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martes, 27 de septiembre de 2022

Ser PAS en paz

 


El problema es que eres demasiado sensible.” Te dice alguien mientras te obliga a fumar el humo de su cigarrillo una y otra vez y te humilla con palabras vulgares y groseras para marcar su supremacía.

El término PAS hace referencia a las “Personas Altamente Sensibles”, es decir, aquellas que tienen un desarrollo del sistema nervioso que les permite percibir sutilezas del entorno que el resto de los seres humanos no son capaces. Las personas PAS procesan la información de forma distinta. Los sonidos altos, las luces demasiado brillantes, las aglomeraciones de personas o imágenes de violencia y dolor pueden afectarles profundamente.

 

Quizá nunca hayas escuchado este término ya que la alta sensibilidad es un concepto relativamente nuevo que empezó a ser estudiado por la psicóloga estadounidense Elaine Aron y que afecta entre un 15% y un 20% de la población.

 

La Alta Sensibilidad comenzó a ser conocida a través del primer libro de Aron titulado The Highly Sensitive Person. Fue la traducción de este término y su popularidad la que llevó a nombrar a este rasgo como PAS o Personas Altamente Sensibles.

 

La elevada sensibilidad de estas personas hace que puedan llegar a desarrollar una empatía que las haga sufrir en exceso y a menudo suelen chocar con el muro de la incomprensión de sus personas más cercanas quienes no entienden sus forma de ver el mundo.»Estás exagerando», «Eso no es para tanto», «Te lo tomas todo demasiado a pecho», son algunos de los comentarios que estás personas suelen escuchar en su día a día.

https://afloraconsulting.com/que-significa-ser-pas/  

 


Ser diferente no significa ser mejor o peor, simplemente significa ser distinto, lo cual intimida a muchas personas.

 

Ser diferente muchas veces nos aleja emocionalmente y físicamente de las personas que nos aman, no porque sea nuestra intención ser desleales, sino porque mimetizarnos para ser aceptados nos aleja de nuestra esencia.

 


 

 

La alta sensibilidad no es un trastorno que se deba corregir, si no de un rasgo de personalidad que se debe atender en función de las necesidades individuales de cada persona, es una característica de su procesamiento sensorial. Las personas altamente sensibles tienen en común algunas de estas características:

– Presentan una mayor profundidad de pensamiento y los elaboran con más detenimiento

– Alcanzan mayores habilidades para el desarrollo de tareas relacionadas con la creatividad y el arte

– Tienen una mayor capacidad de empatía al disponer de más actividades en sus neuronas espejo que el resto

– Viven la vida con mucha emocionalidad. Su manera de experimentar la felicidad, tristeza, alegría… es muy intensa y va ligada a una fuerte empatía hacia los demás

– Perciben mayor información sensorial y se dan cuenta de detalles sutiles.

 

En España la Asociación Pas intenta dar cada vez más visibilidad a las personas con alta sensibilidad desde el año 2012 y tiene como objetivo la divulgación y ayuda sobre el rasgo de la Alta Sensibilidad.

https://afloraconsulting.com/que-significa-ser-pas/



 

 

 

Para una persona PAS, permanecer en un entorno donde es considerada una persona enferma, inestable emocionalmente o que necesita ser ‘normalizada’, puede convertirse en un riesgo para su salud física, emocional y mental.

 

Permanecer allí donde no pertenecemos energéticamente nos convierte en corderos sacrificados, víctimas que se inmolan por amor para el ‘bienestar, tranquilidad y felicidad’ de quienes vibran en una frecuencia diferente y desde un amor tóxico nos retienen en un tiempo y espacio que nos ahoga y debilita.

 

Que un entorno, una relación, una persona o un comportamiento resulten tóxicos, no necesariamente quiere decir que hay una intención de daño; probablemente lo que es beneficioso para algunas personas, es perjudicial para otras.






“El problema es que te falta tolerancia.” Te dice alguien mientras eres apedreada como María Magdalena y un romano ateo se burla de ti y te agrede porque crees en Dios y sus milagros y llevas Jesús en la boca, en tu corazón y en tus escritos.

