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sábado, 19 de octubre de 2024

44 semanas en la Caverna

 Un viaje místico




Una de las cartas del Oráculo de Puentes con Dios (tarjetas devocionales) incluye la afirmación: “Señor, en tus manos soy arcilla.”

Creo que cuando canalizo y escribo las plegarias y afirmaciones, no puedo imaginar el impacto de esas palabras y no soy plenamente consciente de la profundidad del mensaje.

En los últimos 11 meses (aproximadamente), Dios me ha moldeado como arcilla húmeda.  Confieso que al principio me resistía y me agrietaba como una arcilla que no es maleable.

Ha destruido y transformado todas mis formas: mi cuerpo físico, mi mente y mi forma de amar, amarlo y amarme.

Es fácil creer en el poder y el amor de Dios cuando busca personas que lo ayuden a co-crear milagros en nuestra vida.

No dudamos en creer en el poder y el amor de Dios, cuando una cura milagrosa, mediante la oración sostenida, mantiene vivo a alguno de nuestros seres amados.

Sin embargo, en momentos de adversidad, nos parece que Dios nos abandona y en medio de la tormenta mental y emocional, llegamos a pensar que estamos siendo castigados.  Nosotros mismos nos flagelamos mental y emocionalmente por no haber hecho las cosas bien.

Repasamos uno por uno todos nuestros errores y nos quejamos de nuestras omisiones.

En el ojo del huracán o en la cuarentena del desierto, creemos que el único milagro posible es despertar en un lugar más cómodo y benevolente.  Ignoramos o despreciamos el milagro cotidiano de despertar cada día, como sobrevivientes de situaciones que matarían a más de uno.




Intuía que esta larga noche del alma llevaba casi 40 semanas; busqué una calculadora y al día de hoy, llevo 44 semanas.

Cuando se habla de los 40 días de Jesús en el desierto, es una metáfora con significados profundos; pues en verdad se enfrentaba a sus conflictos y demonios internos.

Hace algunos meses, entendí y acepté que esto no acabaría hasta que yo no hubiera aprendido lo que tengo que aprender, transformado lo que tengo que transformar y sobre todo, hasta que no me sentara amorosamente y compasivamente con cada uno de mis demonios.

En estas 44 semanas, he conocido niveles de pobreza que jamás hubiera imaginado.  Y aunque cada mes he tenido al menos una semana de gracia y bendiciones, las 3 semanas restantes han incrementado su nivel de dificultad.

Como en la universidad o como en un juego de mesa o digital, con cada nivel, tienes pruebas más difíciles para superar.  Sólo que en este caso, los únicos recursos eran mi mente, mi fe, mi corazón y mi aprendizaje holístico.

En los primeros meses creí que era un duelo entre Dios y yo, una pulseada cósmica de voluntades.

Con su infinita paciencia y amor de Padre, Dios ha logrado amansarme, moldearme, desnudarme de corazas y enseñarme el verdadero sentido y valor de la palabra confianza.

 Cada día oraba por un milagro y al llegar la noche, padecía en el insomnio de la frustración por no haber pagado las cuentas y por el hambre que perturbaba mi sistema digestivo y quitaba lucidez a mi mente.

Cada noche pensaba que sería la última, porque mi cuerpo de 60 años no resistiría.  Sin embargo, me despertaba y me despierto cada mañana con algún mandado de Dios, un lugar donde vivir y el servicio de internet gratis.

¿Acaso no es eso un milagro?




Que Dios pueda sostenernos cuando las circunstancias son totalmente adversas, es una muestra de Su poder y Su infinito amor.

Sólo un cuenco vacío y limpio puede llenarse plenamente de agua bendita.

Dios, como buen alfarero, ha hecho añicos mi vieja vasija.  Cuando estuve lista para comprender, ha tomado mis lágrimas y un poco de lluvia para amasar la arcilla, hasta dejarla suave y flexible.




Creo que el proceso está llevando tiempo porque ha habido mucha resistencia de mi parte y una rigidez mental que no le permitía al alfarero inspirarse en su creación.

Confundí muerte con derrota, vacío con carencia, conflicto con fracaso, silencio con desprecio y dificultad con castigo.

Dios no ha dejado de creer en mí ni un solo día; y a pesar de mi cuerpo físico debilitado, avejentado y frágil, Él ha confiado en mí para sus mandados, como yo les llamo, sus canalizaciones e inspiraciones Divinas.

¿Cuántas semanas puede alguien alimentarse sólo de agua y maná?

Solo Dios sabe.

¿Cuántas semanas puede sobrevivir una persona con enfermedades cardíacas sin medicación?

Sólo Dios sabe.

Esta noche he comprendido de qué se trata el aprendizaje.

Estuve todo el tiempo enfocada en revertir la pobreza en prosperidad económica.  Confundí la lección creyendo que era una maestría para aprender a manifestar abundancia.

Pues no; el aprendizaje comienza con desarrollar la verdadera confianza en Dios, dejándolo que tome el control total de mi vida; sin miedo, sin lucha, sin esfuerzo, sin expectativa, sin interferencia.  Y sobre todo, el entrenamiento se trata de aprender que el milagro más poderoso sucede cuando Dios sostiene nuestro aliento y nuestro latido contra todo pronóstico humano.




Debido a la debilidad física, la pérdida de masa muscular y un corazón que ha sobrevivido a base de cuidados naturales y mucho reposo, no he salido de casa en estas 44 semanas.  Mis únicas ‘salidas’ han sido hasta la entrada del complejo para sacar la basura o recibir algún pedido en los tiempos de bendiciones.

De algún modo, este aislamiento del mundo exterior y este encierro forzado, se parecen bastante a las cavernas que se mencionan en muchos textos.

En el mito de la caverna de Platón, la caverna representa la prisión que este mundo de lo físico crea en el alma humana, la luz es la realidad verdadera y universal; y la liberación de los prejuicios para soltar el alma hacia el mundo verdadero.

San Benito vivió en una cueva de la zona montañosa de Subiaco durante 3 años, para luego realizar la obra que Dios le había encomendado.

Estas cavernas que se repiten en mitos y en la vida de algunos hombres santos, a veces se nombran también como desiertos.  En todos los casos hay un vacío total, una soledad absoluta, una carencia de recursos y un viaje profundo a la oscuridad para aprender a sostener la propia Luz.

En todo caso, no es nuestra luz, sino que en ese despojo, aprendemos a entregarnos y convertirnos en esa vasija moldeada por Dios, que puede contener e irradiar Su Luz.

