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sábado, 8 de junio de 2024

Aprender a Recibir

 


Apertura del Divino Femenino

Sin importar cuánto necesitemos ser abrazadas, contenidas, sostenidas, acompañadas o apapachadas; si somos sobrevivientes de abuso, violencia o trauma sexual, sentiremos un miedo profundo y escondido a recibir.  Porque para recibir hay que abrirse, mostrarse vulnerable, dejar a un lado los escudos y desactivar los mecanismos de defensa.

Tenemos miedo de abrirnos (verdadera y profundamente), porque el recuerdo grabado en el cuerpo físico, es más fuerte que la memoria de la mente o incluso del corazón.  Ya sea que hayamos sido colonizadas, vejadas y mancilladas contra nuestra voluntad; o que nos hayamos abierto temprana e inocentemente a la persona equivocada y que se aprovechó de nuestro candor; las huellas y mecanismos de defensa (inconscientes) serán los mismos o similares.

Tenemos desconfianza de ser tocadas en nuestra fibra íntima, de que nos palpen las heridas, nos rocen el corazón o incluso lastimen aquello que nos ha costado tanto sanar y que ya no duela. Nos hemos fortalecido para evitar ser despojadas, burladas, engañadas o juzgadas.




Aunque ya no soy una víctima, sino una sobreviviente y han pasado más de 40 años del trauma inicial; con cada vuelta del espiral evolutivo descubro una nueva capa que aún queda por sanar: viejos patrones y bloqueos que aún afectan mi forma de relacionarme, manifestar mis sueños e interactuar con la abundancia del Universo.

Nos sentimos seguras y a salvo dando; dar nos permite ‘controlar’ el vínculo, pero por sobre todo no necesita de una apertura interior íntima o sensible.  Somos buenas para ‘dar’: amor, compasión, empatía, contención, ayuda y tiempo; damos todo aquello que no pudimos recibir y que sabemos que toda mujer necesita.  Somos solidarias con otras sobrevivientes y podemos detectar una víctima sin que diga una sola palabra.

Aunque llevemos años (y décadas también) sanando nuestro Divino Femenino, escondemos lo más sagrado de nosotras para protegernos, para resguardar los nuevos tesoros que han nacido en nosotras hasta que llegue la persona indicada.  Aprendemos a valernos por nosotras mismas y sin darnos cuenta, híper activamos nuestra energía masculina: la energía que hace, consigue, conquista, resuelve, protege, y nos arma de pies a cabeza como una guerrera sagrada de la vida.

 


 

Tarde o temprano nos sentimos abatidas, frustradas, con un cansancio que se acumula y que no siempre resulta en los éxitos que deseamos; porque estamos ancladas en nuestra energía masculina y porque de tanto defendernos y protegernos, hemos olvidado como recibir sin miedo, culpa o vergüenza.

Abrimos las manos, para dar, para recibir, para aferrarnos a lo que creemos nos pertenece, para amasar, para cocinar, para acariciar, para crear e incluso, logramos abrir las manos para sanar lo que duele y remendar lo que está roto.

Aprendemos a abrir el corazón nuevamente, para amar, para ser amadas, para calmar, para suavizar, para acompañar, para contener, para sentir, para dejarnos habitar por Dios, para rezar, para creer en una nueva vida.

Nos entrenamos para abrir nuestra mente a nuevas formas de pensar, estudiar, aprender, reconocer, comprender e incluso para dibujar infinitas salidas a laberintos que parecen nunca mostrar su verdadero acertijo.




Sin embargo, en un rincón secreto y guardado, nuestro útero (o su equivalente energético) se mantiene cerrado como un puño, guardando cicatrices físicas y emocionales de todo aquello que nos dañó en lo más profundo de nuestro ser. 

Podemos creer que nos hemos abierto, sexualmente hablando, desde la genitalidad, permitiendo incluso un placer físico que disimula cualquier dolor.  Podremos habernos abierto de piernas para permitir penetraciones que no terminan de saciarnos y que nos convencen por breves segundos de que somos amadas, necesitadas y deseadas.




¿Cómo saber si el útero está cerrado y es incapaz de recibir abierta y profundamente?