 

Una persona PAS siente el dolor de las personas que ama como propio, es decir puede percibirlo de una manera que otros no pueden hacerlo.  Aunque sepa que ese dolor interno es el que hace que esas personas hieran con palabras o actitudes, no podrá evitar recibir esa descarga de sufrimiento amargo.  Las palabras y actitudes que se originan en heridas no sanadas nos atraviesan como dagas y nos debilitan energéticamente.  Podemos, racionalmente, reconocer que cada quien hace lo mejor que puede desde su lugar de consciencia y aceptar que cada quien es responsable de su propia felicidad; pero inevitablemente la infelicidad de nuestros seres amados perforará nuestro corazón cuando sus palabras intentan responsabilizarnos de su padecer.




 

Una Persona Altamente Sensible (PAS) es sumamente empática y por lo tanto, no intentará convencer a nadie para que crea lo que siente como cierto en su corazón, pero sufrirá como una agresión cuando es cuestionada, juzgada o criticada por pensar como piensa o sentir como siente.

 

Todo ser humano tiene el derecho de ejercer su libertad en su vida espiritual, siempre y cuando no intente colonizar el pensamiento de otros, siempre y cuando respete esa misma libertad en la vida de los otros.





“El problema eres tú que te has acostumbrado al silencio y la soledad.” Te dice alguien mientras hacen un festín en tu nombre pero debes hacer silencio frente a insultos, porque algunas personas ‘aman’ así, ejerciendo la versión más machista de bullying familiar.

 

Muchas veces creemos que es un gesto heroico, sacrificar nuestro bienestar para que nuestros seres queridos puedan sentirse tranquilos, en paz y conformes. Entonces, callamos, escondemos nuestras alas, aceptamos actitudes y palabras que nos dañan, sonreímos y ofrecemos nuestra paz a cambio de tormentas, recibimos su forma de amar sin cuestionar ni intentar cambiarlos.  Sin embargo, su paz no depende de nosotros; quien no tiene paz por sí mismo, no la tendrá porque nosotros dejemos de Ser quienes realmente somos, quien no es feliz por sí mismo, no se sentirá plenamente feliz porque nos adaptemos a su forma de ser.

 

Creo que volvernos pequeñitos para que otros no se sientan intimidados o incómodos  por nuestros dones, es negar la Divinidad que nos habita; es renunciar a este Ser maravilloso que Dios ha creado a su imagen y semejanza; es permitir que las sombras de los otros apaguen nuestra Luz.

 

Quienes esperan que los otros hagan siempre la tarea de esforzarse y cambiar, considerarán nuestra distancia y nuestra soledad como un acto egoísta.  Alejarnos de aquellos que nos exigen vivir a su manera y no respetan nuestra identidad, es una decisión que siempre duele pero que nos brinda la salud necesaria para poder cultivar nuestra mejor versión.  Desde nuestra plenitud y nuestra paz interior podemos generosamente compartir nuestros dones y talentos, disfrutar nuestra vida y desde allí sembrar relaciones sanas.




 

Mi paz interior no depende de otros, depende de mi actitud frente a lo que otros hacen o dicen.  Sin embargo, mi paz interior y tu paz interior dependen de la coherencia y armonía entre mente, cuerpo, espíritu, alma y sentimientos; depende de la libertad que ejercemos para Ser quienes vinimos a Ser, sin disfraces ni posturas impuestas.

 

Elegimos lo que es mejor para nuestro bien mayor y el bien mayor de las personas que nos rodean, evitando conflictos y relaciones tóxicas.  Para una PAS, la distancia o la soledad resultan temporal o definitivamente la decisión más sana, cuando el entorno cuestiona constantemente su condición o aún peor, intenta normalizar su personalidad de acuerdo a la mayoría del grupo o al miembro dominante.

 

Para cultivar la paz en nuestro corazón es necesario deshacernos de culpas y responsabilidades que no nos pertenecen. No debemos sentirnos culpables por cuidar nuestro equilibrio y nuestra salud.  No debemos sentirnos responsables por la felicidad de las personas amadas.

