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jueves, 21 de abril de 2022

Recibir y disfrutar

 Ningún proceso de sanación es una línea recta que nos lleva desde A a C en un par de pasos.  Entender, comprender, reconocer y aceptar los patrones de conducta heredados o adquiridos, las heridas sin sanar y las maniobras de nuestro niño interior para protegernos de un peligro que sobrevive en nuestra sombra, es un viaje por laberintos intrincados de nuestra mente.  Ese viaje es único, porque nadie lo ha emprendido antes y muchas veces nos aterroriza adentrarnos en un mundo habitado por nuestros propios fantasmas y demonios.



Ese viaje no tiene porque ser solitario; si nos dejamos acompañar y lo hacemos de la mano amorosa de Dios, todo es posible.  Si de algo estoy segura, es que no hay sanación posible sin una vida espiritual y sin un diálogo permanente con Dios.

Ayer comencé a escribir el libro De piernas abiertas, un libro que trata sobre la sanación del Divino Femenino y nuestra capacidad, no solo de abrir las piernas, sino el corazón, los brazos, las manos y la mente.




Hoy, en un guiño del Universo, supe que en un sorteo inesperado de una emprendedora amorosa de San Luis, había ganado un kit herbal para sahumar, pudiendo elegir inmediatamente entre diferentes variedades.  Apenas recibí el mensaje, comencé a pensar en las publicaciones que haría para agradecerle y en cómo podría compensarla con algún obsequio.  Entonces, me di cuenta de un mecanismo inconsciente que ha estado activo en mí desde que tengo registro de mi memoria: cada vez que recibo me siento en deuda, siento que debo dar algo a cambio.  Me pasa con las contribuciones amorosas de las seguidoras del canal de YouTube.  Ellas hacen sus donaciones como reconocimiento a la dedicación y el esfuerzo en la creación de contenidos.  Aún así, me siento en la obligación de darles algo a cambio.  De repente, algo desconocido se iluminó en mi mente.  Es como si todos los patrones de conducta heredados y adquiridos hubieran tejido una constelación que estaba contando una historia y estaba mostrándome en el espejo la niña asustada por recibir.

En realidad, me encanta recibir, sí, amo recibir.  Pero tal como decía el Padre Jesús hace muchos años (un sacerdote carismático de quien siempre hablo cuando me refiero a la carencia y la abundancia), me encanta dar, disfruto dar; pero me cuesta recibir y pedir ayuda sin sentir vergüenza o culpa.  ¿Cómo es eso?  Vengo de una familia que te hace sentir que cuando recibes algo quedas endeudado emocional y energéticamente, tienes deberes y obligaciones que cumplir a cambio de lo que has recibido y si fallas a las expectativas de quién te ha dado lo que te ha dado, entonces estás deshonrando su entrega, su ayuda o su regalo.

Para recibir hay que abrir completamente las dos manos; el grado de apertura determinará la cantidad de lo que podemos recibir.  Ahora bien, ¿cuántas de nosotras abrimos la mano confiadamente sin haber visto lo que vamos a recibir?




 Por primera vez entendí cuál es el mecanismo inconsciente de mi mente: recibir me deja vulnerable y me quita poder, al menos es lo que el ego de mi niña sin sanar comprende.

Para quienes aún tenemos mucho por sanar, dar nos coloca en una situación de poder y control, podemos controlar el Puente, la forma en que nos comunicamos y se distribuyen los derechos en la relación; fundamentalmente nos sentimos a salvo de que nadie nos reclamará ni nos pedirá nada a cambio.  Damos sin pedir nada a cambio, por el solo hecho de disfrutar saciar la necesidad de alguien, porque hemos convivido con la carencia demasiado tiempo.

Para quienes aún tenemos mucho por sanar, recibir nos coloca en una situación de vulnerabilidad y debilidad, donde creemos que el otro tiene poder sobre nosotros.  En realidad, somos nosotros quienes otorgamos y aceptamos ese poder porque nos sentimos endeudados ya sea emocional, energética o económicamente.  Dejamos que la mirada, el juicio y las expectativas de quien nos da, afecte la forma en que vivimos y las decisiones que tomamos.



