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domingo, 23 de julio de 2023

Madres lastimadas y el perdón que no alcanza

Para las mujeres que hemos debido criar a nuestros hijos cubriendo (o intentando hacerlo) las ausencias emocionales o económicas (o ambas) de sus padres biológicos, el sujeto es siempre un ‘mal nacido’ que no se merece a nuestros hijos.  O sea, que nuestros hijos terminan siendo hijos de un mal nacido; nos guste o no, y de algún modo se convierten en mal nacidos, en el verdadero sentido de la palabra.  Es que no alcanza con amar a nuestros hijos y hacerlos el centro del universo.




Dentro de nosotros se gesta un resentimiento apestoso que contamina lo que pensamos, sentimos, hacemos y decimos.  Algunas madres lo gritamos a los cuatro vientos y advertimos a nuestros hijos sobre las intenciones manipuladoras de quienes sólo buscan satisfacer su ego y sus necesidades mezquinas.  Otras madres eligen callar sus pensamientos y sostener una imagen paternal ficticia esperando a que los hijos descubran por sí mismos lo que inevitablemente los dañará algún día.

En muchos casos, las restricciones de acercamiento o situaciones judiciales que malogran el vínculo para resguardar a los hijos de situaciones abusivas, violentas y perjudiciales para su salud física y mental.

Probablemente, ese sujeto violento, depravado o psicópata no se merece a nuestros hijos.

Seguramente, el padre que nunca estuvo en una guardia de hospital; no sostuvo nuestra mano  ni se ocupó del bebé cuando agonizábamos; no fue a reuniones de escuela ni hizo trámites para su educación; el padre que no pasó noches sin dormir, ni rezó para que nuestros hijos se sanaran, seguramente no merece a nuestro hijos.

Obviamente, el hombre que pidió que abortáramos y no protegió el embarazo, no merece a nuestros hijos.

Creo que los vínculos paternales y maternales (elegidos o no, buscados o no) implican responsabilidad, dedicación, sacrificio, generosidad y una consciencia del otro y sus necesidades, que van más allá de nuestros planes o deseos.

Sin embargo, aunque nos pese, nuestros hijos no serían quienes son sin ese ser, despreciable para nosotros.  Si tuvieran otro padre biológico, serían otro ser completamente diferente.




Si dejamos que ese resentimiento apestoso nos habite, si permitimos que la injusticia (de quien no cumple sus obligaciones ni ocupa su rol) se convierta en nuestro himno; entonces dejamos que la insatisfacción nos colonice y la frustración nos gobierne.

Amamos a nuestros hijos desde un corazón profundamente lastimado; ejercemos nuestra maternidad con la culpa de haber elegido mal y de no estar disponibles para maternar, por cubrir las ausencias del otro; educamos a nuestros hijos desde las heridas de una mujer abusada, violada, maltratada o golpeada (o todo eso junto); ponemos a nuestros hijos en el centro del universo sin haber aprendido a amarnos, respetarnos y perdonarnos.

Dice la Dra. Christiane Northrup que los psicópatas y los vampiros energéticos no cambian, porque nacieron con una predisposición genética, que probablemente se activó o se potenció durante una crianza en la infancia tóxica, abusiva o traumática.

No creo que nuestra actitud, oraciones o deseos puedan cambiar a esos hombres.

Pero sí creo y aprendo que si Dios los puso en nuestra vida y les permitió ser el padre biológico de nuestros hijos, es porque tanto nosotras como ellos, algo tenemos que aprender y sanar.

Por supuesto, que no es sano permitir que nuestros hijos vivan en un entorno de manipulación, abuso y violencia.  En esos casos, la distancia es necesaria.



Durante muchos años, trabajé el perdón con el padre de mis hijos.  Cuando había logrado vivir como si él no existiera (al menos eso creía), sin miedo, sin huir y sin desear que se muriera; la vida me colocó en una situación en la que terminé aceptando sus manipulaciones para que mis hijos tuvieran casa, comida y educación; algo que yo no podía darles cuando llegó su adolescencia.

Entonces, el resentimiento apestoso, la injustica cruel, las mentiras de otros, las conveniencias ajenas y los rumores esparcidos como pólvora, me quitaron la paz, la alegría y las ganas de vivir.  No sólo ese hombre me había robado la virginidad y la dignidad cuando era adolescente, también me había robado la posibilidad de una familia para mis hijos y una maternidad plenamente disfrutada en tiempo y espacio cuando era joven; sino que en ese momento me robaba el centro del universo, destruía la familia que yo sola había sostenido y se declaraba padre de tres hijos, por los que jamás se había privado de nada.