 


¿Disfruto ver felices a las personas que amo y me aman? Claro que si, muchísimo.  ¿Pueden esas personas que amo y me aman dejar de ser como son y actuar como actúan para disfrutar mi forma de Ser?  No pueden, ni siquiera llegan a darse cuenta que existen otras formar válidas de Ser y sentir.  No se trata de animosidad o falta de amor, se trata de niveles de consciencia y sensibilidad.  Somos diferentes y en esa diferencia, encontrar la paz y el equilibrio suele ser tarea de quien puede ver más allá de lo visible.



Hay flores bellísimas en la naturaleza, sin embargo, muchas de ellas pueden ser extremadamente tóxicas, dependiendo del tipo de contacto, la duración e intensidad del mismo.  Algunas flores con algo grado de toxicidad son: lirio, tulipán, azalea, amarillis, crisantemo y lila de la paz.

 

Seguramente, mi vibración, mi forma de ser y mis energías pueden resultar tóxicas para algunas personas, y eso está bien.  No podemos ser compatibles con todas las personas que habitan este planeta, ni siquiera con todos los miembros del clan familiar.  Probablemente las reacciones hostiles y de rechazo de otras personas estén relacionadas con la falta de compatibilidad de nuestras energías y vibración.  Reconocer esa diferencia, creo, es el primer paso hacia las relaciones sanas.  No se puede construir Puentes allí donde los otros cultivan muros. No se puede iluminar allí donde las personas se sienten a salvo en las sombras.  Incluso la paz, puede resultar tóxica para aquellos que se sienten a salvo en el caos del ruido.

 

Susannah Lorenzo©

Desanudando las emociones y palabras atascadas en mi garganta que terminaron por debilitar mi voz (físicamente) desde hace unos días.

Martes 27 de septiembre

04:59 am

Alergia asmática y garganta cerrada por segunda vez en menos de una semana y por primera vez luego de un par de años.



lunes, 22 de marzo de 2021

De equivocaciones y condenas

 

Me equivoqué

Me he equivocado

Me equivoco

 


Puedo conjugar el verbo ‘equivocar’ en diferentes tiempos verbales.  Probablemente mi tasa de error sea mayor al de muchas personas, pero eso es en relación a las tasas de riesgo, la cantidad de intentos y las veces que no me quedé de brazos cruzados a esperar que Dios me resolviera la vida.

Hay gente que tiene tiempo y ganas de llevar una lista actualizada de mis errores, cada tanto, por si se me olvida, agitan su lista al viento y reclaman todo aquello que se creen con derecho de cobrar, porque lo que hice no alcanzó, no sirvió, no resultó como esperaba o no se ajustó a las expectativas del clan.

“Si hubieras hecho como todas las mujeres.”

“Si me hubieras dejado a mí manejar tu vida.”

“Si hubieras dejado de lado tus valores y creencias.”

“Si hubieras hecho como todas las mujeres de la familia.”

“Si no hubieras vendido todo.”

“Si no hubieras intentado irte del país.”

“Si te hubieras conseguido un marido.”

“Si no hubieras pedido un préstamo.”

“Si te hubieras conformado.”

“Si hubieras hecho la vista gorda.”

“Si hubieras sido menos rebelde.”

“Si hubieras callado.”

“Si te hubieras recibido.”

“Si te sumaras a nuestra iglesia.”

“Si vendieras todo y vivieras de prestado.”

“Si renunciaras a tus sueños.”

“Si fueras más racional y realista.”

“Si no fueras tan sensible.”

“Si te diera todo igual.”

“Si no ayudaras a la gente.”

“Si no fueras tan confiada.”

“Si defendieras agresivamente tus derechos.”

Quien está del otro lado, vociferando esas frases, es una persona llena de resentimiento, frustraciones y prejuicios; seguramente se ha enquistado en su zona de confort y cree que la felicidad es una utopía de la que no se debe hablar. Quien se encarga de enumerar hubieras o hubieses, no ha asumido ningún proceso o terapia de sanación emocional consciente, ni tiene miras de hacerlo en algún momento y va por la vida condenando a quienes no piensan o hacen como él/ella.

Cuando cumplí 40 años lo celebré escribiendo un pequeño libro que incluía varias confesiones, listados graciosos y otros no tanto, mis peores y mejores decisiones y una lista de mis defectos. He perdido el original con collage, pegatinas y otros detalles, pero parte del texto, sigue aún en mis archivos.