  • Sentimos que siempre somos la que ama más, la que ama demasiado, la que se ‘da’ completamente sin recibir lo mismo a cambio.
  • Nos sentimos mal amadas, no amadas, rechazadas, excluidas, y sedientas de recibir algo que nunca llega.
  • Estamos desconectadas de la energía de abundancia y prosperidad del Universo; corriendo siempre detrás de una zanahoria que nunca alcanzamos.
  • Cada vez que recibimos algo valioso (sentimental o económicamente hablando) nos sentimos ‘en deuda’, buscando inmediatamente compensar con la entrega de algo a cambio.
  • Nos embarcamos en relaciones tóxicas, convencidas de que salvaremos, transformaremos o le enseñaremos a amar a quien sólo busca satisfacer las necesidades de su ego.
  • Justificamos las ausencias de las otras personas, perdonamos sus promesas incumplidas, creemos en palabras vacías  e ignoramos las señales y conductas que amenazan nuestro bienestar e integridad emocional.
  • Nos quedamos esperando a que alguien (incluyendo Dios) se dé cuenta de lo que sentimos y necesitamos, sin que tengamos que pronunciarlo en voz alta.

 



Como mujer, estamos hechas para conectar, Ser, abrir, recibir, sentir y anidar.  Nacimos para ser sacerdotisas, para aquietar el movimiento y dulcificar nuestro corazón y el de otras personas.  Como tales, sostener el estado de apertura sin mecanismos de defensa,  sin estrategias de guerra, sin proyecciones ni planificaciones dignas de arqueros y cazadores.

Una mujer no puede sostener el Amor sólo en su corazón, no puede simplemente pretender que Dios habite en el centro de su pecho y desde allí todo se resuelva.  Una mujer necesita sostener el Amor en su cuenco sagrado, en la morada de la semilla creativa, allí donde el útero late como un segundo corazón.   Es entre los muros húmedos y oscuros de la caverna femenina donde Dios debe habitarnos para consagrar nuestra creatividad sagrada.

En lo personal, cada vez que pregunto cómo puedo activar la energía de abundancia y prosperidad en mi vida, la respuesta es la misma: más Amor.  ¿Cómo es posible que Dios y el Universo me pidan más Amor, si hago todo mi trabajo con Amor y desde el corazón?  La respuesta llegó en forma de inspiración para una nueva meditación y esta reflexión que estoy compartiendo.




En mi caso, no se trata de dar más o poner más Amor en lo que doy; mi aprendizaje es ‘recibir con Amor’, abrirme con Amor;  encontrar paz en el recibir sin permitir que mi mente sostenga deudas, culpas y  vergüenzas.

Querer controlar es un acto propio de la energía masculina, incluso si quiero controlar lo que recibo y cómo lo recibo.  Ese aspecto pudo ser útil en otras etapas de mi vida, pero no puedo encontrar la sanación desde el equilibrio, si no me adapto a las nuevas necesidades espirituales y energéticas de mis cuerpos (físico, mental, emocional, etérico).




Según el Dr. Alberto Villoldo, los traumas psicológicos y espirituales no resueltos, no sólo dejan huella en el cuerpo físico sino que dejan marcas en nuestros campos luminosos. Hasta que no limpiamos o sanamos esas marcas o cicatrices en el cuerpo energético, su equivalente será sostenido en el cuerpo físico.  Por el contrario, las experiencias positivas no dejan una marca en el cuerpo luminoso.  La paz y la serenidad que descubrimos a través de la práctica espiritual, se convierte en combustible para las capas más íntimas de nuestro campo energético luminoso, energizando así el alma y el espíritu.

Las huellas de trauma y enfermedad física están tallados en la membrana de la capa más externa del cuerpo luminoso energético,  cómo diseños que se cortan sobre el vidrio.  Lo que se sana a nivel energético, puede ser sanado a nivel físico.

Las huellas grabadas en la capa del cuerpo emocional y mental nos predisponen a vivir de cierta manera y a atraer a ciertas personas y relaciones en nuestra vida.  Es difícil cambiar nuestro estilo de vida o nuestros patrones de conducta si no limpiamos los rastros de trauma que quedan en las diferentes capas de nuestro cuerpo energético.

