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domingo, 23 de julio de 2023

Madres lastimadas y el perdón que no alcanza

Para las mujeres que hemos debido criar a nuestros hijos cubriendo (o intentando hacerlo) las ausencias emocionales o económicas (o ambas) de sus padres biológicos, el sujeto es siempre un ‘mal nacido’ que no se merece a nuestros hijos.  O sea, que nuestros hijos terminan siendo hijos de un mal nacido; nos guste o no, y de algún modo se convierten en mal nacidos, en el verdadero sentido de la palabra.  Es que no alcanza con amar a nuestros hijos y hacerlos el centro del universo.




Dentro de nosotros se gesta un resentimiento apestoso que contamina lo que pensamos, sentimos, hacemos y decimos.  Algunas madres lo gritamos a los cuatro vientos y advertimos a nuestros hijos sobre las intenciones manipuladoras de quienes sólo buscan satisfacer su ego y sus necesidades mezquinas.  Otras madres eligen callar sus pensamientos y sostener una imagen paternal ficticia esperando a que los hijos descubran por sí mismos lo que inevitablemente los dañará algún día.

En muchos casos, las restricciones de acercamiento o situaciones judiciales que malogran el vínculo para resguardar a los hijos de situaciones abusivas, violentas y perjudiciales para su salud física y mental.

Probablemente, ese sujeto violento, depravado o psicópata no se merece a nuestros hijos.

Seguramente, el padre que nunca estuvo en una guardia de hospital; no sostuvo nuestra mano  ni se ocupó del bebé cuando agonizábamos; no fue a reuniones de escuela ni hizo trámites para su educación; el padre que no pasó noches sin dormir, ni rezó para que nuestros hijos se sanaran, seguramente no merece a nuestro hijos.

Obviamente, el hombre que pidió que abortáramos y no protegió el embarazo, no merece a nuestros hijos.

Creo que los vínculos paternales y maternales (elegidos o no, buscados o no) implican responsabilidad, dedicación, sacrificio, generosidad y una consciencia del otro y sus necesidades, que van más allá de nuestros planes o deseos.

Sin embargo, aunque nos pese, nuestros hijos no serían quienes son sin ese ser, despreciable para nosotros.  Si tuvieran otro padre biológico, serían otro ser completamente diferente.




Si dejamos que ese resentimiento apestoso nos habite, si permitimos que la injusticia (de quien no cumple sus obligaciones ni ocupa su rol) se convierta en nuestro himno; entonces dejamos que la insatisfacción nos colonice y la frustración nos gobierne.

Amamos a nuestros hijos desde un corazón profundamente lastimado; ejercemos nuestra maternidad con la culpa de haber elegido mal y de no estar disponibles para maternar, por cubrir las ausencias del otro; educamos a nuestros hijos desde las heridas de una mujer abusada, violada, maltratada o golpeada (o todo eso junto); ponemos a nuestros hijos en el centro del universo sin haber aprendido a amarnos, respetarnos y perdonarnos.

Dice la Dra. Christiane Northrup que los psicópatas y los vampiros energéticos no cambian, porque nacieron con una predisposición genética, que probablemente se activó o se potenció durante una crianza en la infancia tóxica, abusiva o traumática.

No creo que nuestra actitud, oraciones o deseos puedan cambiar a esos hombres.

Pero sí creo y aprendo que si Dios los puso en nuestra vida y les permitió ser el padre biológico de nuestros hijos, es porque tanto nosotras como ellos, algo tenemos que aprender y sanar.

Por supuesto, que no es sano permitir que nuestros hijos vivan en un entorno de manipulación, abuso y violencia.  En esos casos, la distancia es necesaria.



Durante muchos años, trabajé el perdón con el padre de mis hijos.  Cuando había logrado vivir como si él no existiera (al menos eso creía), sin miedo, sin huir y sin desear que se muriera; la vida me colocó en una situación en la que terminé aceptando sus manipulaciones para que mis hijos tuvieran casa, comida y educación; algo que yo no podía darles cuando llegó su adolescencia.

Entonces, el resentimiento apestoso, la injustica cruel, las mentiras de otros, las conveniencias ajenas y los rumores esparcidos como pólvora, me quitaron la paz, la alegría y las ganas de vivir.  No sólo ese hombre me había robado la virginidad y la dignidad cuando era adolescente, también me había robado la posibilidad de una familia para mis hijos y una maternidad plenamente disfrutada en tiempo y espacio cuando era joven; sino que en ese momento me robaba el centro del universo, destruía la familia que yo sola había sostenido y se declaraba padre de tres hijos, por los que jamás se había privado de nada.

A partir de ahí, todo fue mi culpa; ¿acaso no lo había sido siempre?

Combinación letal si las hay: culpa + heridas y traumas sin sanar + resentimiento.

No sólo logró separarme de mis hijos, sino que sembró la discordia entre ellos y vendió tantas mentiras que las dudas e inseguridades se multiplicaron en sus corazones.

Me pasé más de 20 años esperando una reparación, una compensación o la magnificencia de la Justicia Divina.  Esa herida profunda que desgarró mi corazón, literalmente desgarró mis órganos y causó tantos problemas de salud y tantas historias repetidas, que Dios no me dejó más opción que aprender a sanar desde el Amor Divino.

No, no alcanza con perdonar; mientras dentro de nosotros quede una gota de resentimiento o una pequeña sed de justicia; mientras sigamos habitando el rol de víctima.

Porque entonces, probablemente el ‘mal nacido’ ya no esté en nuestra vida, pero tampoco quede rastro alguno de aquello que nos daba alegría.  Y luego descubres, que hay otros ‘mal nacidos’ que se metieron en la vida de tus hijas y nietos.  Y esos también, te quitan la paz y la alegría.




Perdonar es el primer paso en cualquier daño irreparable.

El segundo paso es aprender a sanar para recordar sin que duela y sin que nos afecte.

El tercer paso es bendecir y agradecer a ese ser tan falto de virtudes, porque nos dio la posibilidad de engendrar a los seres preciosos que son nuestros hijos.

 

Como en el oh’Hoponopono, la práctica no necesariamente transforma a quien va dirigida, sino que nos transforma a nosotros.  Entonces, poder decir y sentir:

Lo siento, porque reafirmé tu oscuridad con cada palabra y pensamiento sobre ti.

