Mostrando entradas con la etiqueta abandono. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta abandono. Mostrar todas las entradas

martes, 8 de junio de 2021

Temporada de recambio

 

En los momentos en que hacemos un giro de 180º o realizamos cambios importantes en nuestra vida, tenemos la sensación de haber sido transportados a un desierto, como Jesús en sus cuarenta días de meditación (visión metafórica de su crisis de fe y de su enfrentamiento con su propia sombra y sus demonios).



Puede ser que hayamos finalmente decidido terminar con esa relación tóxica en la que nos habíamos perdido dejando de ser lo que realmente somos;  puede que hayamos decidido finalmente aceptar nuestros dones y compartirlos sin reparo alguno con el mundo entero;  podemos haber hecho un cambio drástico en nuestra vida intentando salvarnos de un oscuro pozo de miserias y autocompasión o podemos haber reconstruido nuestras alas y dibujar nuevos cielos lejos de jaulas mentales y sociales.  Como quiera que sea, nuestros amigos, familiares, conocidos y otras relaciones se alejarán de nosotros como si estuviéramos apestados y nos dejaran solos con esa decisión que pensaron que jamás tomaríamos.

Algunos simplemente se ofenden porque no aceptamos sus sugerencias y consejos; otros se asustan de nuestra actitud desafiante y el reflejo aterrador de lo que ellos no son capaces de ser o hacer, los incomoda; algunas personas eligen bandos y apoyan lo que creen políticamente o socialmente correcto; están los que jamás contemplaron nuestra verdadera esencia y  se sienten defraudados ante esta ‘nueva versión’ de nuestra persona que no cumple con sus expectativas; y están los que condenan cualquier individualismo, originalidad o expresión genuina de seres únicos que se apartan del rebaño y abandonan las prolijas líneas uniformes.

Dos caminos se abrían en un bosque amarillo,

y triste por no poder caminar por los dos,

y por ser un viajero tan solo, un largo rato

me detuve, y puse la vista en uno de ellos

hasta donde al torcer se perdía en la maleza.

Después pasé al siguiente, tan bueno como el otro,

posiblemente la elección más adecuada

pues lo cubría la hierba y pedía ser usado;

aunque hasta allí lo mismo a cada uno

los había gastado el pasar de la gente,

y ambos por igual los cubría esa mañana

una capa de hojas que nadie había pisado.

¡Ah! ¡El primero dejé mejor para otro día!

Aunque tal y como un paso aventura el siguiente,

dudé si alguna vez volvería a aquel lugar.

Seguramente esto lo diré entre suspiros

en algún momento dentro de años y años

dos caminos se abrían en un bosque, elegí…

elegí el menos transitado de ambos,

Y eso supuso toda la diferencia.

Robert Frost



Imagino la vida como una gran autopista con muchos carriles, separados cada uno por un guardarraíl. A medida que expandimos nuestro nivel de consciencia y nuestro campo energético (aura) se manifiesta más intensamente cambiando su vibración y colores, el carril que transitamos ya no nos favorece, no resulta propicio o entorpece nuestro avance.  Los carriles más transitados producen atascamientos, embotellamientos y conflictos que limitan nuestra libertad de Ser.  Es normal sentir la necesidad de cambiar de carril, buscar una alternativa que nos permita avanzar fácilmente y desplegar nuestras alas y nuestro campo energético, ocupando un espacio aún mayor, para que nuestra Alma se exprese libremente.

Al cambiar de carril, muchas personas quedan en el carril anterior, no pueden o no quieren cambiar, tal como hicimos nosotros.  Desde el otro lado del guardarraíl nos miran con recelo, asombro, estupor, miedo o simplemente envidia.  Prefieren recorrer el camino más transitado y se sienten más seguros allí donde el tumulto aprueba sus movimientos.

Tomar la decisión de elegir el carril que nuestros afectos no transitan, puede resultar doloroso y dejarnos sumidos en una sensación de soledad y exilio que nos hará dudar y cuestionar nuestras elecciones.

Sin embargo, abandonar nuestros dones, postergar nuestros sueños, dejar de brillar nuestro Sol interno y proyectar una personalidad que satisface a quienes nos rodean, puede enfermarnos físicamente, desequilibrar nuestras emociones e incluso causar bloqueos energéticos de nuestros chakras.

Tarde o temprano, encontraremos otras personas en el nuevo carril, crearemos nuevos vínculos y descubriremos otras Almas que vibran en nuestra nueva sintonía.