Puedes conocer más sobre este tema en mi libro ‘Espiritualidad y Salud’ o leer el libro ‘Chamán, Sanador, Sabio’ del Dr. Alberto Villoldo.




¿Cómo seguir?

Puedo dar testimonio que luego de recibir esta canalización y comprender finalmente el mensaje del amor, a través de la meditación, algunos bloqueos simplemente se disolvieron de forma parcial o total.  Las señales que llegaron fueron claras y precisas.

Horas después de la primera meditación llegaron los primeros trabajos prácticos: aprender a recibir lo que la vida está dispuesta a darme, sin intentar controlar el cómo, cuándo, dónde y a través de quién.

Por supuesto que un campo energético, un órgano o un sistema no se limpian ni se sanan de un día para otro.  Aprender a recibir es un proceso y requerirá de repetidas meditaciones y tomas de consciencia en el pensamiento y sentir cotidiano.

Reconocer, aceptar, tomar consciencia, escribir, y compartir el proceso es una manera de mostrar al Universo que estoy dispuesta, aquí y ahora.

Susannah Lorenzo© / Tejedora de Puentes


Para quienes prefieren escuchar mis reflexiones en vez de leer el Blog, he grabado ya la reflexión y aprendizaje sobre el Aprender a Recibir desde la Apertura del Divino Femenino, como un episodio del Podcast de Puentes.



jueves, 17 de noviembre de 2022

La chica de los globos azules



En realidad, desde que era una niña pequeña, fui siempre la chica de los globos negros y grises.  Me sentía segura y a salvo con ellos porque era lo único que conocía y porque había aprendido que si tenía globos demasiado bonitos, me los podrían quitar.  Estaba convencida de que los globos de colores eran para otros niños, otras adolescentes, otras mujeres; así como esos globos que flotan en el aire y que yo nunca pude disfrutar.  Crecí creyendo que la magia de los cumpleaños y la magia de la navidad era algo que sucedía en las películas o en la vida de personas que jamás querían compartir conmigo.  ¿Quién quiere jugar con una niña triste que solo lleva globos grises y negros?



En inglés, la palabra azul (blue) simboliza tristeza y melancolía.


Alguna vez, en mi adolescencia, leí un poema sobre una rosa azul.  Era un texto precioso que alguien había dedicado a su hijo con capacidades diferentes, porque una rosa azul es algo tremendamente misterioso, bello  y único.  Yo me esforzaba por tener globos azules, amaba ese color, pero mi mano seguía aferrada siempre a los globos negros y grises y los defendía como si ellos fueran parte de mi identidad.

Aunque no lo creas, me llevó más de 50 años reconocer, aceptar y comprender, que nadie me regalaría los globos de colores; que yo debía comenzar a cambiar uno por uno mis globos sombríos, soltar cada globo, dejarlo ir y así poder sujetar un nuevo globo diferente a todo lo que había en mi corazón.




Te comprendo, me he sentido igual, casi toda mi vida.  Tienes miedo de soltar todos tus globos negros y grises de una sola vez.  Tienes miedo de quedarte con la mano vacía, adormecida de sujetar con tanta fuerza tus heridas, sombras y fantasmas.  Te dices una y otra vez, que los soltarás cuando tengas la certeza y la promesa garantida de que recibirás globos de colores que nadie te quitará, que no se pincharán y jamás perderán sus colores.  No existe tal garantía.  Los colores cambian, se destiñen, se manchan con la lluvia y el barro de las tormentas.  Algunos globos se desinflan cuando el calor del verano lo agobia.  Otros globos se pinchan cuando pasamos junto a alguien que se rodea de espinas para no ser dañado.  Nada es para siempre y menos aún un puñado de globos.  Y en eso radica la aventura y el asombro: disfrutar de los globos que hoy tenemos y soltarlos cuando es necesario para recibir otros nuevos, quizá algunos dorados y plateados, quizá algunos con estampas divertidas.

Por eso, si me ves ofreciéndote uno de mis globos de colores, es porque estoy abriendo mi corazón para ti, porque sé que puedes y necesitas conocer la alegría de contemplar un color nuevo en tu vida; porque sé que las heridas duelen y pesan, pero también sé que hace falta valentía y decisión para comenzar a sanar.

