jueves, 1 de febrero de 2024

El vacío y la tortuga


Este largo enero, convertido en una hibernación forzada (a 40ºC), en medio de una racha de pobreza, silencio, ‘invisibilidad’ y bloqueos energéticos, me hizo recordar al enero de 2017.




En aquel momento llevaba más de un año intentando forzar una vida que me ‘negaba’ todo lo que yo intentaba recuperar: familia, trabajo estable, reconocimiento profesional y familiar, alegría en el corazón y paz mental.  Mi provincia natal me había recibido con más hostilidad de la que esperaba y mis proyecciones de recuperar vínculos familiares habían fracasado.  Es que para reconstruir un puente hacen falta dos, es decir, las mismas intenciones y la misma dedicación de ambos lados.  Después de todo, es sabio aceptar que quien se va de nuestra vida, es porque no hay sitio apto para ellos en este presente o porque no se sienten a gusto con nuestra forma de ser.  Viajar al pasado para recuperar lo que nos fue arrebatado, puede resultar un viaje doloroso y desgastante, porque la vida siempre fluye hacia adelante.

Cada frase, cada actitud y cada decisión me definían como una víctima de las circunstancias, las personas dañinas o los chismes maliciosos que tergiversaban la realidad. Era una desempleada de 52 años llena de frustración, resentimiento e impotencia, y sobre todo, con el pasaporte siempre listo para cruzar a otra dimensión.

En aquel entonces, creía que sería el peor verano de mi vida; no hay que tentar la creatividad del universo, siempre puede haber peores.  Aunque todo es relativo, puede que aquel enero fuera mejor que éste en algunos aspectos mundanos y visibles; pero también es cierto que interna y profundamente este verano es mucho mejor.

Los veranos, por alguna razón que aún no termino de descubrir totalmente, suelen ser períodos de sequía, hibernación, dificultades y desafíos de supervivencia, en mi vida.  Creía en ese entonces, que la situación era pobrísima porque estuve más de un mes sin comprar alimentos y sobreviviendo a base de raciones de pan o tortitas.  Sin embargo, alcanzaba a pagar el alquiler y los servicios (agua, gas y electricidad) y pagaba el servicio de internet que me permitía trabajar y estudiar.  No sólo tenía la capacidad de pagar el lugar donde vivía, sino que cada tanto mi hija menor me invitaba a comer a su casa o me llevaba comida cuando se daba cuenta que estaba desaparecida por mucho tiempo.  En ese entonces, también conseguía las muestras gratuitas de mis medicamentos.

Fue una larga noche del alma porque casi dos años en mi ciudad natal habían sido más que suficientes para demostrar que el camino corporativo ya no era lo mío y que debía escuchar esa voz interior y esas señales que había ignorado durante años. 



En las épocas de supervivencia o bajo consumo, intento, en dosis adecuadas a mi bajo rendimiento mental, estudiar, aprender, actualizarme o indagar en mi interior para descubrir porque se me escapa la tortuga a pesar de mis esfuerzos y mis talentos.  Fue así que hice un Webinar de tres clases y me anoté para una Beca en B-School con Marie Forleo, que terminé ganando.  Lo que aprendí durante ese entrenamiento de Marketing 3.0 es que yo estaba fragmentada y la esencia de mi Alma estaba ausente de todas mis actividades profesionales.  Así, surgió la decisión de crear Puentes, un sitio web que integrara todo lo que soy y todo lo que hago.  Así nacieron las diferentes páginas en Facebook, especialmente PuentesTerapéuticos, que hasta ese momento, era un aspecto oculto y secretamente guardado en mi vida.  Lo demás es historia.



Las primeras ediciones artesanales antes de Puentes, en 2016


Mirando en retrospectiva, si yo hubiera ‘logrado’ todo aquello que quería con mi llegada a San Juan en 2015, probablemente me hubiera acomodado en esa vida que hacía felices a otros y que generaba esa aprobación familiar que yo siempre buscaba inconscientemente.  Es que yo creía que si hacía felices a los demás, yo podría ser feliz.  No se puede dar lo que no se tiene, y yo no tenía ni alegría, ni paz ni contento. 

