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jueves, 1 de febrero de 2024

El vacío y la tortuga


Este largo enero, convertido en una hibernación forzada (a 40ºC), en medio de una racha de pobreza, silencio, ‘invisibilidad’ y bloqueos energéticos, me hizo recordar al enero de 2017.




En aquel momento llevaba más de un año intentando forzar una vida que me ‘negaba’ todo lo que yo intentaba recuperar: familia, trabajo estable, reconocimiento profesional y familiar, alegría en el corazón y paz mental.  Mi provincia natal me había recibido con más hostilidad de la que esperaba y mis proyecciones de recuperar vínculos familiares habían fracasado.  Es que para reconstruir un puente hacen falta dos, es decir, las mismas intenciones y la misma dedicación de ambos lados.  Después de todo, es sabio aceptar que quien se va de nuestra vida, es porque no hay sitio apto para ellos en este presente o porque no se sienten a gusto con nuestra forma de ser.  Viajar al pasado para recuperar lo que nos fue arrebatado, puede resultar un viaje doloroso y desgastante, porque la vida siempre fluye hacia adelante.

Cada frase, cada actitud y cada decisión me definían como una víctima de las circunstancias, las personas dañinas o los chismes maliciosos que tergiversaban la realidad. Era una desempleada de 52 años llena de frustración, resentimiento e impotencia, y sobre todo, con el pasaporte siempre listo para cruzar a otra dimensión.

En aquel entonces, creía que sería el peor verano de mi vida; no hay que tentar la creatividad del universo, siempre puede haber peores.  Aunque todo es relativo, puede que aquel enero fuera mejor que éste en algunos aspectos mundanos y visibles; pero también es cierto que interna y profundamente este verano es mucho mejor.

Los veranos, por alguna razón que aún no termino de descubrir totalmente, suelen ser períodos de sequía, hibernación, dificultades y desafíos de supervivencia, en mi vida.  Creía en ese entonces, que la situación era pobrísima porque estuve más de un mes sin comprar alimentos y sobreviviendo a base de raciones de pan o tortitas.  Sin embargo, alcanzaba a pagar el alquiler y los servicios (agua, gas y electricidad) y pagaba el servicio de internet que me permitía trabajar y estudiar.  No sólo tenía la capacidad de pagar el lugar donde vivía, sino que cada tanto mi hija menor me invitaba a comer a su casa o me llevaba comida cuando se daba cuenta que estaba desaparecida por mucho tiempo.  En ese entonces, también conseguía las muestras gratuitas de mis medicamentos.

Fue una larga noche del alma porque casi dos años en mi ciudad natal habían sido más que suficientes para demostrar que el camino corporativo ya no era lo mío y que debía escuchar esa voz interior y esas señales que había ignorado durante años. 



En las épocas de supervivencia o bajo consumo, intento, en dosis adecuadas a mi bajo rendimiento mental, estudiar, aprender, actualizarme o indagar en mi interior para descubrir porque se me escapa la tortuga a pesar de mis esfuerzos y mis talentos.  Fue así que hice un Webinar de tres clases y me anoté para una Beca en B-School con Marie Forleo, que terminé ganando.  Lo que aprendí durante ese entrenamiento de Marketing 3.0 es que yo estaba fragmentada y la esencia de mi Alma estaba ausente de todas mis actividades profesionales.  Así, surgió la decisión de crear Puentes, un sitio web que integrara todo lo que soy y todo lo que hago.  Así nacieron las diferentes páginas en Facebook, especialmente PuentesTerapéuticos, que hasta ese momento, era un aspecto oculto y secretamente guardado en mi vida.  Lo demás es historia.



Las primeras ediciones artesanales antes de Puentes, en 2016


Mirando en retrospectiva, si yo hubiera ‘logrado’ todo aquello que quería con mi llegada a San Juan en 2015, probablemente me hubiera acomodado en esa vida que hacía felices a otros y que generaba esa aprobación familiar que yo siempre buscaba inconscientemente.  Es que yo creía que si hacía felices a los demás, yo podría ser feliz.  No se puede dar lo que no se tiene, y yo no tenía ni alegría, ni paz ni contento. 

Si todo hubiera resultado como yo había planeado, Puentes no existiría, al menos no manifestado, y menos aún el canal principalde YouTube y los diferentes Puentes tejidos con personas bonitas de la Comunidad.

