jueves, 30 de marzo de 2023

Perdida


 

Me pierdo cuando miro los pasos torcidos de otros.

Me pierdo cuando dejo de sostener Tu mirada amorosa.




Me pierdo cuando me miro con la pobreza que habita otros corazones.

Me pierdo cuando olvido las riquezas con que me habitas.

Me pierdo cuando olvido besar tu nombre por las noches y despierto sin sonreír en Tu Amor cada mañana.




Me encuentro cuando detengo el paso y te siento; cuando me despojo de expectativas y te habito; y me habitas.

Susannah Lorenzo©

Tejedora de Cielos

28 de marzo de 2023


Para reflexionar: Puentes con Dios




Brújula

Nos perdemos cuando nos ocupamos de complacer a otros o cumplir con las metas que otros proyectaron.

Nos perdemos cuando intentamos salvar a otros y en nuestro afán de ayudar a quien no quiere ayudarse, dejamos de ayudarnos a nosotros mismos.

Nos perdemos cuando la energía está puesta en el ‘deber’ auto impuesto o indicado por otros.

Nos perdemos cuando sacamos a Dios de la ecuación.

Nos perdemos cuando abandonamos nuestras prácticas espirituales.

Nos perdemos cuando dejamos de disfrutar.

Nos perdemos cuando creemos que alguien puede salvarnos.

Nos perdemos cuando buscamos la respuesta afuera de nosotros.

Nos perdemos cuando perdemos la calma.




He estado perdida durante casi un mes y me extraño, estoy a veces inquieta, otras veces molesta y otras veces desganada.

Cuando saqué una carta de Puentes para preguntar qué necesito, salió la carta de la Brújula.

 “Si la respuesta es que necesitamos una Brújula, es porque hemos perdido el Norte, es decir, no sabemos dónde estamos parados en nuestra vida.

 Es importante saber dónde estamos, y hacia dónde nos dirigimos (norte) para enfocar nuestras energías y nuestros esfuerzos en la dirección correcta. Probablemente ese Mapa que habíamos dibujado para nuestra vida, ya ha perdido sentido o ha quedado obsoleto, pues la única constante en la vida es el cambio. Muchas veces, debemos ‘corregir el curso’, como se dice en navegación, y adaptar el viaje a las tormentas reinantes, al comportamiento del océano y la dirección de los vientos.

Si necesitas una Brújula, haz silencio, ve dentro de ti, pide a Dios, a tu Ángel de la Guarda o a tus guías espirituales que te muestren el ‘Norte’, que te marquen las coordenadas para trazar el nuevo mapa de tu vida.”

Susannah Lorenzo©

Cartas de Puentes

Trailer 

Todo lo que necesitas saber sobre las Cartas de Puentes y cómo tenerlas en tu celular:


domingo, 26 de marzo de 2023

Amada espina

De repente, nos palpamos el corazón y notamos un bulto, una protuberancia inflamada y doliente que se irrita ante el roce.  La curiosidad puede más que la incomodidad y ante la observación atenta, descubrimos que una vieja espina ha hecho su nido, hace ya largo tiempo. Un pequeño movimiento, un intento de extracción, generan un intenso dolor, una supuración maloliente y un terror inexplicable a descubrir que tan profundo nos habita.




Sobre la epidermis del corazón, un bonito bordado rodea la herida: intentos amorosos de cerrarla o justificarla.  Un viejo aroma a pétalos fragantes nos devuelve el recuerdo de una rosa que solía coronar nuestro jardín.  ¿Cuántas veces demoramos nuestra estancia en el dolor, cultivando expectativas de una realidad diferente?  ¿Cuánto tiempo justificamos la espina como herencia de una rosa que ya no florece?  ¿Cuánta esperanza albergamos de que la espina pueda convertirse en tallo y luego deslumbrarnos con una rosa transformada?

