miércoles, 16 de diciembre de 2020

¿Obligar o Inspirar?

 

Cuando éramos pequeños nuestros padres, familiares o maestros nos obligaban a hacer cosas que no queríamos, pero resultarían para nuestro bien o el de la familia.

 Al convertirnos nosotros en padres, también obligamos a nuestros hijos como una herramienta de formación y educación.

Entre esas obligaciones, a veces descubrimos nuestra pasión y nos enamoramos de lo que estamos haciendo. Otras veces, terminamos detestando aquello que podría habernos inspirado, si no hubiera sido una obligación.





En la vida adulta, cuando, si tenemos suerte, ya nadie nos obliga, nos descubrimos obligándonos a hacer lo que debemos, deberíamos o tendríamos que hacer.



Esta foto es un desorden que detesto y que ocupa la mitad de mi mesa. Hace aproximadamente una semana o más, que los elementos para armar pulseras, cuerdas de oración y japa malas, están ocupando ese espacio, con la intención de obligarme a trabajar en ello.


¿Ha funcionado?

No. Al contrario, me pone de mal humor porque la mesa es un caos de pendientes.


Me resisto a armar pulseras o cuerdas de oración con la negatividad que me ronda estas semanas. Lo mismo pasa con la manta a crochet que aún no termino. ¿Cómo podría dejar que alguien reciba parte de mi tristeza, mis carencias, mi enfermedad o mis angustias?

Hay trabajos y tareas que necesitan inspiración, luz, paz y armonía interior. Eso no puede obligarse ni forzarse, menos aún cuando uno pasa hambre, necesidades básicas y no encuentra su punto de equilibrio y esperanza.

Desde ayer, que recibí alimentos, le estoy dando tiempo al cuerpo y al metabolismo para que se recupere y a la mente para que vuelva a funcionar normalmente.


Tomé la decisión hace un rato de despejar la mesa. Los espacios vacíos y ordenados me ayudan a crear. Mientras escribo en el bloc de notas, saqué una silla al rincón de cactus y suculentas, disfruto de los 28°C que hay afuera, porque adentro todavía se siente como 37°C.

Estoy equivocando el método, obligarme a hacer, resolver o generar nuevas ideas desde la desesperación, me desconecta de la esencia de mi Alma y de la Fuente.

El camino es inspirar, recuperar la inspiración, dejarme llevar por la marea, las fases de la luna y aceptar que los tiempos de Quietud son para encontrar la inspiración en el vacío y el silencio.


🌷 Susannah Lorenzo©

Tejedora de Puentes




miércoles, 9 de diciembre de 2020

Baobabs en Navidad

 


La mente está asustada, frustrada y enojada. Mira el árbol y los adornos con bronca y como un pájaro agorero repite mientras mira a la niña del corazón con desdén:


¿Acaso crees que vas a tener ahora la mágica Navidad que no tuviste de pequeña?

¿De qué te sirve tu Espíritu Navideño con la heladera y la billetera vacía?

¿Ni siquiera tu gato entiende qué estamos esperando?




La niña se acurruca, defiende la Navidad como una bandera, se acuesta cada noche creyendo que el amanecer traerá un milagro,  se convence que los sueños tejidos a Crochet traerán nuevos colores y emociones, siembra navidades en otros corazones, lee poemas y cuentos para corazones descreídos y duerme largas siestas mientras sus lágrimas riegan semillas perdidas en los confines del desierto.



A  veces siento que he equivocado las semillas, porque la siembra ha sido intensa y cada mañana el desierto despierta mostrándome su arena.

¿Será que he sembrado Baobabs cuya sombra nunca veré?




Otras veces, el océano se hace infinito, mi bote es apenas una hoja de madera y los remos parecen no llevar a ningún sitio. Cada mañana busco en el horizonte atisbos de una tierra próspera, un destino, un rumbo, una señal y solo es el cielo desdibujado en el agua.

Aún así, en un rincón del bote enarbolo mi pino de Navidad, como un acto profundo de Fé, como una manifestación de rebeldía contra la realidad que me abruma. 



Dicen que habrá estrella de Belén este solsticio y mi pesebre se sostiene buscando que los Reyes Magos me encuentren, y Jesús, Oh mi Jesús, habite mi corazón para que viva en su Gracia y en la alegría de ser la Niña que despierta en Navidad.


Susie

Susannah

Diciembre 09



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Gracias


lunes, 23 de noviembre de 2020

Espirales

 

Cuento: La ayuda de Dios

En un pueblo del litoral hubo una terrible inundación que obligó a sus habitantes a evacuarlo. Es decir, tenían que sacar todas sus pertenencias y llevarlas a otra zona sin agua.

El cura(sacerdote) no quería abandonar la iglesia pero el agua subía tanto que tuvo que refugiarse en el techo. Mientras tanto, rezaba:

-¡Dios mío, ayúdame, confío en que vas a salvarme!

Al rato, pasó una lancha de la policía y le dijeron:

-¡Vamos, padre, no se quede allí que es muy peligroso! Suba a la lancha. Vamos a llevarlo con toda la gente.

El sacerdote no les hizo caso y, al rato, tuvo que subir al campanario porque el agua seguía creciendo. Y no dejaba de pedir ayuda a Dios.

-Señor, estoy dándote muestras de mi confianza, ¡sálvame de esta inundación! ¡No me abandones!

Pasó un helicóptero y lo invitaron a subir, pero tampoco quiso. Ya estaba en la puntita del edificio y pasó otra cuadrilla de rescate:

-Padre, usted es el único que queda. ¡Venga!