A partir de ahí, todo fue mi culpa; ¿acaso no lo había sido siempre?

Combinación letal si las hay: culpa + heridas y traumas sin sanar + resentimiento.

No sólo logró separarme de mis hijos, sino que sembró la discordia entre ellos y vendió tantas mentiras que las dudas e inseguridades se multiplicaron en sus corazones.

Me pasé más de 20 años esperando una reparación, una compensación o la magnificencia de la Justicia Divina.  Esa herida profunda que desgarró mi corazón, literalmente desgarró mis órganos y causó tantos problemas de salud y tantas historias repetidas, que Dios no me dejó más opción que aprender a sanar desde el Amor Divino.

No, no alcanza con perdonar; mientras dentro de nosotros quede una gota de resentimiento o una pequeña sed de justicia; mientras sigamos habitando el rol de víctima.

Porque entonces, probablemente el ‘mal nacido’ ya no esté en nuestra vida, pero tampoco quede rastro alguno de aquello que nos daba alegría.  Y luego descubres, que hay otros ‘mal nacidos’ que se metieron en la vida de tus hijas y nietos.  Y esos también, te quitan la paz y la alegría.




Perdonar es el primer paso en cualquier daño irreparable.

El segundo paso es aprender a sanar para recordar sin que duela y sin que nos afecte.

El tercer paso es bendecir y agradecer a ese ser tan falto de virtudes, porque nos dio la posibilidad de engendrar a los seres preciosos que son nuestros hijos.

 

Como en el oh’Hoponopono, la práctica no necesariamente transforma a quien va dirigida, sino que nos transforma a nosotros.  Entonces, poder decir y sentir:

Lo siento, porque reafirmé tu oscuridad con cada palabra y pensamiento sobre ti.

Perdón, porque no supe agradecerte el regalo de los hijos que juntos concebimos.

Gracias, porque me regalaste una caja llena de oscuridad y ese regalo me obligó a descubrir y mantener viva la luz y los colores que ya había perdido antes de conocerte.

Te amo, como el Alma que llegó para indicarme mi camino de sabiduría y aprendizaje.

 

¿Quién soy yo para decidir que ese hombre no merece a mis hijos?

Sólo Dios conoce el gran rompecabezas y el diseño final de un tapiz del que sólo somos apenas un hilo.

Quizá mis hijos sean la única posibilidad de recibir bendiciones y conocer el buen amor, que ese ser tenga en esta encarnación.

Tal vez, regresaron a él porque su alma los necesitaba más que la mía, aunque mi corazón se desangrara en el nido vacío.

Los depredadores jamás reparan el daño causado a su presa; la naturaleza, incluso, jamás reconstruye lo que destruye con una catástrofe; el jarrón que se hizo añicos contra el piso, guarda sus cicatrices aunque recupere su forma; y la hoja de papel blanco y suave, jamás regresa a su lisura original después de haber sido apretada y arrugada con furia.

Nada retorna a su estado original.  Quedarse en los ‘hubiera’, en supuestos y conjeturas, no hace más que restarnos presencia y energía sanadora en el presente.  La aceptación consciente de lo que fue y lo que no fue, como parte de un Plan Divino, es la única manera de avanzar, transformarnos y elegir mejor nuestros pensamientos, sentimientos y palabras.

Somos el resultado de lo que logramos superar y sobrevivir; pero no somos la tragedia ni el trauma; somos las emociones que nos permitimos sentir y las palabras que elegimos pensar.

Somos responsables de nuestra sanación, porque hasta el amor más absoluto y divino se contamina en un corazón roto.

Susannah Lorenzo©

Día de Santo Silencio – sábado 22 de julio de 2023

Nota 01: Poder aceptar sin rencor, celos o amargura, que ese hombre disfrute de mis hijos aunque yo no pueda disfrutar e ellos, es algo que puedo sentir por primera vez.  Eso, es un paso importante para mí.

Nota 02: 

Lo siento Adela, si te culpé tantas veces por tus ausencias y si te hice responsable por los errores de tu hijo.  Quizá, nada podías hacer para cambiar la realidad.  Ahora lo entiendo.

