Nos agota física y mentalmente: perseguir, conseguir, cumplir, resolver, razonar, entender, aferrarnos, defendernos, demostrar, justificar, negociar, persuadir y cambiar; aunque muchas veces, solo nos quedemos en el intento.
Buscamos
insistentemente la aprobación de nuestros fantasmas, de nuestra familia, de
nuestros amigos; de clientes, compañeros o seguidores en las redes sociales.
Comenzamos a
confundir lo que hacemos por agradar a otros, con lo que realmente disfrutamos
hacer.
Dejamos de
mirarnos en el espejo y a cambio, nos vemos a través de los ojos de otras
personas.
Nos
refugiamos en las palabras de otros, para no escuchar nuestra alma en el
silencio.
Como si el
elogio, la aprobación o la celebración de los demás, nos devolviera la
pertenencia que nunca pudimos sentir.
Sin embargo,
la agitación constante por llamar la atención, por hacer escuchar nuestra voz,
porque nuestros colores sean vistos y reconocidos, nos aleja de lo que
realmente somos; nos quita paz y nos convierte en exiliados de la morada sagrada
de nuestra alma.
Confundimos
la entrega desmedida con el servicio; como si la sacrificada vocación de
existir por los otros, le diera valor y sentido a nuestra vida.
No creo que
sea posible servir a Dios y en ese servicio bendecir a otras personas, si
renunciamos a nuestra paz interior o medimos nuestra luz por la cantidad de
sombras que desvanecen a nuestro alrededor.
El servicio
puede a veces convertirse en un espejismo del ego; en la carencia de la niña
solitaria que nunca se sintió celebrada por sus dones.
Tanta mente
racional nos aleja de la esencia y la verdadera sabiduría.
Contemplar
la naturaleza nos recuerda que hay más servicio y entrega generosa en la
belleza de un árbol o la fragilidad de una flor.
Perdemos
tanto tiempo analizando, cuestionando o midiendo resultados… Creemos que así,
aceleramos los procesos o precipitamos el cambio.
Crear el
vacío y el espacio necesario para Ser en el silencio de una tarde, puede convertirse
en todo el servicio que Dios necesita de nosotros. Porque en la quietud desprovista de
dispositivos y redes sociales, aprendemos del ave que nos canta desde un árbol
cercano y comenzamos a recordar que en el modesto discurrir de las estaciones,
se encuentra el verdadero secreto de la vida.
Susannah Lorenzo©
Escribiendo, mate mediante, desde las escaleras, después de una caminata
sin dispositivo alguno.
Atardecer en San Luis, cielo despejado, pájaros en vuelo; árboles y
sierras imperturbables, ajenos a relojes, agendas y estadísticas.
12.08.2022
18:30
No hay comentarios:
Publicar un comentario