Pero el cura no quiso ir. Resistió hasta que el agua lo tapó y murió ahogado. Cuando Dios lo recibió en el cielo, el sacerdote se quejó diciéndole:

-¿Qué paso, Dos mío? No me escuchaste? Te pedí ayuda y me abandonaste.

-De ninguna manera-le dijo Dios-.Yo no te abandoné. Es más, te envié mucha ayuda: una lancha de la policía, un helicóptero y una cuadrilla de rescate, pero en todos los casos vos no quisiste verme ni escucharme y los rechazaste…

Aprendo que: Dios utiliza al hombre como intermediario para obrar sus milagros.

María Inés Casalà y Juan Carlos Pisano. Cuentos rápidos para contar despacio.

He escuchado este cuento en diferentes versiones, en algunas son tres barcas/lanchas que pasan a salvarlo, pero siempre el final es el mismo y siempre son tres los emisarios que Dios envía para salvarlo.

Cada vez que siento que estoy en un callejón sin salida, y que el agua me está llegando al cuello, trato de recordar esa historia antes de que pase la tercera barca.  La primera vez que supe de la historia, hice caso omiso de los ‘extraños’, que actuaban como emisarios, o acepté su ayuda cuando ya era muy tarde.

Justamente, hace poco, escribí otra entrada del blog Desde el Desierto, donde describía esta situación en la que me he visto afligida más de una vez en la vida. No importa cuánto me haya esforzado, cuánto haya sembrado, o cuánto esmero y dedicación haya puesto en mi tarea, de repente, las cuentas por pagar se multiplican, el banco tiene números rojos, las reservas se acaban y la heladera se queda completamente vacía.



La semana pasada fue difícil, raciones pequeñas, mala alimentación, pocas expectativas en el horizonte, algún milagro que duró tres días y lo demás: invierno en plena primavera.  Cuando se acabó la última ración  y las últimas galletas para el desayuno, insistí en mi postura de no pedir ayuda, y entrar en santo silencio para que Dios me dijera qué quería de mí. Durante la semana, una persona amorosa que llegó con la marea de este 2020 (la trajo de regreso, porque fue alumna hace varios años), envió un mensaje para ofrecer su ayuda claramente y compartir lo poco que tuviera en su casa. Yo lo ignoré al principio, porque estaba segura que Dios haría un gran milagro.

El sábado comenzó el día 01 de ayuno (sólo agua e infusiones) y afectó pronto el organismo porque venía de dieta desordenada y escasa durante los últimos 10  días. (Cuando compré para cocinar sopa el día martes, era la primera vez que recibía un poco de efectivo para poder comprar verdura en el barrio, desde el 24 de octubre.) Entré en modo de bajo consumo para protección del sistema y simplemente multipliqué siestas durante el día.  Cada vez que intentaba dormir, rezaba pidiéndole a Dios un camino de salida, una bendición de abundancia en mi vida.  En verdad estaba segura de que llegaría mágicamente el fin de semana.

El segundo día de ayuno (domingo) me encontró más débil, con dolor de cabeza, visión borrosa y malestar general.  No estaba desesperada ni asustada, pero me sentía decepcionada de que Dios no hubiera hecho su milagro. Respiraba, meditaba, rezaba, intentaba imaginar mi alma libre y olvidar el hambre en mi cuerpo, pero cada vez que intentaba levantarme y realizar alguna actividad, el cuerpo podía más que la intención y la mente parecía estar desconectada del sistema eléctrico. Había hecho algunas publicaciones no muy explícitas en las redes (solo para buen entendedor) para no avergonzar ni preocupar a mi familia. Entonces, nuevamente recordé el cuento y me pregunté: ¿Qué barcas ha enviado Dios esta semana y no he aceptado?.  Claramente estaba el mensaje de mi ex alumna, aunque lo hubiera borrado del historial de whatsapp.  Le escribí después del medio día, con vergüenza, culpa e inseguridad. En cuanto lo vio, varias horas después, me llamó para repasar lo que había en su casa y averiguar qué cosas podía comer que no me hicieran mal.  Mientras preparaba porciones, raciones, bolsitas y paquetes, siguió hablando conmigo hasta que llegó a la parada del colectivo.  En pleno domingo (los colectivos tienen poca frecuencia) y siendo ya de noche, dejó todo lo que estaba haciendo para llegar a casa.  Radiante, como una libélula de colores, sonriente, amorosa y feliz de poder ayudar, depositó cada paquete en la mesada de mi cocina.  Había tanto amor, en ese compartir un puñado de semillas, un par de naranjas y otras cosas sanas que solo se encuentran en dietéticas y herboristerías.  Cada paquetito estaba pensado, sentido e intencionado.

Supongo que tenía que ser así, Dios quería que nuestros caminos se volvieran a cruzar, Dios quería usar a Jenny como un Ángel portador de abundancia y cariño.  Dios quería bendecirla con la alegría de poder ayudar.



Ella me retó porque esperé tanto en pedirle ayuda, porque me dejé sufrir con dos días de ayuno.

No es la primera vez que pasa, yo insisto en que la abundancia llegue por donde yo quiero: quiero que todos mis libros se vendan y que tenga que hacer más porque tengo muchos pedidos; quiero que se agote el stock de la pequeña tienda y tener que renovarlo porque he vendido absolutamente todo. Me quedo rígida, esperando eso que yo quiero que suceda y mientras tanto, mientras miro fijo por la ventana a ver si las semillas florecen, dejo que la escasez entre en mi vida por la rendija de la decepción y de las expectativas que nada tienen que ver con los planes de Dios. Como toda siembra, hay un ciclo, un tiempo, que no decide ningún humano y en el que no se puede interferir.



Claro, la pregunta es: ¿qué es lo que aún tengo que aprender? ¿Qué es lo que he aprendido de este patrón frecuente en mi vida? ¿Para qué sucede todo esto?