Perdón, porque no supe agradecerte el regalo de los hijos que juntos concebimos.

Gracias, porque me regalaste una caja llena de oscuridad y ese regalo me obligó a descubrir y mantener viva la luz y los colores que ya había perdido antes de conocerte.

Te amo, como el Alma que llegó para indicarme mi camino de sabiduría y aprendizaje.

 

¿Quién soy yo para decidir que ese hombre no merece a mis hijos?

Sólo Dios conoce el gran rompecabezas y el diseño final de un tapiz del que sólo somos apenas un hilo.

Quizá mis hijos sean la única posibilidad de recibir bendiciones y conocer el buen amor, que ese ser tenga en esta encarnación.

Tal vez, regresaron a él porque su alma los necesitaba más que la mía, aunque mi corazón se desangrara en el nido vacío.

Los depredadores jamás reparan el daño causado a su presa; la naturaleza, incluso, jamás reconstruye lo que destruye con una catástrofe; el jarrón que se hizo añicos contra el piso, guarda sus cicatrices aunque recupere su forma; y la hoja de papel blanco y suave, jamás regresa a su lisura original después de haber sido apretada y arrugada con furia.

Nada retorna a su estado original.  Quedarse en los ‘hubiera’, en supuestos y conjeturas, no hace más que restarnos presencia y energía sanadora en el presente.  La aceptación consciente de lo que fue y lo que no fue, como parte de un Plan Divino, es la única manera de avanzar, transformarnos y elegir mejor nuestros pensamientos, sentimientos y palabras.

Somos el resultado de lo que logramos superar y sobrevivir; pero no somos la tragedia ni el trauma; somos las emociones que nos permitimos sentir y las palabras que elegimos pensar.

Somos responsables de nuestra sanación, porque hasta el amor más absoluto y divino se contamina en un corazón roto.

Susannah Lorenzo©

Día de Santo Silencio – sábado 22 de julio de 2023

Nota 01: Poder aceptar sin rencor, celos o amargura, que ese hombre disfrute de mis hijos aunque yo no pueda disfrutar e ellos, es algo que puedo sentir por primera vez.  Eso, es un paso importante para mí.

Nota 02: 

Lo siento Adela, si te culpé tantas veces por tus ausencias y si te hice responsable por los errores de tu hijo.  Quizá, nada podías hacer para cambiar la realidad.  Ahora lo entiendo.

Te agradezco, porque gracias a ti, mis hijos son quienes son ahora.

Mi corazón sabe que tu corazón amaba y ama a tus nietos, a mis hijos.

Gracias.



 

 

 

martes, 8 de marzo de 2022

Familia rota

 



No somos desconocidos, no somos enemigos, no somos víctimas ni victimarios.

Somos apenas sobrevivientes de un tornado que nos despojó de sueños y confundió nuestros nombres.

Somos apenas corazones lastimados que han perdido demasiado tiempo y demasiadas lágrimas en lamentar lo que no pudo ser y rebelarnos contra lo que no pudimos controlar.

Somos apenas unos niños asustados y perdidos, viviendo en cuerpos de adultos que juegan a ser fuertes.

Somos apenas el rastro de lo que alguna vez fuimos, la sombra de lo que no pudimos ser y la certeza cobarde que destierra la esperanza de que alguna vez seamos lo que en verdad somos.

Amor de Madre 2022



Saberlos distantes, enfrentados, indiferentes y desencontrados como hermanos; duele mucho más que la condena de una madre que ha sido declarada muerta o incompetente; mucho más que el amor que eligieron no sentir y recibir en sus corazones; mucho más que el reclamo constante por los errores cometidos y la negación de todo lo bueno en nombre las expectativas no cumplidas.

Quien nada hace, no se equivoca y fácilmente es perdonado.

Quien mucho hace y asume cada desafío como puede y como sabe, se equivoca mucho y es juzgado sin piedad ni compasión; es declarado culpable de fallos y omisiones, de debilidades y desaciertos, de decisiones que nadie más tuvo el coraje de asumir.



Yo Creo.

Yo creo en Dios y en su infinita misericordia.

Yo creo en Jesús y en que su Amor puede sanar corazones.

Yo creo en la Madre María y en sus Milagros que hicieron posible que ustedes estén sanos y con vida ahora.

Yo Creo, que aún cuando pueda ser testigo de ello, un día ustedes se abrazarán, reirán y compartirán una mesa para recordar los momentos bonitos.

Susie

Melancólica pero aún con Fe.

Recuerdos difusos

 

Que en algún momento, la dulzura de los abrazos pueda más que la amargura de las frustraciones; que la ternura de las caricias pueda más que el dolor de las heridas; que el eco de tu risa te devuelva el recuerdo de los momentos bonitos y encuentres en tu corazón todas las semillas dormidas del amor que te mantuvo con vida.

Amor de Madre 2022

Mientras insistas en recordar solo lo que causó tus heridas, te perderás de todo aquello que alguna vez llenó tu corazón de colores.



Pepino, el payaso, fue una de mis maneras de amar intensamente.  Estaba convencida de que estaba sembrando y creando experiencias y momentos bonitos en sus vidas.  Llevaba horas de preparación y trabajo junto con todos los detalles de cada cumpleaños, hecho a mano (incluyendo la tarjeta de invitación y los juegos que hacíamos).  Luego, al día siguiente, no tenía fuerzas ni voz, pero me sentía plena.

Curiosamente, todo lo que sucedió en los últimos años de nuestra vida juntos, pareció opacar o borrar todo lo bueno.  Tristemente, solo queda en sus mentes la frustración, el dolor, el trauma y la carencia.  Contrariamente a lo que sucede en la mayoría de las personas, que borran de su mente todo lo malo, ellos parecen haber elegido recordar solo los errores, solo el dolor, solo la separación, solo el fracaso, solo el nido destruido y los sueños hechos añicos.

Me cuesta aceptar que no guardan recuerdos bonitos, que nada de lo compartido antes del tornado, los haga sonreír y sentirse amados.

Susie adolorida

Cada tanto, la costra del tiempo se cae y queda al descubierto una herida que aún sigue doliendo.



miércoles, 23 de febrero de 2022

 



Los imagino amando sin dolor.