Hablar de recuerdos que nos pesan y avergüenzan, da la sensación de que nos liberamos de fantasmas y alienta la esperanza de no encontrar más su sombra en el jardín del corazón.

Hablar de recuerdos bonitos nos hace revivir la idea de que todo es posible y que la suma de buenos deseos hace el camino más corto hacia los pequeños milagros cotidianos.

Aún entonces (16 años atrás), era consciente de que cada uno de mis ‘errores’, me había llevado por caminos que en el largo plazo habían resultado positivos y capitalizables de una u otra manera.

Mis peores errores han sucedido cuando me dejé llevar por opiniones, expectativas o temores ajenos; cuando ignoré mi intuición y esa certeza inexplicable que habitaba en mi corazón como un guiño de Dios o mi Ángel de la Guarda.

Si tuviera la oportunidad de volver atrás, si dejara de cometer alguno de esos errores, me privaría de disfrutar todo lo que vino después, lo que aprendí, lo que crecí, lo que recibí.

No estoy orgullosa de mis errores, muchos de ellos aún merecen ser perdonados, por mí y por quienes me aman.

Cada error es fruto de una decisión que fue hecha desde el nivel de consciencia que tenía en ese momento, de los conocimientos, de los recursos disponibles, de las limitaciones y de las circunstancias del momento, de los miedos que me habitaban y del agobio que buscaba una salida de los callejones oscuros.

Solo Dios sabe que jamás he tenido la intención de dañar a otra persona y menos a los seres que más amo. Solo Dios sabe que cada decisión fue hecha desde el amor, pero también de las heridas sin sanar, desde la fe y desde la necesidad de luchar por aquello que creía correcto.

Si pasaste casi toda tu vida viviendo en el mismo lugar, haciendo o dejando de hacer las mismas cosas y nunca te aventuraste más allá de la burbuja de tu ego, es probable que tu lista de errores se reduzca a un par o quizá solo uno. En mi control de calidad en la vida todo se mide por profundidad y no por cantidad. Creo que el ‘miedo a equivocarnos’ que nos congela y evita que hagamos algo diferente, nos condena a ‘existir’ sin Vivir y sin Amar en una danza de corazones prisioneros que no despliegan sus alas en cielos por descubrir.

Los que vuelan, los que crean, los que inventan, los que creen, los profetas, los artistas, los visionarios, los valientes, los que buscan escribir otras formas de vivir, los que dibujan cielos que jamás han visto, los que hacen música para recordarte las ganas de volar, los que salen de la prolija hilera de patitos de hule para jugar a ser cisnes en un lago de esperanza; todos ellos son criticados, juzgados, condenados, exiliados y castigados, por haber tenido el coraje de hacer lo que otros tantos dejaron olvidado en el desván de sus niños heridos.

Las que elegimos el camino menos transitado, las que elegimos ejercer nuestra libertad, las que no negociamos nuestra cama ni nuestro templo sagrado, las que no acomodamos nuestra vida con un proveedor, las que no regalamos caricias a cambio de un plato de comida para nuestros hijos, las que nos arremangamos para ocupar el rol de los ausentes, las que aprendemos y nos reinventamos, las que no queremos vivir a costa del gobierno o de la caridad de una iglesia; las que defendemos la honestidad, la integridad y somos coherentes con lo que sentimos, decimos y hacemos, todas nosotras nos pasamos la vida decidiendo por partida doble. No tenemos tiempo de claudicar, no nos damos chance de esperar a que otro resuelva; simplemente hacemos lo que se puede lo mejor que se puede.