Parte de la respuesta está en el final del libro La Posada de los Muertos:

(…)Es la primera vez que hablo del suicidio con esperanza.  Es decir, en mi corazón, me gustaría vivir bien, me encantaría disfrutar, tengo planes, sueños y muchos proyectos por realizar.  Me gustaría, de verdad poder servir desde el amor y la luz, ayudando a sembrar colores en los corazones y cielos de otras personas.

Si no tuviera que preocuparme de pagar alquiler, cuentas enormes de servicios y conseguir el dinero para cubrir los gastos fijos cada semana; me dedicaría a escribir, a sanar mi cuerpo, a atender a quienes se benefician con mis terapias holísticas, a enseñar, a dar talleres, a viajar, a tener una vida bonita, a amar, a cuidar a Blackie, a enhebrar collares y pulseras, a leer, a vender mis libros y cartas de Puentes, a descubrir, a aprender, a estudiar y a bendecir.

No tengo un plan, he dejado todo en manos de Dios y creo, quiero creer que él tiene milagros insospechados y bendiciones para derramar.  Sin embargo, la realidad mundana me llena de dudas, temores y conjeturas.  Si Dios tiene un plan Divino para mí, le pido me ayude a crear esa vida abundante que me permita ser su servidora en esta tierra.  

(…)

Estos párrafos son parte de la sección de Confesiones que cierra el libro y está fechado 21.11.19, curiosamente, hace un año atrás.

Diría que la situación está peor y no mejor en muchos aspectos.  En aquel entonces, había puesto un aviso para buscarle un hogar a Blackie, porque me parecía injusto que él pasara necesidades junto conmigo.  En este difícil año 2020, aprendí y acepté que está conmigo por elección y que su misión aún no termina y está dispuesto a soportar cualquier dificultad para acompañarme en el sendero. Cuando escribí ese testimonio (Confesiones), lo hice con esperanza, pero muchas veces, secretamente, pensaba que como Miranda (uno de los personajes del libro La Posada de los Muertos), terminaría en una terminal, después de haber perdido todo, con un par de bolsos, mis mazos de tarot y un destino incierto.

Nunca imaginé, al terminar de escribir ese libro, que 2020 llegaría cargado de trabajos prácticos, exámenes y pruebas de Fé, como nunca había sentido o vivido.



Por primera vez, en estos días de ayuno y mala alimentación, no sentí pánico ni angustia; tampoco intenté elaborar salidas trágicas del laberinto.  Dentro mío tenía una confianza nueva, una certeza que de algún modo, y en el momento oportuno Dios, me mostrará la luz en el sendero.



Y es que el sendero no es tal, no es un camino de montaña, un camino que avanza en la geografía.  En realidad, caminamos todo el tiempo en círculos, y este desierto es el mismo que ya he transitado otras veces, pero indudablemente lo he mirado con otros ojos y sentido emociones diferentes. El sendero espiritual es, en realidad, un espiral, nos movemos en círculos, hasta que por efecto del movimiento y el cambio de energía que se produce en nuestro aura, empezamos a girar en un círculo más grande, un anillo mayor que abraza el anterior y que nos da una perspectiva más amplia del todo.

No sé si aún he salido del desierto, nuevamente, y por segunda vez esta semana (casi al filo del comienzo de la próxima), disfruto de un pequeño oasis, un par de días de alimento, una buena dosis de esperanza y una lluvia amorosa de empatía y humanidad. Sin embargo, siento que he aprendido mucho, he aceptado y reconocido otro tanto y sobre todo, estoy convencida (dentro de mi corazón), de que Dios tiene infinitas posibilidades creativas de manifestar la abundancia en nuestra vida.

Sin ir más lejos, el domingo temprano en la mañana, recibí un mensaje por whatsapp de una argentina viviendo en Reino Unido, buscando regalar una sesión de Tarot Evolutivo. No hemos concretado nada aún, pero ese solo mensaje, fue como un avión escribiendo graffitis en el cielo, para recordarme (por enésima vez) cuál es el camino y sobre todo, fue como un toquecito en el hombro, de esos que Dios nos da, cuando estamos enfocados en escapar del laberinto y perdemos noción de la danza circular.



Muchas gracias

Dios te bendiga


Gracias por la gente amorosa que lee, mira, ve, presta atención, comprende los silencios, encuentra el modo, cambia su agenda, se hace el tiempo, comparte lo poco que tiene y lo vuelve mucho, no pide explicaciones, no juzga, te abraza en un llamado, aterriza su helicóptero de colores en medio del desierto y enarbola una bandera de esperanza en la rama desnuda de tu arbusto sin frutos.
Gracias
Gracias
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lunes, 16 de noviembre de 2020

Escribir para despejar los cielos

 Hasta ayer, me había prometido no hablar, no compartir, encerrarme en mi silencio en una pulseada con Dios, hasta que un milagro apareciera para iluminar mis días. Me sentía miserable y dentro mío los demonios y las sombras crecían como una enredadera que me asfixiaba.

Dicen que si uno habla de lo malo que nos sucede, es malo, que se multiplica, que atraemos más de lo mismo. Coincido en que quejarse constantemente y repetir el mismo lamento cada día, no nos ayuda a salir del pozo. Pero también creo que compartir con un corazón amoroso, aliviana las cargas, saca de nuestra mente los miedos y la angustia y cuando están allí afuera transformados en palabras, se hacen más pequeños y hay espacio en nuestro interior para crear otras salidas del laberinto.

Cuando no hay disponible un corazón amoroso en escucha atenta, escribir es siempre una terapia efectiva para ponerle nombre y apellido a lo que nos pasa.