Los veo riendo, compartiendo, acompañándose y celebrando sus lazos de hermandad.

Los veo sanando sus vínculos y cultivando relaciones sanas.

Los siento en paz e iluminados por la guía de Dios.

Los siento libres de culpa, resentimiento o visiones nubladas.

Los imagino bendecidos y bendiciendo, sanados y sanando, alcanzados por la Gracia Divina y habitados por el Amor de Dios.

Los escucho hablar palabras conciliatorias, amorosas y pacificadoras.

Deseo que puedan sanar todo daño causado involuntariamente por mis propias heridas no sanadas.

Deseo que en sus corazones pueda habitar y florecer el profundo Amor que siento por ustedes y en sus alas brillen siempre mis plegarias y bendiciones.

Mummy

22.02.2022

Desde el Portal



martes, 9 de noviembre de 2021

Anestesia

La anestesia es peligrosa.
Una se desconecta de las emociones para no sentir dolor.
Cierra el corazón, hace 'como si'...

La mente sale airosa: olvida, ignora fechas especiales, anula necesidades, ejercita el desapego.

El cuerpo, sin embargo, jamás olvida, guarda huellas y cicatrices, almacena sensaciones y procesa lo que nuestra sombra calladamente archiva.

Entonces un día, el agobio nos gana, una rara tristeza nos despierta en la mañana, un desgano se apodera de nuestra agenda y nada parece brillar en nuestro cielo.

Hoy es 9 de noviembre y un recordatorio digital me ha sacudido en la cara que mañana es 10 de noviembre, un día que durante gran parte de mi vida, fue celebración de milagros.

Mañana se cumplirán 34 años de tu decisión inquieta de llegar anticipadamente a este mundo.

Sigo celebrando el milagro de tu vida.
Sigo bendiciendo tus dones, tu risa, tu corazón y cada uno de tus gestos.
Celebro en la distancia, saberte viva.
Rezo en la distancia porque la Paz un día te habite, las tormentas se disipen y tus guerras ya no te gobiernen.

Cuando un hijo nos declara muertos en vida; a veces, nos dejamos morir un poco. Dejamos de ejercer, de sentir, de necesitar, de pedir, de añorar. Nos corremos, nos hacemos invisibles, hacemos silencio, y de algún modo, nuestro corazón deja de latir como lo hacía. 

Debería alcanzarme con que estés llena de vida y salud.

No me alcanza.

Una parte mía te sabe llena de odios y furias.
Una parte mía te siente llena de esquirlas.
Una parte mía sabe que en el abrazo que rechazas y en el nombre que niegas, hay un dolor tan grande que solo Dios puede enseñarte a sanar.

(Darme cuenta que había olvidado mentalmente una fecha tan importante, de algún modo me asusta. Hay algo mucho más terrible que el dolor extremo: no sentir absolutamente nada.)


martes, 10 de noviembre de 2020

Poema imperfecto desde la luna

 


Cuando una madre Ama,

teje las alas y bendice Cielos,

aprende Chino Mandarín

para leer los mapas de sus hijos,

se arremanga las faldas

para cruzar a nado mares bravíos.


Cuando una madre Ama,

teje rosarios con sus lágrimas,

celebra en la distancia 

los logros de sus hijos, 

construye un faro en el Cabo de Hornos 

o bendice los vientos que traen sus perfumes.


Cuando una madre sufre,

deja de amasar panes,

guarda las ollas que multiplican porciones, 

duerme largas siestas para descansar el Alma 

y arrulla en secreto 

los corazones temerosos de sus hijos.


Cuando una madre añora,

recorre lado a lado los Puentes sin huellas, 

repara los telégrafos, 

guarda una caja de té especial 

para visitas inesperadas, 

pierde a menudo sus ojos en el cielo 

que se extiende para alcanzar otras ciudades;  

y por las noches, 

acomoda sus caderas cansadas 

en una de las curvas de la luna, 

para desde allí ahuyentar las pesadillas 

que intentan arrebatar la paz de sus hijos.


En la casa de una madre, siempre hay un abrazo, una palabra dulce o una caricia en el pelo esperando detrás de cada ausencia.


🌷 Soledad Lorena ©

Tejedora de Palabras

Susannah Lorenzo

Tejedora de Puentes

 




Amorde Madre

De madres sin nido

Derechos reservados


viernes, 3 de enero de 2020

Madre Doliente

“Si sufres es que estás dormido.  Me dirás que el dolor existe.  Si, es verdad que el dolor existe, pero no el sufrimiento.  El sufrimiento no es real, sino una obra de tu mente.  Si sufres,es que estás dormido porque, en sí, el sufrimiento no existe, es un producto de tu sueño; y si estás dormido verás a un Jesús dormido, que tú te has imaginado, que nada tiene que ver con el Jesús real, y eso puede ser muy peligroso.”
Anthony De Mello


Creo que muchas mujeres sufrimos el síndrome de la Virgen María; pero no somos la Madre María y nuestros hijos no son Jesús el Nazareno.

Si bien es cierto que Jesús ya estaba grande para decidir qué hacer con su vida a los 33 años (y los 33 de antes, no eran como los de ahora), creo que María lloraba al pie de la cruz por el dolor físico de su hijo pero también porque como madre, ya no podía tenerlo junto a ella.

De ahí heredamos la Madre Doliente, y toda buena madre se jacta de haber llorado y sufrido por sus hijos.

¿Qué hubiera sido de la historia si María se hubiera ido a hacer yoga con sus amigas o se hubieran tomado algún vino en una boda mientras Jesús sufría las consecuencias de su propia elección?

El dicho 'llorar como una Magdalena' viene de que María Magdalena también lloró al pie de la cruz el amor por su maestro.

Cuando nuestros hijos son pequeños, es normal y natural que toda nuestra energía se ocupe de ellos, sus emociones nos invadan como si fueran propias y nuestros ritmos de vigilia dependan de su respiración.

Prolongar esa relación y esa simbiosis más allá de los 20 y de los 30 es crear una co-dependencia que destruye alas y desdibuja la misión que cada quien trae a esta vida.

Hubo un tiempo en el que yo disfrutaba ser esa madre doliente capaz de sufrir intensidades de dolor inimaginables.  Pero ni el éxtasis del dolor más magnánimo puede garantizar la felicidad de nuestros hijos y mucho menos la nuestra.