En la caverna, una aprende a vivir en el ‘aquí y ahora’; el presente es lo único que se tiene y aunque parezca imposible, siempre hay maneras de encontrar el equilibrio y sonreír por el milagro de estar sostenida por dios.  Cuando se carece de recursos y las necesidades básicas no están cubiertas, no se puede hacer planes de ninguna clase; ni a corto plazo siquiera.  Se puede soñar, por supuesto, pero una aprende que Dios es quien ha tomado el control.  La mejor medicina para eso es liberarse de expectativas y esperar la sorpresa de cada día; cuando Dios nos muestra qué necesita de nosotros o cuál es la lección del día.




Claro que no soy Jesús, ni Platón, ni San Benito; pero compartimos algo en común: la gente de nuestro entorno nos considera chiflados y hasta peligrosos.

El marketing de las terapias holísticas superficiales nos vende un positivismo tóxico y nos termina convenciendo de que sólo con el pensamiento podemos lograr milagros.

Podemos sí, ser co-creadores de milagros.  Pero una vez que hacemos nuestros votos de fe y acudimos al llamado de Dios, Él es el accionista mayoritario de nuestro emprendimiento, el decano de nuestra universidad y el alfarero de nuestra vida.

Medirse con el rendimiento o los logros de otras personas es nuestra mayor perdición. Intentar demostrar o justificar nuestro esfuerzo a otros es sólo una mala gestión de nuestra culpa, vergüenza y frustración.

Dios debería ser nuestra única medida.  Nuestra gestión emocional debería enfocarse en nuestra paz interior y en nuestra capacidad para irradiar la Luz Divina.

Susannah Lorenzo / Tejedora de Cielos

Una aprendiz muy lenta.

Puentes con Dios

Escrito entre la 01:00 y las 03:00 am de una noche con el influjo de la luna llena.



“Hágase tu voluntad, así en la Tierra como en el Cielo.” (Padre Nuestro)




Simbología de la caverna

Como arquetipo de la matriz materna, la caverna figura en los mitos de origen, de renacimiento y de iniciación de numerosos pueblos.

Numerosos ritos de iniciación comienzan por el pasaje del impetrante a una caverna o a una fosa.

Según una opinión más mística Dionisos es a la vez el guardián del antro y aquel que libera al prisionero rompiendo sus cadenas: «Puesto que el iniciado es un Dionisos es en realidad él mismo quien primero se mantiene prisionero y él mismo quien luego se libera; es decir, como lo vieron Platón y. Pitágoras, el alma está prisionera de sus pasiones y es liberada por el nous o intelecto» (MAGE, 290-291).

Como vemos, toda la tradición griega enlaza estrechamente el simbolismo metafísico y el simbolismo moral: la construcción de un yo armonioso se hace a imagen de un cosmos armonioso.

 La caverna simboliza la exploración del yo interior, y más particularmente del yo primitivo, rechazado a las profundidades de lo inconsciente.

La caverna se considera también como un gigantesco receptáculo de energía, pero de una energía telúrica y de ningún modo celestial. Así desempeña su papel en las operaciones mágicas. Templo subterráneo, guarda «los recuerdos del período glacial, verdadero segundo nacimiento de la humanidad. Es apropiada para las iniciaciones, la sepultura simulada y las ceremonias que rodean la imposición del ser mágico. Simboliza la vida latente que transcurre entre el nacimiento por obstetricia y los ritos de la pubertad. Comunica al primitivo con las potencias ctónicas (divinidades que residen en el interior de la tierra) de la muerte y de la germinación»

Diccionario de los Simbolos  - Chevaliar y Gheerbrant 



Sólo un cuenco vacío y limpio puede llenarse plenamente de agua bendita.
Susannah Lorenzo / Tejedora de Cielos


jueves, 1 de febrero de 2024

El vacío y la tortuga


Este largo enero, convertido en una hibernación forzada (a 40ºC), en medio de una racha de pobreza, silencio, ‘invisibilidad’ y bloqueos energéticos, me hizo recordar al enero de 2017.




En aquel momento llevaba más de un año intentando forzar una vida que me ‘negaba’ todo lo que yo intentaba recuperar: familia, trabajo estable, reconocimiento profesional y familiar, alegría en el corazón y paz mental.  Mi provincia natal me había recibido con más hostilidad de la que esperaba y mis proyecciones de recuperar vínculos familiares habían fracasado.  Es que para reconstruir un puente hacen falta dos, es decir, las mismas intenciones y la misma dedicación de ambos lados.  Después de todo, es sabio aceptar que quien se va de nuestra vida, es porque no hay sitio apto para ellos en este presente o porque no se sienten a gusto con nuestra forma de ser.  Viajar al pasado para recuperar lo que nos fue arrebatado, puede resultar un viaje doloroso y desgastante, porque la vida siempre fluye hacia adelante.

Cada frase, cada actitud y cada decisión me definían como una víctima de las circunstancias, las personas dañinas o los chismes maliciosos que tergiversaban la realidad. Era una desempleada de 52 años llena de frustración, resentimiento e impotencia, y sobre todo, con el pasaporte siempre listo para cruzar a otra dimensión.

En aquel entonces, creía que sería el peor verano de mi vida; no hay que tentar la creatividad del universo, siempre puede haber peores.  Aunque todo es relativo, puede que aquel enero fuera mejor que éste en algunos aspectos mundanos y visibles; pero también es cierto que interna y profundamente este verano es mucho mejor.

Los veranos, por alguna razón que aún no termino de descubrir totalmente, suelen ser períodos de sequía, hibernación, dificultades y desafíos de supervivencia, en mi vida.  Creía en ese entonces, que la situación era pobrísima porque estuve más de un mes sin comprar alimentos y sobreviviendo a base de raciones de pan o tortitas.  Sin embargo, alcanzaba a pagar el alquiler y los servicios (agua, gas y electricidad) y pagaba el servicio de internet que me permitía trabajar y estudiar.  No sólo tenía la capacidad de pagar el lugar donde vivía, sino que cada tanto mi hija menor me invitaba a comer a su casa o me llevaba comida cuando se daba cuenta que estaba desaparecida por mucho tiempo.  En ese entonces, también conseguía las muestras gratuitas de mis medicamentos.

Fue una larga noche del alma porque casi dos años en mi ciudad natal habían sido más que suficientes para demostrar que el camino corporativo ya no era lo mío y que debía escuchar esa voz interior y esas señales que había ignorado durante años. 