Seguramente me estoy equivocando ahora, tengo esa rara sensación desde hace más de un año, de que la tortuga se me escapa, de que hay algo que Dios quiere que haga o vea y no lo estoy logrando.  Estoy dando vueltas en círculos en un pantano sin resolver una larga lista de problemas que se multiplican y que a su vez, obstruyen las posibilidades de encontrar soluciones. Algunos días, ni siquiera remo o doy vueltas, simplemente, trato de flotar, de mirar el cielo, hacer silencio y agudizar los radares, buscando una señal clara y precisa que no llega. Probablemente, algún día, miraré esto en la distancia y lo veré tan claro que será gracioso e irónico. Por ahora, solo Dios sabe. He intentado todo, o al menos todo lo que creo que está a mi alcance, aún aquello que muchos no intentarían. He pedido ayuda de todas las formas posibles.  Pero he descubierto, que en esta Argentina moderna 2021 es más fácil que un perro de la calle encuentre un hogar amoroso a que una mujer de 56 encuentre fácilmente donde vivir y trabajar; sin especulaciones, manipulaciones o letras chicas dudosas.



Si crees que sabes qué es exactamente lo que estoy haciendo o mal o lo que crees que debería hacer, probablemente: no estás aquí, nunca estuviste aquí, sabes poco y nada de la realidad de mi vida, y tu realidad es diametralmente diferente a la mía.

Si eres de los que está en la tribuna del Coliseo Romano haciendo apuestas a ver qué pasa conmigo, estás perdiendo el tiempo en juzgar una vida que no puedes arreglar, mejor ocúpate de la tuya, que se te escapa en medio de los abucheos.

En cualquier momento, en un susurro, la palabra Dracarys levante una polvareda de cenizas y huestes y un par de alas me ofrezcan su vuelo para dejar que la Justicia Divina acomode a cada quien en su sitio.



La gente mundana dice que si a una le va mal económicamente y va de pobreza en pobreza, es porque es una persona inútil para las finanzas, porque debería dejar que otros manejen su vida y controlen sus gastos o porque no hace lo suficiente, según los estándares de personas sanas y con otras realidades de vida.

 Los seres de luz, evolucionados y conscientes, no hacen más que repetirte que el problema está dentro tuyo, que la abundancia vive en tu interior y que si estás pobre y en la ruina, no estás haciendo bien tus deberes espirituales y no estás vibrando con la energía del universo.

 Unos no te ayudan porque consideran que si te equivocaste, debes pagar tus errores.  Los otros, no lo hacen porque están convencidos de que debes resolver todo tú sola.  En definitiva a ninguno de los dos grupos se les mueve un pelo si tienes la heladera vacía, si tus dolores físicos no te permiten salir de tu casa o si no sabes cómo pagarás el alquiler los próximos meses.  En general, tanto unos como otros, se distancian, hacen silencio, no preguntan y esperan desde una cómoda actitud de posición superada y superior, a que tú finalmente resuelvas todo, porque ‘tú puedes’.”

Confesiones

La Posada de los Muertos

Soledad Lorena©

Tejedora de Palabras

 

Si, probablemente, si hubiera sido más justiciera, más cruel, más manipuladora, más racional, más fría, más insensible, más calculadora, más vengativa, más exigente, más interesada, más falsa, más diplomática, más dramática, más incoherente y menos ética, estaría viviendo en mejores condiciones y tendría mi vida resuelta.  Pero entonces, no sería yo, no hubiera hecho lo que hice, no sentiría como siento, no podría dejar que Dios me habitara cada segundo de mi vida.

Si me equivoco, solo Dios tiene el derecho de mostrarme el camino, o cambiar el curso de navegación. Solo él sabe.  Solo él está aquí, estuvo siempre y es el único que me ama sin pedirme nada a cambio.

Susannah Lorenzo©

Tejedora de Puentes



miércoles, 20 de mayo de 2020

Agotada en cuarentena


Cuando nos sentimos agotados, como si nuestra energía se hubiera drenado por cada uno de nuestros poros y no hay días ni horas que alcancen para recuperar el sueño o sentirnos vitales y frescos otra vez, es tiempo de revisar nuestros patrones de conducta, pensamientos y nuestra forma de sentir.

¿Qué fue lo que pasó conmigo en esta primera mitad del año?  Siento que necesito unas largas vacaciones, en spa con todo incluido, para hacer nada, comer sano, recibir masajes y no tener que ocuparme de resolver ningún problema, ni siquiera el menú del día.

Durante la época de aislamiento social, he seguido atendiendo personas a través del celular y whatsapp y he continuado dando clases a quienes optaron por continuar con el sistema virtual.  

