Mostrando entradas con la etiqueta amar. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta amar. Mostrar todas las entradas

miércoles, 21 de agosto de 2024

60 Amores

Puede que mi corazón no guarde tesoros de 60 amores, pero probablemente sí guarde bendiciones, cicatrices, recuerdos y huellas de 60 Formas de Amar.




60 Formas de Amar

¿Cuándo comenzamos a ser conscientes de que somos capaces de Amar?  Creo que la mayoría de nosotros primero toma consciencia de sentirse amado/a o por el contrario sentirse rechazado/a o abandonado/a emocionalmente.  Nuestra primera experiencia amando seguramente esté relacionada con esa primera memoria al recibir o sentir la ausencia de amor en nuestro entorno.

Tal como he contado en ‘A Solas’, del libro Cuentos Terapéuticos, la soledad fue la primera sensación consciente en los vínculos afectivos.  Imagino que a partir de ahí comenzó una búsqueda inconsciente por amar del modo que no era amada, creyendo que tarde o temprano alguien cubriría esos huecos vacíos.

Repaso en mi memoria buscando el primer recuerdo de amar profundamente, y lo primero que viene a mi mente es la sensación que experimentaba cada Semana Santa mientras mi familia veía programas de televisión relacionados con el Vía Crucis o películas de la vida de Jesús. Y el amor abrumador y la pena de estar reviviendo el calvario de Jesús me llevaban a encerrarme en mi habitación, rezar y llorar a mares sin poder evitarlo.  Esos recuerdos son de mis últimos años de escuela primaria, en mi pre adolescencia.

Las memorias de mi corazón me llevan luego al primer amor romántico cuando tenía 14 años, una forma de amar que me descubría envuelta en poemas y un mar de emociones que despertaban una joven  e ingenua mujer floreciendo a la vida.

La llegada de mis tres hijos fue, sin duda alguna, la experiencia más intensa y la forma de amar más profunda y vulnerable.




¿A quienes he amado verdaderamente además de Jesús, mis hijos y mi primer amor?  He amado a muchas personas, mis padres, algunos tíos/as, mis hermanos, una de mis abuelas, amistades, madres y abuelas postizas y con el tiempo, algún hombre en la vida adulta.

He sido capaz de muchas cosas ‘por amor’, de muchos sacrificios, de muchas renuncias, de muchas entregas y de un doloroso desgarramiento de mi corazón para ser mi mejor versión y lograr que esas personas se sintieran amadas. 

No siempre he amado con alegría, la mayoría de las veces amaba desde la tristeza, el dolor, las heridas, la carencia y el miedo a no ser amada, aceptada, valorada y celebrada.

Desde ese lugar, uno cree que ama, una cree que todo lo que hace es por amor al otro; pero en realidad, lo que hacemos es por el amor a lo que sentimos, por lo que nos hubiera gustado recibir en lugar del otro o por una sed inconsciente que nunca se calma.

¿Cómo podríamos ver realmente a la persona amada desde un corazón maltrecho, sangrante y habitado por el invierno de la vida?  Inevitablemente, lo que vemos en el otro (de forma inconsciente) es un reflejo de nuestros cristales rotos, de nuestro frío que busca cobijo y de nuestras heridas que nos pueblan de miedos y vacíos.




Cuando amamos demasiado y de forma tóxica (no sana), somos capaces de entregar lo más preciado, incluso nuestra vida para darle a nuestros seres amados, hasta nuestro último aliento.  ¿Qué nos queda cuando entregamos nuestra pulsión de vida? ¿No sería mejor acaso compartir nuestra vida manteniendo vivos nuestros tesoros sin renunciar a nada?

Cuando amamos desde nuestra carencia y nuestras heridas, creamos una avalancha de emociones, regalos, experiencias e incluso de palabras, para que esa persona amada sepa lo que sentimos.  Pero no nos detenemos a comprender qué es lo que esa persona en realidad necesita de nosotros; no podemos ver la intensidad de sus emociones o la sed de un agua que no surge en nuestra vertiente.

Damos desde lo que necesitamos.  Amamos desde nuestro abandono emocional. Abrazamos desde nuestro invierno interior. Besamos desde nuestra sed de bendiciones. Desbordamos el espacio ajeno desde los huecos que ansiamos llenar.  Velamos nuestra mirada desde un vidrio empañado de lágrimas y memorias dolorosas.