Ese vacío y ese silencio (de señales propicias) durante la larga noche del alma en enero de 2017, fue la ‘muerte’ psíquica necesaria para dar luz a Puentes y para aceptar que yo podía elegir ser una persona desempleada o una persona emprendedora.




Esta noche oscura del alma en 2024 es peor que aquella en varios sentidos: no puedo pagar el alquiler por mí misma (recibo ayuda desde 2021), no hay invitaciones a comer ni comida que llega a mi puerta, no hay muestras de medicamentos gratuitos y la tortuga se sigue escapando, llevándome una clara ventaja.  Por otro lado, hay aspectos que son mucho mejores: el clima de esta ciudad es más benigno, tengo servicio de internet gratuito, la creatividad y la inspiración siguen fluyendo aunque esté famélica, me siento en paz y a gusto siendo quien Soy y haciendo lo que hago, ya no busco rescatar personas o situaciones del pasado, creo que el presente es mejor y el futuro puede serlo también, ya no llevo el pasaporte en la mano deseando cruzar a otra dimensión y sobre todo, ya no quiero ser la versión que era antes.

No creo en las casualidades y estoy convencida que todo lo que nos sucede en la vida, sobre todo lo que no podemos controlar, tiene un propósito y mientras más pronto lo descubramos y actuemos en consecuencia, más pronto superaremos la crisis.

He aprendido muchas cosas durante el enero que terminó anoche: he reconocido patrones de conducta y pensamiento, he indagado aún más en mi océano profundo de la sombra y he navegado por mi árbol genealógico para sanar herencias y linajes.  He estudiado, he observado, he escrito, he creado, he aprendido, he escuchado el silencio y he hecho las paces con el vacío.  Aún así, las energías siguen estancadas en un punto o las ventanas que se abren son tan efímeras y diminutas que no alcanzan para recuperar la salud, la claridad mental, el rendimiento y la libertad de desplazamiento.  La marea sigue baja y cuando comienza a acercarse, no llega a mojar mis pies, es solo un atisbo de esperanza en el horizonte.




Puentes cumplirá 7 años en quince días y por eso creo que esta sequía sostenida tiene mucho que ver con aquella crisis de 2017.  Escribir es una manera de ordenar la mente, desenredar la madeja y despejar la bruma.  Aún así, los mensajes siguen siendo los mismos: Ser en vez de hacer.  Se hace difícil, ser, brillar, alinearse, respirar en armonía y sonreír cuando el hambre te perturba y la salud se deteriora por la carencia económica.  Inevitablemente termino haciendo: creando promociones y descuentos, publicando colectas solidarias en las redes sociales o reinventando contenidos en la medida de las posibilidades físicas y mentales.  Nada cambia, el universo parece burlarse de mí diciendo: te dije que no era por ahí.

Cuando consulto a las Runas o las cartas del Tarot, el mensaje se repite: el arte de esperar con paciencia y confianza, el arte de hacer sin hacer.  Parece que vengo reprobando ese examen.




Mientras tanto, escribo, leo, canalizo, aprendo, estudio, descubro, escucho, respiro y miro los cielos siempre cambiantes.  Han sido siete años de siembra intensa, en medio de crisis mundiales y nacionales.  Quizá sea tiempo de confiar en las semillas, confiar en el maná que las bendice y reposar sin medir cada día cuántos centímetros ha crecido cada plantita.  Entonces, tal vez, la tortuga llegue silbando bajito, se acomode a mis pies y me diga: ahora si da gusto estar aquí.

En Dios confío.

En Mí confío.

Susannah Lorenzo / Susie

Mi siembra intensiva de 7 años



Nota:

2024 parece año de balances.

Puentes cumple 7 años.

Yo cumpliré 60 años.

Se vencerá el contrato de alquiler de tres años.

Se cumplen 3 años de mi mudanza a la ciudad de San Luis.

viernes, 12 de agosto de 2022

Una pausa para Ser

 Nos agota física y mentalmente: perseguir, conseguir, cumplir, resolver, razonar, entender, aferrarnos, defendernos, demostrar, justificar, negociar, persuadir y cambiar; aunque muchas veces, solo nos quedemos en el intento.

Buscamos insistentemente la aprobación de nuestros fantasmas, de nuestra familia, de nuestros amigos; de clientes, compañeros o seguidores en las redes sociales.




