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viernes, 24 de septiembre de 2021

Bajar de un hondazo

 (Estaba buscando la definición correcta de esta expresión para compartir con quienes me leen desde otros países y descubrí que hay un libro con ese título e incluso una canción.)

Bajar de un hondazo se usa como una metáfora cuando tenemos algún sueño bonito y quizá un poco loco para otras personas, y alguien lo destruye con una actitud o un comentario. Es equivalente a la expresión 'pinchar el globo'.



Esa expresión proviene de una costumbre o práctica que se les enseña, sobre todo a los niños varones, para iniciarlos en la caza y en actividades masculinas que demuestran ‘valentía’ y ‘destreza’.  La ‘diversión’ consiste en bajar de un hondazo a pájaros en vuelo, no porque vayan a comerlos, sino por el simple hecho de matarlos para que ya no vuelen y exhibir sus presas de caza.

Creo que la práctica de cazar animales solo por el placer de matarlos, viene de una cobardía oculta que incita a los hombres a empoderarse a fuerza de destruir a los débiles.  En el caso particular de los pájaros, creo que el mensaje es doble, porque el pájaro puede volar y al bajarlo de un hondazo,  el ‘ser humano’ que lo mata en vuelo se cree más poderoso, porque desde su limitación pedestre, anula el vuelo de un ser que a nadie lastima.

Esta imagen acompaña un poema precioso que encontré.



Luego de una reciente caída después de un ataque energético y emocional, tuve la sensación clara y consciente de que me habían bajado de un hondazo y no era la primera vez.  Cada vez que despliego mis alas de colores, mi luz brilla intensamente y yo me desnudo de miedos y prejuicios, hay siempre alguna persona dispuesta (del entorno familiar) a bajarme de un hondazo por mi propia seguridad y por mi propio bien.

Cuando quedo débil y destruida energéticamente,  busco escuchar audios y meditaciones o ver vídeos que me ayuden a volver a mi centro y conectarme con la energía que alimenta mis sueños y mi propósito.  Fue así que llegué a una entrevista muy interesante que le hicieron a Jorge Lozano H. (un orador, emprendedor, artista y escritor que da consejos de empoderamiento especialmente para mujeres, siempre desde el humor).

En la entrevista, Jorge Lozano habla sobre la importancia del entorno familiar para las personas creativas (diferentes) o con inclinaciones artísticas. Se emociona al compartir como su mamá ha estado siempre en primera fila ‘echándole porras’, aún cuando nadie creía en él, ni siquiera él mismo.



Recuerdo que cuando era niña tenía una necesidad imperiosa de sentirme liviana y flexible, ansiaba aprender a bailar, soñaba con trabajar en un circo como trapecista.  Mi familia nunca fue ni artística, ni musical, ni atlética, sino por el contrario, totalmente pedestre, aficionada a los hondazos, a las jaulas y a la vida perfectamente conservadora, controlada y recatada.

Los innumerables esfuerzos por encorsetarme, normalizarme, repararme (como si estuviera descompuesta o fallada), amordazarme, controlarme e incluso mutilar mi alas, han resultado en distanciamientos, enfrentamientos, condenas, y sobre todo en crisis depresivas por mi lado.

Las porras, celebraciones y elogios han llegado cuando he cumplido con mis roles preestablecidos o me he destacado en oficios que enorgullecen a una familia pedestre: profesora de inglés o intérprete simultánea.



En todo lo demás, que tiene que ver con mis pasiones, mi creatividad, mi sensibilidad y mi intuición, creo que he caminado siempre sobre la cuerda floja, sin la prestancia y la destreza con la que lo hacen los artistas de los circos.

Cuando dejo que Dios me guíe, cuando llueven señales y estrellas para confirmar mi sendero, cuando mi Alma despliega sus alas y mis colores únicos brillan con un brillo inusitado, entonces, yo puedo caminar en paz por la cuerda, sin miedos ni dudas.  Puedo bailar, puedo avanzar sin mirar hacia el abismo, puedo disfrutar el viaje sin certezas ni destino y puedo sentirme inmensamente feliz de ser yo, de ser quien Yo Soy.

