La mayoría de mis cuentos o historias incluyen una mujer medicina, una maga, una curandera o una machi. Justamente, el libro ‘Tejedoras de Magia’, que aún está en gestación, recopila recetas, rituales, pócimas y curaciones de los personajes que llegaron a mí como una aparición.
Muchos creen que eso se debe a que yo soy una
Mujer Medicina. Sin embargo, pocos saben
que cuando me siento muy débil físicamente o energéticamente, busco en mis
Guías Espirituales una Machi que me ayude a sanar; y desde esos deseos, llegan
las visiones.
La mayoría
de las personas suponen que una Mujer Medicina es autosuficiente, puede
aplicarse sus propias medicinas, hacer algún pase mágico y mantenerse siempre sana, abundante y sobre,
todo, servicial.
Amigos, clientes,
alumnos, consultantes, seguidores de las redes sociales y conocidos, buscan
consejo, alivio, la escucha atenta, la contención amorosa, la compasión sin
juicio y la palabra que calma.
Aunque Dios
siempre me asista y me use como su canal Divino, vivo en un cuerpo físico como
el de cualquier persona; tengo emociones y necesidades, tal como otros seres
humanos. Es cierto que muchas veces, yo
elijo mi propio tratamiento holístico y me dejo guiar por mi Alma y mi Espíritu,
sobre qué tisana debo beber o qué alimento debo dejar de consumir. Sin embargo,
cuando me toca trabajar con ‘muertitos’ (como les llamo amorosamente) y
acompañarlos durante su transición en el Portal; o cuando me toca contener a
personas que realmente están muy negativas o enfermas; la energía que me
atraviesa es tan intensa, que el cuerpo se resiente y necesita un cuidado
especial, por varios días o semanas.
Las personas
que me buscan o acuden a mí, suelen creer que siempre estoy disponible, que siempre
puedo hacerme el tiempo, que siempre encuentro la manera, que siempre soy
fuerte y que tengo todo resuelto. Esas
mismas personas, cuando ya no necesitan nada, cuando han saciado su sed, cuando
ya no tienen preguntas, cuando ya obtuvieron lo que deseaban, siguen su camino
o simplemente hacen su vida mirando a otro lado.
A veces,
después de tareas desgastantes y abrumadoras, una Mujer Medicina necesita un
apapacho, un poco de buena compañía desinteresada y silenciosa, una dosis de
buen amor, una cuota de contención, un abrazo real, un masaje relajante o un
paseo por las sierras.
Sucede sobre
todo en domingo, cada quien está ocupado disfrutando su vida y me parece
bien. Hay un poco de olvido,
indiferencia o desidia. Quizá sea mi
culpa, todos saben, incluyendo las personas amadas, que cuando regresen a
golpear mi puerta yo estaré ahí, como siempre.
Mi corazón
en susurros, hoy se animó a decir: toda Mujer Medicina, necesita su Hombre
Medicina, el complemento de energías, un compañero con quien compartir, pero
también con quien alternar roles.
Lo que hago
cuando estoy mal, en la vida real, es descansar, hacer una cura de sueño y
cuando estoy despierta, quedarme acostada, con música sanadora de fondo,
cristales en mis chacras, respiración consciente y Dios en mis labios y en mi
corazón. Cuando mi cuerpo está realmente
maltrecho, como ahora, visualizo alguna de las Tejedoras de Magia de mis
historias, cuidándome en una choza, ocupándose de todo lo necesario, preparando
caldo de verduras o una tisana que me alivie, sahumando mi cuerpo y cantando
palabras sagradas. Otras veces,
visualizo al Arcángel Miguel, blandiendo su espada a mi alrededor para
cortar todas las energías negativas que han quedado adheridas en mi campo
energético; y luego invoco al Arcángel Rafael para que me bañe con su luz verde
y me sumerja en el Río del Olvido y sane todos mis malestares.
Aún así,
todo ser humano necesita de otros humanos.
Sería bonito recibir una invitación para un paseo en la naturaleza; o
una reserva en unas cabañas cerca de un río para descansar un par de días; o
una tarjeta de regalo para una sesión de spa y masajes; o simplemente, alguien
que me recibiera en su casa, cocinara para mí, me escuchara con compasión y
respeto, pudiera contenerme por un momento y simplemente, ocuparse de mí como
yo me ocupo de otras personas.
No me
malentiendas, disfruto mi soledad y vivir en la libertad de Ser y hacer. Pero todos, incluso yo, necesitamos un lugar
donde ser bien recibidos, celebrados y apapachos, un refugio de calma y
contención. Todos, incluso yo,
necesitamos poder llamar a alguien a cualquier hora y cualquier día, para que
nos escuche y nos acompañe, sin juicios, sin reproches, sin reprimendas y que
en su escucha y en sus palabras amorosas, encontremos un poco de alivio.
Pedirle a alguien que se justifique o explique lo que siente para que puedas 'entender' o 'creer' lo que le sucede, no significa escucha atenta, compasiva y amorosa.
Susannah Lorenzo©
Tejedora
destejida
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