sábado, 2 de mayo de 2020

Hipersensibilidad y empatía


De tanto estar para todos, hay días en que no podemos estar para nadie.


Artista: Aeppol

Mariana de Anquin habla de los Niños Esponja, personas que absorben la energía a su alrededor, que sienten lo que otras personas sienten y que pueden darse cuenta de lo que todos ignoran.

Dejar de ser hipersensibles o empáticos es para nosotros casi imposible, así como para quien vive en su burbuja ajeno al mundo exterior,  registrar las emociones ajenas es una tarea titánica.

Solemos ser desde pequeños, más maduros que la media, más serios, más comprometidos, más responsables y nos subimos al tren de causas perdidas, deseando acomodar aquello que lastima a tantos.

Las emociones y las energías de las otras personas se nos meten en el cuerpo, en el corazón y en cada partícula de energía propia, nos drenan, agotan, agobian y duelen como si fueran nuestras. Podemos ir simplemente a hacer la compra, y volver con un bagaje desconocido que nos envía directo a hacer la siesta.  Cuando de afectos se trata, el torrente de emociones de hijos, padres, hermanos y nietos, nos llega en vivo y en directo en una transmisión que jamás sincronizamos voluntariamente.

Vamos por la vida tejiendo Puentes, remendando heridas, acunando corazones, abrazando almas perdidas, consolando afligidos y dibujando mapas para quienes agonizan en laberintos.

Se nos da fácil el escuchar, mirar y observar, intuir, detectar y comprender.



Artista: Aeppol

En lo personal, mucha gente asume que esta paz que me habita y coloniza los lugares donde resido, es algo que traigo de siempre y que se me da así fácilmente y sin ningún ejercicio.  Vivir entre dos mundos, desde pequeña, no es tarea simple.  La sensibilidad es tanta que una muchas veces desea dormir sueños infinitos y hacer una maleta sin retorno.  La empatía, en este mundo frío y desapegado, es motivo de burla y desprecio, un defecto para quienes viven mirándose el ombligo como único universo.

Es un largo, intenso e interminable aprendizaje de aprender a distinguir las energías propias de las ajenas, decidir cuándo involucrarse y cuando no, en batallas emocionales;  tomar distancia cuando necesitamos preservarnos, ejercitar la mirada interior para descubrir sombras, soles, magias y condenas heredadas.  

Es una mediación constante entre nuestros demonios, nuestros dioses, nuestros ángeles, nuestros miedos, nuestras penas, nuestras alegrías y esa piel que percibe hasta el pensamiento más leve.

Aprendemos a darnos aquello que nunca nos dieron, aprendemos a aceptarnos como nunca nos aceptaron, aprendemos a sentir como nunca nos permitieron, aprendemos a ser así como somos.  

Aprendemos a cuidarnos, respetarnos, honrarnos y celebrarnos; pero eso, puede llevar décadas, años o vidas, dependiendo de las pequeñas elecciones cotidianas.

Somos detallistas, atentos, compasivos, observadores, pacíficos y sanadores.  Con el tiempo, perfeccionamos el arte de descubrir quienes se sienten rechazados, condenados, hostigados, perseguidos y el desamor les duele como el aire que respiran.

Cada quien, crea a su medida, un botiquín de primeros auxilios para asistir al peregrino: algunos usan las manos, otros las palabras, están quienes preparan tisanas y bizcochos para las penas, algunos pocos con solo mirarte te apapachan la herida y otros dibujan soles en tus cielos nublados.

Sin embargo, quienes no encuentran la salida, la puerta, el talismán o el ejercicio que construya su paz, se llenan de resentimiento, amargura, odio y venganza y van por la vida rompiendo todo a su paso.


Artista: Aeppol


Hay un punto en el que elegimos qué hacer con tanto dolor, con tanta sensibilidad, con esa empatía que se nos escapa hasta con la persona que más nos critica.

Seguramente hemos caído en el pozo oscuro de la desesperación más de una docena de veces, por eso, podemos bajar con tanta facilidad y sentarnos un momento con quien no sabe cómo salir. Pero no podemos pasar demasiado tiempo allí, debemos regresar al aire no viciado, al sol que se cuela por las ventanas y la capacidad de crear mundos diferentes.

Es cierto, en lo personal, muchas veces hago esfuerzos descomunales para intentar ayudar a quien no sabe cómo salir del pozo, le dibujo escaleras, le remiendo las alas, intento empujarlo hacia arriba cuando inevitablemente su miedos lo tiran hacia abajo.  En algún punto me doy cuenta y acepto, que no debo interferir; porque interferir es de algún modo, una manera de desconfiar de Dios y su infinita capacidad de manifestarse y es subestimar a quien debe hacer el esfuerzo por sí mismo, como la mariposa cuando rompe la crisálida.

Nuestra energía no es ilimitada, nuestra paz se llena a veces de tormentas, nuestros colores se gastan de tanto pintar cielos ajenos, nuestros Puentes se debilitan de tanto sostenerlos desde un solo extremo, nuestras manos se duermen de tanto acurrucar heridas, nuestros poemas se vacían de palabras de tanto transitar en mundos hostiles, nuestras velas se consumen, nuestras flores se marchitan y nuestras tisanas se contaminan.

Son esos días en que una siente que ha perdido todos los dones, la capacidad de reinventarse y las ganas de reír y creer que todo es posible. Probablemente, una muchas veces también está perdida en laberintos y atascada en callejones sin salida, pero de tanto intentar, crear, inventar, sembrar, proyectar y tejer, se siente extenuada, agobiada y terriblemente diminuta.

Yo tejo Puentes, Palabras, Cielos, Abrazos y Magia, pero también sigo siendo una niña, una mujer, una madre, una hermana, una abuela, una nieta, una hija, un alma perdida y un corazón asustado.  A veces, solo a veces, me gustaría jugar que hay un abrazo que me calma, una palabra que me alcanza, un lugar donde llegar y que una tisana, un café o la paz del otro me pueble y me sane, un guerrero que me defienda, una machi que me acune mientras duermo la siesta, un recreo en donde alguien me cuide y resuelva por mí todo aquello que me agobia.

En esos días, en los que de tanto dar y no recibir o recibir tan poco, necesito parar, no me salen palabras bonitas y pierdo la paciencia, la calma y la dulzura; esos que siempre reciben y se miran el ombligo se ofenden, se sienten defraudados, desairados y engañados.


Artista: Aeppol



Un día la fuente no tiene agua, la música se apaga, la palabra se vuelve amarga, la mirada se vuelve distante, el silencio desteje todos los Puentes y el desgano se cuela por todas las rendijas.

No queda más que cerrar las puertas, levar el Puente, correr las cortinas, cancelar la agenda, mirar para adentro, dormir días eternos;  hasta que el beso de la Vida, la mano de Dios posada en mi pecho, me devuelve el sentido, la fuerza, la esperanza y el latido.



Susie
Susannah
Tejedora en pausa
02 de mayo 2020 

Esta canción siempre me hace llorar las penas guardadas y es lo que le pido a Dios cuando no puedo Tejer.






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