Mas cuando la muchedumbre aplaude y hay cantos de alegría por mi danza y mis versos;  y las luces pueden verse desde distancias lejanas, llegará algún mensajero, embajador fiel a las convenciones del clan familiar y con su destreza innata me bajará de un hondazo.  Bastará una palabra certera, una lluvia de sermones, una letanía de reclamos y un corazón anudado por frustraciones y miedos.

Artist: Christian Schloe

Entonces, yo dudaré de mi misma, (sí, otra vez) miraré hacia abajo, me temblarán las piernas, se agitará mi latido, se nublará mi vista y la cuerda por donde camino se sentirá hostil e insegura.  Miraré la mano que sostiene la honda (resortera), la dejaré hacer, expondré mi pecho sin armadura alguna y permitiré que el golpe me devuelva a la tierra de los simples mortales.

Es que cuando las personas que nos aman no saben de vuelos, ni escuchan a los ángeles cantar a sus oídos; creen que su deber es cuidarnos y protegernos de toda esa magia desconocida de la que ellos huyen; creen que es su obligación salvarnos de nosotros mismos y mantenernos a nivel pedestre, quietos, mudos y por sobre todo civilizadamente apagados y normales.

Photo by Lucose Chen


"La soledad no llega por no tener personas a tu alrededor, sino por no poder comunicar las cosas que te parecen importantes a ti, o por mantener ciertos puntos de vista que otros consideran inadmisibles."
Carl Jung

Después de 57 años, entiendo que no lo hacen de maldad, que lo hacen por mi bien, que actúan desde el miedo, la frustración y el dolor, pero no puedo ni debo permitirlo.  Porque luego del hondazo, ellos siguen tranquilos con su vida, aliviados de haberme abierto los ojos con insultos o reclamos poco felices, confiados de que finalmente entenderé el mensaje y viviré como ellos quieren que vivan.  Pero no se quedan a recoger los destrozos, no se percatan de mis alas desplumadas y sangrantes yaciendo en un suelo duro y frío, no tienen manera de ayudarme a encender las luces nuevamente o recuperar la energía que me hace sentir viva o transmutar la energía negativa que recibo de las personas que tanto amo y tanto me aman. No pueden, no saben, no comprenden.

Así como acepto y respeto su manera de ser y ya no pretendo que cambien; del mismo modo, me dispongo a aceptar, respetar y honrar mi manera de ser y no permitir que nadie intente cambiarla.

A veces, la distancia es la única manera, de poder sobrevivir sin ser quemada en la hoguera, o sin ser bajada de un hondazo.

Tejedora de Puentes
Desde la valentía de los 57

Artist: Maya Lindberg


“Es necesario ver la sombra, el lado oscuro de nuestro árbol y tener la fortaleza para alejarnos de lo que nos ha dañado, tenemos que ser nuestra prioridad y dejar de sufrir por familiares que solo nos roban la energía, cada quien que se haga cargo de su vida, reconócelos, pero no formes parte de sus heridas, su ira, su abandono, su hipocresía, su manipulación.”


Artist: Catrin Welz Stein



martes, 8 de junio de 2021

Temporada de recambio

 

En los momentos en que hacemos un giro de 180º o realizamos cambios importantes en nuestra vida, tenemos la sensación de haber sido transportados a un desierto, como Jesús en sus cuarenta días de meditación (visión metafórica de su crisis de fe y de su enfrentamiento con su propia sombra y sus demonios).



Puede ser que hayamos finalmente decidido terminar con esa relación tóxica en la que nos habíamos perdido dejando de ser lo que realmente somos;  puede que hayamos decidido finalmente aceptar nuestros dones y compartirlos sin reparo alguno con el mundo entero;  podemos haber hecho un cambio drástico en nuestra vida intentando salvarnos de un oscuro pozo de miserias y autocompasión o podemos haber reconstruido nuestras alas y dibujar nuevos cielos lejos de jaulas mentales y sociales.  Como quiera que sea, nuestros amigos, familiares, conocidos y otras relaciones se alejarán de nosotros como si estuviéramos apestados y nos dejaran solos con esa decisión que pensaron que jamás tomaríamos.