Si todo hubiera resultado como yo había planeado, Puentes no existiría, al menos no manifestado, y menos aún el canal principalde YouTube y los diferentes Puentes tejidos con personas bonitas de la Comunidad.

Ese vacío y ese silencio (de señales propicias) durante la larga noche del alma en enero de 2017, fue la ‘muerte’ psíquica necesaria para dar luz a Puentes y para aceptar que yo podía elegir ser una persona desempleada o una persona emprendedora.




Esta noche oscura del alma en 2024 es peor que aquella en varios sentidos: no puedo pagar el alquiler por mí misma (recibo ayuda desde 2021), no hay invitaciones a comer ni comida que llega a mi puerta, no hay muestras de medicamentos gratuitos y la tortuga se sigue escapando, llevándome una clara ventaja.  Por otro lado, hay aspectos que son mucho mejores: el clima de esta ciudad es más benigno, tengo servicio de internet gratuito, la creatividad y la inspiración siguen fluyendo aunque esté famélica, me siento en paz y a gusto siendo quien Soy y haciendo lo que hago, ya no busco rescatar personas o situaciones del pasado, creo que el presente es mejor y el futuro puede serlo también, ya no llevo el pasaporte en la mano deseando cruzar a otra dimensión y sobre todo, ya no quiero ser la versión que era antes.

No creo en las casualidades y estoy convencida que todo lo que nos sucede en la vida, sobre todo lo que no podemos controlar, tiene un propósito y mientras más pronto lo descubramos y actuemos en consecuencia, más pronto superaremos la crisis.

He aprendido muchas cosas durante el enero que terminó anoche: he reconocido patrones de conducta y pensamiento, he indagado aún más en mi océano profundo de la sombra y he navegado por mi árbol genealógico para sanar herencias y linajes.  He estudiado, he observado, he escrito, he creado, he aprendido, he escuchado el silencio y he hecho las paces con el vacío.  Aún así, las energías siguen estancadas en un punto o las ventanas que se abren son tan efímeras y diminutas que no alcanzan para recuperar la salud, la claridad mental, el rendimiento y la libertad de desplazamiento.  La marea sigue baja y cuando comienza a acercarse, no llega a mojar mis pies, es solo un atisbo de esperanza en el horizonte.




Puentes cumplirá 7 años en quince días y por eso creo que esta sequía sostenida tiene mucho que ver con aquella crisis de 2017.  Escribir es una manera de ordenar la mente, desenredar la madeja y despejar la bruma.  Aún así, los mensajes siguen siendo los mismos: Ser en vez de hacer.  Se hace difícil, ser, brillar, alinearse, respirar en armonía y sonreír cuando el hambre te perturba y la salud se deteriora por la carencia económica.  Inevitablemente termino haciendo: creando promociones y descuentos, publicando colectas solidarias en las redes sociales o reinventando contenidos en la medida de las posibilidades físicas y mentales.  Nada cambia, el universo parece burlarse de mí diciendo: te dije que no era por ahí.

Cuando consulto a las Runas o las cartas del Tarot, el mensaje se repite: el arte de esperar con paciencia y confianza, el arte de hacer sin hacer.  Parece que vengo reprobando ese examen.




Mientras tanto, escribo, leo, canalizo, aprendo, estudio, descubro, escucho, respiro y miro los cielos siempre cambiantes.  Han sido siete años de siembra intensa, en medio de crisis mundiales y nacionales.  Quizá sea tiempo de confiar en las semillas, confiar en el maná que las bendice y reposar sin medir cada día cuántos centímetros ha crecido cada plantita.  Entonces, tal vez, la tortuga llegue silbando bajito, se acomode a mis pies y me diga: ahora si da gusto estar aquí.

En Dios confío.

En Mí confío.

Susannah Lorenzo / Susie

Mi siembra intensiva de 7 años



Nota:

2024 parece año de balances.

Puentes cumple 7 años.

Yo cumpliré 60 años.

Se vencerá el contrato de alquiler de tres años.

Se cumplen 3 años de mi mudanza a la ciudad de San Luis.

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