martes, 8 de marzo de 2022

¿Cuándo celebraremos el Día de la Mujer?


Decime que celebramos el día de la mujer cuando:

  • Una mujer es respetada y honrada por sus ciclos, sus hormonas y su sensibilidad.
  • Una mujer no es agredida y abusada por el sistema de salud y por profesionales médicas y enfermeras que la denigran, humillan y desvalorizan en sus momentos más vulnerables.
  • Un hombre no necesita violar, meter mano o golpear para sentirse macho y controlar a "su hembra".
  • Una mujer víctima de violencia o abuso no tiene que justificar cómo terminó en esa situación.
  • Una madre no tiene que trabajar 14 horas por día para criar sola a sus hijos porque el progenitor no tiene ganas de cumplir sus obligaciones.
  • El violador, agresor, abusador u oportunista no es defendido por otras mujeres, sin importar cuales sean los beneficios que brinda.
  • Una mujer puede tomar decisiones sobre la salud de su cuerpo: qué órganos quiere conservar, qué tratamiento prefiere o que tipo de calidad de vida quiere sostener.
  • Una mujer no es acosada sexualmente en su trabajo para mantener su puesto o acceder a otras posiciones.
  • Una mujer no tiene que demostrar o justificar que convive con una enfermedad crónica para ser respetada y valorada.
  • Una mujer puede hablar libremente de sus sentimientos, traumas y heridas sin ser condenada, cuestionada o agredida por otras mujeres.
  • Una mujer puede animarse a ser libre como la Mujer Salvaje de Clarissa Pinkola Estés, sin ser apedreada por su familia y amigas.
  • Una mujer no es silenciada, amenazada o incluso asesinada por denunciar, por desenmascarar, por resistirse, por negarse, por separarse, por crecer, por volar, por bailar en medio de las jaulas.



Nací en 1964, tengo 57 años ahora.  Me convertí en madre a los 20 años, mi primer hija nació en 1985.  Me separé cuando mi hija menor tenía solo 10 meses (nació en 1987).

Hay muchas campañas del gobierno, muchas marchas y protestas; sin embargo, creo que nada ha cambiado: el sistema, la sociedad, el machismo y el patriarcado siguen funcionando de la misma manera, al menos en países latinos.

Soy una sobreviviente y aún puedo contar mi historia, aunque a muchas personas les incomode, les avergüence o intenten silenciarme de muchas maneras.

Fui víctima de violencia de género, mis amigos, mi familia, e incluso la policía no me creyeron.  Muchos me acusaron de ser responsable de las reacciones de mi entonces esposo.  Eso no ha cambiado.

Después de denunciar, de aceptar que a pesar de tantas promesas nunca cambiaría o sobre todo de que no estaba dispuesto a ser padre, tuve que huir de mi ciudad, dejar todo para tener un poco de paz.  Eso no ha cambiado.  Las mujeres que decidimos denunciar, liberarnos y construir una nueva vida debemos buscar otra ciudad, otra provincia, porque el sistema no está preparado para contener a las mujeres ni castigar debidamente a los hombres que tienen estas conductas.

Durante la infancia de mis hijos, tuve que sacrificar mucho como mamá, privarme de actos, momentos, su crecimiento, sus travesuras; tuve que trabajar 12 horas o más fuera de casa y luego, muchas veces trabajar de forma independiente durante las noches para poder pagar todas las cuentas, para poder mantener tres hijos sin ayuda de nadie (más que la vivienda prestada por mis padres).  Eso no ha cambiado. Los progenitores encuentran siempre la manera de evadir sus obligaciones y justificar sus omisiones.  El sistema los perdona.

En el proceso de separación y divorcio, perdí lazos y relaciones con amigas, padrinos de mis hijos, familia y compañeros de estudio o trabajo.  La mujer que decide liberarse y abandona la 'seguridad' del matrimonio (vendida como real por un ser psicópata que nunca muestra afuera su verdadera personalidad), es cuestionada, juzgada, condenada y segregada como un peligro para los círculos de mujeres 'bien casadas'. Eso no ha cambiado.