Comenzamos a confundir lo que hacemos por agradar a otros, con lo que realmente disfrutamos hacer.

Dejamos de mirarnos en el espejo y a cambio, nos vemos a través de los ojos de otras personas.

Nos refugiamos en las palabras de otros, para no escuchar nuestra alma en el silencio.

Como si el elogio, la aprobación o la celebración de los demás, nos devolviera la pertenencia que nunca pudimos sentir.

Sin embargo, la agitación constante por llamar la atención, por hacer escuchar nuestra voz, porque nuestros colores sean vistos y reconocidos, nos aleja de lo que realmente somos; nos quita paz y nos convierte en exiliados de la morada sagrada de nuestra alma.

Confundimos la entrega desmedida con el servicio; como si la sacrificada vocación de existir por los otros, le diera valor y sentido a nuestra vida.




No creo que sea posible servir a Dios y en ese servicio bendecir a otras personas, si renunciamos a nuestra paz interior o medimos nuestra luz por la cantidad de sombras que desvanecen a nuestro alrededor.

El servicio puede a veces convertirse en un espejismo del ego; en la carencia de la niña solitaria que nunca se sintió celebrada por sus dones.

Tanta mente racional nos aleja de la esencia y la verdadera sabiduría.

Contemplar la naturaleza nos recuerda que hay más servicio y entrega generosa en la belleza de un árbol o la fragilidad de una flor.

Perdemos tanto tiempo analizando, cuestionando o midiendo resultados… Creemos que así, aceleramos los procesos o precipitamos el cambio.

Crear el vacío y el espacio necesario para Ser en el silencio de una tarde, puede convertirse en todo el servicio que Dios necesita de nosotros.  Porque en la quietud desprovista de dispositivos y redes sociales, aprendemos del ave que nos canta desde un árbol cercano y comenzamos a recordar que en el modesto discurrir de las estaciones, se encuentra el verdadero secreto de la vida.

Susannah Lorenzo©

Escribiendo, mate mediante, desde las escaleras, después de una caminata sin dispositivo alguno.

Atardecer en San Luis, cielo despejado, pájaros en vuelo; árboles y sierras imperturbables, ajenos a relojes, agendas y estadísticas.

12.08.2022

18:30




miércoles, 21 de julio de 2021

¿La misma de siempre?

Las personas que compartieron con nosotros alguna etapa de nuestra vida, conocen lo que éramos en ese momento.  Si bien nuestra Alma y nuestra esencia es siempre la misma y tenemos una serie de valores y características a lo largo de nuestra encarnación en esta vida, nuestra esencia se va desplegando y expandiendo como una flor de loto que abre sus pétalos y solo con el tiempo llega a mostrar toda la intensidad y variedad de sus colores.



Como seres espirituales teniendo una experiencia humana, hemos venido a evolucionar, a crecer y a desarrollar la misión de nuestra Alma. No es algo que se logre desde que se forma nuestra personalidad, estamos condicionados por nuestro entorno, nuestra cultura y nuestras experiencias.

Sí, es cierto, conozco muchas personas que son las mismas durante toda su vida, no hacen un solo cambio y de algún modo, como dicen los maestros espirituales, ‘se cristalizan’, incapaces de ver que hay otras opciones más allá de su zona de confort.

Nuestros compañeros de escuela, nuestros amigos, nuestros compañeros de trabajo, nuestros padres, nuestros primos e incluso nuestros hijos, conocen de nosotros solo una fracción de tiempo en el largo sendero de nuestra vida.  Probablemente, además, conozcan de nosotros, solo algunos aspectos, los que eran posibles de manifestar en ese tipo de relación y en ese contexto.

Con el pasar de los años, una se descubre, aprende a reconocerse, amarse, respetarse y celebrarse, comprende sus dones y talentos, establece una vía de comunicación (un Puente) entre su Yo Superior / Ser Divino y su yo inferior; entre su Alma y este cuerpo donde nos ha tocado habitar.  Seguramente, también, afianzaremos, profundizaremos o desarrollaremos una relación más íntima con Dios.

Como una obra imperfecta, Dios es el escultor que nos va cincelando y moldeando con las experiencias de vida, con el aprendizaje consciente, con la madurez y con el continuo trabajo de sanación que elegimos hacer en algún momento de la vida.