Algunos simplemente se ofenden porque no aceptamos sus sugerencias y consejos; otros se asustan de nuestra actitud desafiante y el reflejo aterrador de lo que ellos no son capaces de ser o hacer, los incomoda; algunas personas eligen bandos y apoyan lo que creen políticamente o socialmente correcto; están los que jamás contemplaron nuestra verdadera esencia y  se sienten defraudados ante esta ‘nueva versión’ de nuestra persona que no cumple con sus expectativas; y están los que condenan cualquier individualismo, originalidad o expresión genuina de seres únicos que se apartan del rebaño y abandonan las prolijas líneas uniformes.

Dos caminos se abrían en un bosque amarillo,

y triste por no poder caminar por los dos,

y por ser un viajero tan solo, un largo rato

me detuve, y puse la vista en uno de ellos

hasta donde al torcer se perdía en la maleza.

Después pasé al siguiente, tan bueno como el otro,

posiblemente la elección más adecuada

pues lo cubría la hierba y pedía ser usado;

aunque hasta allí lo mismo a cada uno

los había gastado el pasar de la gente,

y ambos por igual los cubría esa mañana

una capa de hojas que nadie había pisado.

¡Ah! ¡El primero dejé mejor para otro día!

Aunque tal y como un paso aventura el siguiente,

dudé si alguna vez volvería a aquel lugar.

Seguramente esto lo diré entre suspiros

en algún momento dentro de años y años

dos caminos se abrían en un bosque, elegí…

elegí el menos transitado de ambos,

Y eso supuso toda la diferencia.

Robert Frost



Imagino la vida como una gran autopista con muchos carriles, separados cada uno por un guardarraíl. A medida que expandimos nuestro nivel de consciencia y nuestro campo energético (aura) se manifiesta más intensamente cambiando su vibración y colores, el carril que transitamos ya no nos favorece, no resulta propicio o entorpece nuestro avance.  Los carriles más transitados producen atascamientos, embotellamientos y conflictos que limitan nuestra libertad de Ser.  Es normal sentir la necesidad de cambiar de carril, buscar una alternativa que nos permita avanzar fácilmente y desplegar nuestras alas y nuestro campo energético, ocupando un espacio aún mayor, para que nuestra Alma se exprese libremente.

Al cambiar de carril, muchas personas quedan en el carril anterior, no pueden o no quieren cambiar, tal como hicimos nosotros.  Desde el otro lado del guardarraíl nos miran con recelo, asombro, estupor, miedo o simplemente envidia.  Prefieren recorrer el camino más transitado y se sienten más seguros allí donde el tumulto aprueba sus movimientos.

Tomar la decisión de elegir el carril que nuestros afectos no transitan, puede resultar doloroso y dejarnos sumidos en una sensación de soledad y exilio que nos hará dudar y cuestionar nuestras elecciones.

Sin embargo, abandonar nuestros dones, postergar nuestros sueños, dejar de brillar nuestro Sol interno y proyectar una personalidad que satisface a quienes nos rodean, puede enfermarnos físicamente, desequilibrar nuestras emociones e incluso causar bloqueos energéticos de nuestros chakras.

Tarde o temprano, encontraremos otras personas en el nuevo carril, crearemos nuevos vínculos y descubriremos otras Almas que vibran en nuestra nueva sintonía.


Como dice Robert Frost, el camino menos transitado marca la diferencia, y esa diferencia es la que nos permite Ser lo que vinimos a ser.

Susie transitando un carril inmensamente solitario

Susannah Lorenzo©

Tejedora de Puentes

08 de junio de 2021

 

jueves, 11 de febrero de 2021

La libertad que nos asusta

 Cuidar la Libertad

“Your freedom will offend others.”

David Hayward

(Tu libertad ofenderá a otros.)



Valores que no se negocian

Silencio

Paz

Armonía

Belleza

Libertad

 

El patriarcado es un sistema regido por energías masculinas y sostenido por hombres y mujeres que creen siempre tener la razón y consideran que la sensibilidad, la empatía, la compasión, la intuición,  la poesía, la creatividad y la magia (rasgos comunes de la energía femenina) son signos de extrema debilidad que nublan la razón e impiden que las personas tomen las decisiones correctas.  Por eso, siempre hay en el sistema alguien en su ‘sano juicio’, con la capacidad intelectual y el nivel de energía masculina suficiente para decidir y actuar por el miembro del clan que ‘está en peligro’.