Te agradezco, porque gracias a ti, mis hijos son quienes son ahora.

Mi corazón sabe que tu corazón amaba y ama a tus nietos, a mis hijos.

Gracias.



 

 

 

martes, 27 de septiembre de 2022

Ser PAS en paz

 


El problema es que eres demasiado sensible.” Te dice alguien mientras te obliga a fumar el humo de su cigarrillo una y otra vez y te humilla con palabras vulgares y groseras para marcar su supremacía.

El término PAS hace referencia a las “Personas Altamente Sensibles”, es decir, aquellas que tienen un desarrollo del sistema nervioso que les permite percibir sutilezas del entorno que el resto de los seres humanos no son capaces. Las personas PAS procesan la información de forma distinta. Los sonidos altos, las luces demasiado brillantes, las aglomeraciones de personas o imágenes de violencia y dolor pueden afectarles profundamente.

 

Quizá nunca hayas escuchado este término ya que la alta sensibilidad es un concepto relativamente nuevo que empezó a ser estudiado por la psicóloga estadounidense Elaine Aron y que afecta entre un 15% y un 20% de la población.

 

La Alta Sensibilidad comenzó a ser conocida a través del primer libro de Aron titulado The Highly Sensitive Person. Fue la traducción de este término y su popularidad la que llevó a nombrar a este rasgo como PAS o Personas Altamente Sensibles.

 

La elevada sensibilidad de estas personas hace que puedan llegar a desarrollar una empatía que las haga sufrir en exceso y a menudo suelen chocar con el muro de la incomprensión de sus personas más cercanas quienes no entienden sus forma de ver el mundo.»Estás exagerando», «Eso no es para tanto», «Te lo tomas todo demasiado a pecho», son algunos de los comentarios que estás personas suelen escuchar en su día a día.

https://afloraconsulting.com/que-significa-ser-pas/  

 


Ser diferente no significa ser mejor o peor, simplemente significa ser distinto, lo cual intimida a muchas personas.

 

Ser diferente muchas veces nos aleja emocionalmente y físicamente de las personas que nos aman, no porque sea nuestra intención ser desleales, sino porque mimetizarnos para ser aceptados nos aleja de nuestra esencia.

 


 

 

La alta sensibilidad no es un trastorno que se deba corregir, si no de un rasgo de personalidad que se debe atender en función de las necesidades individuales de cada persona, es una característica de su procesamiento sensorial. Las personas altamente sensibles tienen en común algunas de estas características:

– Presentan una mayor profundidad de pensamiento y los elaboran con más detenimiento

– Alcanzan mayores habilidades para el desarrollo de tareas relacionadas con la creatividad y el arte

– Tienen una mayor capacidad de empatía al disponer de más actividades en sus neuronas espejo que el resto

– Viven la vida con mucha emocionalidad. Su manera de experimentar la felicidad, tristeza, alegría… es muy intensa y va ligada a una fuerte empatía hacia los demás

– Perciben mayor información sensorial y se dan cuenta de detalles sutiles.

 

En España la Asociación Pas intenta dar cada vez más visibilidad a las personas con alta sensibilidad desde el año 2012 y tiene como objetivo la divulgación y ayuda sobre el rasgo de la Alta Sensibilidad.

https://afloraconsulting.com/que-significa-ser-pas/



 

 

 

Para una persona PAS, permanecer en un entorno donde es considerada una persona enferma, inestable emocionalmente o que necesita ser ‘normalizada’, puede convertirse en un riesgo para su salud física, emocional y mental.

 

Permanecer allí donde no pertenecemos energéticamente nos convierte en corderos sacrificados, víctimas que se inmolan por amor para el ‘bienestar, tranquilidad y felicidad’ de quienes vibran en una frecuencia diferente y desde un amor tóxico nos retienen en un tiempo y espacio que nos ahoga y debilita.

 

Que un entorno, una relación, una persona o un comportamiento resulten tóxicos, no necesariamente quiere decir que hay una intención de daño; probablemente lo que es beneficioso para algunas personas, es perjudicial para otras.






“El problema es que te falta tolerancia.” Te dice alguien mientras eres apedreada como María Magdalena y un romano ateo se burla de ti y te agrede porque crees en Dios y sus milagros y llevas Jesús en la boca, en tu corazón y en tus escritos.