Reconozco, que 8 de cada 10 días, me paso el tiempo vestida en piyamas, y aunque tomo una ducha diaria, sólo me maquillo los días que grabo vídeo y uso ropa para estar cómoda en casa, incluyendo pantuflas.

Digamos, que esta cuarentena ha sido como un largo domingo, a cara lavada, con bata y ropa que está a mitad de camino entre la comodidad y el desgano.  De algún modo, se fueron pasando los días y dejé de usar las piedras y cristales de protección.  Parecía no tener sentido usar un japa mala (más que para la hora de la meditación), las pulseras o anillos para armonizar mis energías.

De algún modo, creemos que sólo debemos proteger nuestras energías cuando nos encontramos con personas cara a cara, pero quienes somos sensibles (niños esponjas), podemos captar y absorber energías de otras personas con una llamada telefónica o un intercambio de ‘radares’ durante las horas de sueños.  Solemos bajar la guardia con las personas que amamos, sin embargo en estos momentos de crisis, debemos guardar el equilibro entre dar y recibir y entre escuchar y ser escuchado.

He aquí un listado de todo lo que hice mal durante estos meses de soledad absoluta:


  • Dejé de usar piedras y cristales (amuletos, anillos, pulseras, japa malas y collares).
  • Me ocupé de ofrecer ayuda a cuanta persona se viera afectada por esta cuarentena.
  • Ofrecí descuentos en todos mis servicios y terapias.
  • Bajé la guardia con familia y afectos.
  • Dejé que muchas personas me usaran como un lugar donde desagotar sus miedos, furias, angustias y conflictos no resueltos.
  • Me preocupé por todo lo que estaba sucediendo a mi familia, hijos y nietos, sabiendo que no hay nada que pueda hacer por cambiar sus realidades.
  • Me enfoqué en ‘trabajar’, generar ingresos y pagar cuentas y mantenerme activa a pesar de la cuarentena.
  • Dejé de hacer lo que me gusta, por el simple placer de hacerlo.
  • Dejé de conectar con lo que tenía ganas de hacer y me obligué a hacer todo aquello que parecía mantenerme a flote durante la tormenta.
  • Me ocupé tanto por cobrar y pagar que llegó el momento en que me sentí vacía, agotada y sin fuerzas y entonces, dejé de crear, brillar y ser parte de la abundancia del universo.
  • Saqué el disfrute y el placer de la ecuación.
  • Quise tomar el control de mi pequeño bote perdido en la gran tormenta del océano.
  • Olvidé que los milagros sólo son posibles cuando Dios está a cargo de mi agenda.


En inglés se llama ‘burnout’ cuando el cansancio y el agotamiento físico y mental nos enferman y nos quitan claridad.  No es la primera vez que me siento así desde que comenzó la cuarentena.  Eso no es bueno.  Estoy haciendo cosas que ya no tengo ganas de hacer y me siento tan desgastada que no tengo fuerzas ni energía para hacer lo que tengo ganas de hacer.

Será tiempo de dejar que el bote simplemente flote, sentarme a leer un libro y confiar en que Dios, sólo él, sabe cómo, cuándo y dónde.

Hace unos días o semanas (ya perdí noción del tiempo), escribí en mi blog, sobre sensibilidad y empatía.  Creo que no sólo estaba buscando concientizar a otras personas o mostrarles a los sensibles que no están tan solos, sino que buscaba que la gente a mí alrededor se diera cuenta que necesitaba ayuda, contención y paciencia.  Algunas personas se sintieron identificadas con esa publicación, pero ninguna persona a mi alrededor cambió su actitud, su indiferencia o sus exigencias.

Porque, en realidad, soy yo quien debo contenerme, ser paciente conmigo misma y permitirme ser débil, estar asustada y no poder resolver todo lo que se supone que debería.


Cuando tomé la ducha hoy, me vestí con piyamas otra vez, me encantan; si pudiera tendría una colección de ropa cómoda para hacer fiaca en la casa y que se viera tan bonita que pudiera salir a caminar con ella.  Sin embargo,  me puse el relicario con mi talismán de virgo y el orgonito que dormía en un cajón; las piedras/cristales tienen propiedades que son ahora más útiles que nunca.