Amamos para ser amados y eso, no es realmente Amor. En ese amor desmedido buscamos algo a cambio, esperamos recibir lo que necesitamos o ser vistos como nos gustaría ser reconocidos; y cuando eso no llega, se acumula la amarga deuda pendiente que contamina los vínculos amorosos.

Inmolarse, sacrificarse, dejar de Ser, intentar ser lo que no somos, agobiarnos con expectativas impuestas, renunciar o incluso posponer nuestros sueños, no es un gesto de amor generoso y desinteresado.  Creo que es una actitud tremendamente egoísta que busca asegurarnos sentirnos amados, respetados, valorados y necesitados. 

Me he llevado más de medio siglo aprender a amarme, aceptarme, reconocerme, celebrarme y saberme hija amada de Dios. Desde ese aprendizaje comprendo que la fuente del agua bendita que calma nuestra sed emocional y espiritual está siempre en el centro de nuestro corazón.  Nadie puede calmar nuestra sed más que nosotros mismos, nadie puede dar verdaderamente aquello que no tiene y nadie puede saciar las necesidades de ninguna otra persona. Sólo cuando nos vemos como seres plenos y completos, podemos compartir nuestros dones y talentos, nuestra alegría de amar y nuestra capacidad de tejer vínculos sanos.




Sé que he hecho mucho daño en nombre del amor.  Desde mi hipersensibilidad y mi capacidad para sentir las emociones y energías de otras personas, esa certeza me llena a veces de impotencia y de una pena profunda que inunda los lugares más oscuros de mi corazón. 

No puedo cambiar el pasado, no puedo deshacer las heridas que causé, no puedo limpiar los corazones que guardan rastros oscuros de mi nombre.  Sólo puedo descubrir cada día nuevas formas de Amarme y Amar.  Sólo puedo desear que las personas que más amo puedan, a su tiempo, encontrar su propio camino de sanación, y en ese amarse puedan comprender y sentirse amados a pesar de los desencuentros.

Susie / #Unaniñade60

Susannah Lorenzo / #TejedoradePuentes

Soledad Lorena / #TejedoradePalabras

22 de septiembre 1964 / 22 de septiembre 2024

#60jardines #casi60 #60poemas #gracias #60soles 


Sólo cuando me amo como Jesús me ama, puedo Amar a otros en nombre de Jesús.



jueves, 9 de noviembre de 2023

Lecciones para Amar

La palabra ‘amante’, está muy desvalorizada; la asociamos normalmente a relaciones clandestinas, a sufrimiento o incluso romance y sexo.  ¿Será culpa de la literatura y el cine?  ¿O será que no nos detenemos a contemplar la energía de cada palabra que usamos?




Según el diccionario de la lengua española:

amante

De amar y -nte; lat. amans, -antis.

1. adj. Que ama. U. t. c. s.

2. adj. Dicho de una cosa: Que manifiesta amor o se refiere a él.

3. adj. Amado o querido. Amantísimo lector.

4. m. y f. Cada una de las dos personas que se aman.

5. m. y f. Persona que mantiene con otra una relación amorosa fuera del matrimonio.


 

Sí, es cierto que uno de los significados (el menos importante), se refiere a las relaciones clandestinas.  Pero, amante es una persona que ama, que elige manifestar su amor; convierte en acción concreta el verbo Amar.




Sin embargo, cuando recibí como regalo el libro Lecciones para amantes de Deepak Chopra, me dejé llevar por la ambigüedad del título y por la imagen de portada, elegida seguramente como una estrategia de marketing de la editorial.

La dedicatoria del libro escrita con tinta azul y con una caligrafía que distinguiría entre millones, dice:

“Para mi amada de siempre.”

11/IV/04

 

Cuando él me regaló ese libro ya no éramos amantes de ninguna clase, cada quien vivía en una ciudad diferente y danzábamos juegos dolorosos de cercanía y distancia alimentados por nuestros miedos y nuestras heridas.  Su regalo, me pareció entonces una puñalada, una burla a ese amor que me atravesaba, me abrumaba y por el que era capaz de anular totalmente la razón.