Alguna vez un amigo me dijo que estar fuera de mi vida durante un año, era como haberse perdido diez años, porque mi vida es siempre tan intensa y hay tantos cambios, que si nos volvemos a cruzar, habrá mucho para ponerse al día.

Como en la naturaleza, nuestra vida tiene ciclos, algunos marcados por nuestra condición humana y nuestra edad, y otros marcados por crisis, periodos de iniciación y expansión de consciencia.

Cometemos el error, muchas veces, de quedarnos con esa impresión, con esa experiencia que compartimos en algún momento.  No nos tomamos el tiempo de sentarnos, escuchar, conocer y descubrir a esa persona que probablemente brilla con nuevos colores y habla desde otro lugar de su corazón.

Ni siquiera nuestros hijos son los mismos en la vida adulta que aquellos pequeños que fueron el centro de nuestra vida.  Puede que algunos rasgos de su personalidad se mantengan, puede que la esencia de su Alma esté ahí visible tras la mirada que solo una madre distingue, pero lo que ellos eligen ser, despertar y mostrar en su vida adulta, los convierte a veces en extraños.  Relacionarnos con nuestros hijos o con las personas que amamos en base a lo que vivimos, sentimos, compartimos o nos sucedió en el pasado (en otra etapa de nuestras vidas y sus vidas), es aferrarnos a una dimensión que ya no existe. 



Como una mariposa que deja de ser oruga, una y otra vez, renacemos, volamos, morimos, renacemos, elegimos desarrollar nuestras alas y lucir nuestros colores; hasta que esas alas ya no sirven para nuevos cielos que se ofrecen ante nuestros ojos y otra vez, volvemos a empezar.

Reconozco, cuando era niña y adolescente quería ser algo diferente, quería llegar al futuro porque mi realidad y mi presente eran demasiado dolorosos y quería escapar, creyendo que a la vuelta del calendario, encontraría la paz que no tenía.

Cuando era joven y estaba en la plenitud de la maternidad, estaba ocupada en ser lo que creía que debía ser, en cumplir con roles establecidos por la familia, por la sociedad y por el mundo laboral.

Entre los 30 y los 40, la vida me obligó a sentarme conmigo misma, descubrir quién era y comenzar a sanar una a una las heridas que arrastraba desde la infancia.

En algún punto después de los 40 y un poco más allá de los 50, quería volver a ser lo que era cuando era una mujer joven profesional y productiva: quería estar completamente sana, tener el mismo tipo de trabajo y recuperar un bienestar económico a base de puestos que ya no estaban disponibles para una mujer de mi edad.  Perdí muchos años compadeciéndome de ser una desempleada y me congelé queriendo ser lo que había sido alguna vez.

A partir de los 52, la vida me obligó nuevamente a repasar y recordar quién era realmente, a sentarme otra vez con las mismas heridas, pero en otra profundidad; a desplegar mis alas, aceptar mis dones, desoír mandatos y tener la valentía de Ser quien realmente era, sin vergüenzas ni culpas.



En realidad no es que ‘cambiemos’ y seamos diferentes, sino que como un programa de computación (software), nos vamos actualizando y vamos aprendiendo a Ser mejores versiones de nosotros mismos.  Nos adaptamos, evolucionamos, crecemos, aprendemos, sanamos y así infinitamente hasta que el Alma y Dios decidan que ya está bueno por ahora.

Si me conociste en la adolescencia, no soy la misma.  Queda la poeta, la dibujante y la lectora voraz.



Si me conociste en la juventud, durante la maternidad, no soy la misma.  Queda la bendición de una etapa intensa que pobló mi corazón y me enseñó el verdadero sentido del Amor.  Quedan las aptitudes, los talentos y todo lo que aprendí en el ámbito profesional, para poder sacar adelante a mis hijos.



Si me conociste cuando vivía en San Rafael, no soy la misma. Queda la inspiración y la pasión por hacer radio, la semilla de Puentes  y la certeza de que los sueños pueden marcar el destino.



Si me conociste cuando vivía en Malargüe, no soy la misma. Queda mi pasión por los idiomas y las relaciones internacionales, mi perfeccionamiento como locutora y productora radial, mi oficio de abuela, el descubrimiento de la escritura terapéutica, la semilla de mis libros artesanales y la revelación de mi camino con el Tarot Evolutivo.