Desde hace un par de días, cuando no estoy fuerte, cuando las energías de otras personas me agobian, tomo distancia y digo ‘no’.  Porque quien no tiene la decisión de hacer cambios en su vida, tampoco tiene el derecho de usarnos de desagote o muro de lamentaciones.  Se puede acompañar con respeto, empatía y cariño, pero lidiar con tormentas solares ajenas o escuchar una letanía de quejas que jamás cambia, no es sano para quien escucha ni edificante para quien construye su realidad desde lo que no puede cambiar.

Estoy cansada, muy.
Me siento enferma, muy.
Mis energías están tan bajas, que hay momentos durante el día que mi cuerpo se enfría de tal manera, que no hay manta que me de calor; y eso, que aquí, aún no llega el invierno.

Necesito ocuparme de mí, protegerme, cuidarme, consentirme, relajarme.  Necesito extender las alas y planear sobre esos cielos que nadie transita.  Necesito hacer siestas en mi bote y despertarme cuando Dios, haya resuelto el curso.

Susie
Susannah

Pronóstico: inestable con probabilidad de viento y chaparrones.


sábado, 2 de mayo de 2020

Hipersensibilidad y empatía


De tanto estar para todos, hay días en que no podemos estar para nadie.


Artista: Aeppol

Mariana de Anquin habla de los Niños Esponja, personas que absorben la energía a su alrededor, que sienten lo que otras personas sienten y que pueden darse cuenta de lo que todos ignoran.

Dejar de ser hipersensibles o empáticos es para nosotros casi imposible, así como para quien vive en su burbuja ajeno al mundo exterior,  registrar las emociones ajenas es una tarea titánica.

Solemos ser desde pequeños, más maduros que la media, más serios, más comprometidos, más responsables y nos subimos al tren de causas perdidas, deseando acomodar aquello que lastima a tantos.

Las emociones y las energías de las otras personas se nos meten en el cuerpo, en el corazón y en cada partícula de energía propia, nos drenan, agotan, agobian y duelen como si fueran nuestras. Podemos ir simplemente a hacer la compra, y volver con un bagaje desconocido que nos envía directo a hacer la siesta.  Cuando de afectos se trata, el torrente de emociones de hijos, padres, hermanos y nietos, nos llega en vivo y en directo en una transmisión que jamás sincronizamos voluntariamente.

Vamos por la vida tejiendo Puentes, remendando heridas, acunando corazones, abrazando almas perdidas, consolando afligidos y dibujando mapas para quienes agonizan en laberintos.

Se nos da fácil el escuchar, mirar y observar, intuir, detectar y comprender.



Artista: Aeppol

En lo personal, mucha gente asume que esta paz que me habita y coloniza los lugares donde resido, es algo que traigo de siempre y que se me da así fácilmente y sin ningún ejercicio.  Vivir entre dos mundos, desde pequeña, no es tarea simple.  La sensibilidad es tanta que una muchas veces desea dormir sueños infinitos y hacer una maleta sin retorno.  La empatía, en este mundo frío y desapegado, es motivo de burla y desprecio, un defecto para quienes viven mirándose el ombligo como único universo.

Es un largo, intenso e interminable aprendizaje de aprender a distinguir las energías propias de las ajenas, decidir cuándo involucrarse y cuando no, en batallas emocionales;  tomar distancia cuando necesitamos preservarnos, ejercitar la mirada interior para descubrir sombras, soles, magias y condenas heredadas.  

Es una mediación constante entre nuestros demonios, nuestros dioses, nuestros ángeles, nuestros miedos, nuestras penas, nuestras alegrías y esa piel que percibe hasta el pensamiento más leve.

Aprendemos a darnos aquello que nunca nos dieron, aprendemos a aceptarnos como nunca nos aceptaron, aprendemos a sentir como nunca nos permitieron, aprendemos a ser así como somos.  

Aprendemos a cuidarnos, respetarnos, honrarnos y celebrarnos; pero eso, puede llevar décadas, años o vidas, dependiendo de las pequeñas elecciones cotidianas.