Ayer, mientras disfrutaba del aire fresco, unos mates y la compañía de Blackie en el rincón de las suculentas y cactus, rompí el silencio para escribir sobre este Desierto que se ha vuelto un largo camino desde hace algunos años.

Después del blog, hice algunas publicaciones sobre esta falta de espíritu navideño que me hacía sentir una extraña dentro de mí misma. Me parecía que la niña que vuela cada Navidad, se había congelado en el ártico, a resguardo de toda la locura del 2020.




Entonces, sucedió lo que siempre pasa: yo escribo, despejo mi mente, libero espacio dentro de mi corazón y las condiciones son propicias para que  Jefesito lance toda la artillería para inspirarme con un mega proyecto de Navidad en el Corazón. Así, como si nada, en plena luna nueva, las musas, Dios y el Ángel de la Navidad provocaron una catarata de creatividad que no ha cesado por más de 12 horas. Es decir, que, a pesar de las dificultades que menciono en el blog, no me ha quedado otra que posponer el sueño y el cansancio, hasta que la tarea esté terminada, tal como fue canalizada, debiendo manifestarse en este lunes 16 de noviembre.




La vulnerabilidad, la debilidad, la sensibilidad y la honestidad son el camino más directo para danzar con la sombra y transmutar las energías.


Solo Dios sabe.

Gracias

Susie

Estén atentos porque muy pronto estará disponible el regalo para la comunidad de Puentes, en diferentes formatos.

Como se dice en inglés: Stay tuned! (Quédate en la sintonía.)

 


domingo, 15 de noviembre de 2020

Desde el desierto

Hace tiempo que mi vida se parece a un desierto, una extensión vasta de soledad y penurias que rara vez describo con lujo de detalles.

Mostrar tan solo una postal de este peregrinaje desata un vendaval de juicios, el morbo de algunos, la pena de pocos y la distancia de muchos.

Hay días en que encuentro un oasis, vegetación exhuberante, agua clara y la bendición de los Dioses; entonces, repongo energía, nutro mi cuerpo y de cada fruto guardo en una bolsa sagrada las semillas.  Así, retomo el andar con más brío y esperanzas renovadas; avanzo a paso firme, danzo con la luna y escribo poemas en la arena.  Mientras camino, siembro las semillas con cuidado y le pido a Dios las multiplique.



Otros días, los vientos detienen mi marcha, agotan mis músculos, nublan mi pensamiento y se llevan consigo los mapas y poemas.  Las raciones se acaban, el agua se seca, la sombra es áspera y hostil, el sol calcina los suspiros y la noche agita pesadillas de batallas sin tregua.  El horizonte lejano no anuncia siluetas y el cielo presagia jornadas sin milagros.

Entonces, una guarda sus fuerzas, cuida cada gota, cuenta las migas, repliega el pensamiento, se sumerge  en el silencio, se ausenta de los sueños y respira al ritmo de una antigua letanía.  Una se vuelve casi invisible bajo la curva de una rama de un arbusto que apenas si sobrevive; olvida los calendarios y se pierde en largas siestas, narcóticas siestas que adormecen los sentidos y dan descanso al peregrino.

Resistir (de eso se trata) hasta que al amanecer, la lluvia haya despertado las semillas, o un milagro haya creado un oasis a tres pasos del arbusto o finalmente, Dios nos dibuje el camino de los jardines donde todo es posible.



Susie, domingo de resistencia

Susannah Lorenzo ©

Tejedora de Puentes

15 de noviembre de 2020

 



Notas:

Hace varios días que decidí no pedir ayuda en las redes sociales, como otras veces, cuando desespero al ver los estantes vacíos y la agenda sin promesas; confiando en que Dios me mostrará su Gracia.

Solo escucho su voz en las tormentas eléctricas esporádicas que azotan la ciudad por algunos minutos.  Lo demás es silencio, ni señas ni señales, ni anuncios ni mensajeros.

Trabajo conmigo en forma constante, aplico Terapias Holísticas, leo, estudio, aprendo, cambio hábitos, creo otros nuevos, corrijo patrones, sano heridas, rezo, bendigo ancestros; constantemente busco la forma de Ser Abundancia y escribir desde los Jardines del Universo.  Estoy en eso, lo prometo.



Para quienes aún insisten en que debería buscar un trabajo con sueldo estable, mis enfermedades crónicas siguen ahí, las mismas que me impiden tomar un colectivo a diario y cumplir con horarios fuera de casa.  Por eso, hace varios años, acepté, hice las paces y entendí que la única posibilidad es trabajar desde casa.  Ya lo sé, no es un buen año para nadie, pero para algunos se nos hace un poco más difícil.  Mis ingresos dependen de la venta de mis libros (que duermen largas siestas (que duran meses) esperando que algún corazón quiera despertarlos), las ventas de mi pequeña tienda y las sesiones y/o clases individuales que puedo agendar por whatsapp o llamada telefónica.  Aún sigue siendo arriesgado (dadas las condiciones de la pandemia) organizar talleres y cursos presenciales.



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martes, 10 de noviembre de 2020

Poema imperfecto desde la luna

 


Cuando una madre Ama,

teje las alas y bendice Cielos,

aprende Chino Mandarín

para leer los mapas de sus hijos,

se arremanga las faldas

para cruzar a nado mares bravíos.


Cuando una madre Ama,

teje rosarios con sus lágrimas,

celebra en la distancia 

los logros de sus hijos, 

construye un faro en el Cabo de Hornos 

o bendice los vientos que traen sus perfumes.


Cuando una madre sufre,

deja de amasar panes,

guarda las ollas que multiplican porciones, 

duerme largas siestas para descansar el Alma 

y arrulla en secreto 

los corazones temerosos de sus hijos.