Muchas veces me han criticado mi CV, por haber tenido demasiados trabajos que duraron poco tiempo.  No se puede hablar de las incontables veces que fui acosada y que tuve que renunciar para no lidiar con comportamientos nauseabundos o por no acceder a propuestas indecentes que nada tenían que ver con mi desempeño laboral.  Una madre que cría sola a sus hijos necesita mucho el trabajo y se supone, según la cultura machista, que accederá a cualquier cosa por conservar el trabajo.  (En realidad, muchas acceden, si no, no existiría esa conducta.)  Eso no ha cambiado.

Durante mi trabajo de parto, enfermedades crónicas, inspecciones en mis genitales o consultas médicas, he sido abusada, agredida, no respetada, humillada y maltratada verbalmente, en la mayoría de los casos por otras mujeres (con título universitario).  Eso no ha cambiado.

Cuando un hombre no puede controlar a una mujer (sea su pareja, hermano, padre o hijo en algunos casos), grita, insulta, menosprecia, denigra, patea cosas, golpea la mesa, humilla y despoja de derechos a quien toma decisiones inadecuadas o según su criterio no sabe dirigir su vida. Eso es culturalmente aceptado, porque el amor justifica cualquier exabrupto, porque el cuidado supone control.  Eso no ha cambiado.

Trabajé muchos años en medios de prensa: gráfica y radial; cada vez que hice las preguntas 'equivocadas', cada vez que quise llevar claridad y verdad, cada vez que quise sembrar el discernimiento y la libertad de pensamiento, cada vez que quise propagar la cultura, cada vez que entrevisté a una persona que no comulgaba con el gobierno de turno; fui invitada a 'conocer a los muchachos' que resolverían mis confusiones; recibí amenazas sobre mis hijas o directamente levantaron mis programas del aire.  Eso no ha cambiado.





Cuando una mujer se separa, la culpa es de ella.

Cuando una mujer es víctima de violencia, abuso o violación, la culpa es de ella.

Cuando una mujer no alcanza a pagar las cuentas y se queda en la calle con sus hijos, la culpa es de ella.

Cuando una mujer pierde un trabajo, un contrato o un cliente, por no acceder a sus insinuaciones, la culpa es de ella.

Cuando una mujer denuncia, la culpa es de ella.

Cuando una mujer guarda silencio, la culpa es de ella.

Cuando una mujer enferma, la culpa es de ella.

Cuando una mujer se desborda mental y emocionalmente por hacer de madre y padre toda su vida, la culpa es de ella.

Cuando una mujer abre la jaula y decide volar, la culpa es de ella, por ser desleal a quienes sostienen y mantienen vivo el patriarcado y el machismo.

Cuando una mujer se suicida, la culpa es de ella.

Cuando una mujer es asesinada, la culpa es de ella.

Cuando una mujer se queda sola, la culpa es de ella.

Eso, no ha cambiado.





La peor enemiga de una mujer es otra mujer sosteniendo el machismo.

La mejor aliada de una mujer es otra mujer compasiva, solidaria y sensible.

La peor enemiga de una mujer es una mujer que compite, envidia y juzga 

La mejor aliada de una mujer es otra mujer ayudándote a brillar y crecer y cuidando tus espaldas.

Deseo que como mujeres aprendamos a ser tribu y círculo sagrado, hermanas y compañeras, socias y cómplices; tejiendo redes amorosas de buena voluntad y luz.

Cuando una mujer sana, ayuda a otras a sanar.

Cuando una mujer brilla, inspira a otras a brillar.

Cuando una mujer abre sus alas y vuela, que no te asusté su osadía y desde tu miedo la critiques; sino que con curiosidad te rasques tu espalda para descubrir tus alas mutiladas.


Susannah Lorenzo ©

Tejedora de Puentes

Art: Tarn Ellis 

#8M



Familia rota

 



No somos desconocidos, no somos enemigos, no somos víctimas ni victimarios.