 

Una persona PAS siente el dolor de las personas que ama como propio, es decir puede percibirlo de una manera que otros no pueden hacerlo.  Aunque sepa que ese dolor interno es el que hace que esas personas hieran con palabras o actitudes, no podrá evitar recibir esa descarga de sufrimiento amargo.  Las palabras y actitudes que se originan en heridas no sanadas nos atraviesan como dagas y nos debilitan energéticamente.  Podemos, racionalmente, reconocer que cada quien hace lo mejor que puede desde su lugar de consciencia y aceptar que cada quien es responsable de su propia felicidad; pero inevitablemente la infelicidad de nuestros seres amados perforará nuestro corazón cuando sus palabras intentan responsabilizarnos de su padecer.




 

Una Persona Altamente Sensible (PAS) es sumamente empática y por lo tanto, no intentará convencer a nadie para que crea lo que siente como cierto en su corazón, pero sufrirá como una agresión cuando es cuestionada, juzgada o criticada por pensar como piensa o sentir como siente.

 

Todo ser humano tiene el derecho de ejercer su libertad en su vida espiritual, siempre y cuando no intente colonizar el pensamiento de otros, siempre y cuando respete esa misma libertad en la vida de los otros.





“El problema eres tú que te has acostumbrado al silencio y la soledad.” Te dice alguien mientras hacen un festín en tu nombre pero debes hacer silencio frente a insultos, porque algunas personas ‘aman’ así, ejerciendo la versión más machista de bullying familiar.

 

Muchas veces creemos que es un gesto heroico, sacrificar nuestro bienestar para que nuestros seres queridos puedan sentirse tranquilos, en paz y conformes. Entonces, callamos, escondemos nuestras alas, aceptamos actitudes y palabras que nos dañan, sonreímos y ofrecemos nuestra paz a cambio de tormentas, recibimos su forma de amar sin cuestionar ni intentar cambiarlos.  Sin embargo, su paz no depende de nosotros; quien no tiene paz por sí mismo, no la tendrá porque nosotros dejemos de Ser quienes realmente somos, quien no es feliz por sí mismo, no se sentirá plenamente feliz porque nos adaptemos a su forma de ser.

 

Creo que volvernos pequeñitos para que otros no se sientan intimidados o incómodos  por nuestros dones, es negar la Divinidad que nos habita; es renunciar a este Ser maravilloso que Dios ha creado a su imagen y semejanza; es permitir que las sombras de los otros apaguen nuestra Luz.

 

Quienes esperan que los otros hagan siempre la tarea de esforzarse y cambiar, considerarán nuestra distancia y nuestra soledad como un acto egoísta.  Alejarnos de aquellos que nos exigen vivir a su manera y no respetan nuestra identidad, es una decisión que siempre duele pero que nos brinda la salud necesaria para poder cultivar nuestra mejor versión.  Desde nuestra plenitud y nuestra paz interior podemos generosamente compartir nuestros dones y talentos, disfrutar nuestra vida y desde allí sembrar relaciones sanas.




 

Mi paz interior no depende de otros, depende de mi actitud frente a lo que otros hacen o dicen.  Sin embargo, mi paz interior y tu paz interior dependen de la coherencia y armonía entre mente, cuerpo, espíritu, alma y sentimientos; depende de la libertad que ejercemos para Ser quienes vinimos a Ser, sin disfraces ni posturas impuestas.

 

Elegimos lo que es mejor para nuestro bien mayor y el bien mayor de las personas que nos rodean, evitando conflictos y relaciones tóxicas.  Para una PAS, la distancia o la soledad resultan temporal o definitivamente la decisión más sana, cuando el entorno cuestiona constantemente su condición o aún peor, intenta normalizar su personalidad de acuerdo a la mayoría del grupo o al miembro dominante.

 

Para cultivar la paz en nuestro corazón es necesario deshacernos de culpas y responsabilidades que no nos pertenecen. No debemos sentirnos culpables por cuidar nuestro equilibrio y nuestra salud.  No debemos sentirnos responsables por la felicidad de las personas amadas.

 


¿Disfruto ver felices a las personas que amo y me aman? Claro que si, muchísimo.  ¿Pueden esas personas que amo y me aman dejar de ser como son y actuar como actúan para disfrutar mi forma de Ser?  No pueden, ni siquiera llegan a darse cuenta que existen otras formar válidas de Ser y sentir.  No se trata de animosidad o falta de amor, se trata de niveles de consciencia y sensibilidad.  Somos diferentes y en esa diferencia, encontrar la paz y el equilibrio suele ser tarea de quien puede ver más allá de lo visible.