Si has pedido ayuda a Dios, quizá este globo que te ofrezco sea parte de Su respuesta.  Yo sé que esperas a que mágicamente tus globos amanezcan coloridos y tus ropas sean maravillosas y brillantes de un día para otro.  La vestimenta y los colores de tu corazón, cambiarán cuando seas capaz por fin de soltar tus globos sombríos y aprendas a inflar con tu aliento sagrado nuevos globos con colores jamás soñados.  Cuando lo haces, te lo aseguro, sientes tan liviano tu corazón, que puedes flotar junto con tus globos fantásticos por encima de turbulencias y limitaciones.




Tengo un globo de un color nunca visto.  ¿Lo aceptas?

Susannah Lorenzo©

Tejedora de Puentes

jueves, 21 de mayo de 2020

De siestas y perdones

Si miro a mi alrededor, mis tiempos de crisis, bajón, cansancio y energías agotadas suele coincidir con la postal de mi mini heladera vacía, la dieta empobrecida, la billetera con apenas un billete solitario, la cuenta en el banco con ceros y los números en rojos multiplicándose al ritmo de la inflación argentina.

Hace unos días escribí en mi  Blog: Agotada en Cuarentena, a pesar de eso intenté continuar, remar, esforzarme y lo único que logré fue que mi cuerpo estuviera tan cansado, tan agotado, que cuando duermo y sueño, en mis sueños necesito dormir y descansar y peleo con otras personas porque no me dejan dormir.

Ayer a última hora de la tarde, me descompensé, estaba agotadísima y mi presión arterial presentaba un desorden interesante con la mínima muy alta y la máxima muy baja.  Dejé mi cocina con los trastos sucios de dos días y me fui a dormir, logré levantarme recién cerca de las 16.00 de hoy  y aún así, después de haber dormido más de  20 horas (con las interrupciones propias de Blackie y de mi vejiga), tuve que hacer un esfuerzo enorme porque todavía necesito más horas de descanso.



Contexto
El contexto, el para-texto y el universo circundante son siempre importantes a la hora de considerar la realidad que una oración expresa.

  • A los 11 años, junto con mi primer período menstrual se me asignó la obligación de lavar y planchar toda mi ropa, lavar los pañuelos (con mocos) de toda la familia, ayudar en los quehaceres de la casa y hacer todo lo que mi madre no podía o no tenía ganas de hacer.
  • A los 16 años comencé a trabajar en forma independiente para poder comprarme mis toallas femeninas y acceder a ropa que yo pudiera elegir.
  • Desde el día que nació mi primera hija fui una madre sola, a pesar de estar casada, tenía que siempre buscar la forma de que mis hijos comieran, tuvieran leche y todo aquello que necesitaban.  Trabajaba, estudiaba y cuidaba a mis hijos, sembraba huerta en los canteros, amasaba pan y les preparaba dulce de leche casero.
  • A los 24 años, ya me había mudado a otra ciudad, y estaba cansada de pelear con el sistema para lograr que el padre de mis hijos cumpliera con sus obligaciones.  Me aferré a la bandera del orgullo y crié sola a mis hijos hasta su adolescencia, cuando mi salud y una crisis económica me obligaron a dejarlos ir con su padre (que nunca pudo cumplir con la cuota, pero sí podría ofrecer comodidades en su vida).
  • Convivo con un par de enfermedades crónicas que restringen la movilidad, flexibilidad y normalidad de mi cuerpo y que exigen un cuidado especial con una dieta de calidad y el equilibrio emocional y mental. El dolor y la fatiga crónica son parte de cada día, el nivel nunca es cero, pero hay días buenos, no tan buenos y días muy malos. El estrés suele ser un desencadenante para cualquier tipo de descompensación o malestar físico.
  • 2019 fue un año muy difícil económicamente y por lo tanto en el aspecto salud.
  • Cuando comenzó la cuarentena en 2020, yo apenas si estaba intentando ponerme de pie, después del año anterior.
  • Durante 2019 y 2020 he pedido públicamente ayuda más veces de lo que había hecho jamás en mi vida.