Cuando una madre añora,

recorre lado a lado los Puentes sin huellas, 

repara los telégrafos, 

guarda una caja de té especial 

para visitas inesperadas, 

pierde a menudo sus ojos en el cielo 

que se extiende para alcanzar otras ciudades;  

y por las noches, 

acomoda sus caderas cansadas 

en una de las curvas de la luna, 

para desde allí ahuyentar las pesadillas 

que intentan arrebatar la paz de sus hijos.


En la casa de una madre, siempre hay un abrazo, una palabra dulce o una caricia en el pelo esperando detrás de cada ausencia.


🌷 Soledad Lorena ©

Tejedora de Palabras

Susannah Lorenzo

Tejedora de Puentes

 




Amorde Madre

De madres sin nido

Derechos reservados


martes, 20 de octubre de 2020

Desde el pozo

Tomar siestas en el fondo del pozo no es para cobardes.  Es allí donde cuelgan como trofeos todos nuestros grandes errores y donde las frustraciones pueblan las sombras de miedos ancestrales.

Una se induce en sueños espesos y asfixiantes, a sabiendas de que no habrá islas paradisíacas, amores encantadores o revelaciones sublimes.  Cada siesta será un viaje por los rincones olvidados de las cavernas del pensamiento.



Allá afuera: un ejército de orcos reclamando lo que no tengo; una horda de jueces sentenciando las equivocaciones; un rebaño de pedestres censurando mis alas; una larga lista de pendientes, una maraña de problemas que requieren pronta solución y una lluvia de incertidumbres arreciando sin piedad.

Aquí: un cuerpo maltrecho, los escudos oxidados, la piel marchitándose sin abrazos, las arcas vacías; la cocina es apenas una trinchera donde se miden raciones y el corazón, el corazón es un jardín maltratado por Monzones y Simunes.

Aquí puedo estar desnuda, sin esconder mis ojeras, sin inventar sonrisas, sin fingir alegrías, sin dibujar excusas ni anestesiar verdades, sin disfrazar esta desazón que se apodera de mis músculos.

Sé que no hay salvadores ni rescates.  Si enviara señales, caerían un puñado de migajas y un par de frases hechas de manual de auto ayuda.

Los pozos son invisibles, aunque sus bocas estén señalizadas con jirones de piel y carteles escritos con sangre.  El solo olor de las lágrimas en el aire, mantiene a distancia cualquier ser humano.  Los Indiana Jones solo buscan tesoros tangibles y jamás se calzarían las botas para transitar pantanos de emociones.

Antes, quería que el pozo me llevara directo al mar donde Alfonsina escribió su último poema.  Me dolía la indiferencia, la impavidez y la crueldad de quienes juzgaban mi sensibilidad o simplemente la ignoraban.

Ahora, ya no escapo, no huyo, ni me apuro.  Los milagros no suceden en tiempos humanos.

En medio del cansancio y de la bruma, cada tanto un rayo de sol inunda mi cama o la luz de la luna puebla mis insomnios.  Los tomo como promesas, los disfruto desde la celda de las circunstancias mientras por enésima vez, me repongo, me sano, me curo,  me rearmo, me reinicio, me recupero y pacientemente mido mis esfuerzos, porque de nada sirve remar cuando el mar se ha vuelto un desierto de salitre.

En algún punto, la salud volverá; llegará una señal del cielo, lloverán Bendiciones y  Dios me hablará claro al oído.

Mientras tanto, me quedo muy quieta, apago las luces para ahorrar energía y evitar que las huestes que merodean, manden sus aves carroñeras.

Aguardo a que la siembra, en algún punto cumpla su ciclo.

Confío en que los cielos anunciarán buenas nuevas y un par de semanas de abundancia, me devolverán la salud y la fuerza.


Nadie allí afuera tiene la culpa de lo que me sucede.  Yo tampoco la tengo.

Cada quien hace lo mejor que puede con los recursos que tiene, la salud que Dios nos dispensa, y el nivel de consciencia que nos permite ver más allá de las urgencias.

Hay circunstancias que exceden nuestra voluntad, hay aprendizajes colectivos que a cada quien afectan de diferente manera porque lo encuentran situado en realidad únicas.

Como en el cuento de la Bella Durmiente, me duermo bajo un hechizo inevitable.  Solo Dios puede posar su mano en mi pecho, tocar mi corazón y devolverme la magia.

Susie©

Susannah Lorenzo

Martes 20 de octubre


Deseos al viento

Deseo un recreo, un largo recreo en el que Dios me despierte y las cuentas estén al día, la casa sea cómoda y segura, con calefacción en invierno y ventilación fresca en verano y los espacios aptos para trabajar y vivir; una heladera para gente normal que esté llena cada semana de alimentos que a mi salud le hacen bien; los problemas se hayan solucionado y mi única obligación sea trabajar en todo lo que Jefesito me pide, alegra mi corazón y brinda Bienestar y bien mayor a quienes acuden a mi espacio.

Es agotador cuando intentas una y cien siembras, cuando produces y no vendes, cuando compras y tampoco vendes, cuando siembras y te quedas sin recursos; cuando cada mes debes decidir y elegir entre comer o pagar tu alquiler, entre comprar insumos o pagar las deudas, entre sobrevivir o vivir. Sé que hay situaciones peores, al menos, somos apenas Blackie y yo. Pero después de una larga vida de esfuerzo, sacrificio, siembra, rearmar, reinventar, saltar de la zona de confort, aprender y reaprender, vendría bien, de vez en cuando, un tiempo para disfrutar y trabajar en la paz de una vida digna y sana.

