miércoles, 23 de febrero de 2022

Cuando el pasado llama

 

De repente, en plena semana del Portal (22/22), aparecieron personas del pasado: en sueños y en vivo y en directo.

Dos o más no es casualidad, es coincidencia y representa siempre un patrón.

¿Van a pedir perdón? – No.

¿Van a remediar lo que hicieron en su momento? – No.

¿Van a cambiar su actitud? – Probablemente no.

¿Van a cambiar mi realidad? – No.

¿Van a aportar algo positivo en mi vida actual? – Solo Dios sabe. 




Es un Portal Espejo y eso significa que como es adentro es afuera y como es arriba es abajo.

Mucho de lo que se muestra a nuestro alrededor en estos tiempos, es solo el reflejo en el Espejo de lo que aún habita en nuestro interior.


¿A qué vinieron las personas del pasado?


      A mostrarme en el espejo que aún tengo heridas sin sanar, que aún espero sus disculpas, que aún los creo en deuda conmigo (de un modo u otro), que las heridas fueron causadas por mis expectativas, que mi ego aún los culpa por sus actos y omisiones, que cada quien hace lo que puede y como puede desde su nivel de consciencia, que lo que debe cambiar no es la actitud de ellos sino mis pensamientos y sentimientos hacia ellos.


Hay un dicho en inglés que cuando el pasado nos llama (a través de un mensaje, una visita o una llamada real), no tiene nada nuevo para decirnos.




Es normal perder vínculos, amistades, relaciones y cercanía cuando cada quien escoge diferentes caminos y evoluciona a diferentes ritmos. Cuando nuestra vibración cambia, cuando comenzamos a ser coherentes con nuestra Alma y nuestro corazón y nuestra mente hablan el mismo idioma, muchas personas se quedan en el camino.  En realidad, habitan una dimensión en la que ya no estamos, probablemente sigan relacionados con una versión de nosotros que ya no existe; seguramente nos critican y juzgan porque ‘nos han perdido’, porque ya no somos lo que ellos creían que éramos, porque en nuestro vuelo, no siempre caminamos con pedestres  o porque recordamos idiomas que ellos aún mantienen olvidados.

Sin embargo, si el vínculo fue muy intenso, cada tanto golpean a nuestra puerta, envían un mensaje, intentan restablecer el Puente, ignoran los destrozos y caminan ciegos y dormidos por la sombra de un jardín que ya no existe.

Intentan retenernos, arrastrarnos, sujetarnos, cuelgan lastre en nuestras Alas y dibujan espejismos en el camino; no porque deseen el mal en nuestra vida, sino porque añoran nuestra compañía, las emociones que compartimos, el bienestar que regalamos, la Paz que conocieron. No pueden adaptarse a nuestra velocidad, a nuestra intensidad, a nuestra multiplicidad o nuestra capacidad de volar diferentes cielos o habitar diferentes dimensiones.  Están aterrados de abandonar sus jaulas y nuestros vuelos osados les recuerdan sus miedos y de algún modo temen por nuestro aletear en espacios desconocidos que sus ojos no alcanzan.




No pueden, no saben, no están listos, no quieren o no comprenden.

No es nuestra obligación guiarlos, salvarlos o liberarlos.

No deberíamos juzgarlos, condenarlos o culparlos.

No somos mejores ni peores; somos simplemente diferentes, a veces, demasiado diferentes como para poder compartir el mismo tiempo y espacio.

Solo podemos amarlos en la distancia, bendecir sus corazones y rezar porque algún día puedan encontrar su propia Paz sin envidiar la nuestra.

Susannah Lorenzo© / Tejedora de Puentes

 

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