Si me conociste cuando llegué a San Juan, en 2015, no soy la misma.  Queda una nueva forma de hablar con Dios, el nacimiento de Puentes, la aceptación de todo lo que siempre fui y no me animaba a Ser y mostrar, el descubrimiento de los gatos como seres mágicos, la valentía de publicar mis libros en forma artesanal e independiente, el camino del Tarot Evolutivo manifestado y el despertar de dones que antes no podría haber comprendido.



No, no soy la misma, y probablemente, no seré la misma dentro de un tiempo.

Hay cosas que ya no me gustan, otras me siguen gustando.  Hay cosas que ya no le hacen bien a mi salud emocional, mental o física.  Hay cosas que ya no puedo hacer y otras que antes no hacía y ahora disfruto hacer. 

Hay rasgos que se han acentuado con los años: ser una persona altamente sensible (PAS) ha ido intensificándose con el paso del tiempo, y he aprendido que no es un defecto ni algo que necesite arreglarse.

Hay virtudes que trato de trabajar: la paciencia, la calma, la tolerancia y el respeto.  Puede que sea más paciente y más tolerante que 20 años atrás, pero siento que aún me falta bastante y no alcanza con lo que logro ahora.

Hay virtudes que pueden ser defectos, porque siempre llegan a los extremos, pero sin ellas no hubiera logrado nada de lo que soy: la obsesión por el orden y la limpieza, el perfeccionismo y el cuidado por los detalles y la puntualidad.



¿Quién soy ahora?

Soy la  suma de todos mis Libros y publicaciones.  No importa si es un trabajo literario de ficción o un trabajo de escritura holística, todo lo que Soy está en mis libros y en mis mazos de cartas.

Soy una Aprendiz que acaba de desembarcar en una nueva universidad de la vida, que viene de reprobar un par de Trabajos Prácticos y que rinde lección cada día con Jefesito y el Maestro de todos los maestros.

Soy un Corazón que no me cabe en el pecho.

Soy un Alma que nunca estoy segura cuánto espacio ocupa con su energía.

Soy una Traductora e Intérprete que aprendió que se pueden y deben traducir no solo los idiomas o lenguas de cada país, sino los diferentes lenguajes y símbolos que el Universo pone ante nosotros, los movimientos, los ciclos, los gestos, las miradas y los silencios.

Soy una Escritora que descubre cada día nuevas formas de escribir, nuevas formas de bailar con las palabras y nuevas formas de alcanzar corazones con cada historia y con cada verso.

Soy una Mujer que aprendió en la soledad que se puede ser feliz, con solo ser y solo estar y que nadie es responsable de nuestra felicidad.

Soy apenas un puñado de arcilla que Dios acaba de empapar con tormentas y aludes, y que no guarda memoria de formas antiguas.  Soy esa arcilla fecunda respirando en el asombro de sentirse viva para que Dios haga su obra en mí y a través de mí.

Soy un Soplo Divino que habita los rincones donde mi nombre hace eco y los lugares donde mis pasos dejan su huella.

Soy la Mujer que se mira al espejo amorosamente, se sonríe y se acepta y no quiere estar en ningún otro lugar ni en otro momento que no sea el Aquí  y Ahora.

Me encantaría que me conozcas.

Me encantaría conocerte.

Susannah Lorenzo©

Tejedora de Puentes

Soledad Lorena©

Tejedora de Palabras



martes, 8 de junio de 2021

Temporada de recambio

 

En los momentos en que hacemos un giro de 180º o realizamos cambios importantes en nuestra vida, tenemos la sensación de haber sido transportados a un desierto, como Jesús en sus cuarenta días de meditación (visión metafórica de su crisis de fe y de su enfrentamiento con su propia sombra y sus demonios).



Puede ser que hayamos finalmente decidido terminar con esa relación tóxica en la que nos habíamos perdido dejando de ser lo que realmente somos;  puede que hayamos decidido finalmente aceptar nuestros dones y compartirlos sin reparo alguno con el mundo entero;  podemos haber hecho un cambio drástico en nuestra vida intentando salvarnos de un oscuro pozo de miserias y autocompasión o podemos haber reconstruido nuestras alas y dibujar nuevos cielos lejos de jaulas mentales y sociales.  Como quiera que sea, nuestros amigos, familiares, conocidos y otras relaciones se alejarán de nosotros como si estuviéramos apestados y nos dejaran solos con esa decisión que pensaron que jamás tomaríamos.