En el patriarcado, el ‘mas fuerte’ (económicamente o masculinamente hablando) es quien se cree habilitado para decidir sobre la salud, el bienestar, la forma de vida, los hábitos y hasta el manejo de dinero de quien es considerado débil o enfermo según el clan.

En el patriarcado, el Divino Femenino asusta y debe someterse; no es celebrado, honrado ni considerado como Sagrado.



Por supuesto que acabo de elaborar esa definición y no pretendo que estés de acuerdo, todo lo que escribo, lo hago en base a mi experiencia y a mi realidad circundante.

 

“Cuidar es que no taladren paredes cuando necesitamos silencio.

Cuidar es que nos hablen con una mirada que diga “yo estoy acá, para vos”.

Cuidar es que no corran las cortinas para que entre el sol cuando queremos estar un ratito a oscuras.

Cuidar es dejar de lado la violencia que implica anteponer nuestras creencias sobre las verdaderas necesidades del otro.

Cuidar es no invadir, es amar y el amor es rezar en un lugar en el que no tienen miedo de dormir los pájaros.”

Cin Wololo / Estrellada

 

En mi familia hay mucho amor, mucho.  Pero también el sistema del patriarcado está arraigado desde los inicios y nadie parece tener el coraje o las ganas de cambiar eso de una buena vez.  Por eso, la manera de cuidarte es mantener tus signos vitales, asegurar que tengas techo y comida  y que alguien ‘más fuerte’ que vos, te cuide. Siempre hay alguien que sabe mejor que una, lo que se debe hacer, cómo se debe vivir y hasta lo que debe comer. Siempre hay alguien recordándote que una persona está sana y tiene todo lo que necesita si tiene signos vitales (sinónimo para ellos de estar vivo), techo y comida.  Lo demás son debilidades bohemias de mujeres con hormonas alteradas y alma de brujas que alguna vez murieron en la hoguera.

Cuando una mujer de cierta edad se queda sola y permanece así por mucho tiempo, los guardianes están al acecho, dispuestos a cuidarte y salvarte.  Si esa mujer que está sola tiene alguna enfermedad crónica y no pudo construir solvencia y estabilidad económica o no se consiguió algún proveedor por el camino que le dejara una herencia interesante; desde los cuatro puntos cardinales las voces sentenciarán que su soledad atenta contra su salud.

Ya, haberme resistido a ser ‘vacíada’ (de mis órganos femeninos) como todas las mujeres de mi familia, ha sido una herejía; imagínate, intentar vivir de mis libros artesanales, mis artesanías y las terapias holísticas, eso es toda una osadía y una locura. Claro, es que llevo unos años difíciles, en los que mi heladera diminuta no siempre está llena y en los que he salido a pedir ayuda, desde mi vulnerabilidad. En un sistema machista y patriarcal, una mujer sin hombre, incapaz de generar buenos números con varios ceros, es considerada débil, ineficiente, incapaz y con algunos patos que no se acomodan en la línea. (Puedes leer después lo que escribí hace algunos años sobre eso.)

Cuando mi abuela mágica se quedó sola, quienes más la amaban, vendieron sus cosas, empacaron lo poco que quedaba en un bolso, y decidieron que a partir de ese momento, debería pasar un tiempo con cada hijo, para estar ‘a salvo’, sin su jardín y sin su libertad. (Puedes leer Claveles en el aire).

Cuando una de mis tías maternas (la única que trabajó toda su vida y tuvo una profesión) se quedó sola, la familia decidió que no era bienvenida en ningún sitio y que su modo de vida era un peligro para ella.  Con su salud mental y física plena, la internaron en un geriátrico; donde se convirtió en un manojo de piel y huesos abatido por la tristeza y sin libertad para disponer qué hacer con su jubilación o sus pertenencias. (Puedes leer Por su bien.)