Cuando era muy pequeña y durante casi toda la infancia y la adolescencia tenía la misma pesadilla, necesitaba gritar y no podía, mi voz no salía; necesitaba correr, avanzar, escapar, y mis piernas no se movían.  Ya no tengo ese sueño, pero mi realidad cotidiana se parece bastante.

Los exilios en el pozo han sido muchos y largos en 2020, las energías que nos rodean, las personas, las actitudes y las dificultades me agotan de un modo en el que apenas puedo conmigo.

Si Dios aún me necesita aquí en este planeta, El sabrá encontrar la manera.

Let go.

Let God.



Realidades sin metáforas ni eufemismos

- La abultada boleta del celular del mes de octubre está pendiente, por lo tanto hay fecha inminente de corte.

- No puedo seguir recargando datos en mi celular para usar internet porque ya he excedido todos los límites y estoy en deuda, por eso no estoy creando contenidos o no estoy subiendo vídeos.

- Estoy retrasada con el alquiler de septiembre y octubre y varios meses de servicios.

- Aún estoy con una conexión precaria de energía eléctrica y sin medidor, por eso estoy limitada en los aparatos que puedo usar.

- La sala de masajes y el baño tienen un corto circuito en la conexión eléctrica por lo tanto hace meses, que estamos a oscuras en esa parte del departamento.

- El nuevo contrato de alquiler está pendiente hasta que pueda ponerme al día con todo lo que debo.

- No ha habido ventas de libros ni de la pequeña tienda en las fechas especiales, las personas prefieren comprar donde hacen entregas a domicilio.

- Aún las propuestas más creativas y renovadas en este 2020 no han tenido ningún éxito.

- De los alimentos y bebidas que mantienen mi metabolismo y mi cuerpo en equilibrio, nada queda, pero al menos, hace poco recibí un pedido de suplementos que compensará la mala dieta.

- Ya casi no pido ayuda, salvo la "pasada de gorra mensual para poder seguir generando contenidos gratuitos y sorteos".  Los pedidos de ayuda  generan largas colas de personas dispuestas a emitir sus opiniones y juicios basados en su realidad y colaboran con una larga lista de consejos sobre lo que debería hacer o no hacer.  Hasta ahora no he conocido una sola persona que pueda opinar desde una situación similar a la mía o que haya tenido la valentía y el amor, de vivir 48 horas en mi cuerpo, en mi vida y en mi espacio.

- Las oraciones, las plegarias y los buenos deseos siempre suman.

- Las pequeñas ayudan hacen más fácil la vida cotidiana y siempre renuevan la esperanza en el corazón.

Gracias

Susana

solelor@hotmail.com









jueves, 3 de septiembre de 2020

El cuerpo siempre sabe

Nuestro cuerpo recuerda lo que nuestra mente se empecina en olvidar.

Nuestro cuerpo registra las agresiones verbales como si fueran físicas.

Nuestro cuerpo absorbe las energías de otras personas, ya sea involuntariamente o a través de procesos de curación energética.

Nuestro cuerpo guarda memorias de traumas, heridas emocionales, situaciones de carencia extrema, humillaciones, vejaciones, abusos, burlas y crisis paralizantes de miedo.

Del mismo modo, guarda los recuerdos placenteros, los besos, los abrazos, las caricias, los aromas, las texturas, la música, los estímulos visuales y sensoriales que dejaron un sendero luminoso en nuestro corazón.



La mente tiene sus propios mecanismos de defensa: amnesias forzadas, temporales o permanentes; eliminación de datos, nombres, fechas y cualquier información que pueda llevarnos a recordar algo muy doloroso; olvidos y actos fallidos; para ayudarnos a ignorar, desterrar o minimizar cualquier suceso que mantenga vivo el dolor o el sufrimiento.

En esos juegos mentales, trabajamos como un analista de sistemas, reformateando el disco de nuestra computadora, creando nuevos archivos, borrando los que ya no sirven, desfragmentando el disco e instalando un sistema guardián de protección de nuestra salud mental.  Porque, según las exigencias de la sociedad en que vivimos, salud mental es sinónimo de felicidad, dicha, satisfacción, éxito, optimismo, actitud proactiva, insensibilidad, carencia de empatía y un individualismo que raya la crueldad.

Sentir, ser sensible, ser empático, llorar, estar triste, conectar genuinamente con las emociones, gritar, desbordarse, decir lo que se siente, expresar la verdad interior, ser coherente con lo que nuestra Alma necesita manifestar y demostrar algún signo de debilidad, son considerados señales de alguna enfermedad mental, de un desequilibrio que necesita medicación que suprima lo que somos y lo que sentimos para volvernos ‘más normales’, más funcionales y más parecidos a la masa de zombis automatizados.

Hace algunos siglos atrás, una persona de más de 50, era casi un anciano, era una edad común para morir.  En este siglo, los 50 son la juventud de la edad madura y las personas pueden aspirar a vivir fácilmente cien años.  Sin embargo, el aumento de enfermedades autoinmunes, enfermedades derivadas de los alimentos que ingerimos, crisis de estrés, aumento de diferentes tipos de cáncer y un sinfín de virus, aerosoles, químicos, ruidos, humos y tejidos sintéticos provocan alergias y enfermedades incurables e innombrables.



Estamos tan empeñados en ser ‘sanos mentalmente’, que nos desconectamos de nuestras emociones, reprimimos sentimientos, callamos palabras, dejamos que nuestros ríos internos se sequen y petrificamos las zonas heridas de nuestro corazón.  Imaginamos que nuestro cuerpo es apenas una masa de músculos, huesos, órganos y piel que solo nos sirve para funciones fisiológicas y para mantenernos vivos.