En las épocas de supervivencia o bajo consumo, intento, en dosis adecuadas a mi bajo rendimiento mental, estudiar, aprender, actualizarme o indagar en mi interior para descubrir porque se me escapa la tortuga a pesar de mis esfuerzos y mis talentos.  Fue así que hice un Webinar de tres clases y me anoté para una Beca en B-School con Marie Forleo, que terminé ganando.  Lo que aprendí durante ese entrenamiento de Marketing 3.0 es que yo estaba fragmentada y la esencia de mi Alma estaba ausente de todas mis actividades profesionales.  Así, surgió la decisión de crear Puentes, un sitio web que integrara todo lo que soy y todo lo que hago.  Así nacieron las diferentes páginas en Facebook, especialmente PuentesTerapéuticos, que hasta ese momento, era un aspecto oculto y secretamente guardado en mi vida.  Lo demás es historia.



Las primeras ediciones artesanales antes de Puentes, en 2016


Mirando en retrospectiva, si yo hubiera ‘logrado’ todo aquello que quería con mi llegada a San Juan en 2015, probablemente me hubiera acomodado en esa vida que hacía felices a otros y que generaba esa aprobación familiar que yo siempre buscaba inconscientemente.  Es que yo creía que si hacía felices a los demás, yo podría ser feliz.  No se puede dar lo que no se tiene, y yo no tenía ni alegría, ni paz ni contento. 

Si todo hubiera resultado como yo había planeado, Puentes no existiría, al menos no manifestado, y menos aún el canal principalde YouTube y los diferentes Puentes tejidos con personas bonitas de la Comunidad.

Ese vacío y ese silencio (de señales propicias) durante la larga noche del alma en enero de 2017, fue la ‘muerte’ psíquica necesaria para dar luz a Puentes y para aceptar que yo podía elegir ser una persona desempleada o una persona emprendedora.




Esta noche oscura del alma en 2024 es peor que aquella en varios sentidos: no puedo pagar el alquiler por mí misma (recibo ayuda desde 2021), no hay invitaciones a comer ni comida que llega a mi puerta, no hay muestras de medicamentos gratuitos y la tortuga se sigue escapando, llevándome una clara ventaja.  Por otro lado, hay aspectos que son mucho mejores: el clima de esta ciudad es más benigno, tengo servicio de internet gratuito, la creatividad y la inspiración siguen fluyendo aunque esté famélica, me siento en paz y a gusto siendo quien Soy y haciendo lo que hago, ya no busco rescatar personas o situaciones del pasado, creo que el presente es mejor y el futuro puede serlo también, ya no llevo el pasaporte en la mano deseando cruzar a otra dimensión y sobre todo, ya no quiero ser la versión que era antes.

No creo en las casualidades y estoy convencida que todo lo que nos sucede en la vida, sobre todo lo que no podemos controlar, tiene un propósito y mientras más pronto lo descubramos y actuemos en consecuencia, más pronto superaremos la crisis.

He aprendido muchas cosas durante el enero que terminó anoche: he reconocido patrones de conducta y pensamiento, he indagado aún más en mi océano profundo de la sombra y he navegado por mi árbol genealógico para sanar herencias y linajes.  He estudiado, he observado, he escrito, he creado, he aprendido, he escuchado el silencio y he hecho las paces con el vacío.  Aún así, las energías siguen estancadas en un punto o las ventanas que se abren son tan efímeras y diminutas que no alcanzan para recuperar la salud, la claridad mental, el rendimiento y la libertad de desplazamiento.  La marea sigue baja y cuando comienza a acercarse, no llega a mojar mis pies, es solo un atisbo de esperanza en el horizonte.




Puentes cumplirá 7 años en quince días y por eso creo que esta sequía sostenida tiene mucho que ver con aquella crisis de 2017.  Escribir es una manera de ordenar la mente, desenredar la madeja y despejar la bruma.  Aún así, los mensajes siguen siendo los mismos: Ser en vez de hacer.  Se hace difícil, ser, brillar, alinearse, respirar en armonía y sonreír cuando el hambre te perturba y la salud se deteriora por la carencia económica.  Inevitablemente termino haciendo: creando promociones y descuentos, publicando colectas solidarias en las redes sociales o reinventando contenidos en la medida de las posibilidades físicas y mentales.  Nada cambia, el universo parece burlarse de mí diciendo: te dije que no era por ahí.

Cuando consulto a las Runas o las cartas del Tarot, el mensaje se repite: el arte de esperar con paciencia y confianza, el arte de hacer sin hacer.  Parece que vengo reprobando ese examen.




Mientras tanto, escribo, leo, canalizo, aprendo, estudio, descubro, escucho, respiro y miro los cielos siempre cambiantes.  Han sido siete años de siembra intensa, en medio de crisis mundiales y nacionales.  Quizá sea tiempo de confiar en las semillas, confiar en el maná que las bendice y reposar sin medir cada día cuántos centímetros ha crecido cada plantita.  Entonces, tal vez, la tortuga llegue silbando bajito, se acomode a mis pies y me diga: ahora si da gusto estar aquí.

En Dios confío.

En Mí confío.

Susannah Lorenzo / Susie

Mi siembra intensiva de 7 años



Nota:

2024 parece año de balances.

Puentes cumple 7 años.

Yo cumpliré 60 años.

Se vencerá el contrato de alquiler de tres años.

Se cumplen 3 años de mi mudanza a la ciudad de San Luis.

jueves, 21 de abril de 2022

Recibir y disfrutar

 Ningún proceso de sanación es una línea recta que nos lleva desde A a C en un par de pasos.  Entender, comprender, reconocer y aceptar los patrones de conducta heredados o adquiridos, las heridas sin sanar y las maniobras de nuestro niño interior para protegernos de un peligro que sobrevive en nuestra sombra, es un viaje por laberintos intrincados de nuestra mente.  Ese viaje es único, porque nadie lo ha emprendido antes y muchas veces nos aterroriza adentrarnos en un mundo habitado por nuestros propios fantasmas y demonios.



Ese viaje no tiene porque ser solitario; si nos dejamos acompañar y lo hacemos de la mano amorosa de Dios, todo es posible.  Si de algo estoy segura, es que no hay sanación posible sin una vida espiritual y sin un diálogo permanente con Dios.

Ayer comencé a escribir el libro De piernas abiertas, un libro que trata sobre la sanación del Divino Femenino y nuestra capacidad, no solo de abrir las piernas, sino el corazón, los brazos, las manos y la mente.