En verdad disfruto dar, ayudar y compartir.  Siempre he sabido que parte de ese dar, como decía el libro de Mujeres que aman demasiado, tiene que ver con saciar la carencia interior y dar a otros lo que me hubiera gustado recibir.

Ahora, detrás del velo y los espejismos, he descubierto que mi niña interior busca inmediatamente dar algo a cambio para sentirse a salvo y segura:

  • Si yo doy algo a cambio, elijo cómo y cuándo y no queda ninguna deuda pendiente.
  • Si yo doy algo a cambio, mi cuota de culpa y vergüenza de la niña pobre se revierte por un sentimiento de satisfacción.

Definitivamente no es un patrón de conducta sano, pero reconocerlo es el primer paso, luego viene la aceptación y luego el cambio.




Sé que mi camino personal es aprender a recibir sin miedo, sin culpa, sin mecanismos de defensa, sin tener que dar algo a cambio, sin endeudarme y sobre todo aprender a recibir y disfrutar, punto.

Imagino que habré sanado bastante cuando:

  •     Pueda recibir y sentir paz absoluta.
  •     Pueda abrir la mano completamente aún sin saber lo que voy a recibir y sin que mi mente haga ruidos molestos.
  •     Disfrute recibir sin que se me cruce una sola idea de dar algo a cambio.
  •     Aprenda que recibir es una energía tan poderosa como dar, pero para ello hay que abrirse totalmente.
  •     Pueda lograr que mi niña interior se sienta a salvo recibiendo.
  •     Mi yo adulto deje de preocuparse por las expectativas de quienes me dan algo.  Las deudas que ellos generan en su mente y en su ego son solo suyas.
  •     Pueda disfrutar de lo que recibo y del momento, como un reconocimiento y una celebración del Universo a lo que hago, lo que soy y lo que manifiesto en mi vida.


¿Cuál es tu camino personal?



 

Anticipo del libro: De piernas abiertas

Susannah Lorenzo©

Tejedora de Puentes

miércoles, 9 de diciembre de 2020

Baobabs en Navidad

 


La mente está asustada, frustrada y enojada. Mira el árbol y los adornos con bronca y como un pájaro agorero repite mientras mira a la niña del corazón con desdén:


¿Acaso crees que vas a tener ahora la mágica Navidad que no tuviste de pequeña?

¿De qué te sirve tu Espíritu Navideño con la heladera y la billetera vacía?

¿Ni siquiera tu gato entiende qué estamos esperando?




La niña se acurruca, defiende la Navidad como una bandera, se acuesta cada noche creyendo que el amanecer traerá un milagro,  se convence que los sueños tejidos a Crochet traerán nuevos colores y emociones, siembra navidades en otros corazones, lee poemas y cuentos para corazones descreídos y duerme largas siestas mientras sus lágrimas riegan semillas perdidas en los confines del desierto.



A  veces siento que he equivocado las semillas, porque la siembra ha sido intensa y cada mañana el desierto despierta mostrándome su arena.

¿Será que he sembrado Baobabs cuya sombra nunca veré?




Otras veces, el océano se hace infinito, mi bote es apenas una hoja de madera y los remos parecen no llevar a ningún sitio. Cada mañana busco en el horizonte atisbos de una tierra próspera, un destino, un rumbo, una señal y solo es el cielo desdibujado en el agua.

Aún así, en un rincón del bote enarbolo mi pino de Navidad, como un acto profundo de Fé, como una manifestación de rebeldía contra la realidad que me abruma. 



Dicen que habrá estrella de Belén este solsticio y mi pesebre se sostiene buscando que los Reyes Magos me encuentren, y Jesús, Oh mi Jesús, habite mi corazón para que viva en su Gracia y en la alegría de ser la Niña que despierta en Navidad.


Susie

Susannah

Diciembre 09



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