El cuerpo es el templo donde el alma habita y como tal tiene la función de indicarnos el camino, de mostrarnos lo que es bueno o malo para nosotros.  El cuerpo nos habla: a través de reacciones, sensaciones, escalofríos, nudos en el estómago, migrañas, temblores, estados de ansiedad, gripe, resfrío, irritabilidad y otras tantas formas de mostrarnos lo que nos perturba, es tóxico para nosotros o simplemente se ha quedado estancado en alguna parte de nuestro sistema.

La intuición está conectada directamente con el cuerpo.  Quienes hacemos prácticas de curanderismo, muchas veces sentimos en nuestro cuerpo los dolores o síntomas de la persona a quien estamos ayudando.  Luego, a través de un proceso de limpieza y meditación, logramos que esas dolencias sigan su camino y solamente pasen a través de nosotros, descargándolas en la Madre Tierra.  Cuando conocemos a una persona, la intuición activa sensaciones y comportamientos reflejos en el cuerpo: rigidez, temblor, intranquilidad, rechazo, ganas de salir corriendo o necesidad de abrazar al otro.  Quienes somos empáticos y sensibles, podemos sentir las emociones de la persona que está frente a nosotros o al otro lado del teléfono. Solemos ignorar las reacciones físicas porque las consideramos primitivas, porque pensamos que una persona inteligente actúa solamente desde una mente clara y ordenada.

Las mujeres que somos madres, incluso, podemos sentir en nuestro cuerpo, cuando algo malo les pasa a nuestros hijos, sin importar donde vivan o qué edad tengan; puede ser en forma de dolor en el pecho, falta de aire, palpitaciones, sudoración profusa o un dolor punzante en la boca del estómago.  El cuerpo nos muestra lo que nuestra percepción e intuición recibe antes de que la mente lo pueda razonar, procesar y expresar de manera coherente.



Tal como explica la Maestra Louise Hay en su libro ‘Sana tu cuerpo’:

“Para sanar y hacernos íntegros hemos de equilibrar cuerpo, mente y espíritu. Necesitamos cuidar muy bien nuestro cuerpo. Necesitamos tener una actitud mental positiva hacia nosotros mismos y hacia la vida. Necesitamos además una fuerte conexión espiritual. Cuando están equilibradas estas tres cosas, sentimos alegría de vivir. Ningún médico, ningún terapeuta nos puede dar esto si no nos decidimos a participar en nuestro proceso de curación.”

En ese libro encontramos una tabla de correspondencia entre los síntomas y malestares y sus causas emocionales, junto con Afirmaciones para reprogramar nuestra mente. Y hasta ahora, cada vez que he consultado su tabla, siempre ha sido más que acertada.

Generalmente, optamos por la forma rápida de ‘solucionar el problema’: una pastilla, un jarabe, una cirugía o incluso los pases mágicos de un curandero.  Queremos que el malestar desaparezca y nos deje trabajar y vivir ‘tranquilamente’Sin embargo, si no nos ocupamos de las emociones, de las heridas olvidadas o ignoradas, si no atendemos y escuchamos los mensajes de nuestro cuerpo, haremos desaparecer esa enfermedad o malestar por un tiempo, pero luego regresará o se manifestará en otro órgano o en otra parte del sistema.

Justamente hoy, antes de escribir esta publicación, me desperté triste y abatida, con mucho dolor físico.  Como el dolor me impedía siquiera moverme o levantarme de la cama, tomé un analgésico, apliqué aceites esenciales y me permití un par de siestas pues tenía necesidad de dormir mucho.  Si bien, los síntomas físicos más graves desaparecieron, el abatimiento y la tristeza no se iban, hasta que cerca de las cinco de la tarde, recordé que es el cumpleaños de una de mis nietas, que hace un par de años no tengo permiso para ver, y a quien guardo en un lugar muy especial de mi corazón.  Una vez que se hizo consciente lo que mi cuerpo estaba exteriorizando desde temprano, un mar de llanto se apoderó de mí.

¿Era yo consciente de tanto llanto y tristeza reprimida? No, aparentemente no.  En mi decisión de no interferir para que ella no sufra, y de dejar todo en manos de Dios, muchas veces hago como sí ya no me afectara.  Mi cuerpo sin embargo, no olvida, guarda registro y memoria de cada sentimiento, sensación, recuerdo y siente la distancia infinita que nos separa ahora y la tristeza que ella a veces, también siente.



Dicen, que cuando tenemos patrones de conducta que no podemos cambiar o nuevos hábitos que nos cuesta adoptar, es porque nuestro niño interior se resiste a acompañarnos en ciertos cambios.  Puede que en la memoria celular hayan quedado recuerdos de castigos, inseguridades, rechazos o consecuencias negativas por realizar determinadas acciones.  Es decir, si fuimos convencidos desde niños que cualquier persona rica es mala y que si hacemos algo diferente al resto del clan familiar somos desleales, es probable que nuestro niño interior boicotee cada uno de nuestros intentos por cambiar nuestra realidad, porque aún anida en nuestro cuerpo el miedo a ser rechazado o no amado por ser ‘mala’ persona o ser desleal al clan familiar, ejerciendo una prosperidad y una felicidad que ellos no tuvieron o no tienen en la actualidad.