Algunos simplemente se ofenden porque no aceptamos sus sugerencias y consejos; otros se asustan de nuestra actitud desafiante y el reflejo aterrador de lo que ellos no son capaces de ser o hacer, los incomoda; algunas personas eligen bandos y apoyan lo que creen políticamente o socialmente correcto; están los que jamás contemplaron nuestra verdadera esencia y  se sienten defraudados ante esta ‘nueva versión’ de nuestra persona que no cumple con sus expectativas; y están los que condenan cualquier individualismo, originalidad o expresión genuina de seres únicos que se apartan del rebaño y abandonan las prolijas líneas uniformes.

Dos caminos se abrían en un bosque amarillo,

y triste por no poder caminar por los dos,

y por ser un viajero tan solo, un largo rato

me detuve, y puse la vista en uno de ellos

hasta donde al torcer se perdía en la maleza.

Después pasé al siguiente, tan bueno como el otro,

posiblemente la elección más adecuada

pues lo cubría la hierba y pedía ser usado;

aunque hasta allí lo mismo a cada uno

los había gastado el pasar de la gente,

y ambos por igual los cubría esa mañana

una capa de hojas que nadie había pisado.

¡Ah! ¡El primero dejé mejor para otro día!

Aunque tal y como un paso aventura el siguiente,

dudé si alguna vez volvería a aquel lugar.

Seguramente esto lo diré entre suspiros

en algún momento dentro de años y años

dos caminos se abrían en un bosque, elegí…

elegí el menos transitado de ambos,

Y eso supuso toda la diferencia.

Robert Frost



Imagino la vida como una gran autopista con muchos carriles, separados cada uno por un guardarraíl. A medida que expandimos nuestro nivel de consciencia y nuestro campo energético (aura) se manifiesta más intensamente cambiando su vibración y colores, el carril que transitamos ya no nos favorece, no resulta propicio o entorpece nuestro avance.  Los carriles más transitados producen atascamientos, embotellamientos y conflictos que limitan nuestra libertad de Ser.  Es normal sentir la necesidad de cambiar de carril, buscar una alternativa que nos permita avanzar fácilmente y desplegar nuestras alas y nuestro campo energético, ocupando un espacio aún mayor, para que nuestra Alma se exprese libremente.

Al cambiar de carril, muchas personas quedan en el carril anterior, no pueden o no quieren cambiar, tal como hicimos nosotros.  Desde el otro lado del guardarraíl nos miran con recelo, asombro, estupor, miedo o simplemente envidia.  Prefieren recorrer el camino más transitado y se sienten más seguros allí donde el tumulto aprueba sus movimientos.

Tomar la decisión de elegir el carril que nuestros afectos no transitan, puede resultar doloroso y dejarnos sumidos en una sensación de soledad y exilio que nos hará dudar y cuestionar nuestras elecciones.

Sin embargo, abandonar nuestros dones, postergar nuestros sueños, dejar de brillar nuestro Sol interno y proyectar una personalidad que satisface a quienes nos rodean, puede enfermarnos físicamente, desequilibrar nuestras emociones e incluso causar bloqueos energéticos de nuestros chakras.

Tarde o temprano, encontraremos otras personas en el nuevo carril, crearemos nuevos vínculos y descubriremos otras Almas que vibran en nuestra nueva sintonía.


Como dice Robert Frost, el camino menos transitado marca la diferencia, y esa diferencia es la que nos permite Ser lo que vinimos a ser.

Susie transitando un carril inmensamente solitario

Susannah Lorenzo©

Tejedora de Puentes

08 de junio de 2021

 

domingo, 7 de abril de 2019

Ser

Allowing is the easiest way to vibrate according to the laws of the universe.  Yet, remembering who we actually are can be really painful and scary.  Why?  Because we are born with our gifts and talents, fully aware of who we are and what we enjoy doing.  If we are not celebrated, welcome or loved for our uniqueness, we tend to shut down, isolate and hide everything which might make us feel less loved. 
Later in life, when our soul stirs the underground river and calls our higher wisdom to help us remember the way home, we not only start to remember who we truly are, but we also recall the painful feeling of being neglected and rejected for our most sacred gifts and blessings.