“El dolor nos lleva a buscar las causas de las cosas, mientras que la felicidad induce a la tranquilidad y a no volver la mirada atrás.”
Stefan Zweig

A medida que mis hijos se acercaban a los 33, yo me sentía más cerca de María y pensaba que mi abnegación merecía mi parte del cielo.  Había perdido el gozo de ser madre y la alegría de estar viva.

Sigo presintiendo y sintiendo sus emociones como si fueran mías pero elijo mantenerlas fuera de mi corazón para poder respirar, para poder ser y volar libre para manifestar mi esencia en este planeta y ser Yo, además de ser la madre de mis tres hijos (34, 33, 32).

Mientras los criaba, intentaba siempre que fueran libres, que pudieran elegir su religión, profesión o modo de vida.  Creo que mi cuento de madre feliz no imaginaba que la libertad también implicaba la libertad sobre cómo sufrir o como aprender.

Históricamente, vengo de una familia de mujeres dolientes que han muerto tristes y enfermas, algunas enojadas y otras abnegadas y resignadas; pero ninguna plena y feliz, satisfecha con su vida como mujer.  Y esas mujeres a su vez, decretaron que sus hijas debían sufrir tanto como ellas para que supieran lo que era ser una buena madre.  Y los hijos y las hijas debían acompañar a sus madres en sus amargos finales porque ellas habían renunciado a todo para ser sus madres.

“Cada uno es tan infeliz como cree.”
Giacomo Leopardi

Ya saben, soy escritora y me gustan las metáforas Si mis hijos van y se consiguen la madera, construyen una cruz en el fondo de su casa y le guiñan el ojo a un par de Romanos (en todo pueblo o ciudad son fáciles de encontrar) para que les claven un clavo cada día; y además se quejan porque no les pusieron una corona de espinas, pues no, ya no...

Elijo no ser la madre doliente porque es la suerte que cada quien se ha fabricado y construye afanosamente a diario.

Cuando era pequeña, no podía elegir qué hacer; estaba ocupada en tareas de buena hija de madre doliente.

Cuando el padre de mis hijos no se hizo cargo y yo debí criarlos sola (sin tener aún la edad de Cristo) mi mundo eran mis hijos y este acto heroico me ponía más cerca de Dios y del papel de Madre María.

Este estoicismo y esa fuerza descomunal que generaba como madre, suponía yo, me garantizaría que mis hijos fueran personas felices y libres.


La libertad sin sabiduría nos aleja de Dios.La sabiduría sin amor es apenas conocimiento.La libertad y el conocimiento inventan Judas en aquellos corazones donde Dios no habita.

Quiero servir a Dios en alegría y gozo.
Quiero disfrutar el tiempo que me queda, haciendo lo que me gusta, sin sufrir cada día por decisiones ajenas o zambullirme un rato en el caldo de las penas para ser solidaria con quienes sufren  las consecuencias de sus elecciones; quienes viven la vida que eligieron o aceptaron vivir.

“La felicidad es como una puerta que se abre hacia adentro y para abrirla, hay que dar humildemente un paso atrás.”
Sören Kierkegaard


Elijo ver a María Madre y a María Magdalena compartiendo charlas sobre el carácter de Jesús, transmitiendo sus enseñanzas y riéndose de sus defectos.  Me las imagino celebrando cada pequeño milagro cuando en su nombre caminaban los pueblos y cruzaban mares después de que El eligiera entregar su vida por toda la humanidad.

Elijo no sentir culpa por cada momento de placer o felicidad.

Es siempre más fácil encontrar razones para sufrir que para ser feliz.  Tendemos a creer que hay que sufrir mucho para después conseguir el pase a la felicidad.

Creemos que nuestra tarea es llegar a Ser Santos y que para eso hay que vivir en perpetua agonía.

“El que seas feliz, se lo debes a Dios; el que continúes siéndolo, te lo debes a ti mismo.”
John Melton


Me quedo dormida sobre el cuaderno.  María aparece envuelta en luces, sonríe con desgano y me toca la cabeza con pena.  Se despoja de su manto y  lo anuda alrededor de mi cintura como una falda.  Se quita la sandalias y se suelta el cabello.  Mira mi pequeña heladera vacía, hace una mueca y chasquea los dedos.  Una heladera llena de alimentos sanos preside ahora mi cocina.

Busca dos copas y sirve un vino dulce color carmín.  Me invita a brindar.

--Bailemos un rato y en uno de los giros te contaré el secreto.-- Me susurra con picardía.

Una música desconocida de mandolinas, cítaras y timbales impregna el aire mientras nuestros pies se mueven sobre una alfombra de pétalos de rosas.

Hoy he conocido a la Virgen Danzante.



Oh Dancing Mary, show me the way to joy.
Oh Dancing Mary, show me the way to joy.
Oh Dancing Mary, show me the way to joy.

Soledad Lorena
Tejedora de Palabras
Susannah Lorenzo
Tejedora de Puentes
© Derechos Reservados
27/28 de diciembre de 2019

“El secreto no está en qué tanto sufrimiento se tolera, sino en cuánta alegría se siente.  La vida está llena de excusas para sentir dolor, excusas para no vivir en plenitud, excusas, excusas, excusas...”
Erica Jong

sábado, 31 de agosto de 2019

De enfermedades crónicas y madres solteras


De enfermedades crónicas y madres solteras (o mal acompañadas)


Cada vez que mis hijos, familia o 'amigos' cuestionan o cuestionaron mis decisiones mientras criaba sola a mis hijos, respondo lo mismo: Tomar decisiones en hogares uniparentales es como tomar una decisión con un arma en la cabeza.  La mujer que cría sola a sus hijos hace de madre, padre, empleada, ama de casa y trata como puede de orquestar su vida y la de sus niños sin perjudicar la trayectoria profesional.
La mayoría de las mujeres que hemos criado o crían solas a sus hijos, sufren de alguna o varias enfermedades crónicas, que generalmente comienzan en la juventud.
La carga horaria, las culpas, los mandatos familiares y de la sociedad; la falta de descanso, el estrés constante, la sobre-exigencia física, la angustia, la soledad, las frustraciones y la impotencia permanente por no poder hacer lo que realmente una desea, nos enferman por dentro y por fuera.  Terminamos elegiendo hacer lo menos malo y no aquello que nos gustaría hacer para nosotras y nuestros hijos.
En realidad, creo que terminamos siendo madres solteras (o mal acompañadas) porque nos queremos y valoramos poco, porque deambulamos en laberintos emocionales que nos llevan a enredarnos en relaciones tóxicas, que no son buenas para nosotras ni para nuestros hijos.



