Cuando era pequeña jugaba a ser maestra, mis vecinitos y mi hermano eran siempre alumnos cautivos para extender el horario de tarea escolar.
Al comenzar la escuela secundaria descubrí que tenía más que vocación, tenía facilidad para que los demás comprendieran conceptos difíciles y sobre todo pudieran resolver sus tareas de inglés. No era muy popular con las profesoras de inglés en la escuela secundaria, se enojaban conmigo porque mis compañeros preferían preguntarme a mí lo que no entendían. Luego, ya lo he contado otras veces, puse un cartel en la casa de mis padres del Barrio Las Moreras en San Juan y comencé a trabajar a los 16 años.
La docencia era vocación, pasión y satisfacción inmensa cuando mis alumnos aprobaban sus exámenes o comenzaban a disfrutar del idioma o incluso decidían convertirse en profesores o traductores de inglés. El enfoque holístico, era algo que traía conmigo y no me daba cuenta, o al menos no lo hacía en forma consciente. Fue después de los 40 años cuando mis alumnos adultos (mi especialización) comenzaron a hablar de los efectos que tenían las clases en sus vidas, algunos decían que se aprendía más de cultura y de la vida conmigo que el idioma en sí, otros sugerían que tenía que dedicarme a brindar alguna clase de terapia y todos, siempre, extendían sin darse cuenta su estadía y me tocaba decirles que era hora de terminar el encuentro. Fue así que nacieron las sesiones de Talleres Terapéuticos y Acompañamiento Terapéutico.
Me gusta llamarlos encuentros, porque una clase es solo para intercambiar conocimientos, pero en mi espacio, compartimos charlas profundas, termino siendo confidente y terapeuta de cada uno y se pueden ir a su casa con una muestra de aceite de coco o alguna tisana especial si tienen alguna dolencia física. Cuando se animan, sacamos alguna carta de uno de los mazos de Tarot Evolutivo en inglés, si están confundidos o están pasando un mal momento.
Cuando me di cuenta que en verdad eran más que clases de inglés, comencé a usar conscientemente el enfoque holístico en la enseñanza, sumando musicoterapia y aromaterapia, además de actividades lúdicas para estimular diferentes procesos mentales y emocionales que les permitieran superar miedos, limitaciones, frustraciones y falsas expectativas con el aprendizaje del idioma.
Sin embargo, yo nunca cambié mis objetivos: mi objetivo fue siempre que mis alumnos aprendieran, superaran niveles, se acercaran a una capacidad bilingüe y descubrieran todo su potencial con el idioma inglés.
Algo parecido sucedía con los asistentes a Talleres Literarios o los alumnos que acudían a Talleres de Lengua y Expresión. Buscaba ayudarlos a descubrir su estilo, mejorar su comunicación oral y escrita y potenciar sus habilidades lingüísticas.
Desde que nació Puentes – Enfoque Integral, el enfoque holístico ha crecido en una dimensión que yo no alcancé a percibir hasta hace poco tiempo. Es decir, cuando uno adopta una mirada holística, sintoniza los esfuerzos, la energía y la dedicación con el universo y con las necesidades particulares de cada ser humano, formado por un alma, espíritu, mente, cuerpo y emociones.
Desde hace unos años, mi frustración como docente ha crecido, generalmente los alumnos abandonan sin completar algún nivel y toda la proyección educativa se desmorona. Algunos alumnos, es cierto, abandonan porque buscan aprender el idioma mediante un proceso de osmosis, sin esfuerzo y con una pócima instantánea que cambie sus habilidades. Pero quienes se quedan por un tiempo, quienes disfrutan las clases, quienes adoptan otra mirada y adquieren otras aptitudes, para ellos, algo cambia en sus vidas.
"El acto humano más elevado, es inspirar."Nipsey Hussle
Entonces, si repaso, las supuestas deserciones han sido bendiciones: alguien que no tenía trabajo lo consiguió, alguien fue ascendido, alguien cambió su puesto de trabajo, alguien consiguió la beca que tanto añoraba, alguien se mudó para crecer personal y profesionalmente, alguien pudo adoptar un hijo, alguien se quedó embarazada, alguien tuvo su primer hijo, alguien se animó a elegir la carrera universitaria que le da libertad de ser, alguien se divorció porque su relación ya no funcionaba, alguien se animó a comenzar un nuevo proyecto, alguien se reencontró consigo mismo, alguien descubrió que tenía habilidades desconocidas o alguien se animó a vivir en pareja.
Por supuesto que el mérito no es mío, soy apenas un canal, soy la guardiana de la Virgen de Fátima que corona el espacio donde trabajo, soy la puerta abierta para que el Espíritu Santo se manifieste en cada cosa que hago, soy el Puente por donde la Divinidad, los Ángeles (o como quieras llamarle) se expresa y busca lograr su propósito, soy la mensajera que cada diciembre invita a sus alumnos a escribir una carta a San Nicolás o al Ángel de la Navidad. Yo simplemente me dejo guiar y soy un lápiz en las manos de Dios como decía la Madre Teresa.
Sin embargo, no me he abandonado totalmente a la voluntad divina, estoy siempre pendiente de la pregunta que todos hacen: ¿Cuántos alumnos tenés? Cuento alumnos, cuento clases, cuento cuotas y trato de demostrar a quienes piden rendición de cuentas, que soy una profesional productiva. Eso, ha sido un error y es tiempo de cambiarlo.
Me recuerdo a mí misma, que cada persona, cada trabajo, cada lugar, cada circunstancia, es apenas una excusa para aprender algo, para enseñar, para compartir, para dar y para recibir. Si en verdad, tenemos una mirada holística, lo que cuenta no son los números, sino todo lo bonito que sucedió en el proceso, mientras duró el vínculo, mientras el Puente estuvo activo. Porque eso es lo único que importa, espiritualizar la vida cotidiana y hacer de cada intercambio un acto sagrado.
Hay una expresión en inglés que me encanta: Count your Blessings (cuenta tus bendiciones); es tiempo de sumar y contar bendiciones en cada cosa que hago y dejar que Dios se ocupe de todo lo demás.
Susie
Susannah
Ms Susana Lorenzo
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