Somos apenas sobrevivientes de un tornado que nos despojó de sueños y confundió nuestros nombres.

Somos apenas corazones lastimados que han perdido demasiado tiempo y demasiadas lágrimas en lamentar lo que no pudo ser y rebelarnos contra lo que no pudimos controlar.

Somos apenas unos niños asustados y perdidos, viviendo en cuerpos de adultos que juegan a ser fuertes.

Somos apenas el rastro de lo que alguna vez fuimos, la sombra de lo que no pudimos ser y la certeza cobarde que destierra la esperanza de que alguna vez seamos lo que en verdad somos.

Amor de Madre 2022



Saberlos distantes, enfrentados, indiferentes y desencontrados como hermanos; duele mucho más que la condena de una madre que ha sido declarada muerta o incompetente; mucho más que el amor que eligieron no sentir y recibir en sus corazones; mucho más que el reclamo constante por los errores cometidos y la negación de todo lo bueno en nombre las expectativas no cumplidas.

Quien nada hace, no se equivoca y fácilmente es perdonado.

Quien mucho hace y asume cada desafío como puede y como sabe, se equivoca mucho y es juzgado sin piedad ni compasión; es declarado culpable de fallos y omisiones, de debilidades y desaciertos, de decisiones que nadie más tuvo el coraje de asumir.



Yo Creo.

Yo creo en Dios y en su infinita misericordia.

Yo creo en Jesús y en que su Amor puede sanar corazones.

Yo creo en la Madre María y en sus Milagros que hicieron posible que ustedes estén sanos y con vida ahora.

Yo Creo, que aún cuando pueda ser testigo de ello, un día ustedes se abrazarán, reirán y compartirán una mesa para recordar los momentos bonitos.

Susie

Melancólica pero aún con Fe.

Recuerdos difusos

 

Que en algún momento, la dulzura de los abrazos pueda más que la amargura de las frustraciones; que la ternura de las caricias pueda más que el dolor de las heridas; que el eco de tu risa te devuelva el recuerdo de los momentos bonitos y encuentres en tu corazón todas las semillas dormidas del amor que te mantuvo con vida.

Amor de Madre 2022

Mientras insistas en recordar solo lo que causó tus heridas, te perderás de todo aquello que alguna vez llenó tu corazón de colores.



Pepino, el payaso, fue una de mis maneras de amar intensamente.  Estaba convencida de que estaba sembrando y creando experiencias y momentos bonitos en sus vidas.  Llevaba horas de preparación y trabajo junto con todos los detalles de cada cumpleaños, hecho a mano (incluyendo la tarjeta de invitación y los juegos que hacíamos).  Luego, al día siguiente, no tenía fuerzas ni voz, pero me sentía plena.

Curiosamente, todo lo que sucedió en los últimos años de nuestra vida juntos, pareció opacar o borrar todo lo bueno.  Tristemente, solo queda en sus mentes la frustración, el dolor, el trauma y la carencia.  Contrariamente a lo que sucede en la mayoría de las personas, que borran de su mente todo lo malo, ellos parecen haber elegido recordar solo los errores, solo el dolor, solo la separación, solo el fracaso, solo el nido destruido y los sueños hechos añicos.

Me cuesta aceptar que no guardan recuerdos bonitos, que nada de lo compartido antes del tornado, los haga sonreír y sentirse amados.

Susie adolorida

Cada tanto, la costra del tiempo se cae y queda al descubierto una herida que aún sigue doliendo.



martes, 1 de marzo de 2022

El mito del fracaso

 Muchas personas nos embarcamos en cambios de hábitos o incorporación de otros, luego de inspirarnos con la lectura de un artículo, escuchar una charla o ver un vídeo motivacional.

Suele pasar que a los pocos días se nos acaba la constancia y nos culpamos o castigamos por no haber podido hacer los deberes al pie de la letra, tal como lo indicaba una persona que parece ser mucho más exitosa que nosotros.



¿Por qué fracasamos y carecemos de constancia?