 

"Enamorarse es un talento que pocas criaturas poseen, como el don de hacer versos, como el espíritu de sacrificio, como la valentía personal. No se enamora cualquiera ni de cualquiera se enamora el capaz. Muy pocos pueden ser amantes y muy pocos amados".

Ortega y Gasset

 



¿Recuerdas cuando eras niño y te clavabas una espina o una astilla?  Luego de un rato jugando se te olvidaba, hasta que algo rozaba la zona y el dolor ardiente y punzante regresaba.  Evitabas que te sacaran la espina o la astilla, porque de solo moverla, el dolor se extendía como una serpiente encendida.




De la misma manera, dejamos pasar el tiempo cuando una espina ha quedado en nuestro corazón; hasta que algo nos recuerda su existencia: un roce, una palabra, una actitud, una ausencia o una ilusión hecha añicos.  La espina tiene nombre y apellido, pero no ha generado, como esperábamos, una nueva rosa, una nueva forma de amar; sino que ha echado raíces espinosas que perturban la paz de nuestro corazón y nos roban la alegría de vivir.

Puedes ignorar, amar o aferrarte a la presencia de esa espina, como un trofeo de tiempos mejores; pero inevitablemente generará una infección, un rechazo de tu cuerpo todo, avisándote que tu salud está en riesgo, que estás perdiendo el latido o que has olvidado lo que significa el buen amor.






Esa zona del corazón se entumece, se endurece, genera infinitos mecanismos de defensa, se intoxica y  se retrae.

Los espejos, las miradas, las lluvias de espinas, la ausencia de pétalos, los guardianes de la mente, los sueños, la alergia a las rosas, la soledad inconmovible y los desaires del destino, son un recordatorio constante de que una espina nos habita y ha colonizado nuestros sentidos.

Entonces, una tarde soleada de domingo, te conviertes en cirujano de tu corazón: desinfectas la zona con una buena cuota de lágrimas y la anestesias con una dosis de amor propio; extirpas en un solo paso la espina y sus raíces espinosas.  Ese pincho deforme y cavernoso ya ni siquiera recuerda haber sido parte del tallo de una rosa; apenas lo quitas de las profundidades de tu corazón, yace inerte, carente de vida propia, incapaz de sobrevivir a la luz del sol.




En ese orificio deforme, en esa herida abierta y desnuda, vulnerable y sensible, puedes sentir el aire que circula y permite que la epidermis respire.  Hay una sensación de libertad y despojo, un vacío que te llena de alivio y una certeza de que tu corazón ha despertado a una nueva vida.

No hará falta cerrar con puntadas, ni tejer cerrojos que te guarden del barro; las mordazas no sanan y las vendas evitan que la luz nos muestre la verdad.




Susannah Lorenzo©

Tejedora de Puentes

Destejiendo viejas heridas 




domingo, 12 de marzo de 2023

Autosuficiente

La mayoría de mis cuentos o historias incluyen una mujer medicina, una maga, una curandera o una machi.   Justamente, el libro ‘Tejedoras de Magia’, que aún está en gestación, recopila recetas, rituales, pócimas y curaciones de los personajes que llegaron a mí como una aparición.


Art: Tarn Ellis

 Muchos creen que eso se debe a que yo soy una Mujer Medicina.  Sin embargo, pocos saben que cuando me siento muy débil físicamente o energéticamente, busco en mis Guías Espirituales una Machi que me ayude a sanar; y desde esos deseos, llegan las visiones.

La mayoría de las personas suponen que una Mujer Medicina es autosuficiente, puede aplicarse sus propias medicinas, hacer algún pase mágico  y mantenerse siempre sana, abundante y sobre, todo, servicial.

Amigos, clientes, alumnos, consultantes, seguidores de las redes sociales y conocidos, buscan consejo, alivio, la escucha atenta, la contención amorosa, la compasión sin juicio y la palabra que calma.