Hay flores bellísimas en la naturaleza, sin embargo, muchas de ellas pueden ser extremadamente tóxicas, dependiendo del tipo de contacto, la duración e intensidad del mismo.  Algunas flores con algo grado de toxicidad son: lirio, tulipán, azalea, amarillis, crisantemo y lila de la paz.

 

Seguramente, mi vibración, mi forma de ser y mis energías pueden resultar tóxicas para algunas personas, y eso está bien.  No podemos ser compatibles con todas las personas que habitan este planeta, ni siquiera con todos los miembros del clan familiar.  Probablemente las reacciones hostiles y de rechazo de otras personas estén relacionadas con la falta de compatibilidad de nuestras energías y vibración.  Reconocer esa diferencia, creo, es el primer paso hacia las relaciones sanas.  No se puede construir Puentes allí donde los otros cultivan muros. No se puede iluminar allí donde las personas se sienten a salvo en las sombras.  Incluso la paz, puede resultar tóxica para aquellos que se sienten a salvo en el caos del ruido.

 

Susannah Lorenzo©

Desanudando las emociones y palabras atascadas en mi garganta que terminaron por debilitar mi voz (físicamente) desde hace unos días.

Martes 27 de septiembre

04:59 am

Alergia asmática y garganta cerrada por segunda vez en menos de una semana y por primera vez luego de un par de años.



martes, 8 de marzo de 2022

Recuerdos difusos

 

Que en algún momento, la dulzura de los abrazos pueda más que la amargura de las frustraciones; que la ternura de las caricias pueda más que el dolor de las heridas; que el eco de tu risa te devuelva el recuerdo de los momentos bonitos y encuentres en tu corazón todas las semillas dormidas del amor que te mantuvo con vida.

Amor de Madre 2022

Mientras insistas en recordar solo lo que causó tus heridas, te perderás de todo aquello que alguna vez llenó tu corazón de colores.



Pepino, el payaso, fue una de mis maneras de amar intensamente.  Estaba convencida de que estaba sembrando y creando experiencias y momentos bonitos en sus vidas.  Llevaba horas de preparación y trabajo junto con todos los detalles de cada cumpleaños, hecho a mano (incluyendo la tarjeta de invitación y los juegos que hacíamos).  Luego, al día siguiente, no tenía fuerzas ni voz, pero me sentía plena.

Curiosamente, todo lo que sucedió en los últimos años de nuestra vida juntos, pareció opacar o borrar todo lo bueno.  Tristemente, solo queda en sus mentes la frustración, el dolor, el trauma y la carencia.  Contrariamente a lo que sucede en la mayoría de las personas, que borran de su mente todo lo malo, ellos parecen haber elegido recordar solo los errores, solo el dolor, solo la separación, solo el fracaso, solo el nido destruido y los sueños hechos añicos.

Me cuesta aceptar que no guardan recuerdos bonitos, que nada de lo compartido antes del tornado, los haga sonreír y sentirse amados.

Susie adolorida

Cada tanto, la costra del tiempo se cae y queda al descubierto una herida que aún sigue doliendo.



miércoles, 21 de julio de 2021

¿La misma de siempre?

Las personas que compartieron con nosotros alguna etapa de nuestra vida, conocen lo que éramos en ese momento.  Si bien nuestra Alma y nuestra esencia es siempre la misma y tenemos una serie de valores y características a lo largo de nuestra encarnación en esta vida, nuestra esencia se va desplegando y expandiendo como una flor de loto que abre sus pétalos y solo con el tiempo llega a mostrar toda la intensidad y variedad de sus colores.



Como seres espirituales teniendo una experiencia humana, hemos venido a evolucionar, a crecer y a desarrollar la misión de nuestra Alma. No es algo que se logre desde que se forma nuestra personalidad, estamos condicionados por nuestro entorno, nuestra cultura y nuestras experiencias.

Sí, es cierto, conozco muchas personas que son las mismas durante toda su vida, no hacen un solo cambio y de algún modo, como dicen los maestros espirituales, ‘se cristalizan’, incapaces de ver que hay otras opciones más allá de su zona de confort.