Valores del día

Sábado 31 de agosto de 2019

Hora de inicio real de actividades: 16:30

Rendimiento físico: -10% 
(Estoy pensando seriamente si estoy en condiciones de caminar hasta la otra cuadra para sacar la basura.)

Rendimiento mental: 2%
(No sé si es un corto circuito eléctrico o un colapso general del sistema.)

Nivel de malestar físico: 9/10
Nivel de dolor: 6/10

(En realidad, los valores de malestar y dolor son relativos; para una persona 'normal', sin una enfermedad crónica sería el equivalente a 10/10  o 12/10.  Una se acostumbra a convivir y los umbrales se modifican con el paso del tiempo, se aprende a considerar valores normales aquello que para otros sería una pesadilla.)

Agenda: turnos cancelados, desenredar estos pensamientos que dan vueltas, hacer nada, volver a descansar.






De madres solteras y enfermedades crónicas

Cuando somos jóvenes no hacemos más que exigir a nuestro cuerpo: demandar que adelgace, que se mantenga activo y despierto, que trabaje doce horas o más por día.   


Cargamos niños, bolsos, valijas y bolsas del supermercado; movemos muebles, hacemos mudanzas en un día; arreglamos el lavarropas, el auto e instalamos el calefactor.  Nos subimos a escaleras, muebles, sillas y banquetas para cambiar focos, conectar un aparato o colgar un tendedero.  Además de trabajar fuera de casa, lavamos, planchamos, limpiamos, baldeamos, pintamos paredes, armamos muebles, hacemos las compras y hacemos largas colas en hospitales y bancos. Dormimos poco y mal.  Nos esforzamos por parecer mujeres superadas y lucir como la mujer maravilla para que en el trabajo nos consideren como una empleada eficiente.  


Reprimimos emociones, batallamos con nuestros miedos, nos tragamos los gritos, disfrazamos la tristeza, anestesiamos dolores físicos y del alma, abusamos de medicación para rendir física y mentalmente en el trabajo, nos prohibimos las siestas, nos culpamos por no poder hacer más y mejor, nos levantamos de las cenizas una y cien veces, nos reconstruimos desde las esquirlas y damos más de lo que recibimos. No respetamos jamás los tiempo de recuperación y convalescencia después de cirugías, partos y enfermedades graves.  No tenemos tiempo o dinero (o ninguna de las dos cosas) para realizar tratamientos, terapias o cuidar nuestra salud.


Comenzar a lidiar con mis emociones, sombras, heridas desantendias y patrones de conducta negativos después de los 40 no ha sido tarea fácil.  Muchos de los procesos personales de autosanación y conocimiento han sido plasmados en mis blogs, pero por sobre todo en la Colección de Cuentos Terapéuticos.


Es cierto, es 'más fácil' y más rápido en el corto plazo someterse a medicación, cirugías y demás tratamientos que maquillen o eliminen los síntomas físicos.  Muchas mujeres comienzan una serie interminable de cirugías y complicaciones que jamás acaba, porque cuando 'solucionan' o 'extirpan' o 'seccionan' lo que ya no funciona bien, algo nuevo aparece dentro o fuera del cuerpo y la odisea comienza otra vez.  


A pesar de toda esta experiencia, de todas estas vivencias, suelo tener semanas en las que abuso del bienestar, de la buena salud y la disponibilidad de mi cuerpo.  Entonces, me ocupo por cumplir plazos externos, por abarcar más actividades de las que puedo hacer, por reunir el dinero que necesito para pagar las cuentas y evitar que los demás juzguen mis horarios de descanso o a qué hora estoy disponible para atender a clientes y alumnos.


De las enfermedades crónicas ya no se regresa, el cuerpo difícilmente pueda volver a estar en condiciiones óptimas, así como ya no podemos volver a tener 20 o 30 años.   


Podemos, sí, mejorar y cuidar la calidad de vida.  Pero cuando abuso de mi cuerpo, quito descanso y sobre todo descuido mi armonía energética y espiritual, las señales se presentan rápida y claramente: dolores de cabeza, dolores musculares, agotamiento físico y energético y falta de claridad mental.  Entonces, un día, justo como hoy, apenas si puedo preparar una taza de té y volver a la cama; los dolores, los músculos afiebrados, los malestares físicos en diferentes órganos y sistemas, la fatiga crónica y la debilidad ganan la batalla.  Lo intento nuevamente al medio día, pero apenas si preparo un sandwich y me tomo el agua de pepino y limón que quedó de la noche anterior para volver a la cama y caer en sueño profundo.


Después de haber cancelado los turnos de hoy y poder comenzar tímidamente a moverme después de las cuatro de la tarde, es probable que la culpa y el prejuicio cultural (que funciona como pájaro carpintero en mi mente) se encarguen de destruir mi ánimo y hacerme sentir una miseria humana.


Generalmente, las personas que sufrimos de enfermedades crónicas invisibles, no sólo lidiamos  con días malos, no tan malos y otros buenos; contamos cuantas cucharas de energía tenemos al comenzar el día (Spoon Theory) como para saber qué podremos hacer y qué actividad es mejor evitar y además tenemos que justificar todo lo que no podemos hacer o por qué no comenzamos a las 7.00 de la mañana como cualquier personal 'normal'.


Antes dejaba que la culpa me deprimiera y que se combinará con mi añoranza del cuerpo sano para amargarme el día.  Ahora, me doy cuenta a tiempo, detecto esos mecanismos de defensa que se activan aunque nadie se cruce en mi día, me siento a escribir o hago algo que me recomforte y me cambie el ánimo. Después de todo, esas personas que cada tanto juzgan mis horarios o mis descansos extendidos, no me ayudan a pagar las cuentas, ni están aquí conmigo para lidiar con los síntomas, las limitaciones físicas y ni siquiera ayudan para que mi vida sea más fácil, más cómoda o más linda.