Venimos a este mundo llenos de magia, con la intuición despierta, con los sentidos totalmente alertas a mundos invisibles, con la capacidad de jugar con nuestros sueños y creer que nuestro amor todo lo puede y nuestra mente es apenas un recurso más de nuestra infinita colección de talentos.

Llegamos con la capacidad de amar a cualquier ser vivo y nos sentimos con derecho de ser inmensamente amados.  Buscamos en el mundo que nos rodea la seguridad, el calor y la contención que nos brindaba el útero materno y esperamos que quienes nos reciban celebren todo aquello que traemos con nosotros.


Ignoramos que más tarde o más temprano, los miedos y frustraciones ajenos nos moldearán; la rigidez del sistema intentará encorsetarnos y la libertad de Ser se volverá una prolongación de quienes no supieron o no quisieron Ser.

La intuición, la sensibilidad, la capacidad de ver lo invisible, la magia, la inocencia, el juego y la despreocupación se combaten tan pronto como el niño tiene edad de ser escolarizado y se vuelve un proyecto de adulto decente, productivo y responsable.

Hay una necesidad imperiosa de que el otro sienta, piense y actúe como nosotros; eso, aparentemente, nos brinda seguridad y estabilidad.  Porque hemos perdido la capacidad y la habilidad de asombrarnos de lo desconocido y porque tenemos pánico de descubrir aquello que nos ha sido prohibido.

En la vida adulta, más tarde o más temprano, nos invade el desasosiego, nos sentimos vacíos, enfermamos, nos deprimimos o simplemente andamos por el mundo, desconectados de la divinidad que nos habita, exiliados de nuestra propia alma y extranjeros en nuestro propio cuerpo.

Dios siempre sabe, nos da la oportunidad de regresar; el alma intenta cambiar el curso para recuperar el equilibrio, para que volvamos a ser Libres de Ser, para que la paz despeje todo miedo y toda carencia y para que el amor nos habite más allá de condicionamientos ajenos.

Se requiere un acto de coraje, recordar aquello que olvidamos en la niñez, retomar el curso, desarmar los guardias de la mente, derrocar la inquisición social que nos perturba y devolver el timón a nuestra alma.

Ser lo que realmente somos, brillar con nuestra propia luz, confiar plenamente en Dios y hacer ejercicio de la Fe nos devuelve a la soledad y el abandono del niño rechazado, de la niña asustada; del que es juzgado, criticado y condenado.

 "Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de los que no se ve".Hebreos 11:1

Sin embargo, cuando el juicio de quienes amamos nos atraviesa el corazón como una daga, es porque aún nosotros mismos albergamos el juicio condenatorio de dudar de nuestros dones.

Cuando la aceptación de nuestra fe y de nuestro camino con Dios nos aleja de quienes creíamos tan cerca, vemos en el espejo esa niña sensible que aún espera ser querida y aceptada y aprendió a callar para no ser rechazada.

Postergar nuestra misión, ocultar nuestros dones y dudar de los mensajes divinos, puede temporalmente devolvernos la aceptación, el cariño y la aprobación de quienes nos rodean.

Inevitablemente, la sumisión, la renuncia, la vergüenza y nuestra propia desaprobación, nos alejarán de nuestra esencia, de quien realmente somos y del camino con Dios.  Cuando luchamos en nuestro interior por negar aquello que necesita brillar y expresarse, se genera un conflicto; el conflicto nos quita paz; la falta de paz causa pesadillas, altera el sueño, enferma nuestro cuerpo y nos roba la alegría.

Nos sentimos solos e inseguros porque dejamos de escuchar, porque dejamos de sentir la presencia de Dios en nuestra vida.

Cuando dejamos que las inseguridades, miedos y frustraciones ajenas alienten un instante de duda en nuestra mente, el miedo nos coloniza sin piedad, anulando nuestros sentidos, alejándonos del camino y dejándonos a la deriva, a merced de manipulaciones y desaires de corazones que aún no emprenden su camino.

Si seguimos esperando que vean lo que vemos, si seguimos creyendo que tienen que alcanzarnos en el camino, si seguimos pidiendo que sientan al menos la mitad de lo que sentimos; entonces sí, estamos juzgando y criticando así como hacen con nosotros.

Cada quien viene a este mundo con su cuota de compasión, su nivel de sensibilidad, su intensidad de magia y su capacidad (o incapacidad) de ver más allá de su ombligo.