Creo que leí algunas frases de amor en mi programa nocturno de radio con música romántica.  Pero en ese momento, no leí verdaderamente lo que decía cada Sutra.  El libro se mantuvo, algunas veces oculto en cajas de archivo y otras veces en los estantes de mis bibliotecas.  Sobrevivió mudanzas, ataques de llanto y la destrucción de los regalos y recuerdos valiosos que ese hombre me había dado.




Anoche y esta madrugada, su alma me visitó en sueños, como lo hace cada tanto desde nuestra separación, mucho antes de que tuviera que dejar mis hijos mudarse  a la casa de su padre biológico.  

Mientras repaso recuerdos y miro todo en perspectiva, me pregunto si aquella decisión de echarlo de mi vida y cerrarme a la oportunidad de amar, ser amada y ser feliz en los términos que el universo y nuestras almas proponían, no fue acaso un desencadenante de todas las tragedias dolorosas que sobrevinieron después.  

Es que cuando uno clausura el corazón por decreto de la mente y toma decisiones desde el miedo, la culpa y la vergüenza, nada bueno resulta; porque actuamos desde la especulación, desde la necesidad de aprobación y aceptación y desde el terror que nos causa todo aquello que no podemos controlar.  

A ese hombre, con quien amé profunda, intensa y verdaderamente le hice daño, no porque quisiera hacerlo, sino porque cada vez que nos defendemos y nos protegemos de algo que aún no sucede, lastimamos a otros inevitablemente.




Las visitas de su alma siempre coinciden con alguna situación de su vida o de la mía, con algún pensamiento que lo ronda o incluso se anticipan a alguna comunicación que llega a través de un mensaje, un correo o una propuesta profesional de trabajo.  Su ego no quiere ni enterarse, pero a su alma poco le importa lo que su ego lastimado intente sostener, ella llega, clara, nítida, precisa y amante.

Tampoco es una fecha cualquiera, es la víspera del cumpleaños 36 de mi hija menor, con quien el puente se encuentra bombardeado y destruido desde hace varios años.  Su dolor y su resentimiento han evitado cualquier intento de acercamiento, así es que lo único que pido a Dios es que su corazón viva en paz y alegría, sin buscar que otros sufran como ella lo hace.




Nada es casual.  Las personas que más amo en esta vida no se sienten cómodas con esta nueva versión de Susannah, con la mujer que se transforma con cada ciclo y busca sanarse y liberarse del pasado.  Tampoco se sienten a gusto con mi forma de amar y desearían, quizá que fuera más terrícola o más ‘normal’, en mi forma de expresar un amor que siempre es intenso, sin filtros, sin medias tintas y sin disimulo.  Los detalles, los poemas, los libros, las cartas, los regalos artesanales, las dedicatorias y las verdades explícitas, son algo de lo que la mayoría escapa y considera ‘demasiado’.

Y entonces, ¿qué hago yo?, me repliego, me escondo, me opaco, me callo, dejo de hacer lo que nadie valora, dejo de buscar, dejo de cuidar, dejo de Amar y me vuelvo casi invisible.  No quiero molestar, no quiero invadir, no quiero ser siempre el recuerdo de un pasado doloroso, no quiero avasallar, no quiero forzar, no quiero quedarme allí donde no soy celebrada.




Dejar de Amar no es la solución, nunca.  Este año, los episodios de angina de pecho y arritmia me han complicado la vida, eso, tampoco es casual; es parte del mecanismo de defensa, del muro rígido construido para proteger mi corazón del desamor, del rechazo y de la indiferencia.  El amor es como el agua, si no fluye, se estanca, se pudre, se vuelve amargo y contamina todo lo que hacemos.

Te invito a leer sobre el Corazón Roto.




A principio del 2024, este libro cumplirá 20 años en mis manos, es parte de una historia que compartí en el libro Orbita de Amor. Esta tarde, mientras comía una mandarina, decidí buscarlo en mis estantes, y allí estaba esperándome. Comprendí por primera vez que eran lecciones para amar: amar la vida, amar los hijos, amar a Dios, amarnos a nosotros mismos y también, porque no, amar al hombre amado.

Susannah Lorenzo©

Recordando que no se puede estar plenamente Viva sin dejarte habitar y transformar por el Amor.

09 de noviembre de 2023

 



“Cuando dos personas se unen en el amor, tejen una trama de conciencia.

Si esta trama es fuerte, ambos lo han hecho así.  Cada pensamiento, cada acto amoroso es una hebra agregada al tejido.  En sánscrito, hebra se dice Sutra, palabra que también tiene un sentido metafísico.