Nuestros compañeros de escuela, nuestros amigos, nuestros compañeros de trabajo, nuestros padres, nuestros primos e incluso nuestros hijos, conocen de nosotros solo una fracción de tiempo en el largo sendero de nuestra vida.  Probablemente, además, conozcan de nosotros, solo algunos aspectos, los que eran posibles de manifestar en ese tipo de relación y en ese contexto.

Con el pasar de los años, una se descubre, aprende a reconocerse, amarse, respetarse y celebrarse, comprende sus dones y talentos, establece una vía de comunicación (un Puente) entre su Yo Superior / Ser Divino y su yo inferior; entre su Alma y este cuerpo donde nos ha tocado habitar.  Seguramente, también, afianzaremos, profundizaremos o desarrollaremos una relación más íntima con Dios.

Como una obra imperfecta, Dios es el escultor que nos va cincelando y moldeando con las experiencias de vida, con el aprendizaje consciente, con la madurez y con el continuo trabajo de sanación que elegimos hacer en algún momento de la vida.



Alguna vez un amigo me dijo que estar fuera de mi vida durante un año, era como haberse perdido diez años, porque mi vida es siempre tan intensa y hay tantos cambios, que si nos volvemos a cruzar, habrá mucho para ponerse al día.

Como en la naturaleza, nuestra vida tiene ciclos, algunos marcados por nuestra condición humana y nuestra edad, y otros marcados por crisis, periodos de iniciación y expansión de consciencia.

Cometemos el error, muchas veces, de quedarnos con esa impresión, con esa experiencia que compartimos en algún momento.  No nos tomamos el tiempo de sentarnos, escuchar, conocer y descubrir a esa persona que probablemente brilla con nuevos colores y habla desde otro lugar de su corazón.

Ni siquiera nuestros hijos son los mismos en la vida adulta que aquellos pequeños que fueron el centro de nuestra vida.  Puede que algunos rasgos de su personalidad se mantengan, puede que la esencia de su Alma esté ahí visible tras la mirada que solo una madre distingue, pero lo que ellos eligen ser, despertar y mostrar en su vida adulta, los convierte a veces en extraños.  Relacionarnos con nuestros hijos o con las personas que amamos en base a lo que vivimos, sentimos, compartimos o nos sucedió en el pasado (en otra etapa de nuestras vidas y sus vidas), es aferrarnos a una dimensión que ya no existe. 



Como una mariposa que deja de ser oruga, una y otra vez, renacemos, volamos, morimos, renacemos, elegimos desarrollar nuestras alas y lucir nuestros colores; hasta que esas alas ya no sirven para nuevos cielos que se ofrecen ante nuestros ojos y otra vez, volvemos a empezar.

Reconozco, cuando era niña y adolescente quería ser algo diferente, quería llegar al futuro porque mi realidad y mi presente eran demasiado dolorosos y quería escapar, creyendo que a la vuelta del calendario, encontraría la paz que no tenía.

Cuando era joven y estaba en la plenitud de la maternidad, estaba ocupada en ser lo que creía que debía ser, en cumplir con roles establecidos por la familia, por la sociedad y por el mundo laboral.

Entre los 30 y los 40, la vida me obligó a sentarme conmigo misma, descubrir quién era y comenzar a sanar una a una las heridas que arrastraba desde la infancia.

En algún punto después de los 40 y un poco más allá de los 50, quería volver a ser lo que era cuando era una mujer joven profesional y productiva: quería estar completamente sana, tener el mismo tipo de trabajo y recuperar un bienestar económico a base de puestos que ya no estaban disponibles para una mujer de mi edad.  Perdí muchos años compadeciéndome de ser una desempleada y me congelé queriendo ser lo que había sido alguna vez.

A partir de los 52, la vida me obligó nuevamente a repasar y recordar quién era realmente, a sentarme otra vez con las mismas heridas, pero en otra profundidad; a desplegar mis alas, aceptar mis dones, desoír mandatos y tener la valentía de Ser quien realmente era, sin vergüenzas ni culpas.



En realidad no es que ‘cambiemos’ y seamos diferentes, sino que como un programa de computación (software), nos vamos actualizando y vamos aprendiendo a Ser mejores versiones de nosotros mismos.  Nos adaptamos, evolucionamos, crecemos, aprendemos, sanamos y así infinitamente hasta que el Alma y Dios decidan que ya está bueno por ahora.

