros poemas se vacían de palabras de tanto transitar en mundos hostiles, nuestras velas se consumen, nuestras flores se marchitan y nuestras tisanas se contaminan.

Son esos días en que una siente que ha perdido todos los dones, la capacidad de reinventarse y las ganas de reír y creer que todo es posible. Probablemente, una muchas veces también está perdida en laberintos y atascada en callejones sin salida, pero de tanto intentar, crear, inventar, sembrar, proyectar y tejer, se siente extenuada, agobiada y terriblemente diminuta.

Yo tejo Puentes, Palabras, Cielos, Abrazos y Magia, pero también sigo siendo una niña, una mujer, una madre, una hermana, una abuela, una nieta, una hija, un alma perdida y un corazón asustado.  A veces, solo a veces, me gustaría jugar que hay un abrazo que me calma, una palabra que me alcanza, un lugar donde llegar y que una tisana, un café o la paz del otro me pueble y me sane, un guerrero que me defienda, una machi que me acune mientras duermo la siesta, un recreo en donde alguien me cuide y resuelva por mí todo aquello que me agobia.

En esos días, en los que de tanto dar y no recibir o recibir tan poco, necesito parar, no me salen palabras bonitas y pierdo la paciencia, la calma y la dulzura; esos que siempre reciben y se miran el ombligo se ofenden, se sienten defraudados, desairados y engañados.


Artista: Aeppol



Un día la fuente no tiene agua, la música se apaga, la palabra se vuelve amarga, la mirada se vuelve distante, el silencio desteje todos los Puentes y el desgano se cuela por todas las rendijas.

No queda más que cerrar las puertas, levar el Puente, correr las cortinas, cancelar la agenda, mirar para adentro, dormir días eternos;  hasta que el beso de la Vida, la mano de Dios posada en mi pecho, me devuelve el sentido, la fuerza, la esperanza y el latido.



Susie
Susannah
Tejedora en pausa
02 de mayo 2020 

Esta canción siempre me hace llorar las penas guardadas y es lo que le pido a Dios cuando no puedo Tejer.