Los sutras son aforismos que expresan una verdad fundamental sobre la conciencia.  Cuando el poeta Rumi dice ‘El amor es el mar donde se ahoga el intelecto”, está pronunciando un Sutra.

He aquí una colección de sutras que he escrito a lo largo de varios años.  La ofrezco a los que aman, a los que desean amar y ser amados, y a todos los que anhelan descubrir la verdadera esencia del amor, para que inspirados por ellos puedan agregar sus propias hebras a esta trama infinita.”

Deepak Chopra – Lecciones para amantes 





 

 Puedes conseguir el Ebook en cualquiera de mis Tiendas.


lunes, 9 de enero de 2023

Desencuentros del Amor

El amor es un baile de desencuentros,
hay quienes disfrutan ser amados pero no saben amar,
hay quienes disfrutan amando pero no saben dejarse amar,
hay quienes le temen al amor porque desconocen sus bondades,
hay quienes creen amar pero apenas si aman lo que el otro les da;
hay quienes aman como pueden, como aprendieron, como les permiten sus heridas y su visión limitada;
hay quienes aman desde lo poco que se aman y entonces su amor es solo un reclamo incesante de necesidades insatisfechas;
hay quienes se animan a amar desde la vulnerabilidad y la sensibilidad arriesgando su corazón y dejando sus puertas sin guardianes;
hay quienes aman en silencio, desde la trinchera de la distancia, dibujando cielos de colores para las alas amadas;
hay quienes aman a los gritos y con intensidad desmesurada, dejando huellas que todos vean, para que así sus palabras mantengan en la celda a su persona amada;
hay quienes aman como eligen amar porque desaprenden las herencias y crean nuevas formas de armar;
hay quienes aman espejismos y fantasías de los seres amados porque son incapaces de cruzar el puente de la verdad y verlos como realmente son;
hay quienes aman la idea del amor, la ilusión de un sentimiento que quisieran vivir;
hay quienes creen que el amor es apenas un trámite, una pérdida de tiempo o un pacto de comodidades;
hay quienes creen que el amor lo es todo y sin él están perdidos.

A lo largo de mi vida he amado de muchas y diferentes formas pero si algo he aprendido en el otoño de mí vida, es que no puede conocerse el buen amor hasta que no sanamos nuestras heridas, comenzamos a amarnos y aprendemos a mirarnos con los ojos que Dios nos mira.

Susannah Lorenzo ©
Tejedora de Puentes 

jueves, 9 de junio de 2022

Lo que se aprende con el tiempo y la soledad

 


  • Nadie puede amarnos más de lo que nosotras nos amamos.
  • No alcanza con que una sola persona ame.
  • Quien solo pide disfrutar un momento, no merece nuestro tiempo ni nuestras caricias.
  • No vale la pena lanzarse al vacío por alguien que no puede sujetar tu mano cuando caminas por la calle.
  • No alcanza con amar; podemos lastimar si estamos lastimadas y no aprendimos a sanar.
  • El amor no puede inventarse, crearse, fabricarse o contagiarse.
  • El amor se sostiene, se cultiva, se honra, se celebra y se bendice.
  • No hay amores equivocados, hay amores desencontrados.
  • No existen amores imposibles.  El buen amor siempre es posible.
  • Nadie es responsable de lo que sentimos o dejamos de sentir.
  • El Alma sabe más que la razón.
  • Quien no puede besarte con la mirada, jamás podrá acariciar tu corazón.
  •  Lo que más nos asusta del verdadero amor es la imposibilidad de tener el control sobre nosotros y sobre el otro.
  • Las emociones no se controlan, las emociones se gestionan.
  • Cuando elegimos no amar, cerramos nuestro corazón a las bendiciones de la vida.
  • La voz que puede alterar tu latido es la voz que conoce el idioma de tu alma.
  • No es lo mismo amar a una persona con sus virtudes e imperfecciones, que amar lo que esa persona nos hace sentir.
  • Si no podemos vivir en plenitud cuando estamos solas, jamás podremos sentirnos plenas en compañía de otra persona.
  • Cuando recibimos señales confusas, es una clara señal de que no hay amor del bueno.
  • No puedes salvar a nadie, solo puedes amarlo.
  • No es nuestra misión rescatar a nadie de sus propios demonios y pesadillas.
  • La cercanía no se mide en kilómetros ni en desnudez. El buen amor te alcanza y te toca aunque estés al otro lado del océano.
  • La verdadera intimidad es un espacio invisible donde dos corazones se encuentran y desnudan su alma.
  • El buen amor no duele; lo que duele es la necesidad insatisfecha de que el otro nos de algo que no puede darnos; lo que duele es la lucha entre nuestra razón y nuestro corazón; lo que duele es no coincidir en tiempo y espacio.
  • Quien te trata como una opción, no merece ser tu prioridad.
  • Nos hacemos el tiempo para  lo que verdaderamente nos importa.
  • Prestar atención es un gesto de amor.
  • No siempre ‘escuchamos’ lo que nos dicen, muchas veces interpretamos lo que queremos oír.
  • No puedes amar a quien no está dispuesto a ser amado o elige no  sentirse amado.
  • El amor no se justifica, no se explica, no se mide, no se dosifica, no se cuestiona, no se condena, no se esconde, no se entierra, no se posterga.   



