martes, 1 de marzo de 2022

El mito del fracaso

 Muchas personas nos embarcamos en cambios de hábitos o incorporación de otros, luego de inspirarnos con la lectura de un artículo, escuchar una charla o ver un vídeo motivacional.

Suele pasar que a los pocos días se nos acaba la constancia y nos culpamos o castigamos por no haber podido hacer los deberes al pie de la letra, tal como lo indicaba una persona que parece ser mucho más exitosa que nosotros.



¿Por qué fracasamos y carecemos de constancia?

  • Puede ser porque nuestro ego intenta sabotear cualquier cambio que implique salir de nuestra zona de confort, aunque esa zona sea un pozo oscuro de miseria.
  • A veces, lo que estamos haciendo, la modalidad, el ritmo, la esencia o la receta que estamos aplicando, no resuena con nosotros, con nuestro interior.  Lo hacemos mentalmente, siguiendo las indicaciones de otras personas, pero somos diferentes y vibramos en otra sintonía.
  • Muchas veces fracasamos porque no vemos resultados en el corto plazo y la urgencia de nuestras necesidades o nuestro nivel de ansiedad, cree que lo que hacemos no funciona para nosotros.
  • Nuestras condiciones mentales y emocionales no son propicias para el tipo de ejercicio o práctica que estamos realizando.
  • El nivel de agobio, estrés o trauma que estamos sufriendo, nos impide conectar con la dinámica propuesta.

 

Cada persona vive una realidad distinta y los ejercicios  o prácticas propuestas están diseñados en un entorno y una situación que no es la nuestra, puede parecerse o no, pero las condiciones individuales pueden afectar el éxito de lo que intentamos lograr.

 

En el caso en que una persona está en modo supervivencia, ya sea por situaciones extremas del lugar donde vive (guerras o catástrofes naturales) o por circunstancias de pobreza que le impiden alimentarse adecuadamente; esa persona no tendrá la claridad mental, ni la actitud positiva que determinados ejercicios nos exigen.  Las situaciones traumáticas, la falta de alimentación adecuada, la falta de descanso físico y mental y el estado continuo de alerta, afectan la química del cerebro, el rendimiento físico e intelectual y por ende el estado emocional de las personas.




¿Estoy fracasando?

Tengo que analizar en base a qué parámetros estoy midiendo mi fracaso.  No puedo medir mi evolución, mis logros y mi porcentaje de cambio en base a la vida de otras personas.

Tengo que mirarme, contemplarme y medir los resultados en base a lo que yo era una semana atrás, lo que podía hacer ayer y lo que fui hace dos años.

Si yo me castigo, me culpo y me maltrato en mis pensamientos por no haber cumplido con el número de veces que debía escribir una afirmación, entonces, de nada habrá valido el intento.

Si yo me valoro, me celebro y me honro por los pequeños logros, por haberme animado a hacer algo que antes no hacía, por hacer el intento y por haber logrado sacar mi mente de la turbación durante al menos tres minutos, entonces, habré tenido éxito.


Es la actitud, la intención y el sentimiento lo que determina que yo pueda lograr cambiar mi campo energético, mis vibraciones y por ende mi realidad.

 


 

En la vieja escuela de los profesores de gimnasia o entrenadores, la clase de gimnasia era efectiva si te dolía todo el cuerpo y quedabas exhausto.  No es así, el esfuerzo físico sumado al estrés mental y a la disciplina exagerada que nos convierte en padecientes, resulta en una actividad que terminamos detestando y para la que nuestro cuerpo buscará una y mil maneras de resistirse.

En cambio, si cuando voy al gimnasio, a una clase de zumba o una clase de Tai Chi, lo disfruto, puedo desconectar mi mente y hago lo que puedo desde mis condiciones físicas y mi nivel de flexibilidad y coordinación, sentiré la necesidad de multiplicar la frecuencia y la duración; me haré el tiempo y provocaré las condiciones necesarias para participar de esos encuentros.



Considero que lo mismo pasa con las afirmaciones, la meditación, la escritura terapéutica, el Tapping (EFT) o la repetición de mantras. 

¿Tengo que educar a mi ego?  -- Si.

Pero todo lo que hago debe ser amorosamente, con compasión, con ternura y con paciencia sin descuidar las condiciones externas que me rodean o las situaciones personales que pueda estar atravesando.