Como dice Robert Frost, el camino menos transitado marca la diferencia, y esa diferencia es la que nos permite Ser lo que vinimos a ser.

Susie transitando un carril inmensamente solitario

Susannah Lorenzo©

Tejedora de Puentes

08 de junio de 2021

 

sábado, 1 de agosto de 2020

De emisarios y fracasos

Dios ya me conoce, sabe que sigo padeciendo cada vez que necesito ayuda y que aunque esté en modo bajo consumo y con dieta de guerra, no pido ayuda explícitamente ni puntualmente a ninguna persona.  No es orgullo, como me dijo alguna vez un sacerdote; es que vengo de malas experiencias en la vida e historias familiares, donde generalmente, además de dar explicaciones de por qué una necesita ayuda, hay que rendir cuenta de cómo y en qué gasta la ayuda y estar dispuesta a recibir precisas instrucciones de qué hacer con nuestra vida, porque el que ayuda, se adjudica derechos de intervenir e interferir.



Por eso, cuando Dios me ve ahorrando energías y haciendo equilibrio para seguir trabajando, envía algún emisario: un amigo, un conocido de las redes, un desconocido o un alma caritativa que pregunta un día cualquiera si estoy bien, si necesito algo, o se ofrece a compartir una charla y unos mates.

Suelo decir que 'no' en la primera instancia, es que siempre creo que yo voy a poder resolver todo o que Dios proveerá (aunque ese 'Dios proveerá' sea dentro de mis expectativas de realidad).  Tarde o temprano, recuerdo el chiste del sacerdote que murió ahogado en el campanario de la iglesia, cuando todo el pueblo se había inundado, porque rechazó las tres barcas que pasaron a rescatarlo, convencido de que Dios iba a salvarlo (a su manera, a la manera que el sacerdote esperaba). Entonces, escribo un mensaje o hago una llamada y digo: si, necesito una charla y unos mates.

A veces, somos tan bendecidos que el emisario lee entre líneas, entonces, cuando una le pide humildemente a esa amiga paciente si puede traer unas tortitas para el mate, ella entiende todo en una sola oración y en vez de tortitas, trae pan de salvado (del que me hace bien) y mermeladas y caseras, y deja en la alcancía de la Virgen, suficiente dinero para comer bien unos cuantos días.

Y esa ayuda, los billetes generosos, la merienda consciente de mis problemas de salud y la libertad de elegir qué comprar con su contribución/caridad, no sólo ayuda a que mi cuerpo se recupere sino que me llena el corazón de luces y esperanza y restituye mi dignidad.



Cuando las personas ayudan, generalmente, traen una bolsa con lo típico: arroz, fideos, aceite, azúcar y yerba.  No importa si eso que trae la bolsa es bueno o perjudicial para la salud de la persona, 'si es pobre y tiene hambre puede comer cualquier cosa'.  Además, llevando mercadería la gente 'se asegura' de que la persona no 'malgastará' el dinero o realmente usará la ayuda para cosas importantes.

Solo quien ha pasado hambre o ha sobrevivido en modo dieta de guerra, sabe el valor que tiene una buena comida, un 'exceso permitido' de algo que compense tanta carencia y tanta privación.  Ese gasto extra, esa comida abundante y rica, se vuelve un regalo para los sentidos y nos llena de esperanza de que si lo seguimos intentando, volverá a suceder pronto.  En cambio, si uno continúa a sopa y pan todos los días, para alargar la duración del dinero recibido, hay un desgaste, un agobio y una desesperanza de sentir todos los días la misma miseria.  

Tal como dicen las leyes energéticas y los gurúes de la nueva era, para dejar de ser pobre hay que dejar de pensar y vivir como pobre.  Se hace casi imposible cambiar la vibración cuando uno come mal, duerme mal y su cerebro funciona en modo reducido por la mala alimentación.



Yo también, a pesar de conocer la carencia y la pobreza, muchas veces juzgo y cuestiono (hábito adquirido desde pequeña).  Cerca de la verdulería donde compro, hay un asentamiento de 'ranchos' de adobe, plástico, chapa y trapos.  Están colgados de algún cable de electricidad sin medidor, tienen antena de Direct TV y cuando van a comprar al mismo lugar que yo, compran cerveza.  Los días en que estoy amarga y negativa, se me sale la prejuiciosa de cuna; parte de mi juicio surge de la frustración de que yo no tengo televisor ni servicio de televisión para ver películas, y parte de mí, cuestiona, como lo haría toda mi familia, que compren cerveza todas las semanas, cuando muchas veces piden huesos para la sopa, gratis en la carnicería.