  • La única forma de encontrar el buen amor y reconocerlo, es Ser Amor.
  • Siempre que nos defendemos o nos protegemos (consciente o inconscientemente), creamos muros de espinas que lastiman a quien intenta acercarse.
  • El buen amor no se olvida, jugamos a dibujar nuevas realidades, pero el buen amor será siempre parte de lo que somos y bastará un desvío del destino para recordarnos los jardines olvidados.
  • El  enamoramiento y el amor son diferentes; la pasión y el amor pueden complementarse pero no son lo mismo; el erotismo y la sensualidad son formas del lenguaje del amor pero también pueden ser dialectos del ego; el apego y la comodidad no son lo mismo que el amor.
  • El amor no avisa, no te prepara, no te da tiempo a reaccionar, no admite estrategias ni manipulaciones; el amor te sorprende, te coloniza, te puede, te supera y te trasciende.
  • El amor no suplica, no mendiga, no humilla, no se vende y no se alquila. 
  • No tiene sentido esperar a quien no tiene apuro por llegar.
  • El Amor Es.
  • Los versos que un hombre enamorado escribe en nuestro corazón amante, jamás se borran.
  • Los susurros que nuestras Almas comparten cuando estamos distraídos amando, serán parte del eco que nos despierte cuando estamos dormidos.


Susannah Lorenzo©

Bella durmiente a los 57.

No espero, no busco, no ansío y sin embargo, bastaría un beso en la frente y la palabra correcta para arrebolar mi corazón.

Art: Chie Yoshii

jueves, 3 de septiembre de 2020

El cuerpo siempre sabe

Nuestro cuerpo recuerda lo que nuestra mente se empecina en olvidar.

Nuestro cuerpo registra las agresiones verbales como si fueran físicas.

Nuestro cuerpo absorbe las energías de otras personas, ya sea involuntariamente o a través de procesos de curación energética.

Nuestro cuerpo guarda memorias de traumas, heridas emocionales, situaciones de carencia extrema, humillaciones, vejaciones, abusos, burlas y crisis paralizantes de miedo.

Del mismo modo, guarda los recuerdos placenteros, los besos, los abrazos, las caricias, los aromas, las texturas, la música, los estímulos visuales y sensoriales que dejaron un sendero luminoso en nuestro corazón.



La mente tiene sus propios mecanismos de defensa: amnesias forzadas, temporales o permanentes; eliminación de datos, nombres, fechas y cualquier información que pueda llevarnos a recordar algo muy doloroso; olvidos y actos fallidos; para ayudarnos a ignorar, desterrar o minimizar cualquier suceso que mantenga vivo el dolor o el sufrimiento.

En esos juegos mentales, trabajamos como un analista de sistemas, reformateando el disco de nuestra computadora, creando nuevos archivos, borrando los que ya no sirven, desfragmentando el disco e instalando un sistema guardián de protección de nuestra salud mental.  Porque, según las exigencias de la sociedad en que vivimos, salud mental es sinónimo de felicidad, dicha, satisfacción, éxito, optimismo, actitud proactiva, insensibilidad, carencia de empatía y un individualismo que raya la crueldad.