Somos detallistas, atentos, compasivos, observadores, pacíficos y sanadores.  Con el tiempo, perfeccionamos el arte de descubrir quienes se sienten rechazados, condenados, hostigados, perseguidos y el desamor les duele como el aire que respiran.

Cada quien, crea a su medida, un botiquín de primeros auxilios para asistir al peregrino: algunos usan las manos, otros las palabras, están quienes preparan tisanas y bizcochos para las penas, algunos pocos con solo mirarte te apapachan la herida y otros dibujan soles en tus cielos nublados.

Sin embargo, quienes no encuentran la salida, la puerta, el talismán o el ejercicio que construya su paz, se llenan de resentimiento, amargura, odio y venganza y van por la vida rompiendo todo a su paso.


Artista: Aeppol


Hay un punto en el que elegimos qué hacer con tanto dolor, con tanta sensibilidad, con esa empatía que se nos escapa hasta con la persona que más nos critica.

Seguramente hemos caído en el pozo oscuro de la desesperación más de una docena de veces, por eso, podemos bajar con tanta facilidad y sentarnos un momento con quien no sabe cómo salir. Pero no podemos pasar demasiado tiempo allí, debemos regresar al aire no viciado, al sol que se cuela por las ventanas y la capacidad de crear mundos diferentes.

Es cierto, en lo personal, muchas veces hago esfuerzos descomunales para intentar ayudar a quien no sabe cómo salir del pozo, le dibujo escaleras, le remiendo las alas, intento empujarlo hacia arriba cuando inevitablemente su miedos lo tiran hacia abajo.  En algún punto me doy cuenta y acepto, que no debo interferir; porque interferir es de algún modo, una manera de desconfiar de Dios y su infinita capacidad de manifestarse y es subestimar a quien debe hacer el esfuerzo por sí mismo, como la mariposa cuando rompe la crisálida.

Nuestra energía no es ilimitada, nuestra paz se llena a veces de tormentas, nuestros colores se gastan de tanto pintar cielos ajenos, nuestros Puentes se debilitan de tanto sostenerlos desde un solo extremo, nuestras manos se duermen de tanto acurrucar heridas, nuestros poemas se vacían de palabras de tanto transitar en mundos hostiles, nuestras velas se consumen, nuestras flores se marchitan y nuestras tisanas se contaminan.

Son esos días en que una siente que ha perdido todos los dones, la capacidad de reinventarse y las ganas de reír y creer que todo es posible. Probablemente, una muchas veces también está perdida en laberintos y atascada en callejones sin salida, pero de tanto intentar, crear, inventar, sembrar, proyectar y tejer, se siente extenuada, agobiada y terriblemente diminuta.

Yo tejo Puentes, Palabras, Cielos, Abrazos y Magia, pero también sigo siendo una niña, una mujer, una madre, una hermana, una abuela, una nieta, una hija, un alma perdida y un corazón asustado.  A veces, solo a veces, me gustaría jugar que hay un abrazo que me calma, una palabra que me alcanza, un lugar donde llegar y que una tisana, un café o la paz del otro me pueble y me sane, un guerrero que me defienda, una machi que me acune mientras duermo la siesta, un recreo en donde alguien me cuide y resuelva por mí todo aquello que me agobia.

En esos días, en los que de tanto dar y no recibir o recibir tan poco, necesito parar, no me salen palabras bonitas y pierdo la paciencia, la calma y la dulzura; esos que siempre reciben y se miran el ombligo se ofenden, se sienten defraudados, desairados y engañados.


Artista: Aeppol



Un día la fuente no tiene agua, la música se apaga, la palabra se vuelve amarga, la mirada se vuelve distante, el silencio desteje todos los Puentes y el desgano se cuela por todas las rendijas.

No queda más que cerrar las puertas, levar el Puente, correr las cortinas, cancelar la agenda, mirar para adentro, dormir días eternos;  hasta que el beso de la Vida, la mano de Dios posada en mi pecho, me devuelve el sentido, la fuerza, la esperanza y el latido.



Susie
Susannah
Tejedora en pausa
02 de mayo 2020 

Esta canción siempre me hace llorar las penas guardadas y es lo que le pido a Dios cuando no puedo Tejer.