Hoy, en un guiño del Universo, supe que en un sorteo inesperado de una emprendedora amorosa de San Luis, había ganado un kit herbal para sahumar, pudiendo elegir inmediatamente entre diferentes variedades.  Apenas recibí el mensaje, comencé a pensar en las publicaciones que haría para agradecerle y en cómo podría compensarla con algún obsequio.  Entonces, me di cuenta de un mecanismo inconsciente que ha estado activo en mí desde que tengo registro de mi memoria: cada vez que recibo me siento en deuda, siento que debo dar algo a cambio.  Me pasa con las contribuciones amorosas de las seguidoras del canal de YouTube.  Ellas hacen sus donaciones como reconocimiento a la dedicación y el esfuerzo en la creación de contenidos.  Aún así, me siento en la obligación de darles algo a cambio.  De repente, algo desconocido se iluminó en mi mente.  Es como si todos los patrones de conducta heredados y adquiridos hubieran tejido una constelación que estaba contando una historia y estaba mostrándome en el espejo la niña asustada por recibir.

En realidad, me encanta recibir, sí, amo recibir.  Pero tal como decía el Padre Jesús hace muchos años (un sacerdote carismático de quien siempre hablo cuando me refiero a la carencia y la abundancia), me encanta dar, disfruto dar; pero me cuesta recibir y pedir ayuda sin sentir vergüenza o culpa.  ¿Cómo es eso?  Vengo de una familia que te hace sentir que cuando recibes algo quedas endeudado emocional y energéticamente, tienes deberes y obligaciones que cumplir a cambio de lo que has recibido y si fallas a las expectativas de quién te ha dado lo que te ha dado, entonces estás deshonrando su entrega, su ayuda o su regalo.

Para recibir hay que abrir completamente las dos manos; el grado de apertura determinará la cantidad de lo que podemos recibir.  Ahora bien, ¿cuántas de nosotras abrimos la mano confiadamente sin haber visto lo que vamos a recibir?




 Por primera vez entendí cuál es el mecanismo inconsciente de mi mente: recibir me deja vulnerable y me quita poder, al menos es lo que el ego de mi niña sin sanar comprende.

Para quienes aún tenemos mucho por sanar, dar nos coloca en una situación de poder y control, podemos controlar el Puente, la forma en que nos comunicamos y se distribuyen los derechos en la relación; fundamentalmente nos sentimos a salvo de que nadie nos reclamará ni nos pedirá nada a cambio.  Damos sin pedir nada a cambio, por el solo hecho de disfrutar saciar la necesidad de alguien, porque hemos convivido con la carencia demasiado tiempo.

Para quienes aún tenemos mucho por sanar, recibir nos coloca en una situación de vulnerabilidad y debilidad, donde creemos que el otro tiene poder sobre nosotros.  En realidad, somos nosotros quienes otorgamos y aceptamos ese poder porque nos sentimos endeudados ya sea emocional, energética o económicamente.  Dejamos que la mirada, el juicio y las expectativas de quien nos da, afecte la forma en que vivimos y las decisiones que tomamos.



En verdad disfruto dar, ayudar y compartir.  Siempre he sabido que parte de ese dar, como decía el libro de Mujeres que aman demasiado, tiene que ver con saciar la carencia interior y dar a otros lo que me hubiera gustado recibir.

Ahora, detrás del velo y los espejismos, he descubierto que mi niña interior busca inmediatamente dar algo a cambio para sentirse a salvo y segura:

  • Si yo doy algo a cambio, elijo cómo y cuándo y no queda ninguna deuda pendiente.
  • Si yo doy algo a cambio, mi cuota de culpa y vergüenza de la niña pobre se revierte por un sentimiento de satisfacción.

Definitivamente no es un patrón de conducta sano, pero reconocerlo es el primer paso, luego viene la aceptación y luego el cambio.




Sé que mi camino personal es aprender a recibir sin miedo, sin culpa, sin mecanismos de defensa, sin tener que dar algo a cambio, sin endeudarme y sobre todo aprender a recibir y disfrutar, punto.

Imagino que habré sanado bastante cuando:

  •     Pueda recibir y sentir paz absoluta.
  •     Pueda abrir la mano completamente aún sin saber lo que voy a recibir y sin que mi mente haga ruidos molestos.
  •     Disfrute recibir sin que se me cruce una sola idea de dar algo a cambio.
  •     Aprenda que recibir es una energía tan poderosa como dar, pero para ello hay que abrirse totalmente.
  •     Pueda lograr que mi niña interior se sienta a salvo recibiendo.
  •     Mi yo adulto deje de preocuparse por las expectativas de quienes me dan algo.  Las deudas que ellos generan en su mente y en su ego son solo suyas.
  •     Pueda disfrutar de lo que recibo y del momento, como un reconocimiento y una celebración del Universo a lo que hago, lo que soy y lo que manifiesto en mi vida.


¿Cuál es tu camino personal?



 

Anticipo del libro: De piernas abiertas

Susannah Lorenzo©

Tejedora de Puentes

miércoles, 17 de noviembre de 2021

Vulnerable

Facebook me recordó esta imagen de Blackie y los ojos se me llenaron de lágrimas. Es lo único que extraño de la vida que dejé atrás.


Hace tiempo que no siento alegría en mí corazón, salvo por los pequeños momentos en que alguien ha comprado uno de mis libros o una de mis artesanías.

2021 ha sido un año extremadamente difícil y con mucho aprendizaje.

Celebro y bendigo cada decisión valiente, cada lección de vida, cada libro escrito, cada video creado, cada ayuda recibida, cada señal y cada pequeño milagro y todas las sincronicidades.

Creo que he trabajado más que cualquier otro año: sembrando, creando, generando proyectos y cuidando amorosamente de la siembra.


Sin embargo, la cosecha está tardando demasiado y el 95% del trabajo ha sido gratuito.

Quienes se han cansado de verme pedir ayuda y tienen su vida acomodada piensan que no hago lo suficiente o que con todos mis talentos es imposible que viva situaciones de pobreza.

A mí también me cuesta creer que a pesar de mis talentos, de todo lo que estudio, de todo lo que invierto y todo lo que me esfuerzo, no logre vivir dignamente.

No me gusta pedir ayuda. Me gustaría que llegara mágicamente sin que tuviera que confesar mis miserias. Pero Dios insiste.

Tengo un techo y un lugar cómodo para vivir gracias a la ayuda bendecida que recibo de mis padres para el alquiler.

Pero las semanas de ayuno forzado, raciones mínimas y modo bajo consumo son demasiado frecuentes. Me debilitan físicamente, alteran mi metabolismo y afectan mi estado de ánimo.