Sentir, ser sensible, ser empático, llorar, estar triste, conectar genuinamente con las emociones, gritar, desbordarse, decir lo que se siente, expresar la verdad interior, ser coherente con lo que nuestra Alma necesita manifestar y demostrar algún signo de debilidad, son considerados señales de alguna enfermedad mental, de un desequilibrio que necesita medicación que suprima lo que somos y lo que sentimos para volvernos ‘más normales’, más funcionales y más parecidos a la masa de zombis automatizados.

Hace algunos siglos atrás, una persona de más de 50, era casi un anciano, era una edad común para morir.  En este siglo, los 50 son la juventud de la edad madura y las personas pueden aspirar a vivir fácilmente cien años.  Sin embargo, el aumento de enfermedades autoinmunes, enfermedades derivadas de los alimentos que ingerimos, crisis de estrés, aumento de diferentes tipos de cáncer y un sinfín de virus, aerosoles, químicos, ruidos, humos y tejidos sintéticos provocan alergias y enfermedades incurables e innombrables.



Estamos tan empeñados en ser ‘sanos mentalmente’, que nos desconectamos de nuestras emociones, reprimimos sentimientos, callamos palabras, dejamos que nuestros ríos internos se sequen y petrificamos las zonas heridas de nuestro corazón.  Imaginamos que nuestro cuerpo es apenas una masa de músculos, huesos, órganos y piel que solo nos sirve para funciones fisiológicas y para mantenernos vivos.

El cuerpo es el templo donde el alma habita y como tal tiene la función de indicarnos el camino, de mostrarnos lo que es bueno o malo para nosotros.  El cuerpo nos habla: a través de reacciones, sensaciones, escalofríos, nudos en el estómago, migrañas, temblores, estados de ansiedad, gripe, resfrío, irritabilidad y otras tantas formas de mostrarnos lo que nos perturba, es tóxico para nosotros o simplemente se ha quedado estancado en alguna parte de nuestro sistema.

La intuición está conectada directamente con el cuerpo.  Quienes hacemos prácticas de curanderismo, muchas veces sentimos en nuestro cuerpo los dolores o síntomas de la persona a quien estamos ayudando.  Luego, a través de un proceso de limpieza y meditación, logramos que esas dolencias sigan su camino y solamente pasen a través de nosotros, descargándolas en la Madre Tierra.  Cuando conocemos a una persona, la intuición activa sensaciones y comportamientos reflejos en el cuerpo: rigidez, temblor, intranquilidad, rechazo, ganas de salir corriendo o necesidad de abrazar al otro.  Quienes somos empáticos y sensibles, podemos sentir las emociones de la persona que está frente a nosotros o al otro lado del teléfono. Solemos ignorar las reacciones físicas porque las consideramos primitivas, porque pensamos que una persona inteligente actúa solamente desde una mente clara y ordenada.

Las mujeres que somos madres, incluso, podemos sentir en nuestro cuerpo, cuando algo malo les pasa a nuestros hijos, sin importar donde vivan o qué edad tengan; puede ser en forma de dolor en el pecho, falta de aire, palpitaciones, sudoración profusa o un dolor punzante en la boca del estómago.  El cuerpo nos muestra lo que nuestra percepción e intuición recibe antes de que la mente lo pueda razonar, procesar y expresar de manera coherente.



Tal como explica la Maestra Louise Hay en su libro ‘Sana tu cuerpo’:

“Para sanar y hacernos íntegros hemos de equilibrar cuerpo, mente y espíritu. Necesitamos cuidar muy bien nuestro cuerpo. Necesitamos tener una actitud mental positiva hacia nosotros mismos y hacia la vida. Necesitamos además una fuerte conexión espiritual. Cuando están equilibradas estas tres cosas, sentimos alegría de vivir. Ningún médico, ningún terapeuta nos puede dar esto si no nos decidimos a participar en nuestro proceso de curación.”

En ese libro encontramos una tabla de correspondencia entre los síntomas y malestares y sus causas emocionales, junto con Afirmaciones para reprogramar nuestra mente. Y hasta ahora, cada vez que he consultado su tabla, siempre ha sido más que acertada.

Generalmente, optamos por la forma rápida de ‘solucionar el problema’: una pastilla, un jarabe, una cirugía o incluso los pases mágicos de un curandero.  Queremos que el malestar desaparezca y nos deje trabajar y vivir ‘tranquilamente’Sin embargo, si no nos ocupamos de las emociones, de las heridas olvidadas o ignoradas, si no atendemos y escuchamos los mensajes de nuestro cuerpo, haremos desaparecer esa enfermedad o malestar por un tiempo, pero luego regresará o se manifestará en otro órgano o en otra parte del sistema.

