Me equivoqué
Me he equivocado
Me equivoco
Puedo conjugar el verbo ‘equivocar’ en diferentes tiempos
verbales. Probablemente mi tasa de error
sea mayor al de muchas personas, pero eso es en relación a las tasas de riesgo,
la cantidad de intentos y las veces que no me quedé de brazos cruzados a
esperar que Dios me resolviera la vida.
Hay gente que tiene tiempo y ganas de llevar una lista
actualizada de mis errores, cada tanto, por si se me olvida, agitan su lista al
viento y reclaman todo aquello que se creen con derecho de cobrar, porque lo
que hice no alcanzó, no sirvió, no resultó como esperaba o no se ajustó a las
expectativas del clan.
“Si
hubieras hecho como todas las mujeres.”
“Si
me hubieras dejado a mí manejar tu vida.”
“Si
hubieras dejado de lado tus valores y creencias.”
“Si
hubieras hecho como todas las mujeres de la familia.”
“Si
no hubieras vendido todo.”
“Si
no hubieras intentado irte del país.”
“Si
te hubieras conseguido un marido.”
“Si
no hubieras pedido un préstamo.”
“Si
te hubieras conformado.”
“Si
hubieras hecho la vista gorda.”
“Si
hubieras sido menos rebelde.”
“Si
hubieras callado.”
“Si
te hubieras recibido.”
“Si
te sumaras a nuestra iglesia.”
“Si
vendieras todo y vivieras de prestado.”
“Si
renunciaras a tus sueños.”
“Si
fueras más racional y realista.”
“Si
no fueras tan sensible.”
“Si
te diera todo igual.”
“Si
no ayudaras a la gente.”
“Si
no fueras tan confiada.”
“Si
defendieras agresivamente tus derechos.”
Quien está del otro lado, vociferando esas frases, es una
persona llena de resentimiento, frustraciones y prejuicios; seguramente se ha
enquistado en su zona de confort y cree que la felicidad es una utopía de la
que no se debe hablar. Quien se encarga de enumerar hubieras o hubieses, no ha
asumido ningún proceso o terapia de sanación emocional consciente, ni tiene
miras de hacerlo en algún momento y va por la vida condenando a quienes no
piensan o hacen como él/ella.
Cuando cumplí 40 años lo celebré escribiendo un pequeño
libro que incluía varias confesiones, listados graciosos y otros no tanto, mis
peores y mejores decisiones y una lista de mis defectos. He perdido el original
con collage, pegatinas y otros detalles, pero parte del texto, sigue aún en mis
archivos.
Hablar
de recuerdos que nos pesan y avergüenzan, da la sensación de que nos liberamos
de fantasmas y alienta la esperanza de no encontrar más su sombra en el jardín
del corazón.
Hablar
de recuerdos bonitos nos hace revivir la idea de que todo es posible y que la
suma de buenos deseos hace el camino más corto hacia los pequeños milagros
cotidianos.
Aún entonces (16 años atrás), era consciente de que cada
uno de mis ‘errores’, me había llevado por caminos que en el largo plazo habían
resultado positivos y capitalizables de una u otra manera.
Mis peores errores han sucedido cuando me dejé llevar por
opiniones, expectativas o temores ajenos; cuando ignoré mi intuición y esa
certeza inexplicable que habitaba en mi corazón como un guiño de Dios o mi
Ángel de la Guarda.
Si tuviera la oportunidad de volver atrás, si dejara de
cometer alguno de esos errores, me privaría de disfrutar todo lo que vino
después, lo que aprendí, lo que crecí, lo que recibí.
No estoy orgullosa de mis errores, muchos de ellos aún
merecen ser perdonados, por mí y por quienes me aman.
Cada error es fruto de una decisión que fue hecha desde
el nivel de consciencia que tenía en ese momento, de los conocimientos, de los
recursos disponibles, de las limitaciones y de las circunstancias del momento,
de los miedos que me habitaban y del agobio que buscaba una salida de los
callejones oscuros.
Solo Dios sabe que jamás he tenido la intención de dañar
a otra persona y menos a los seres que más amo. Solo Dios sabe que cada
decisión fue hecha desde el amor, pero también de las heridas sin sanar, desde
la fe y desde la necesidad de luchar por aquello que creía correcto.
Si pasaste casi toda tu vida viviendo en el mismo lugar,
haciendo o dejando de hacer las mismas cosas y nunca te aventuraste más allá de
la burbuja de tu ego, es probable que tu lista de errores se reduzca a un par o
quizá solo uno. En mi control de calidad en la vida todo se mide por
profundidad y no por cantidad. Creo que el ‘miedo a equivocarnos’ que nos
congela y evita que hagamos algo diferente, nos condena a ‘existir’ sin Vivir y
sin Amar en una danza de corazones prisioneros que no despliegan sus alas en cielos por
descubrir.
Los que vuelan, los que crean, los que inventan, los que
creen, los profetas, los artistas, los visionarios, los valientes, los que
buscan escribir otras formas de vivir, los que dibujan cielos que jamás han visto, los que hacen música para recordarte las ganas de volar, los que salen
de la prolija hilera de patitos de hule para jugar a ser cisnes en un lago de
esperanza; todos ellos son criticados, juzgados, condenados, exiliados y
castigados, por haber tenido el coraje de hacer lo que otros tantos dejaron
olvidado en el desván de sus niños heridos.
Las que elegimos el camino menos transitado, las que
elegimos ejercer nuestra libertad, las que no negociamos nuestra cama ni
nuestro templo sagrado, las que no acomodamos nuestra vida con un proveedor,
las que no regalamos caricias a cambio de un plato de comida para nuestros hijos,
las que nos arremangamos para ocupar el rol de los ausentes, las que aprendemos
y nos reinventamos, las que no queremos vivir a costa del gobierno o de la
caridad de una iglesia; las que defendemos la honestidad, la integridad y somos
coherentes con lo que sentimos, decimos y hacemos, todas nosotras nos pasamos
la vida decidiendo por partida doble. No tenemos tiempo de claudicar, no nos
damos chance de esperar a que otro resuelva; simplemente hacemos lo que se
puede lo mejor que se puede.