Tenemos diferentes niveles de consciencia.  El hombre que siempre compra cerveza o la manda a comprar, va siempre por el barrio de buen humor, ofreciéndose para hacer changas y charlando con los vecinos, con una sonrisa bien puesta.  Si me miro en la vidriera, suelo ir con el ceño fruncido, preocupada por los números rojos, la conexión precaria de electricidad y dirimiendo entre comprar algo rico para un día o comprar a lo pobre para tres días.  Así como yo no estoy en sus zapatos rotos y gastados, y no sé lo que siente ni cómo vive detrás de las paredes de adobe y las chapas oxidadas; del mismo modo, quienes me juzgan o evitan ayudarme o acercarse en mis malas épocas, tampoco saben cómo me siento, cómo vivo y qué necesidades físicas, emocionales y afectivas puedo llegar a tener.


Cuando una persona se siente feliz, hace algo que la pone contenta, se permite disfrutar, se siente digna, respetada y valorada, es probable que pueda más fácilmente cambiar su vibración y su forma de mirar la vida.  Entonces, cuando una cambia la forma de mirar la vida, todo se pone más bonito.

Soy mujer de decisiones drásticas con poca resistencia para las agonías.  En mi trabajo y en la vida, prefiero calidad y no cantidad, prefiero intensidad y profundidad y no luces de neón.  En la vida y en mi salud, prefiero calidad de vida y no cantidad de días.  Estoy convencida que cada cosa que hago para disfrutar y vivir bien este día que me toca, me dará más chances de tener un buen día mañana.  Como mujer con enfermedades crónicas, una aprende a valorar el presente, el momento sin dolor, el instante de placer, las sensaciones que sanan y las emociones que alivian.

Soy una niña esponja viviendo en una mujer de casi 56, un ser hipersensible con memorias ancestrales de las estrellas, una burbuja de energía con radares activos que alcanzan confines geográficos que ni yo reconozco; una machi llena de intuición y sabiduría de la madre tierra que sabe qué tisana recomendar; un templo donde Dios elige predicar sus mensajes; una brisa de ruda y flores silvestres que dejan rastros de bendición y abundancia en cada sitio que pisa; un remanso, un refugio, un poema, un puente y un faro en las tormentas.



Solo Dios sabe todo lo que intento, todo lo que hago y todo lo que dejo de hacer para aprender a fluir con la Abundancia del Universo.  Seguramente, aún no comprendo cuál es la lección y por eso vuelvo una y otra vez a la misma situación, en diferentes grados y con diferentes dificultades.

Como mujer que ha pasado sus casi 56 años con síndrome de Madre Teresa con injerto de Mujer Maravilla, no poder ser autosuficiente, y valerme por mi misma sin tener que pedir ninguna ayuda, se parece bastante a tener una falla cósmica que me impide conseguir para mi misma lo que se me da fácil para ayudar a los demás.

Si estás cansado/a de leer sobre mis miserias, dificultades económicas y otras vicisitudes, entonces quizá, deberías dejar de seguir mis perfiles en las redes sociales. 2019 fue difícil, muy difícil.  Mi vida nunca fue fácil, y 2020 no parece muy prometedor cuando está por comenzar agosto.

No exijo ni espero ayuda específicamente de ninguna persona en particular.  Cuando pido ayuda, lo hago al universo, a Dios y a mi Ángel de la Guarda.  Se que Él, en su infinita sabiduría elegirá los emisarios correctos; he aprendido a trascender el mensajero.

Como dice una de mis frases por ahí, 


'Pedir públicamente ayuda es no solo un acto de Fé, sino una valentía absoluta para buscar a Dios en rostros humanos.'



Gracias a quienes colaboran de forma anónima.
Gracias a quienes escriben para preguntar cómo pueden ayudar.
Gracias a quienes con su cariño y sus bendiciones, soplan vientos Alisios en mis velas gastadas.
Gracias a quienes difunden, comparten, comentan, comprenden y valoran mi tarea.
Gracias a quienes celebran mis dones y talentos.
Gracias a quienes aceptan ser emisarios de Dios.