Justamente hoy, antes de escribir esta publicación, me desperté triste y abatida, con mucho dolor físico.  Como el dolor me impedía siquiera moverme o levantarme de la cama, tomé un analgésico, apliqué aceites esenciales y me permití un par de siestas pues tenía necesidad de dormir mucho.  Si bien, los síntomas físicos más graves desaparecieron, el abatimiento y la tristeza no se iban, hasta que cerca de las cinco de la tarde, recordé que es el cumpleaños de una de mis nietas, que hace un par de años no tengo permiso para ver, y a quien guardo en un lugar muy especial de mi corazón.  Una vez que se hizo consciente lo que mi cuerpo estaba exteriorizando desde temprano, un mar de llanto se apoderó de mí.

¿Era yo consciente de tanto llanto y tristeza reprimida? No, aparentemente no.  En mi decisión de no interferir para que ella no sufra, y de dejar todo en manos de Dios, muchas veces hago como sí ya no me afectara.  Mi cuerpo sin embargo, no olvida, guarda registro y memoria de cada sentimiento, sensación, recuerdo y siente la distancia infinita que nos separa ahora y la tristeza que ella a veces, también siente.



Dicen, que cuando tenemos patrones de conducta que no podemos cambiar o nuevos hábitos que nos cuesta adoptar, es porque nuestro niño interior se resiste a acompañarnos en ciertos cambios.  Puede que en la memoria celular hayan quedado recuerdos de castigos, inseguridades, rechazos o consecuencias negativas por realizar determinadas acciones.  Es decir, si fuimos convencidos desde niños que cualquier persona rica es mala y que si hacemos algo diferente al resto del clan familiar somos desleales, es probable que nuestro niño interior boicotee cada uno de nuestros intentos por cambiar nuestra realidad, porque aún anida en nuestro cuerpo el miedo a ser rechazado o no amado por ser ‘mala’ persona o ser desleal al clan familiar, ejerciendo una prosperidad y una felicidad que ellos no tuvieron o no tienen en la actualidad.

La medicina moderna occidental no busca aumentar la cantidad de personas sanas.  Si así fuera, si el 90% de la población estuviera totalmente sano, entonces se acabaría el negocio de las farmacéuticas, laboratorios y la industria relacionada con la medicina.  Para el sistema, es necesario mantener el número de personas dependientes de tratamientos médicos para justificar una mega organización que mueve más dinero que la industria de los armamentos.  He trabajado en instituciones médicas, he visto a médicos recetar medicamentos, sólo para aumentar los ceros en el cheque que recibían a fin de mes, como reconocimiento del laboratorio o acceder a un Congreso internacional con todo pago en un país con playa y hoteles de lujo. He visto pacientes salir abatidos del consultorio porque el profesional le había recetado una gran cantidad de estudios complejos que apenas si podía pagar; pero ese número de estudios complejos era parte del trato que la institución tenía con Laboratorios de Análisis Clínicos y Centros de Imágenes; cada médico debía cumplir con cierta cantidad de estudios por mes, para mantener la comisión activa y cumplir con el porcentaje pactado. No digo que todos los médicos y profesionales trabajen de la misma manera, pero la gran mayoría sí.



Desde que empecé a escribir este blog en mi viaje personal con la endometriosis, asumí que estaba dispuesta a cuidar mi calidad de vida y no la cantidad de años que vivo.  No quiero ser un ‘paciente’ que en forma pasiva le da el poder al sistema para decidir cómo debo vivir y morir.  El camino de las Terapias Holísticas y la Medicina Natural o Alternativa, es lento, porque debemos trabajar desde adentro hacia afuera, porque trabajar con las emociones no es tarea fácil y no es algo que nos hayan enseñado desde niños. Se necesita determinación, constancia, voluntad, amor propio, respeto por nuestro cuerpo; conocer nuestro cuerpo, escucharlo, celebrarlo, honrarlo y dejar de resistirnos a Ser lo que somos y Vivir el camino que nuestra Alma necesita para manifestarse en esta vida.