En  2017 gané una beca de marketing moderno 3.0 en Business School. Creí haber aprendido todo lo que necesitaba. Si bien yo he evolucionado, mis contenidos y los recursos han cambiado y mostrado una imagen mucho más consciente y clara; me doy cuenta que todo lo que aprendí corresponde a otra mirada, otra cultura, otro estilo de vida. Lo que ofrezco y cómo lo ofrezco no parece lograr clientes ni en San Luis, ni en Argentina.

Tengo seguidores.
Tengo likes.
Tengo miembros de la comunidad de Puentes que disfrutan y reciben lo que hago siempre y cuando sea gratis.

Eso no paga las cuentas, no compra alimentos ni me permite vivir sanamente y dignamente.

Crear contenidos es una manera de sembrar, no solo las semillas de Puentes, de mi Propuesta Integral; sino también, de multiplicar y crear una onda expansiva de Luz, Amor y Buena voluntad.

No me quejo, lo disfruto.

Sin embargo, hay un momento en que llega el agotamiento, en que una necesita recibir, vivir, respirar, disfrutar.

Durante los últimos diez días o más, solo he sobrevivido o resistido; con raciones mínimas, sin los elementos de higiene y cuidado necesarios, sin agua mineral, sin papel higiénico y sin medicación muchas veces. Por ello, he trabajado apenas un par de horas por día, y a veces ninguna.  Hoy por ejemplo, he trabajado un poco desde el celular, porque estoy con cólicos y gastroenteritis. El agua del tanque es muy mala y sucia y aunque la hierva me hace mal.

Hace un rato alguien me preguntó porque ofrezco y recomiendo  cursos de acupuntura y maquillaje. Pues porque intento siempre todo lo que puedo y más. Mí cabeza no para buscando alternativas. Me he inscripto en una plataforma internacional donde uno obtiene comisión por los cursos que vende.


A veces me pregunto cuál es mi lugar.
A veces creo que debería dejar de invertir tanto tiempo y dedicación en una comunidad que solo toma lo que es gratis y no siempre valora lo que recibe.
Otros días pienso que, al menos YouTube, será mí jubilación en algún momento.

Con hambre, las necesidades básicas sin cubrir, el departamento sin sahumar y el metabolismo alterado, no se puede tomar decisiones sabias.

No queda más que esperar, resistir, descansar y creer que Dios todo lo ve y todo lo puede.

Indudablemente, se me sigue escapando la tortuga. Quizá deba aprender aún a poner en valor lo que ofrezco. Quizá deba migrar virtual o físicamente.
Solo Dios sabe.

Susannah Lorenzo
Vulnerable
solelor@hotmail.com
+549 2645839784

miércoles, 9 de diciembre de 2020

Baobabs en Navidad

 


La mente está asustada, frustrada y enojada. Mira el árbol y los adornos con bronca y como un pájaro agorero repite mientras mira a la niña del corazón con desdén:


¿Acaso crees que vas a tener ahora la mágica Navidad que no tuviste de pequeña?

¿De qué te sirve tu Espíritu Navideño con la heladera y la billetera vacía?

¿Ni siquiera tu gato entiende qué estamos esperando?




La niña se acurruca, defiende la Navidad como una bandera, se acuesta cada noche creyendo que el amanecer traerá un milagro,  se convence que los sueños tejidos a Crochet traerán nuevos colores y emociones, siembra navidades en otros corazones, lee poemas y cuentos para corazones descreídos y duerme largas siestas mientras sus lágrimas riegan semillas perdidas en los confines del desierto.



A  veces siento que he equivocado las semillas, porque la siembra ha sido intensa y cada mañana el desierto despierta mostrándome su arena.

¿Será que he sembrado Baobabs cuya sombra nunca veré?




Otras veces, el océano se hace infinito, mi bote es apenas una hoja de madera y los remos parecen no llevar a ningún sitio. Cada mañana busco en el horizonte atisbos de una tierra próspera, un destino, un rumbo, una señal y solo es el cielo desdibujado en el agua.

Aún así, en un rincón del bote enarbolo mi pino de Navidad, como un acto profundo de Fé, como una manifestación de rebeldía contra la realidad que me abruma. 



Dicen que habrá estrella de Belén este solsticio y mi pesebre se sostiene buscando que los Reyes Magos me encuentren, y Jesús, Oh mi Jesús, habite mi corazón para que viva en su Gracia y en la alegría de ser la Niña que despierta en Navidad.


Susie

Susannah

Diciembre 09



Te invito a descargar, compartir y difundir Navidad en el Corazón.
Tus comentarios en el vídeo pueden ayudar para que muchas personas conozcan mi labor literaria y compren mis libros.
Gracias


lunes, 23 de noviembre de 2020

Espirales

 

Cuento: La ayuda de Dios

En un pueblo del litoral hubo una terrible inundación que obligó a sus habitantes a evacuarlo. Es decir, tenían que sacar todas sus pertenencias y llevarlas a otra zona sin agua.

El cura(sacerdote) no quería abandonar la iglesia pero el agua subía tanto que tuvo que refugiarse en el techo. Mientras tanto, rezaba:

-¡Dios mío, ayúdame, confío en que vas a salvarme!

Al rato, pasó una lancha de la policía y le dijeron:

-¡Vamos, padre, no se quede allí que es muy peligroso! Suba a la lancha. Vamos a llevarlo con toda la gente.

El sacerdote no les hizo caso y, al rato, tuvo que subir al campanario porque el agua seguía creciendo. Y no dejaba de pedir ayuda a Dios.

-Señor, estoy dándote muestras de mi confianza, ¡sálvame de esta inundación! ¡No me abandones!

Pasó un helicóptero y lo invitaron a subir, pero tampoco quiso. Ya estaba en la puntita del edificio y pasó otra cuadrilla de rescate:

-Padre, usted es el único que queda. ¡Venga!

Pero el cura no quiso ir. Resistió hasta que el agua lo tapó y murió ahogado. Cuando Dios lo recibió en el cielo, el sacerdote se quejó diciéndole:

-¿Qué paso, Dos mío? No me escuchaste? Te pedí ayuda y me abandonaste.

-De ninguna manera-le dijo Dios-.Yo no te abandoné. Es más, te envié mucha ayuda: una lancha de la policía, un helicóptero y una cuadrilla de rescate, pero en todos los casos vos no quisiste verme ni escucharme y los rechazaste…

Aprendo que: Dios utiliza al hombre como intermediario para obrar sus milagros.

María Inés Casalà y Juan Carlos Pisano. Cuentos rápidos para contar despacio.

He escuchado este cuento en diferentes versiones, en algunas son tres barcas/lanchas que pasan a salvarlo, pero siempre el final es el mismo y siempre son tres los emisarios que Dios envía para salvarlo.