La medicina moderna occidental no busca aumentar la cantidad de personas sanas.  Si así fuera, si el 90% de la población estuviera totalmente sano, entonces se acabaría el negocio de las farmacéuticas, laboratorios y la industria relacionada con la medicina.  Para el sistema, es necesario mantener el número de personas dependientes de tratamientos médicos para justificar una mega organización que mueve más dinero que la industria de los armamentos.  He trabajado en instituciones médicas, he visto a médicos recetar medicamentos, sólo para aumentar los ceros en el cheque que recibían a fin de mes, como reconocimiento del laboratorio o acceder a un Congreso internacional con todo pago en un país con playa y hoteles de lujo. He visto pacientes salir abatidos del consultorio porque el profesional le había recetado una gran cantidad de estudios complejos que apenas si podía pagar; pero ese número de estudios complejos era parte del trato que la institución tenía con Laboratorios de Análisis Clínicos y Centros de Imágenes; cada médico debía cumplir con cierta cantidad de estudios por mes, para mantener la comisión activa y cumplir con el porcentaje pactado. No digo que todos los médicos y profesionales trabajen de la misma manera, pero la gran mayoría sí.



Desde que empecé a escribir este blog en mi viaje personal con la endometriosis, asumí que estaba dispuesta a cuidar mi calidad de vida y no la cantidad de años que vivo.  No quiero ser un ‘paciente’ que en forma pasiva le da el poder al sistema para decidir cómo debo vivir y morir.  El camino de las Terapias Holísticas y la Medicina Natural o Alternativa, es lento, porque debemos trabajar desde adentro hacia afuera, porque trabajar con las emociones no es tarea fácil y no es algo que nos hayan enseñado desde niños. Se necesita determinación, constancia, voluntad, amor propio, respeto por nuestro cuerpo; conocer nuestro cuerpo, escucharlo, celebrarlo, honrarlo y dejar de resistirnos a Ser lo que somos y Vivir el camino que nuestra Alma necesita para manifestarse en esta vida.



Les dejo unos fragmentos del libro  “La enfermedad como camino”  de THORWALD DETHLEFSEN y RÜDIGER DAHLKE, al final de esta publicación.

Meditación guíada para sanar nuestro cuerpo femenino en el canal de YouTube.

Susie

Susannah Lorenzo©

Tejedora de Puentes

Derechos Reservados


“Si prestamos atención al animado debate que se mantiene en el mundo de la medicina, observamos que, generalmente, se discute de los métodos y de su funcionamiento y que, hasta ahora, se ha hablado muy poco de la teoría o filosofía de la medicina. Si bien es cierto que la medicina se sirve en gran medida de operaciones concretas y prácticas, en cada una de ellas se expresa —deliberada o inconscientemente— la filosofía determinante. La medicina moderna no falla por falta de posibilidades de actuación sino por el concepto sobre el que —a menudo implícita e irreflexivamente— basa su actuación. La medicina falla por su filosofía o, más exactamente, por su falta de filosofía. Hasta ahora, la actuación de la medicina responde sólo a criterios de funcionalidad y eficacia; la falta de un fondo le ha valido el calificativo de «inhumana». Si bien esta inhumanidad se manifiesta en muchas situaciones concretas y externas, no es un defecto que pueda remediarse con simples modificaciones funcionales. Muchos síntomas indican que la medicina está enferma. Y tampoco esta «paciente» puede curarse a base de tratar los síntomas. Sin embargo, la mayoría de críticos de la medicina académica y propagandistas de formas de curación alternativas asumen automáticamente el criterio de la medicina académica y concentran todas sus energías en la modificación de las formas (métodos).”


“El cuerpo nunca está enfermo ni sano ya que en él sólo se manifiestan las informaciones de la mente. El cuerpo no hace nada por sí mismo. Para comprobarlo, basta ver un cadáver. El cuerpo de una persona viva debe su funcionamiento precisamente a estas dos instancias inmateriales que solemos llamar conciencia (alma) y vida (espíritu). La conciencia emite la información que se manifiesta y se hace visible en el cuerpo. La conciencia es al cuerpo lo que un programa de radio al receptor. Dado que la conciencia representa una cualidad inmaterial y propia, naturalmente, no es producto del cuerpo ni depende de la existencia de éste.”


“Enfermedad significa, pues, la pérdida de una armonía o, también, el trastorno de un orden hasta ahora equilibrado (después veremos que, en realidad, contemplada desde otro punto de vista, la enfermedad es la instauración de un equilibrio). Ahora bien, la pérdida de armonía se produce en la conciencia, en el plano de la información, y en el cuerpo sólo se muestra. Por consiguiente, el cuerpo es vehículo de la manifestación o realización de todos los procesos y cambios que se producen en la conciencia. Así, si todo el mundo material no es sino el escenario en el que se plasma el juego de los arquetipos, con lo que se convierte en alegoría, también el cuerpo material es el escenario en el que se manifiestan las imágenes de la conciencia. Por lo tanto, si una persona sufre un desequilibrio en su conciencia, ello se manifestará en su cuerpo en forma de síntoma. Por lo tanto, es un error afirmar que el cuerpo está enfermo —enfermo sólo puede estarlo el ser humano—, por más que el estado de enfermedad se manifieste en el cuerpo como síntoma.”


“Cuando en el cuerpo de una persona se manifiesta un síntoma, éste (más o menos) llama la atención interrumpiendo, con frecuencia bruscamente, la continuidad de la vida diaria. Un síntoma es una señal que atrae atención, interés y energía y, por lo tanto, impide la vida normal. Un síntoma nos reclama atención, lo queramos o no. Esta interrupción que nos parece llegar de fuera nos produce una molestia y desde ese momento no tenemos más que un objetivo: eliminar la molestia. El ser humano no quiere ser molestado, y ello hace que empiece la lucha contra el síntoma. La lucha exige atención y dedicación: el síntoma siempre consigue que estemos pendientes de él. (…)Lo que debemos eliminar no es el síntoma, sino la causa. Por consiguiente, si queremos descubrir qué es lo que nos señala el síntoma, tenemos que apartar la mirada de él y buscar más allá.”

“La enfermedad como camino”  - THORWALD DETHLEFSEN y RÜDIGER DAHLKE


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