Seguramente me estoy equivocando ahora, tengo esa rara
sensación desde hace más de un año, de que la tortuga se me escapa, de que hay algo
que Dios quiere que haga o vea y no lo estoy logrando. Estoy dando vueltas en círculos en un pantano
sin resolver una larga lista de problemas que se multiplican y que a su vez,
obstruyen las posibilidades de encontrar soluciones. Algunos días, ni siquiera
remo o doy vueltas, simplemente, trato de flotar, de mirar el cielo, hacer
silencio y agudizar los radares, buscando una señal clara y precisa que no
llega. Probablemente, algún día, miraré esto en la distancia y lo veré tan
claro que será gracioso e irónico. Por ahora, solo Dios sabe. He intentado
todo, o al menos todo lo que creo que está a mi alcance, aún aquello que muchos
no intentarían. He pedido ayuda de todas las formas posibles. Pero he descubierto, que en esta Argentina
moderna 2021 es más fácil que un perro de la calle encuentre un hogar amoroso a
que una mujer de 56 encuentre fácilmente donde vivir y trabajar; sin
especulaciones, manipulaciones o letras chicas dudosas.

Si crees que sabes qué es exactamente lo que estoy
haciendo o mal o lo que crees que debería hacer, probablemente: no estás aquí,
nunca estuviste aquí, sabes poco y nada de la realidad de mi vida, y tu
realidad es diametralmente diferente a la mía.
Si eres de los que está en la tribuna del Coliseo Romano
haciendo apuestas a ver qué pasa conmigo, estás perdiendo el tiempo en juzgar
una vida que no puedes arreglar, mejor ocúpate de la tuya, que se te escapa en
medio de los abucheos.
En cualquier momento, en un susurro, la palabra Dracarys
levante una polvareda de cenizas y huestes y un par de alas me ofrezcan su
vuelo para dejar que la Justicia Divina acomode a cada quien en su sitio.

“La gente mundana dice que si a una le va mal
económicamente y va de pobreza en pobreza, es porque es una persona inútil para
las finanzas, porque debería dejar que otros manejen su vida y controlen sus
gastos o porque no hace lo suficiente, según los estándares de personas sanas y
con otras realidades de vida.
Los seres de luz, evolucionados y conscientes, no
hacen más que repetirte que el problema está dentro tuyo, que la abundancia
vive en tu interior y que si estás pobre y en la ruina, no estás haciendo bien
tus deberes espirituales y no estás vibrando con la energía del universo.
Unos no te ayudan porque consideran que si te
equivocaste, debes pagar tus errores.
Los otros, no lo hacen porque están convencidos de que debes resolver
todo tú sola. En definitiva a ninguno de
los dos grupos se les mueve un pelo si tienes la heladera vacía, si tus dolores
físicos no te permiten salir de tu casa o si no sabes cómo pagarás el alquiler
los próximos meses. En general, tanto
unos como otros, se distancian, hacen silencio, no preguntan y esperan desde
una cómoda actitud de posición superada y superior, a que tú finalmente
resuelvas todo, porque ‘tú puedes’.”
Confesiones
La Posada de los Muertos
Soledad Lorena©
Tejedora de Palabras
Si, probablemente, si hubiera sido más justiciera, más
cruel, más manipuladora, más racional, más fría, más insensible, más
calculadora, más vengativa, más exigente, más interesada, más falsa, más
diplomática, más dramática, más incoherente y menos ética, estaría viviendo en
mejores condiciones y tendría mi vida resuelta.
Pero entonces, no sería yo, no hubiera hecho lo que hice, no sentiría
como siento, no podría dejar que Dios me habitara cada segundo de mi vida.
Si me equivoco, solo Dios tiene el derecho de mostrarme
el camino, o cambiar el curso de navegación. Solo él
sabe. Solo él está aquí, estuvo siempre
y es el único que me ama sin pedirme nada a cambio.
Susannah Lorenzo©
Tejedora de Puentes