Cada vez que siento que estoy en un callejón sin salida, y que el agua me está llegando al cuello, trato de recordar esa historia antes de que pase la tercera barca.  La primera vez que supe de la historia, hice caso omiso de los ‘extraños’, que actuaban como emisarios, o acepté su ayuda cuando ya era muy tarde.

Justamente, hace poco, escribí otra entrada del blog Desde el Desierto, donde describía esta situación en la que me he visto afligida más de una vez en la vida. No importa cuánto me haya esforzado, cuánto haya sembrado, o cuánto esmero y dedicación haya puesto en mi tarea, de repente, las cuentas por pagar se multiplican, el banco tiene números rojos, las reservas se acaban y la heladera se queda completamente vacía.



La semana pasada fue difícil, raciones pequeñas, mala alimentación, pocas expectativas en el horizonte, algún milagro que duró tres días y lo demás: invierno en plena primavera.  Cuando se acabó la última ración  y las últimas galletas para el desayuno, insistí en mi postura de no pedir ayuda, y entrar en santo silencio para que Dios me dijera qué quería de mí. Durante la semana, una persona amorosa que llegó con la marea de este 2020 (la trajo de regreso, porque fue alumna hace varios años), envió un mensaje para ofrecer su ayuda claramente y compartir lo poco que tuviera en su casa. Yo lo ignoré al principio, porque estaba segura que Dios haría un gran milagro.

El sábado comenzó el día 01 de ayuno (sólo agua e infusiones) y afectó pronto el organismo porque venía de dieta desordenada y escasa durante los últimos 10  días. (Cuando compré para cocinar sopa el día martes, era la primera vez que recibía un poco de efectivo para poder comprar verdura en el barrio, desde el 24 de octubre.) Entré en modo de bajo consumo para protección del sistema y simplemente multipliqué siestas durante el día.  Cada vez que intentaba dormir, rezaba pidiéndole a Dios un camino de salida, una bendición de abundancia en mi vida.  En verdad estaba segura de que llegaría mágicamente el fin de semana.

El segundo día de ayuno (domingo) me encontró más débil, con dolor de cabeza, visión borrosa y malestar general.  No estaba desesperada ni asustada, pero me sentía decepcionada de que Dios no hubiera hecho su milagro. Respiraba, meditaba, rezaba, intentaba imaginar mi alma libre y olvidar el hambre en mi cuerpo, pero cada vez que intentaba levantarme y realizar alguna actividad, el cuerpo podía más que la intención y la mente parecía estar desconectada del sistema eléctrico. Había hecho algunas publicaciones no muy explícitas en las redes (solo para buen entendedor) para no avergonzar ni preocupar a mi familia. Entonces, nuevamente recordé el cuento y me pregunté: ¿Qué barcas ha enviado Dios esta semana y no he aceptado?.  Claramente estaba el mensaje de mi ex alumna, aunque lo hubiera borrado del historial de whatsapp.  Le escribí después del medio día, con vergüenza, culpa e inseguridad. En cuanto lo vio, varias horas después, me llamó para repasar lo que había en su casa y averiguar qué cosas podía comer que no me hicieran mal.  Mientras preparaba porciones, raciones, bolsitas y paquetes, siguió hablando conmigo hasta que llegó a la parada del colectivo.  En pleno domingo (los colectivos tienen poca frecuencia) y siendo ya de noche, dejó todo lo que estaba haciendo para llegar a casa.  Radiante, como una libélula de colores, sonriente, amorosa y feliz de poder ayudar, depositó cada paquete en la mesada de mi cocina.  Había tanto amor, en ese compartir un puñado de semillas, un par de naranjas y otras cosas sanas que solo se encuentran en dietéticas y herboristerías.  Cada paquetito estaba pensado, sentido e intencionado.

Supongo que tenía que ser así, Dios quería que nuestros caminos se volvieran a cruzar, Dios quería usar a Jenny como un Ángel portador de abundancia y cariño.  Dios quería bendecirla con la alegría de poder ayudar.



Ella me retó porque esperé tanto en pedirle ayuda, porque me dejé sufrir con dos días de ayuno.

No es la primera vez que pasa, yo insisto en que la abundancia llegue por donde yo quiero: quiero que todos mis libros se vendan y que tenga que hacer más porque tengo muchos pedidos; quiero que se agote el stock de la pequeña tienda y tener que renovarlo porque he vendido absolutamente todo. Me quedo rígida, esperando eso que yo quiero que suceda y mientras tanto, mientras miro fijo por la ventana a ver si las semillas florecen, dejo que la escasez entre en mi vida por la rendija de la decepción y de las expectativas que nada tienen que ver con los planes de Dios. Como toda siembra, hay un ciclo, un tiempo, que no decide ningún humano y en el que no se puede interferir.



Claro, la pregunta es: ¿qué es lo que aún tengo que aprender? ¿Qué es lo que he aprendido de este patrón frecuente en mi vida? ¿Para qué sucede todo esto?

Parte de la respuesta está en el final del libro La Posada de los Muertos:

(…)Es la primera vez que hablo del suicidio con esperanza.  Es decir, en mi corazón, me gustaría vivir bien, me encantaría disfrutar, tengo planes, sueños y muchos proyectos por realizar.  Me gustaría, de verdad poder servir desde el amor y la luz, ayudando a sembrar colores en los corazones y cielos de otras personas.

Si no tuviera que preocuparme de pagar alquiler, cuentas enormes de servicios y conseguir el dinero para cubrir los gastos fijos cada semana; me dedicaría a escribir, a sanar mi cuerpo, a atender a quienes se benefician con mis terapias holísticas, a enseñar, a dar talleres, a viajar, a tener una vida bonita, a amar, a cuidar a Blackie, a enhebrar collares y pulseras, a leer, a vender mis libros y cartas de Puentes, a descubrir, a aprender, a estudiar y a bendecir.

No tengo un plan, he dejado todo en manos de Dios y creo, quiero creer que él tiene milagros insospechados y bendiciones para derramar.  Sin embargo, la realidad mundana me llena de dudas, temores y conjeturas.  Si Dios tiene un plan Divino para mí, le pido me ayude a crear esa vida abundante que me permita ser su servidora en esta tierra.  

(…)

Estos párrafos son parte de la sección de Confesiones que cierra el libro y está fechado 21.11.19, curiosamente, hace un año atrás.