Les dejo unos fragmentos del libro  “La enfermedad como camino”  de THORWALD DETHLEFSEN y RÜDIGER DAHLKE, al final de esta publicación.

Meditación guíada para sanar nuestro cuerpo femenino en el canal de YouTube.

Susie

Susannah Lorenzo©

Tejedora de Puentes

Derechos Reservados


“Si prestamos atención al animado debate que se mantiene en el mundo de la medicina, observamos que, generalmente, se discute de los métodos y de su funcionamiento y que, hasta ahora, se ha hablado muy poco de la teoría o filosofía de la medicina. Si bien es cierto que la medicina se sirve en gran medida de operaciones concretas y prácticas, en cada una de ellas se expresa —deliberada o inconscientemente— la filosofía determinante. La medicina moderna no falla por falta de posibilidades de actuación sino por el concepto sobre el que —a menudo implícita e irreflexivamente— basa su actuación. La medicina falla por su filosofía o, más exactamente, por su falta de filosofía. Hasta ahora, la actuación de la medicina responde sólo a criterios de funcionalidad y eficacia; la falta de un fondo le ha valido el calificativo de «inhumana». Si bien esta inhumanidad se manifiesta en muchas situaciones concretas y externas, no es un defecto que pueda remediarse con simples modificaciones funcionales. Muchos síntomas indican que la medicina está enferma. Y tampoco esta «paciente» puede curarse a base de tratar los síntomas. Sin embargo, la mayoría de críticos de la medicina académica y propagandistas de formas de curación alternativas asumen automáticamente el criterio de la medicina académica y concentran todas sus energías en la modificación de las formas (métodos).”


“El cuerpo nunca está enfermo ni sano ya que en él sólo se manifiestan las informaciones de la mente. El cuerpo no hace nada por sí mismo. Para comprobarlo, basta ver un cadáver. El cuerpo de una persona viva debe su funcionamiento precisamente a estas dos instancias inmateriales que solemos llamar conciencia (alma) y vida (espíritu). La conciencia emite la información que se manifiesta y se hace visible en el cuerpo. La conciencia es al cuerpo lo que un programa de radio al receptor. Dado que la conciencia representa una cualidad inmaterial y propia, naturalmente, no es producto del cuerpo ni depende de la existencia de éste.”


“Enfermedad significa, pues, la pérdida de una armonía o, también, el trastorno de un orden hasta ahora equilibrado (después veremos que, en realidad, contemplada desde otro punto de vista, la enfermedad es la instauración de un equilibrio). Ahora bien, la pérdida de armonía se produce en la conciencia, en el plano de la información, y en el cuerpo sólo se muestra. Por consiguiente, el cuerpo es vehículo de la manifestación o realización de todos los procesos y cambios que se producen en la conciencia. Así, si todo el mundo material no es sino el escenario en el que se plasma el juego de los arquetipos, con lo que se convierte en alegoría, también el cuerpo material es el escenario en el que se manifiestan las imágenes de la conciencia. Por lo tanto, si una persona sufre un desequilibrio en su conciencia, ello se manifestará en su cuerpo en forma de síntoma. Por lo tanto, es un error afirmar que el cuerpo está enfermo —enfermo sólo puede estarlo el ser humano—, por más que el estado de enfermedad se manifieste en el cuerpo como síntoma.”


“Cuando en el cuerpo de una persona se manifiesta un síntoma, éste (más o menos) llama la atención interrumpiendo, con frecuencia bruscamente, la continuidad de la vida diaria. Un síntoma es una señal que atrae atención, interés y energía y, por lo tanto, impide la vida normal. Un síntoma nos reclama atención, lo queramos o no. Esta interrupción que nos parece llegar de fuera nos produce una molestia y desde ese momento no tenemos más que un objetivo: eliminar la molestia. El ser humano no quiere ser molestado, y ello hace que empiece la lucha contra el síntoma. La lucha exige atención y dedicación: el síntoma siempre consigue que estemos pendientes de él. (…)Lo que debemos eliminar no es el síntoma, sino la causa. Por consiguiente, si queremos descubrir qué es lo que nos señala el síntoma, tenemos que apartar la mirada de él y buscar más allá.”

“La enfermedad como camino”  - THORWALD DETHLEFSEN y RÜDIGER DAHLKE


Puentes Terapéuticos en Facebook

Canal de YouTube

Página web