Y aquí estoy yo, dándoles la razón a quienes vaticinaban “vas a terminar sola como tus tías”, porque a los 15 no quería un novio que pidiera mi mano, y porque siempre tenía demasiadas ínfulas de libertad, demasiada sed de poesía, demasiada necesidad de belleza, demasiada inteligencia usada en pos de lo femenino, demasiada creatividad, demasiada batalla por la libertad, demasiado… (Puedes leer sobre mi adolescencia en Amor Desnudo.)



Mis libertades seguramente no son las tuyas.  Más allá de que el sistema o la sociedad establezca ciertas libertades mínimas, cada persona tiene su propio conjunto de libertades que le permiten expresarse y Ser un Alma con una experiencia espiritual en esta tierra.

Muchas de las libertades que yo defiendo y sostengo, son parte de esta etapa de mi vida (tengo 56), son libertades que no pude ejercer, por ejemplo en mi etapa de maternidad.  Son libertades que me costó aprender a disfrutar en soledad sin sentir culpa o remordimiento, porque la mayoría de los miembros del clan no las tiene y por eso soy un pájaro que merece una buena jaula.


Defiendo la libertad de hacer lo que me gusta.

Defiendo la libertad de tener paz y quietud cuando lo necesito.

Defiendo la libertad de levantarme a la hora que mi cuerpo necesita.

Defiendo la libertad de elegir qué comer y cuando.

Defiendo la libertad de usar el baño y la ducha cuando lo necesito o cuando tengo ganas.

Defiendo la libertad de hacer reposo absoluto cuando mi salud lo necesita.

Defiendo la libertad de tener mis rincones para atender a quien lo necesite o para compartir un momento bonito con quien yo tenga ganas.

Defiendo la libertad de llevar mi día y mis actividades a mi ritmo.

Defiendo la libertad de dormir sin interferencias, sin condicionamientos, sin restricciones, sin horarios ajenos.

Defiendo la libertad de innovar y crear nuevos proyectos y dejar que mi musa me inspire y mi alma lleve el timón de mi vida.

Defiendo la libertad de elegir los aromas, los sabores, los sonidos y los estímulos que me rodean.

Defiendo la libertad de caminar semivestida o desnuda en los días de verano.

Defiendo la libertad de no deberle favores a nadie y no tener que hacer algo a cambio por recibir y techo y comida.

 

Valores que necesitamos reforzar

Respeto

Empatía

Compasión

Unicidad

Cuidado consciente




Susie©

Susana Lorenzo

Susannah Lorenzo

 

Nota: Este texto surge después de haber estado dos días en cama sin poderme mover, apenas levantarme a prepararme un té o alguna cosa para comer (después de la mala noticia y mal momento de lunes a la noche).  Blackie, que no es humano, siempre entiende, siempre comprende y acompaña, él es un guardián cósmico que me ayuda a reciclar y transmutar las energías negativas que recibimos y los golpes de la vida. Él se pone en posición de guardia y recelo antes de que las cosas sucedan, cuando sabe que me afectará o nos afectará.

 Esta crisis no es nueva, ya ha sucedido antes: tener que dejar un lugar, buscar un lugar para vivir que tenga requisitos mínimos y flexibles, tener apenas un garante y no tener recibos de sueldo, seguir con un par de enfermedades crónicas a cuesta y estar lidiando con un par de personajes que vienen haciéndome la vida difícil para que trabaje poco y nada y me vaya de este lugar.

Seguramente hay algo que no termino de aprender y Dios por eso, repite la lección. Antes, cada vez que sucedía, estaba organizando formas de desaparecer de este planeta; ahora me siento, escribo y defiendo mi libertad, le pese a quien le pese.

 Entiendo desde dónde las personas que me aman, quieren cuidarme tanto, tenerme como un velador sobre su mesa de luz o como una planta con signos vitales en algún rincón de su casa.  Las enfermedades crónicas no se curan.  Simplemente, se busca mejorar la calidad de vida y para ello el entorno es crucial: cantidad de horas de sueño, armonía, paz interior y exterior, ausencia de factores estresantes diarios, reducción de relaciones tóxicas; en definitiva cuidar lo que se ve, se lee, se escucha, se absorbe, se comparte y se traga mientras uno come.