Aprender a honrar, celebrar, cuidar, mimar, amar y respetar nuestro cuerpo es el primer paso y el más importante para transitar cualquier camino de sanación o de convivencia con lo que haya quedado después del Tsunami de nuestras vidas.


Antes me jactaba de ser la Mujer Maravilla y no necesitar a nadie en mi vida, de poder hacer todo sola y perfectamente bien (como una buena Virgo) y mejor que muchos.  Hoy, sin embargo, en días como éste, me encantaría sólo descansar, que alguien se ocupara de preparar mi cena (y lavar los platos), me hiciera masajes y simplemente se ocupara de que todo esté bien para que yo regresara a mis tareas sólo cuando estuviera totalmente recuperada.


Las personas hipersensibles (niños esponja), los terapéutas holísticos y quienes de algún modo detectamos y recibimos las energías de seres vivos y no tanto, necesitamos cuidar además del cuerpo físico y emocional, de nuestro cuerpo etérico, nuestras energías y nuestro sistema de defensa y reciclado de energías.


En el camino de evolución espiritual muchas veces caemos en otros vicios y rigores: creemos o nos hacen creer que debemos estar siempre en paz, armonía y totalmente equilibrados emocionalmente.  Somos seres humanos aprendiendo a vivir como almas, somos almas que no siempre pueden fluir libremente en este cuerpo que habitamos, en este pequeño mundo donde nos toca respirar.


A punto de cumplir los 55 en septiembre, quiero una vida bonita que me permita disfrutar y vivir con alegría.  Siempre dije que no podría vivir sin trabajar, porque me gusta lo que hago; pero no tengo ni ganas ni salud de sólo vivir para pagar las cuentas y luego volver a comenzar cada mes.


Así es que aquí va la lista de nuevas realidades que mi sistema y mi metabolismo necesitan:

  • Un asistente que se ocupe de trámites, logística, mandados, compras, proveedores, impuestos y otros detalles que puedo delegar de mi emprendimiento.
  • Un asistente virtual que colabore con mi trabajo de redes sociales (actualmente entre mis páginas y páginas de terceros invierto un mínimo de tres horas por día para actualizar contenidos y atender consultas).
  • Una persona que se encargue de la limpieza de la casa y del espacio de trabajo, de planchar la ropa y hacer las compras básicas de cada día, que cocine rico y mantenga limpia y ordenada mi cocina.
  • Un vehículo para poder trasladarme fácilmente, rápidamente y sin dolores y así expandir mis actividades y salir a buscar nuevas oportunidades y contactos.
  • Un ingreso económico que me permita vivir y disfrutar de la vida.  El universo bien podría compensarme por tantos años de sacrificio y esfuerzo personal; después de todo, debería existir una pensión o asignación de por vida para las madres que criamos sin ayuda a nuestros hijos, cuando no existía la asignación universal por hijio.
  • Un compañero de vida con quien amar, compartir y disfrutar la vida, crecer espiritualmente y viajar por el mundo.
  • Tiempo para escribir y ocuparme de mis libros.
  • Tiempo y salud para seguir tejiendo Puentes con mis cartas de Tarot.


¿Para quién escribo?

Para mí, para verme en el espejo del teclado y leerme con respeto, compasión y atención.


Para quienes aún juegan a ser la mujer maravilla, para quienes son madres solas o mal acompañadas, para quienes sufren de enfermedades crónicas invisibles, para quienes no encuentran la salida del laberinto, para quienes creen que sólo una medicación las salva, para quienes se dejan extirpar y manipular sus órganos y luego se ahogan en su tristeza; para quienes criaron a sus hijos pero ya no saben qué hacer consigo mismas.


¿Para qué escribo?


Para aliviar mis penas y respirar a través de las palabras.


Para encontrarme, reconocerme, descubrirme y dejar que el río profundo fluya.


Para que te encuentres, te reconozcas, te descubras y te mires en el espejo de mis palabras.


Para que busques una hoja, una lapicera o un lápiz y comiences a escribir: primero escribe todo lo que te atormenta y te abruma; luego escribe nuevas vidas, nuevas historias y dibuja salidas del laberinto.


Te leo.
Nos leemos.
Susannah Lorenzo
Tejedora de Puentes

Nota importante:
Después de escribir esta nota, estoy meciendo el cuerpo al ritmo de la música que suena en el reproductor, estoy sonriéndo y mi cuerpo se siente más liviano. No sólo la escritura ha ayudado, Blackie (mi gato), ha estado cerca de mi, durmiendo y lidiando con mis energías durante más de tres horas.

Para emociones muy guardadas:
Esos días en que una se despierta con ganas de llorar sin saber por qué, es bueno recurrir a la carpeta de música (Crying mood) que guarda esos temas que nos hacen llorar cuando estamos sensibles, deprimidas o meláncolicas.  Entonces, una sube el volumen y se llora la vida hasta que los ojos están rojos y la sal del tiempo ya nos duele en las venas.