El maestro, el coach, el gurú, la terapeuta o quien nos guía detrás de una pantalla o detrás de un libro, desconoce totalmente nuestra realidad, nuestro metabolismo, nuestros ciclos, nuestras limitaciones, nuestros traumas, nuestras debilidades y fortalezas, nuestros conflictos emocionales o nuestras condiciones de salud.

Somos nosotros, quienes responsablemente debemos conocernos, reconocernos, aceptarnos y adaptar cualquier práctica o ejercicio a nuestra realidad.

Es mejor escribir una afirmación por día, disfrutando amorosamente de lo que hago, con atención plena en lo que escribo y en el dibujo de la caligrafía; que haber escrito 10 afirmaciones con la mente divagando vaya a saber dónde, cumpliendo de forma automática y ausente una tarea que hicimos como un deber escolar que se debe presentar para obtener una buena calificación.




Experiencia personal

Solía estresarme por cuántas veces realizaba un ejercicio o cuántos días lograba sostener una práctica.  Eso me quita paz y me llena de culpas que pueblan mi mente de pensamientos negativos.

Las circunstancias que me ha tocado vivir en los últimos años han deteriorado mi salud física, mental y emocional.  No siempre tengo el mismo rendimiento, no siempre puedo pensar con claridad.  Muchos días, muchas semanas, sobrevivo en modo cactus (bajo consumo), preservando la poca energía de que dispone mi cuerpo para lo imprescindible.  Sigo el ritmo que impone mi cuerpo, porque es la única manera de que mi salud no se complique aún más.

Tengo muchos recursos, prácticas y ejercicios que me gusta hacer, pero no siempre tengo el ánimo o la predisposición; no siempre logro estar presente.

Mi objetivo es cultivar la paz interior y lograr cambiar mi vibración y mi campo energético para manifestar una realidad diferente  a la que vivo.




Hace más de una semana, una buena amiga me recordó el método Tesla del 3-6-9, en el que escribes la misma afirmación 3 veces por la mañana, 6 veces durante el día y luego 9 veces antes de dormir.

No empecé en la mejor de las semanas, estoy débil, tengo dolores de cabeza casi a diario y el modo cactus reduce la cantidad de horas que estoy activa.  Al principio, comencé con mucho esmero y determinación.  Luego entré en la espiral de culpa y castigo (mental) por no ser capaz de lograr algo tan sencillo.

Me di cuenta a tiempo y adopté otra postura.  He flexibilizado mis exigencias. Algunos días solo cumplo el primer paso, otros días los dos primeros y solo un par de veces llego hasta el tercer paso.

Sin embargo, he coloreado mandalas, he hecho ejercicios de respiración con cristales en los chakras y me he permitido hacer aquello que me hace sentir bien aunque aparentemente no sea productivo ni conduzca a nada.




En un mundo que demanda y exige productividad 100%, los tiempos de ocio y placer se consideran un desperdicio.  Sin embargo, una persona que ha descansado correctamente, que siente placer y disfruta lo que hace, que ríe y que siente paz en su corazón y en su mente, es mucho más productiva a la hora de sentarse a trabajar; y está en mejor preparada para enfrente las dificultades y frustraciones propias de la vida.

Creo que lo que importa al terminar el día, no es cuántos ejercicios hicimos o con cuántos deberes y pendientes cumplimos, sino qué tan a gusto nos sentimos con nosotros mismos.  Lo que importa al apoyar nuestra cabeza en la almohada, es si nuestro corazón siente gozo y paz, si nuestra mente está despejada y nuestro cuerpo es capaz de relajarse para descansar.

Susannah Lorenzo©

Tejedora de Puentes




Te invito a ver este Vídeo donde hablamos de por qué muchas veces creemos que las Terapias Holísticas no funcionan.

 Nota: Yo no soy Tesla, ni la Madre Teresa, ni Louise Hay, ni el Chamán que me inspira cuando lo escucho.  Yo Soy Susannah Lorenzo.  Tú no eres yo ni ninguna de las personas que te inspiran o a las que admiras.  No existe una receta única, un método no aplica de la misma manera para todas las personas. Cada quien debe encontrar su ritmo y adaptar la receta según sus recursos y posibilidades.


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