Ya no voy a disculparme, por ser extremadamente sensible, por ser pasional, intensa y compasiva; por tener todos mis sentidos desarrollados en su máxima capacidad; por creer para ver, por hablar con Dios, por elegir disfrutar de la vida, por necesitar Ser, por buscar ser libre, por tener alas, estrellas y hadas; porque mi mano tenga la capacidad de tocar tu corazón y mi palabra pueda acunarte el alma. 
He perdido mucho tiempo, quizá más del que me queda.  He renunciado a mucho, me he perdido muchas veces, me he marchitado siendo lo que otros querían, he muerto de pena cien veces para que otros fueran felices; he vivido llena de miedos propios y ajenos; he sufrido mis dolores y sentido los dolores ajenos como propios; he esperado siempre lo peor y he creído que estaba muy mal merecer lo que otros no podían conseguir.

Si te enoja lo que hago, será que mis alas hacen ruido en tu jaula.
Si te asusta lo que soy, te invito a tomar el té y a conocerme sin el cristal de tus prejuicios.
Si condenas mis locuras, no vayas a dejar que tu cordura te quite el sueño.
Si sientes que mi vuelo nos aleja, aprende a descubrir otros cielos y deja de limitarte con el horizonte de tu ventana.
Si aún así, el miedo te paraliza, la ignorancia te gana y eliges la seguridad de tu celda, no te guardo rencor, ni dejaré de amarte.

A veces a las mujeres, se nos va la vida siendo hijas, hermanas, madres, nietas y se nos olvida a qué vinimos y que la verdadera libertad y el único gesto de amor que realmente nos colma es permitirnos ser la Mujer, la Machi, la Diosa, la Sacerdotisa del Universo;  la mujer de colores, el cuenco de la luna, el río sagrado y el templo de amor por donde Dios respira.

Susie / Susannah
Let go.
Let God.
07 de abril de 2019


lunes, 11 de febrero de 2019

Rigidez

Ante la adversidad, solemos tomar una postura rígida. Nos enojamos, nos frustramos, nos decepcionamos, nos dejamos vencer.
Queremos resolver todo desde y con la mente, bloqueando emociones, razonando la salida más rápida y efectiva e intentando sobre todo, no generar ningún conflicto para no dañar a nadie.
Ante la enfermedad, queremos una cura mágica y milagrosa, instantánea y poderosa.
Ante la carencia, queremos tener la seguridad de una agenda cargada de servicios por cobrar o queremos vender todo aquello que tenemos en stock y nadie recuerda.
Ante la hostilidad, nos replegamos, nos mimetizamos con el entorno y evitamos sacar nuestra varita mágica para que no nos aten con camisas blancas.



Entonces, la mente se anula, se nubla, se turba, se confunde y en un tormento de preocupaciones, se vuelve nuestro depredador y deja de cumplir las funciones, para las que la necesitamos.


Luego, el cuerpo se enferma, tratando de plantar señales, allí donde ignoramos o reprimimos emociones; como una protesta contundente contra nuestros conflictos internos.


Cuando nos enfocamos en el afuera, en los otros y tratamos de complacer arquetipos impuestos, nos perdemos, nos abandonamos, nos quedamos sin fuerzas y sin ganas. Olvidamos nuestra esencia, nuestra misión, nuestra energía y subestimamos nuestros dones.


Si no podemos hacer lo que deberíamos hacer, empecemos por hacer aquello que dejamos de hacer y que tanto bien nos hacía. Retomemos el camino de regreso a casa, realizando aquello que nos da paz, que nos conecta desde el corazón, con el alma.


Lo importante no es forzar, ni renegar, ni luchar, ni tratar de domar la mente ni enterrar los miedos.


A veces, alcanza con llorar, dejarse estar, descansar el cuerpo y la mente, hasta que una voz interna nos 'despierta' y nos dice: "es por aquí"; aunque ese "por aquí" no tenga sentido para nadie más que nosotros.


Ser, estar, fluir.
Let go, Let God.
Susie
9 de febrero de 2019


A quienes preguntaron por mí, a quienes notaron mi ausencia, a quienes ofrecieron su ayuda: gracias.
Hoy he llenado mi mesa con cuadernos y apuntes, para retomar la tarea abandonada, para hacer las paces con las misiones que sólo Él conoce.
<3