  • Puede ser porque nuestro ego intenta sabotear cualquier cambio que implique salir de nuestra zona de confort, aunque esa zona sea un pozo oscuro de miseria.
  • A veces, lo que estamos haciendo, la modalidad, el ritmo, la esencia o la receta que estamos aplicando, no resuena con nosotros, con nuestro interior.  Lo hacemos mentalmente, siguiendo las indicaciones de otras personas, pero somos diferentes y vibramos en otra sintonía.
  • Muchas veces fracasamos porque no vemos resultados en el corto plazo y la urgencia de nuestras necesidades o nuestro nivel de ansiedad, cree que lo que hacemos no funciona para nosotros.
  • Nuestras condiciones mentales y emocionales no son propicias para el tipo de ejercicio o práctica que estamos realizando.
  • El nivel de agobio, estrés o trauma que estamos sufriendo, nos impide conectar con la dinámica propuesta.

 

Cada persona vive una realidad distinta y los ejercicios  o prácticas propuestas están diseñados en un entorno y una situación que no es la nuestra, puede parecerse o no, pero las condiciones individuales pueden afectar el éxito de lo que intentamos lograr.

 

En el caso en que una persona está en modo supervivencia, ya sea por situaciones extremas del lugar donde vive (guerras o catástrofes naturales) o por circunstancias de pobreza que le impiden alimentarse adecuadamente; esa persona no tendrá la claridad mental, ni la actitud positiva que determinados ejercicios nos exigen.  Las situaciones traumáticas, la falta de alimentación adecuada, la falta de descanso físico y mental y el estado continuo de alerta, afectan la química del cerebro, el rendimiento físico e intelectual y por ende el estado emocional de las personas.




¿Estoy fracasando?

Tengo que analizar en base a qué parámetros estoy midiendo mi fracaso.  No puedo medir mi evolución, mis logros y mi porcentaje de cambio en base a la vida de otras personas.

Tengo que mirarme, contemplarme y medir los resultados en base a lo que yo era una semana atrás, lo que podía hacer ayer y lo que fui hace dos años.

Si yo me castigo, me culpo y me maltrato en mis pensamientos por no haber cumplido con el número de veces que debía escribir una afirmación, entonces, de nada habrá valido el intento.

Si yo me valoro, me celebro y me honro por los pequeños logros, por haberme animado a hacer algo que antes no hacía, por hacer el intento y por haber logrado sacar mi mente de la turbación durante al menos tres minutos, entonces, habré tenido éxito.


Es la actitud, la intención y el sentimiento lo que determina que yo pueda lograr cambiar mi campo energético, mis vibraciones y por ende mi realidad.

 


 

En la vieja escuela de los profesores de gimnasia o entrenadores, la clase de gimnasia era efectiva si te dolía todo el cuerpo y quedabas exhausto.  No es así, el esfuerzo físico sumado al estrés mental y a la disciplina exagerada que nos convierte en padecientes, resulta en una actividad que terminamos detestando y para la que nuestro cuerpo buscará una y mil maneras de resistirse.

En cambio, si cuando voy al gimnasio, a una clase de zumba o una clase de Tai Chi, lo disfruto, puedo desconectar mi mente y hago lo que puedo desde mis condiciones físicas y mi nivel de flexibilidad y coordinación, sentiré la necesidad de multiplicar la frecuencia y la duración; me haré el tiempo y provocaré las condiciones necesarias para participar de esos encuentros.



Considero que lo mismo pasa con las afirmaciones, la meditación, la escritura terapéutica, el Tapping (EFT) o la repetición de mantras. 

¿Tengo que educar a mi ego?  -- Si.

Pero todo lo que hago debe ser amorosamente, con compasión, con ternura y con paciencia sin descuidar las condiciones externas que me rodean o las situaciones personales que pueda estar atravesando.

El maestro, el coach, el gurú, la terapeuta o quien nos guía detrás de una pantalla o detrás de un libro, desconoce totalmente nuestra realidad, nuestro metabolismo, nuestros ciclos, nuestras limitaciones, nuestros traumas, nuestras debilidades y fortalezas, nuestros conflictos emocionales o nuestras condiciones de salud.