A veces, cuando todo sale mal, cuando nade sale bien, cuando la heladera está vacía, cuando mi metabolismo se altera porque mi dieta no es la que mi cuerpo necesita, entonces, sólo entonces se me viene este cansancio de tantos años, este cansancio viejo de estar siempre remando; a veces en mares de arena, otras en mares muertos, a veces en océanos, a veces en mares de sal y otras, apenas en un charco de arenas movedizas.

Entonces, cuando estoy tan agobiada, agotada y exhausta, necesito que alguien cocine por mí, saque la basura, me traiga una heladera repleta de buenos alimentos para todo el mes, pague mis cuentas, limpie la casa, planche mi ropa, vele mi sueño, construya mi casa, me haga masajes en mi espalda adolorida y cuide de mí durante un largo recreo.

Pero como he sido siempre la Mujer Maravilla, que nada pide, todo da y a todo el mundo quiere salvar, las personas suelen creer que nada necesito, que todo lo puedo y que así sola estoy bien, más que bien.

Sí, me gusta vivir sola, sin deudas ni chantajes emocionales, con la libertad absoluta de hacer y deshacer a mi gusto.  Con la posibilidad de ser Yo, la que Soy, sin dar explicaciones ni convencer a nadie.



Sin embargo, la soledad tiene su precio.  Entonces, como no hay nadie que cocine, limpie o pague las cuentas, no queda más opción que dejar que la Mujer Maravilla duerma una larga siesta, hasta que el beso de la vida la despierte nuevamente.




En realidad, nos creemos libres, pero en el fondo de nuestra mente dejamos que el pájaro carpintero de los juicios de familiares y supuestos amigos, sigan taladrando nuestra cabeza, aún cuando ellos no están. Intentamos cumplir con expectativas de otros.  

Creemos que deberíamos trabajar en tal o cual horario porque otros lo hacen. Buscamos la aceptación y el reconocimiento de padres, hijos, hermanos y parejas ausentes.  Nos sentimos en la obligación de explicar por qué tomamos una siesta a mitad de mañana o nos sentimos culpables si debemos ‘cerrar’ nuestra agenda por un par de días y a veces una semana completa.

Nadie está aquí para ayudar, resolver, cuidar, hacer, contener, apapachar, abrazar, mimar y darme un recreo y sin embargo, en mi mente, sigo permitiendo que la mirada ajena me condicione, me presione y que los comentarios ‘bien intencionados’ desde la distancia virtual, afecten mi estado de ánimo.

Como persona extremadamente sensible y perceptiva, me afectan las energías de las personas y los espacios.  No es algo que se pueda o se deba controlar.  Como Terapeuta Holística, cuido el espacio, los tiempos y las energías, armonizando y conteniendo; antes, durante y después de cada turno.  Cualquier actividad que se haga desde un enfoque holístico (clases, talleres o sesiones terapéuticas) representan un desgaste físico y energético, requieren de un tiempo anterior y posterior para recuperar y equilibrar energías y cuidar del espacio, y además nos obligan a cuidar de nosotros con mucho más esmero.  Somos canales, cuenco para dar y la vasija temporaria donde quienes acuden a nosotros, depositan o desechan todas sus penas y angustias.

El valor económico que se le asigna a una clase, una sesión o un taller, debe contemplar no sólo el tiempo que dedicamos a esa persona, sino que además debe compensar: el desgaste energético, mental y emocional, el tiempo necesario para preparar el material y disponernos amorosamente; la idoneidad, el talento y los dones para realizar la tarea; el tiempo de descanso necesario entre cada actividad para recuperarnos y renovar energías y todos los insumos que usamos (incluyendo recursos que generamos o compramos, limpias energéticas y la limpieza y desinfección física del lugar y objetos).

Muchas veces, como Terapeuta Holística y como persona sensible, me dejo llevar por mi empatía y por las necesidades de los otros y termino cobrando menos de lo que debiera, aceptando gente que no valora mi tarea, trabajando con gente cuyas energías me hacen más mal que bien, regalando mi trabajo, haciendo descuentos por largos períodos de tiempo o incluso sosteniendo relaciones profesionales en las que la otra persona no aporta el esfuerzo necesario para lograr los resultados esperados.