Aunque Dios siempre me asista y me use como su canal Divino, vivo en un cuerpo físico como el de cualquier persona; tengo emociones y necesidades, tal como otros seres humanos.  Es cierto que muchas veces, yo elijo mi propio tratamiento holístico y me dejo guiar por mi Alma y mi Espíritu, sobre qué tisana debo beber o qué alimento debo dejar de consumir. Sin embargo, cuando me toca trabajar con ‘muertitos’ (como les llamo amorosamente) y acompañarlos durante su transición en el Portal; o cuando me toca contener a personas que realmente están muy negativas o enfermas; la energía que me atraviesa es tan intensa, que el cuerpo se resiente y necesita un cuidado especial, por varios días o semanas.

Las personas que me buscan o acuden a mí, suelen creer que siempre estoy disponible, que siempre puedo hacerme el tiempo, que siempre encuentro la manera, que siempre soy fuerte y que tengo todo resuelto.  Esas mismas personas, cuando ya no necesitan nada, cuando han saciado su sed, cuando ya no tienen preguntas, cuando ya obtuvieron lo que deseaban, siguen su camino o simplemente hacen su vida mirando a otro lado.

A veces, después de tareas desgastantes y abrumadoras, una Mujer Medicina necesita un apapacho, un poco de buena compañía desinteresada y silenciosa, una dosis de buen amor, una cuota de contención, un abrazo real, un masaje relajante o un paseo por las sierras.




Sucede sobre todo en domingo, cada quien está ocupado disfrutando su vida y me parece bien.  Hay un poco de olvido, indiferencia o desidia.  Quizá sea mi culpa, todos saben, incluyendo las personas amadas, que cuando regresen a golpear mi puerta yo estaré ahí, como siempre.

Mi corazón en susurros, hoy se animó a decir: toda Mujer Medicina, necesita su Hombre Medicina, el complemento de energías, un compañero con quien compartir, pero también con quien alternar roles.

Lo que hago cuando estoy mal, en la vida real, es descansar, hacer una cura de sueño y cuando estoy despierta, quedarme acostada, con música sanadora de fondo, cristales en mis chacras, respiración consciente y Dios en mis labios y en mi corazón.  Cuando mi cuerpo está realmente maltrecho, como ahora, visualizo alguna de las Tejedoras de Magia de mis historias, cuidándome en una choza, ocupándose de todo lo necesario, preparando caldo de verduras o una tisana que me alivie, sahumando mi cuerpo y cantando palabras sagradas. Otras veces,  visualizo al Arcángel Miguel, blandiendo su espada a mi alrededor para cortar todas las energías negativas que han quedado adheridas en mi campo energético; y luego invoco al Arcángel Rafael para que me bañe con su luz verde y me sumerja en el Río del Olvido y sane todos mis malestares.




Aún así, todo ser humano necesita de otros humanos.  Sería bonito recibir una invitación para un paseo en la naturaleza; o una reserva en unas cabañas cerca de un río para descansar un par de días; o una tarjeta de regalo para una sesión de spa y masajes; o simplemente, alguien que me recibiera en su casa, cocinara para mí, me escuchara con compasión y respeto, pudiera contenerme por un momento y simplemente, ocuparse de mí como yo me ocupo de otras personas.

No me malentiendas, disfruto mi soledad y vivir en la libertad de Ser y hacer.  Pero todos, incluso yo, necesitamos un lugar donde ser bien recibidos, celebrados y apapachos, un refugio de calma y contención.  Todos, incluso yo, necesitamos poder llamar a alguien a cualquier hora y cualquier día, para que nos escuche y nos acompañe, sin juicios, sin reproches, sin reprimendas y que en su escucha y en sus palabras amorosas, encontremos un poco de alivio.

Pedirle a alguien que se justifique o explique lo que siente para que puedas 'entender'  o 'creer' lo que le sucede, no significa escucha atenta, compasiva y amorosa.

Susannah Lorenzo©

Tejedora destejida