Somos nosotros, quienes responsablemente debemos conocernos, reconocernos, aceptarnos y adaptar cualquier práctica o ejercicio a nuestra realidad.

Es mejor escribir una afirmación por día, disfrutando amorosamente de lo que hago, con atención plena en lo que escribo y en el dibujo de la caligrafía; que haber escrito 10 afirmaciones con la mente divagando vaya a saber dónde, cumpliendo de forma automática y ausente una tarea que hicimos como un deber escolar que se debe presentar para obtener una buena calificación.




Experiencia personal

Solía estresarme por cuántas veces realizaba un ejercicio o cuántos días lograba sostener una práctica.  Eso me quita paz y me llena de culpas que pueblan mi mente de pensamientos negativos.

Las circunstancias que me ha tocado vivir en los últimos años han deteriorado mi salud física, mental y emocional.  No siempre tengo el mismo rendimiento, no siempre puedo pensar con claridad.  Muchos días, muchas semanas, sobrevivo en modo cactus (bajo consumo), preservando la poca energía de que dispone mi cuerpo para lo imprescindible.  Sigo el ritmo que impone mi cuerpo, porque es la única manera de que mi salud no se complique aún más.

Tengo muchos recursos, prácticas y ejercicios que me gusta hacer, pero no siempre tengo el ánimo o la predisposición; no siempre logro estar presente.

Mi objetivo es cultivar la paz interior y lograr cambiar mi vibración y mi campo energético para manifestar una realidad diferente  a la que vivo.




Hace más de una semana, una buena amiga me recordó el método Tesla del 3-6-9, en el que escribes la misma afirmación 3 veces por la mañana, 6 veces durante el día y luego 9 veces antes de dormir.

No empecé en la mejor de las semanas, estoy débil, tengo dolores de cabeza casi a diario y el modo cactus reduce la cantidad de horas que estoy activa.  Al principio, comencé con mucho esmero y determinación.  Luego entré en la espiral de culpa y castigo (mental) por no ser capaz de lograr algo tan sencillo.

Me di cuenta a tiempo y adopté otra postura.  He flexibilizado mis exigencias. Algunos días solo cumplo el primer paso, otros días los dos primeros y solo un par de veces llego hasta el tercer paso.

Sin embargo, he coloreado mandalas, he hecho ejercicios de respiración con cristales en los chakras y me he permitido hacer aquello que me hace sentir bien aunque aparentemente no sea productivo ni conduzca a nada.




En un mundo que demanda y exige productividad 100%, los tiempos de ocio y placer se consideran un desperdicio.  Sin embargo, una persona que ha descansado correctamente, que siente placer y disfruta lo que hace, que ríe y que siente paz en su corazón y en su mente, es mucho más productiva a la hora de sentarse a trabajar; y está en mejor preparada para enfrente las dificultades y frustraciones propias de la vida.

Creo que lo que importa al terminar el día, no es cuántos ejercicios hicimos o con cuántos deberes y pendientes cumplimos, sino qué tan a gusto nos sentimos con nosotros mismos.  Lo que importa al apoyar nuestra cabeza en la almohada, es si nuestro corazón siente gozo y paz, si nuestra mente está despejada y nuestro cuerpo es capaz de relajarse para descansar.

Susannah Lorenzo©

Tejedora de Puentes




Te invito a ver este Vídeo donde hablamos de por qué muchas veces creemos que las Terapias Holísticas no funcionan.

 Nota: Yo no soy Tesla, ni la Madre Teresa, ni Louise Hay, ni el Chamán que me inspira cuando lo escucho.  Yo Soy Susannah Lorenzo.  Tú no eres yo ni ninguna de las personas que te inspiran o a las que admiras.  No existe una receta única, un método no aplica de la misma manera para todas las personas. Cada quien debe encontrar su ritmo y adaptar la receta según sus recursos y posibilidades.