Si me conociste en la adolescencia, no soy la misma.  Queda la poeta, la dibujante y la lectora voraz.



Si me conociste en la juventud, durante la maternidad, no soy la misma.  Queda la bendición de una etapa intensa que pobló mi corazón y me enseñó el verdadero sentido del Amor.  Quedan las aptitudes, los talentos y todo lo que aprendí en el ámbito profesional, para poder sacar adelante a mis hijos.



Si me conociste cuando vivía en San Rafael, no soy la misma. Queda la inspiración y la pasión por hacer radio, la semilla de Puentes  y la certeza de que los sueños pueden marcar el destino.



Si me conociste cuando vivía en Malargüe, no soy la misma. Queda mi pasión por los idiomas y las relaciones internacionales, mi perfeccionamiento como locutora y productora radial, mi oficio de abuela, el descubrimiento de la escritura terapéutica, la semilla de mis libros artesanales y la revelación de mi camino con el Tarot Evolutivo.



Si me conociste cuando llegué a San Juan, en 2015, no soy la misma.  Queda una nueva forma de hablar con Dios, el nacimiento de Puentes, la aceptación de todo lo que siempre fui y no me animaba a Ser y mostrar, el descubrimiento de los gatos como seres mágicos, la valentía de publicar mis libros en forma artesanal e independiente, el camino del Tarot Evolutivo manifestado y el despertar de dones que antes no podría haber comprendido.



No, no soy la misma, y probablemente, no seré la misma dentro de un tiempo.

Hay cosas que ya no me gustan, otras me siguen gustando.  Hay cosas que ya no le hacen bien a mi salud emocional, mental o física.  Hay cosas que ya no puedo hacer y otras que antes no hacía y ahora disfruto hacer. 

Hay rasgos que se han acentuado con los años: ser una persona altamente sensible (PAS) ha ido intensificándose con el paso del tiempo, y he aprendido que no es un defecto ni algo que necesite arreglarse.

Hay virtudes que trato de trabajar: la paciencia, la calma, la tolerancia y el respeto.  Puede que sea más paciente y más tolerante que 20 años atrás, pero siento que aún me falta bastante y no alcanza con lo que logro ahora.

Hay virtudes que pueden ser defectos, porque siempre llegan a los extremos, pero sin ellas no hubiera logrado nada de lo que soy: la obsesión por el orden y la limpieza, el perfeccionismo y el cuidado por los detalles y la puntualidad.



¿Quién soy ahora?

Soy la  suma de todos mis Libros y publicaciones.  No importa si es un trabajo literario de ficción o un trabajo de escritura holística, todo lo que Soy está en mis libros y en mis mazos de cartas.

Soy una Aprendiz que acaba de desembarcar en una nueva universidad de la vida, que viene de reprobar un par de Trabajos Prácticos y que rinde lección cada día con Jefesito y el Maestro de todos los maestros.

Soy un Corazón que no me cabe en el pecho.

Soy un Alma que nunca estoy segura cuánto espacio ocupa con su energía.

Soy una Traductora e Intérprete que aprendió que se pueden y deben traducir no solo los idiomas o lenguas de cada país, sino los diferentes lenguajes y símbolos que el Universo pone ante nosotros, los movimientos, los ciclos, los gestos, las miradas y los silencios.

Soy una Escritora que descubre cada día nuevas formas de escribir, nuevas formas de bailar con las palabras y nuevas formas de alcanzar corazones con cada historia y con cada verso.

Soy una Mujer que aprendió en la soledad que se puede ser feliz, con solo ser y solo estar y que nadie es responsable de nuestra felicidad.

Soy apenas un puñado de arcilla que Dios acaba de empapar con tormentas y aludes, y que no guarda memoria de formas antiguas.  Soy esa arcilla fecunda respirando en el asombro de sentirse viva para que Dios haga su obra en mí y a través de mí.

Soy un Soplo Divino que habita los rincones donde mi nombre hace eco y los lugares donde mis pasos dejan su huella.

Soy la Mujer que se mira al espejo amorosamente, se sonríe y se acepta y no quiere estar en ningún otro lugar ni en otro momento que no sea el Aquí  y Ahora.

Me encantaría que me conozcas.

Me encantaría conocerte.

Susannah Lorenzo©

Tejedora de Puentes

Soledad Lorena©

Tejedora de Palabras