Susie
Susannah

La realidad sin anestesia:

  • Números rojos: mejor no los contamos.
  • Meses de alquiler pendientes: junio, julio y agosto.
  • Servicios pendientes: junio, julio y agosto.
  • Situación del medidor de electricidad: aún sin resolver.
  • Garantes disponibles para generar un contrato de alquiler: 1
  • IFE (Ingreso familiar de emergencia): lo he recibido, pero no es como confunden los medios, se ha pagado cada dos meses (el sistema tarda dos meses en procesar todos los pagos y todas las semanas está anunciando algún calendario para confundir a la gente). Cada IFE de 10000 ARS me alcanza solo para un mes de alquiler y alguna boleta de servicios. (no siempre completa)
  • Si vendiera todo lo que tengo en stock (pequeña tienda y libros) y mantuviera un ritmo de ventas mensual, podría comenzar a ordenar los números.
  • Aunque mis vídeos en YouTube monetizan, aún no llego a USD 100 para poder comenzar a cobrar.  Como la situación económica y de salud ha estado complicada y aún no tengo internet en la computadora, la frecuencia de vídeos ha disminuido y por ende el tráfico también.


Nota adicional:
Intento, pruebo, trabajo, aprendo, leo, investigo, medito, hago terapia conmigo misma y busco siempre expandir mi consciencia y saltar de mi zona de confort. Si hubiera descubierto la manera de lograr que la Abundancia fluya constantemente en mi vida, ya lo hubiera hecho.  Como siempre digo y escribí más de una vez, si hay por ahí algún coach, maestro o terapeuta que está 100% seguro de que su método funciona, lo desafío a que lo aplique conmigo y con gusto retribuiré el favor cuando la Abundancia y Yo logremos ser una con el Universo.





I m p o r t a n t e





  •  O puedes elegir el importe que tú quieras, a través de PayPal

















sábado, 25 de febrero de 2017

Extranjera entre mi gente

Las redes (FB, blog) se han vuelto mi bitácora de viaje, mi antídoto contra la soledad, mi vacuna contra la locura.

Pueden pasar días, semanas enteras y hasta meses en que no hablo con nadie, a menos que sea lo estrictamente necesario si voy a comprar algo y tengo algún alumno particular.  Si estoy sin trabajo, entonces no hablo con nadie.

Cuando decidí volver a San Juan (mi ciudad natal) hace un año y medio ya, lo hice porque los alquileres estaban más baratos que en Malargüe (Mendoza), y porque pensé que en una ciudad grande habrían más posibilidades de conseguir trabajo.  En lo profundo de mi corazón, tenía la esperanza que con dos hijos aquí, gran parte de mi familia (primos y tíos) y algunas viejas amigas, todo podría ser más fácil.

Creo que me equivoqué en muchas cosas.  Nunca me he sentido tan sola.  Es esa soledad que te lastima porque en realidad mucha gente te conoce y dicen quererte bien y dicen desearte lo mejor.

En este momento, si pudiera, embalaría todo nuevamente y me mudaría a una ciudad donde pudiera ser una completa desconocida, entonces, no me dolería pasar semanas y meses en completo ostracismo.  Quizá debería mudarme a un pueblo pequeño, donde pudiera vivir de mis dones.

Por supuesto, que si tuviera dinero y buen trabajo, y aceptara invitaciones para tomar algo o salir a comer, y pudiera hacer vida social, entonces, toda esa gente estaría 'conectada' y 'presente'.

Cuando las cosas van muy mal, cuando no tienes trabajo, cuando no puedes pagar una salida, cuando no puedes frecuentar los sitios donde todos van, cuando no puedes invitar a nadie a comer, porque ni siquiera tú tienes para comer; te vuelves una persona que todos evitan.  Como si se tratara de una enfermedad contagiosa, todos se alejan y si te hablan, quieren evitar la respuesta cuando preguntan "¿Cómo estás?".

Entonces aprendes a fingir, a hacer como sí, a sonreir y a decir que estás bien.
De mis hijos, no espero nada de ellos, no creo que tengan la obligación de ayudarme o estar presentes, sino lo sienten o no lo necesitan.

Somos una familia rota, una familia que se rompió cuando yo ya no pude darles techo, ni estudio ni comida y las manipulaciones de personas sin corazón ganaron para separarnos.  Estamos rotos por dentro y ellos aún no están dispuestos a sanar eso.  La relación entre los hermanos está rota, nuestros vínculos madre/hijo están rotos y para ellos es menos doloroso aplicar una dosis intensa de distancia.  Me pregunto si los nietos/sobrinos heredarán memorias rotas de una familia que nunca encontró un momento para reencontrarse.

Susie ©
Desde el desierto
25 de febrero 2017