 No es rebeldía, me resisto a terminar mis días como mi abuela o mí tía o como la mayoría de las mujeres de la familia (poco felices, amargadas, llenas de frustración y sueños rotos o con problemas  mucho más graves de salud derivados de tantas palabras ahogadas).  Como dice el título de mi blog de crónicas personales: No importa cuánto tiempo vivo, sino cómo vivo.  

Hasta el último aliento, defenderé mi libertad y quien no pueda comprenderlo o acompañarme, puede llamarse a silencio.

Gracias

 


 

 


 

 





 

 

 


martes, 15 de enero de 2019

Quereme


Los demás huéspedes de la Posada me miran y hablan entre ellos; no disimulan sus chistes o simplemente se me quedan mirando como si yo estuviera fuera de tiempo y espacio.

Clarita, la gata, es la única que cada tanto se queda a mi lado o simplemente refriega su cuerpo contra mi pierna en señal de reconocimiento.

A los 54 años, los murmullos, las miradas inquisitorias y las risitas burlonas todavía me desacomodan y me tientan a encerrarme en la habitación por el resto del día.

Permanecer en espacios comunes es  una lucha interna que me agota y me quita paz.


Ahora la gente habla de bullying en las escuelas, pero rara vez se acepta que esa discriminación o esa actitud hostil frente a personas diferentes, comienza con los adultos.

Superar la timidez e intentar salir de mis rincones solitarios y seguros, es una decisión que suelo tomar con la mente; pero que sin importar cuánto me esfuerce, la niña solitaria y no querida, vuelve a asustarse y replegarse ante la menor señal de mofa.

Crecí mudándome de ciudad en ciudad, de provincia en provincia y sin importar donde fuera, me convertía en el bicho raro, podía ser la tonada pegadiza del lugar anterior, mi timidez, mi ropa fuera de moda o mis costumbres poco comunes.

Me acostumbré a no explicar, a no pedir, a preferir sentirme no querida antes que intentar ser aceptada.  Esperaba siempre que alguien se acercara, alguien me descubriera y me quisiera con todas mis rarezas, sensibilidad y corazón de poeta.

Crecí en una familia donde no encajaba; me amaban, sí, aunque no pudiera sentirlo, pero luchaban por encarrilarme, acomodarme y volverme ‘normal’ dentro de sus parámetros.

No sabían qué hacer conmigo y así pasé muchos años sin saber yo misma qué hacer conmigo.
Elegir ser lo que soy, no negociar, me ha costado aislamiento y soledad.

Tanto mis hijos, como el resto de mi familia, están convencidos de que todos los desacuerdos, todas las distancias, y todos los conflictos son sólo culpa mía.

Probablemente, parte de mi culpa sea mantener silencio cuando sé que no seré escuchada, guardar distancia cuando seré juzgada y dejar de intentar tender puentes, cuando las palabras ajenas se vuelven misiles que destruyen.

Cuando crecemos siendo juzgados, aprendemos a juzgar; inevitablemente repetimos patrones de conducta.  Los raros terminamos juzgando a todos los normales, que no se animan a vivir libres de caretas y disfraces.

Sin embargo, ese otro que se mofa y me mira con desdén, se parece bastante a esa parte de mí que no puede sostener la mirada frente al espejo.


Aunque los demás dejaran de juzgarme y yo dejara de juzgar a otros, mientras me juzgue a mí misma, no habrá paz interior.

Aunque me quieras mucho, si yo no me quiero, no hay amor que alcance y tape cada hueco vacío en nuestro corazón.

Quiero aprender a sentirme radiante, a amarme y aceptarme sin importar el deterioro de mi cuerpo.

Esta deformidad que me asusta en el espejo resultó ser el escudo perfecto para neutralizar cualquier atracción física.  Si yo no podía quererme enferma y limitada físicamente, nadie más podría hacerlo.

Inconscientemente decretamos realidades que luego se convierten en nuestra propia cárcel.

Si aún no soy libre de miradas ajenas, es porque aún no  he aprendido a mirarme.




Susie
01 de enero de 2019
Mirándome
Amándome
Aceptándome