Cronología de un cuerpo enfermo

  • A los 11 años comenzó mi tormentosa relación con la menstruación y mis hormonas femeninas: hemorragias, cólicos, fiebre.  Creo que probablemente la endometriosis ya había hecho nido en mi cuerpo y no lo sabía o los médicos no tenían la capacidad de detectarla.
  • A los 13 años comenzó el tormento de dietas, sobrepeso emocional, metabolismo con desórdenes cíclicos y depresiones manifiestas (acunadas desde la infancia). La ingesta de analgésicos era algo común para lidiar con los cólicos menstruales y poder cumplir con las actividades escolares.  Desde entonces y hasta que comenzó la menopausia, la única forma de hacer una vida 'normal' durante los días o semanas que duraran los períodos menstruales era con una buena dosis de anlagésicos y antiinflamatorios.  Además, ya tomaba pastillas anticonceptivas recetadas por el médico para regular el ciclo menstrual.
  • A los 14 años tuve un ataque de vesícula que pude revertir sólo con una dieta estricta (blanca) durante un año.
  • A los 20 años quedé embarazada por primera vez y en menos de 4 años ya tenía en mi historial: 3 hijos, 12 transfusiones, 2 legrados (postparto), dos partos normales y una cesarea, una infección generalizada causada por un DIU, desórdenes emocionales y mentales producto de violencia doméstica (y otra vez la falta de autoestima acumulada desde la infancia); complicaciones hormonales y físicas derivadas del exceso de estrés, esfuerzo físico y trabajo y mala alimentación y los primerios episodios de hipertensión con el último embarazo.
  • A los 28 años trabajaba más de 12 horas por día, dormía 4 horas, tomaba jarras de café y fumaba para mantenerme alerta y despierta, hacía aerobics al menos dos veces a la semana para estar en forma y cuidar la silueta.  Comencé con principio de úlcera y luego con episodios de hipertensión que me obligaron a cambiar la dieta.  
  • A los 30 años el cardiólogo que me atendía consideraba que debía trabajar menos, tomarme vacaciones una vez al año y hacer actividades que me relajaran en mi tiempo libre. Yo seguía siendo una madre soltera con tres hijos, sin ayuda económica de ninguna clase y trabajando 12 horas por día o más y usando el tiempo libre para hacer tareas de madre y ama de casa o agregar trabajo independiente desde casa para cubrir todos los gastos.
  • A los 31 años la hipertensión se volvió crónica y según los médicos debería haber tomado ansiolítos por el resto de mi vida.  Desde entonces la medicación para la hipertensión ha aumentado, cambiado y mutado para regular el funcionamiento del corazón.
  • A los 37 años la endometriosis se manifestó activamente y se expandió por varios órganos y la fibromialgia comenzó a jugar con mis umbrales de dolor.  Sufrí episodios de amnesia y una anemia aguda, después de un cuadro severo de neumonía, me dejó sin defensas.  Una serie de hechos que me dejaron desvastada emocionalmente me sumieron en una profunda depresión que duraría varios años.  Comencé con episodios severos de alergía asmática.
  • A los 40 años comencé un proceso lento y pausado de autosanación emocional, usando terapias alternativas y la literatura como proceso de canalización de emociones.  Sin embargo, la depresión era mi compañera sigilosa y las relaciones tóxicas seguían siendo una constante en mi vida.
  • A los 45 años comencé a investigar y tomé las riendas de mi propio tratamiento holístico con la endometriosis y la fibromialgia, después de haber sufrido meses de hemorragias y dolores abdominales y pélvicos.  Abandoné la ingesta de pastillas anticonceptivas que había tomado durante toda la vida, comencé a cuidar mi dieta eligiendo lo saludable y aquello que mis órganos y metabolismo podían asimilar.  (La Endometriosis tiene su propia lista de alimentos que se deben evitar.)  Seguía concurriendo al gimnasio al menos dos veces a la semana, haciendo aerobox o tae-bo y andaba en bicicleta todos los días.  Aún no había aprendido a amarme y a deshacerme de relaciones tóxicas.
  • A los 48 años logré deshacerme de relaciones tóxicas. En un acto profundo de amor propio, compré por primera vez un sommier para mí sola y decidí que no volvería a tener relaciones ocasionales y que sólo volvería  a estar con alguien cuando fuera la persona indicada para mí.  Entendí que durante muchos años había profanado y dejado profanar el templo más sagrado que toda mujer tiene y que los intercambios de energía sexual con las personas equivocadas, habían contribuido a muchas de las enfermedades.
  • A los 49 ya había logrado detener la endometriosis y regular mi metabolismo (en realidad un par de años antes), pero una serie de sobreexigencias físicas y emocionales (sumado al descuido y falta de educación sobre los cuidados preventivos de nuestro suelo pélvico) me llevaron a un desgarro muscular  interno que devino en prolapso de los tres órganos pélvicos (útero, vejiga y recto).  Los médicos dijeron que era una condición que sólo se daba en mujeres de más de 70 años y que debía considerar conseguirme un hombre proveedor que me mantuviera en vez de trabajar tanto.  Dijeron que no había ninguna solución médica posible y que en el caso de una cirugía nada garantizaba los resultados. En ese año se acabaron los días de bicicleta, las horas de gimnasio y el cuerpo comenzó a mandar sobre mis actividades diarias.


Estado actual

Alergia Asmática:  Nivel de incidencia: Eventual 1% - Medicación: ninguna salvo episodios esporádicos (una vez al año y algunos años sin episodios).

Endometriosis: Nivel de incidencia 2% - Medicación: nada – Alimentación: cuidada

Fibromialgia: Nivel de incidencia 70% (según el día) – Medicación: nada – Alimentación: cuidada

Hipertensión: Nivel de incidencia 10% (según la época) – Medicación: 3 fármacos diferentes – Alimentación: baja en sodio – Tratamientos alternativos: fitoterapia, meditación, musicoterapia, ejercicio leve.

Prolapso (POP): Nivel de incidencia 80% (según las actividades) – Medicación: eventual – Alimentación: cuidada – Tratamientos alternativos: respiración ovárica, reposo frecuente, meditación, ejercicio leve, masajes abdominales, aplicaciones de aceite de coco, suplementos dietarios.


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jueves, 7 de febrero de 2019

Alas en sacrificio

Cada vez que en la casa resuenan sus voces, apago la mía, que habla idiomas que ellos desconocen.  Repliego mis alas, las encadeno con sus juicios y las marchito con mis silencios.  

Abandono mis ritos, deshago ceremonias, archivo talismanes y entierro las llaves allí donde la soledad me grita sin palabras.

Una aprende, que para andar el sendero, se dejan amigos, familia y se tejen nuevas relaciones. Pero aquella madre que lloraba a mares hasta desangrar todas sus rosas cuando las trampas del destino pudieron más que el amor; aquella misma madre aún cree que algún día tendrá una mesa servida para cuatro, corazones bendecidos abrazándose para recuperar la distancia y  cantata de risas para celebrar el reencuentro.



Una cree que si una se apaga, se disfraza, se mimetiza y se vuelve un eco de las voces de los hijos, una deja de perder momentos y ganar distancias; una confunde una ausencia de juicios con un amor que acepta y respeta.  Una evita seguir perdiéndolos, una cree que acorta distancias, y sin embargo; una se pierde, deja de encontrarse, y en el recuerdo de un momento efímero navegando un mar de barquitos de papel, una se queda anclada a una distancia sideral; a mitad de camino entre la nada y la mujer que me habita.  Negocié mis luces con las personas que más amaba y me quedé tan sola como siempre, más sola aún, porque ni yo me alcanzo.