Diría que la situación está peor y no mejor en muchos aspectos.  En aquel entonces, había puesto un aviso para buscarle un hogar a Blackie, porque me parecía injusto que él pasara necesidades junto conmigo.  En este difícil año 2020, aprendí y acepté que está conmigo por elección y que su misión aún no termina y está dispuesto a soportar cualquier dificultad para acompañarme en el sendero. Cuando escribí ese testimonio (Confesiones), lo hice con esperanza, pero muchas veces, secretamente, pensaba que como Miranda (uno de los personajes del libro La Posada de los Muertos), terminaría en una terminal, después de haber perdido todo, con un par de bolsos, mis mazos de tarot y un destino incierto.

Nunca imaginé, al terminar de escribir ese libro, que 2020 llegaría cargado de trabajos prácticos, exámenes y pruebas de Fé, como nunca había sentido o vivido.



Por primera vez, en estos días de ayuno y mala alimentación, no sentí pánico ni angustia; tampoco intenté elaborar salidas trágicas del laberinto.  Dentro mío tenía una confianza nueva, una certeza que de algún modo, y en el momento oportuno Dios, me mostrará la luz en el sendero.



Y es que el sendero no es tal, no es un camino de montaña, un camino que avanza en la geografía.  En realidad, caminamos todo el tiempo en círculos, y este desierto es el mismo que ya he transitado otras veces, pero indudablemente lo he mirado con otros ojos y sentido emociones diferentes. El sendero espiritual es, en realidad, un espiral, nos movemos en círculos, hasta que por efecto del movimiento y el cambio de energía que se produce en nuestro aura, empezamos a girar en un círculo más grande, un anillo mayor que abraza el anterior y que nos da una perspectiva más amplia del todo.

No sé si aún he salido del desierto, nuevamente, y por segunda vez esta semana (casi al filo del comienzo de la próxima), disfruto de un pequeño oasis, un par de días de alimento, una buena dosis de esperanza y una lluvia amorosa de empatía y humanidad. Sin embargo, siento que he aprendido mucho, he aceptado y reconocido otro tanto y sobre todo, estoy convencida (dentro de mi corazón), de que Dios tiene infinitas posibilidades creativas de manifestar la abundancia en nuestra vida.

Sin ir más lejos, el domingo temprano en la mañana, recibí un mensaje por whatsapp de una argentina viviendo en Reino Unido, buscando regalar una sesión de Tarot Evolutivo. No hemos concretado nada aún, pero ese solo mensaje, fue como un avión escribiendo graffitis en el cielo, para recordarme (por enésima vez) cuál es el camino y sobre todo, fue como un toquecito en el hombro, de esos que Dios nos da, cuando estamos enfocados en escapar del laberinto y perdemos noción de la danza circular.



Muchas gracias

Dios te bendiga


Gracias por la gente amorosa que lee, mira, ve, presta atención, comprende los silencios, encuentra el modo, cambia su agenda, se hace el tiempo, comparte lo poco que tiene y lo vuelve mucho, no pide explicaciones, no juzga, te abraza en un llamado, aterriza su helicóptero de colores en medio del desierto y enarbola una bandera de esperanza en la rama desnuda de tu arbusto sin frutos.
Gracias
Gracias
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sábado, 1 de agosto de 2020

De emisarios y fracasos

Dios ya me conoce, sabe que sigo padeciendo cada vez que necesito ayuda y que aunque esté en modo bajo consumo y con dieta de guerra, no pido ayuda explícitamente ni puntualmente a ninguna persona.  No es orgullo, como me dijo alguna vez un sacerdote; es que vengo de malas experiencias en la vida e historias familiares, donde generalmente, además de dar explicaciones de por qué una necesita ayuda, hay que rendir cuenta de cómo y en qué gasta la ayuda y estar dispuesta a recibir precisas instrucciones de qué hacer con nuestra vida, porque el que ayuda, se adjudica derechos de intervenir e interferir.



Por eso, cuando Dios me ve ahorrando energías y haciendo equilibrio para seguir trabajando, envía algún emisario: un amigo, un conocido de las redes, un desconocido o un alma caritativa que pregunta un día cualquiera si estoy bien, si necesito algo, o se ofrece a compartir una charla y unos mates.

Suelo decir que 'no' en la primera instancia, es que siempre creo que yo voy a poder resolver todo o que Dios proveerá (aunque ese 'Dios proveerá' sea dentro de mis expectativas de realidad).  Tarde o temprano, recuerdo el chiste del sacerdote que murió ahogado en el campanario de la iglesia, cuando todo el pueblo se había inundado, porque rechazó las tres barcas que pasaron a rescatarlo, convencido de que Dios iba a salvarlo (a su manera, a la manera que el sacerdote esperaba). Entonces, escribo un mensaje o hago una llamada y digo: si, necesito una charla y unos mates.

A veces, somos tan bendecidos que el emisario lee entre líneas, entonces, cuando una le pide humildemente a esa amiga paciente si puede traer unas tortitas para el mate, ella entiende todo en una sola oración y en vez de tortitas, trae pan de salvado (del que me hace bien) y mermeladas y caseras, y deja en la alcancía de la Virgen, suficiente dinero para comer bien unos cuantos días.

Y esa ayuda, los billetes generosos, la merienda consciente de mis problemas de salud y la libertad de elegir qué comprar con su contribución/caridad, no sólo ayuda a que mi cuerpo se recupere sino que me llena el corazón de luces y esperanza y restituye mi dignidad.



Cuando las personas ayudan, generalmente, traen una bolsa con lo típico: arroz, fideos, aceite, azúcar y yerba.  No importa si eso que trae la bolsa es bueno o perjudicial para la salud de la persona, 'si es pobre y tiene hambre puede comer cualquier cosa'.  Además, llevando mercadería la gente 'se asegura' de que la persona no 'malgastará' el dinero o realmente usará la ayuda para cosas importantes.

Solo quien ha pasado hambre o ha sobrevivido en modo dieta de guerra, sabe el valor que tiene una buena comida, un 'exceso permitido' de algo que compense tanta carencia y tanta privación.  Ese gasto extra, esa comida abundante y rica, se vuelve un regalo para los sentidos y nos llena de esperanza de que si lo seguimos intentando, volverá a suceder pronto.  En cambio, si uno continúa a sopa y pan todos los días, para alargar la duración del dinero recibido, hay un desgaste, un agobio y una desesperanza de sentir todos los días la misma miseria.  

Tal como dicen las leyes energéticas y los gurúes de la nueva era, para dejar de ser pobre hay que dejar de pensar y vivir como pobre.  Se hace casi imposible cambiar la vibración cuando uno come mal, duerme mal y su cerebro funciona en modo reducido por la mala alimentación.