Entonces, llego a este punto, donde no tengo energía ni siquiera para hacer lo que me gusta, sostener una aguja de crochet, consultar el Tarot todos los días o escribir los libros que tengo pendientes; tampoco tengo la claridad para leer ni el ánimo para disfrutar la lectura.



No sé qué es peor, si salir a pedir ayuda públicamente aunque avergüence a mis contactos y familia; o llegar a este letargo en el que solo quiero dormir y no encuentro las palabras para explicar, justificar o demostrar que de verdad necesito ayuda, sí, otra vez.

Como docente e intérprete simultanea, tengo la capacidad innata para explicar, traducir y exponer una idea desde diferentes ángulos.

Sin embargo, cuando el desgaste es tan grande, una quisiera encontrarse con personas que puedan leer las señales, comprender sin discursos y mirar en los silencios.

Pido disculpas, si hay días en que no puedo estar para ti.
Si me conoces, ya sabes, que cuando logre estar para mí, volveré a estar para ti también.

Debo cuidarme, como puedo, desde estas circunstancias que me tocan vivir.
Sólo Dios sabe.


En tus manos estoy Señor.
Lo siento, hoy no puedo remar.

Si sientes que puedes ayudar, por favor busca los enlaces al final de esta publicación.
Gracias
Bendiciones

Susie
Susannah




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Gracias nuevamente.
Dios bendiga tu generosidad.



miércoles, 8 de julio de 2015

Tratado sobre el Amor

A mis hijos

A mis nietos
A mis amados
A mi ahijada

Creo en el amor que todo lo puede, que todo lo sabe y que todo lo alcanza.

Será por eso que me cuesta entender ese amor que se dosifica, se mide y se negocia.  Allí afuera nadie tiene tiempo, ni junta suficientes ganas, ni se desprende de lo conveniente.

Lo malo de amar así, tan intensa y profundamente, es que en un rincón inquieto de nuestro corazón, añoramos que nos amen así como amamos y nos entristecemos cuando alguien que dice amarnos, nos deja con apenas el sonido del amor.

Será por eso que mi amor no te alcanza, porque amamos de manera tan diferente y esperamos muestras de amor tan distintas, que no disfrutamos lo que recibimos sin importar cuánto sea.



Al final, sólo nosotras podemos amarnos del modo en que amamos, sólo nosotras sabemos del frío, el vacío, las ausencias y las carencias que dejaron las palabras que eran apenas ruido.



Te amo, cuando con mi rezo, siembro rosas allí donde olvidaste cuidar tu jardín invisible.

Te amo, al tejer tus alas con cada respiro, con cada latido.

Te amo, cuando aprendo a sanarme para que tú sanes.

Te amo, si invento un momento que mi día no tiene, para lograr estar presente en tu vida tan distante.

Te amo al fabricar un tesoro con dos monedas guardadas y un mapa que apenas uso.

Te amo cuando descreo de excusas y encuentro el modo para que lo imposible sea posible.

Te amo si envuelvo una caja de colores para sorprenderte en tu no cumpleaños.

Te amo al pedirle a mi cuerpo que ignore dolor y enfermedad y que haga todo lo que quiero para que conozcas mi amor.

Te amo cuando te sé feliz aunque yo ya no pueda fabricar tu felicidad.

Te amo si escondo mis penas para que me recuerdes sólo por un ramito de violetas.

Te amo cuando aprendo a no esperarte, cuando me acostumbro a tu independencia, cuando me callo lo que me gustaría para respetar lo que eliges, cuando acepto que tu modo de amar es lo que la vida te dejó.

Porque el verdadero amor no se pide, no se ruega, no se mendiga, no se sufre ni se explica.

Te amo más de lo que puedas percibir ahora.

Te amo y con eso me alcanza.


Sin embargo, a Dios le pido que atraviese tu corazón con su amor infinito para que conozcas el amor que todo lo puede y hagas milagros en la vida de quienes elijas amar.



Susie
Susannah
Amor de madre
Amor de mujer
8 de julio de 2015