De tanto hacer como sí, de tanto amarlos sin esperar nada, de tanto tejer sus alas con los colores de mi corazón, de tanto aceptar que Dios sabe mejor que nosotros sobre aciertos y desaciertos, de tanto callar el dolor, de tanto dejar que inventen historias, de tanto guardar la verdad, de tanto mirar sus vidas a través de la vidriera, a veces creo que he perdido maternidad en un punto del camino.

De tanto mirar para adelante, vivir el presente y no aferrarme al pasado, temo que pueda olvidar los olores, las sensaciones, los sonidos, las risas, las ilusiones, la magia, los deseos, los sueños, los abrazos, los besos, las caricias, sus caritas durmiendo sobre almohadas perfumadas.



Cuando un nido se rompe antes de tiempo, una toma las esquirlas, los pétalos mojados, las fotos rescatadas, respira hondo e invocando el amor más profundo, sopla sobre sus mares para que naveguen seguros.  Como cualquier aprendiz, acepta que todo tiene un porqué y asume la lección para el bien de aquellos que florecieron su vientre.

Nadie sabe, nadie pregunta.  Cada quien va resolviendo ciclos haciendo lo que puede con sus heridas, algunos con broncas, otros con penas y otros con indiferencias.  Pero no hay nadie dispuesto a ver la verdad, la dimensión del dolor de aquel corazón partido.

Somos extraños, apenas un par de celebraciones, alguna fecha importante, una suposición, un prejuicio, una verdad a media contada por extraños, una verdad inducida contada por egos sin corazón.  Sólo eso.

No puedo evitarlo, los miro, los rezo, los cuido, los protejo en la distancia, los sueño, los siento, los respiro, puedo escuchar sus pensamientos y palpitar sus emociones.  Conozco sus luces y sus sombras, sus miedos y sus sueños, sus frustraciones.



Esta realidad actual, en nada se parece a aquello por lo que tanto me afanaba cuando eran pequeños, cuando creía que yo era capaz de todo y bajo mi manto y mi espada, no había poder que los lastimara.

Algunos se quedan buscando la madre salvadora que los rescate de todos sus errores, algún niño no sanado esgrime berrinches desde un cuerpo de más de treinta.

Me pregunto si la destrucción del nido dejó en sus corazones el anhelo de los cuidados maternales.


I had been an unmothered child all my life and then, all of a sudden I became a mother with no children, or at least, with no chance to love them, the way I wanted.  They themselves became unmothered and that is what hurts the most.

Habitamos mundos diferentes, caminamos por la vereda de enfrente, hablamos idiomas ininteligibles, sintonizamos frecuencias que jamás se cruzan.

Como en un círculo de la vida, como en un espiral, la misma esencia, la misma wild woman, la misma niña sensible que se sintió rechazada, juzgada y fuera de tiempo y lugar cuando llegó a este mundo; es ahora una mujer que sus hijos miran como a una extraña.  Como una vieja loca a la que no se la escucha, no se la tiene en cuenta y se la mira con burla, subestimando sus cuentos de luces y colores.



Ya no queda nada, casi nada: algunas fotos de una mujer que alguna vez fui, algunos recuerdos de una madre que amó hasta perderse, algunas escenas robadas de una película que confundiré en mi vejez, algunas verdades tan simples, tan claras que no tienen su sitio en el banquillo de la condena.

Es la soledad del exiliado, del desterrado, del paria, la Satí, la loca que vive entre gatos y lechuzas, la desconocida que genera rumores entre nietos, sobrinos y parientes.



Si sólo pudiera mostrarte que hay una luz divina que nos recorre y esa luz puede alcanzarte y aliviarte si poso mis manos en tu corazón, si leo lo que tu alma mira en espejo en las cartas, si me dejas guiarte en tu camino de sanación y perdón, entonces sabrías quién soy en esencia.

Si escucharás otras voces, los corazones que se han aliviado, las almas que han encontrado su camino, los aprendices que se han dejado guiar, los maestros que han guiado mi camino; encontrarías que tu madre ha despertado la diosa que vive en ella.  Entenderías que busco sanarme, para que sanes, para que sanen todas las generaciones que nos siguen y aprendamos a ejercer la felicidad y disfrutar el regalo de la vida, sin culpas ni resentimientos.


No puedo dejar de ser, para que seas ‘feliz’, porque aún así no lo serías.
No puedo amordazar mis alas y fingir que no sé volar, para que te sientas seguro en tu pedacito de suelo.
No puedo dejar de ayudar a otros, porque no quieras que te ayude y no tenga modo de aliviar tus penas.
No puedo seguir culpándome porque no pude hacer todo lo que hubiera querido; hice todo lo mejor que pude, más allá de mis posibilidades y de mi tolerancia al dolor.

Última foto tomada de los tres juntos hace casi seis años
sin embargo, hace más de 15 años que no estamos los cuatro juntos.

Te amé, como nadie podría amarte, aunque a veces mi amor, se vuelva un suspiro invisible dando saltitos con tus alegrías, o un cobijo imperceptible para tus penas sin nombre.
Te amo, más que a mi vida, pero es tiempo de amarme como nadie me ha amado.  Es tiempo de ser, vivir, dar, entregar, bendecir y dejar que Dios me indique  cómo servir en su camino.
Te amo, te extraño siempre, te siento, te bendigo, te rezo, te espero y guardo un corazón lleno de ilusiones para preparar tu llegada.  

Mas, si cruzas el umbral, respeta mis silencios, aprende de mis ritos, no te burles de aquello que temes y no condenes aquello que desconoces.

Si coincides en tiempo y espacio y tienes un momento para pasar por casa, aprende a conocerme, descubre quien soy, mírame a los ojos y deja que mi corazón te toque.

Susie
Amor de Madre
De exilios y egoísmos
07 de febrero de 2019


A veces, me doy permiso para repasar todo aquello que hacía latir mi corazón. (Video)



Take these broken wings
And learn to fly again, learn to live free
When we hear the voices sing
The book of love will open up and let us in
Take these broken wings...
Broken Wings - Mr Mister