Yo también, a pesar de conocer la carencia y la pobreza, muchas veces juzgo y cuestiono (hábito adquirido desde pequeña).  Cerca de la verdulería donde compro, hay un asentamiento de 'ranchos' de adobe, plástico, chapa y trapos.  Están colgados de algún cable de electricidad sin medidor, tienen antena de Direct TV y cuando van a comprar al mismo lugar que yo, compran cerveza.  Los días en que estoy amarga y negativa, se me sale la prejuiciosa de cuna; parte de mi juicio surge de la frustración de que yo no tengo televisor ni servicio de televisión para ver películas, y parte de mí, cuestiona, como lo haría toda mi familia, que compren cerveza todas las semanas, cuando muchas veces piden huesos para la sopa, gratis en la carnicería.

Tenemos diferentes niveles de consciencia.  El hombre que siempre compra cerveza o la manda a comprar, va siempre por el barrio de buen humor, ofreciéndose para hacer changas y charlando con los vecinos, con una sonrisa bien puesta.  Si me miro en la vidriera, suelo ir con el ceño fruncido, preocupada por los números rojos, la conexión precaria de electricidad y dirimiendo entre comprar algo rico para un día o comprar a lo pobre para tres días.  Así como yo no estoy en sus zapatos rotos y gastados, y no sé lo que siente ni cómo vive detrás de las paredes de adobe y las chapas oxidadas; del mismo modo, quienes me juzgan o evitan ayudarme o acercarse en mis malas épocas, tampoco saben cómo me siento, cómo vivo y qué necesidades físicas, emocionales y afectivas puedo llegar a tener.


Cuando una persona se siente feliz, hace algo que la pone contenta, se permite disfrutar, se siente digna, respetada y valorada, es probable que pueda más fácilmente cambiar su vibración y su forma de mirar la vida.  Entonces, cuando una cambia la forma de mirar la vida, todo se pone más bonito.

Soy mujer de decisiones drásticas con poca resistencia para las agonías.  En mi trabajo y en la vida, prefiero calidad y no cantidad, prefiero intensidad y profundidad y no luces de neón.  En la vida y en mi salud, prefiero calidad de vida y no cantidad de días.  Estoy convencida que cada cosa que hago para disfrutar y vivir bien este día que me toca, me dará más chances de tener un buen día mañana.  Como mujer con enfermedades crónicas, una aprende a valorar el presente, el momento sin dolor, el instante de placer, las sensaciones que sanan y las emociones que alivian.

Soy una niña esponja viviendo en una mujer de casi 56, un ser hipersensible con memorias ancestrales de las estrellas, una burbuja de energía con radares activos que alcanzan confines geográficos que ni yo reconozco; una machi llena de intuición y sabiduría de la madre tierra que sabe qué tisana recomendar; un templo donde Dios elige predicar sus mensajes; una brisa de ruda y flores silvestres que dejan rastros de bendición y abundancia en cada sitio que pisa; un remanso, un refugio, un poema, un puente y un faro en las tormentas.



Solo Dios sabe todo lo que intento, todo lo que hago y todo lo que dejo de hacer para aprender a fluir con la Abundancia del Universo.  Seguramente, aún no comprendo cuál es la lección y por eso vuelvo una y otra vez a la misma situación, en diferentes grados y con diferentes dificultades.

Como mujer que ha pasado sus casi 56 años con síndrome de Madre Teresa con injerto de Mujer Maravilla, no poder ser autosuficiente, y valerme por mi misma sin tener que pedir ninguna ayuda, se parece bastante a tener una falla cósmica que me impide conseguir para mi misma lo que se me da fácil para ayudar a los demás.

Si estás cansado/a de leer sobre mis miserias, dificultades económicas y otras vicisitudes, entonces quizá, deberías dejar de seguir mis perfiles en las redes sociales. 2019 fue difícil, muy difícil.  Mi vida nunca fue fácil, y 2020 no parece muy prometedor cuando está por comenzar agosto.

No exijo ni espero ayuda específicamente de ninguna persona en particular.  Cuando pido ayuda, lo hago al universo, a Dios y a mi Ángel de la Guarda.  Se que Él, en su infinita sabiduría elegirá los emisarios correctos; he aprendido a trascender el mensajero.

Como dice una de mis frases por ahí, 


'Pedir públicamente ayuda es no solo un acto de Fé, sino una valentía absoluta para buscar a Dios en rostros humanos.'



Gracias a quienes colaboran de forma anónima.
Gracias a quienes escriben para preguntar cómo pueden ayudar.
Gracias a quienes con su cariño y sus bendiciones, soplan vientos Alisios en mis velas gastadas.
Gracias a quienes difunden, comparten, comentan, comprenden y valoran mi tarea.
Gracias a quienes celebran mis dones y talentos.
Gracias a quienes aceptan ser emisarios de Dios.

Susie
Susannah

La realidad sin anestesia:

  • Números rojos: mejor no los contamos.
  • Meses de alquiler pendientes: junio, julio y agosto.
  • Servicios pendientes: junio, julio y agosto.
  • Situación del medidor de electricidad: aún sin resolver.
  • Garantes disponibles para generar un contrato de alquiler: 1
  • IFE (Ingreso familiar de emergencia): lo he recibido, pero no es como confunden los medios, se ha pagado cada dos meses (el sistema tarda dos meses en procesar todos los pagos y todas las semanas está anunciando algún calendario para confundir a la gente). Cada IFE de 10000 ARS me alcanza solo para un mes de alquiler y alguna boleta de servicios. (no siempre completa)
  • Si vendiera todo lo que tengo en stock (pequeña tienda y libros) y mantuviera un ritmo de ventas mensual, podría comenzar a ordenar los números.
  • Aunque mis vídeos en YouTube monetizan, aún no llego a USD 100 para poder comenzar a cobrar.  Como la situación económica y de salud ha estado complicada y aún no tengo internet en la computadora, la frecuencia de vídeos ha disminuido y por ende el tráfico también.


Nota adicional:
Intento, pruebo, trabajo, aprendo, leo, investigo, medito, hago terapia conmigo misma y busco siempre expandir mi consciencia y saltar de mi zona de confort. Si hubiera descubierto la manera de lograr que la Abundancia fluya constantemente en mi vida, ya lo hubiera hecho.  Como siempre digo y escribí más de una vez, si hay por ahí algún coach, maestro o terapeuta que está 100% seguro de que su método funciona, lo desafío a que lo aplique conmigo y con gusto retribuiré el favor cuando la Abundancia y Yo logremos ser una con el Universo.





I m p o r t a n t e





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