En realidad, desde que era una niña pequeña, fui siempre la chica de los globos negros y grises. Me sentía segura y a salvo con ellos porque era lo único que conocía y porque había aprendido que si tenía globos demasiado bonitos, me los podrían quitar. Estaba convencida de que los globos de colores eran para otros niños, otras adolescentes, otras mujeres; así como esos globos que flotan en el aire y que yo nunca pude disfrutar. Crecí creyendo que la magia de los cumpleaños y la magia de la navidad era algo que sucedía en las películas o en la vida de personas que jamás querían compartir conmigo. ¿Quién quiere jugar con una niña triste que solo lleva globos grises y negros?
Alguna vez, en mi adolescencia, leí un poema sobre una rosa azul. Era un texto precioso que alguien había dedicado a su hijo con capacidades diferentes, porque una rosa azul es algo tremendamente misterioso, bello y único. Yo me esforzaba por tener globos azules, amaba ese color, pero mi mano seguía aferrada siempre a los globos negros y grises y los defendía como si ellos fueran parte de mi identidad.
Aunque no lo creas, me llevó más de 50 años reconocer, aceptar y comprender, que nadie me regalaría los globos de colores; que yo debía comenzar a cambiar uno por uno mis globos sombríos, soltar cada globo, dejarlo ir y así poder sujetar un nuevo globo diferente a todo lo que había en mi corazón.
Te comprendo, me he sentido igual, casi toda mi vida. Tienes miedo de soltar todos tus globos negros y grises de una sola vez. Tienes miedo de quedarte con la mano vacía, adormecida de sujetar con tanta fuerza tus heridas, sombras y fantasmas. Te dices una y otra vez, que los soltarás cuando tengas la certeza y la promesa garantida de que recibirás globos de colores que nadie te quitará, que no se pincharán y jamás perderán sus colores. No existe tal garantía. Los colores cambian, se destiñen, se manchan con la lluvia y el barro de las tormentas. Algunos globos se desinflan cuando el calor del verano lo agobia. Otros globos se pinchan cuando pasamos junto a alguien que se rodea de espinas para no ser dañado. Nada es para siempre y menos aún un puñado de globos. Y en eso radica la aventura y el asombro: disfrutar de los globos que hoy tenemos y soltarlos cuando es necesario para recibir otros nuevos, quizá algunos dorados y plateados, quizá algunos con estampas divertidas.
Por eso, si me ves ofreciéndote uno de mis globos de colores, es porque estoy abriendo mi corazón para ti, porque sé que puedes y necesitas conocer la alegría de contemplar un color nuevo en tu vida; porque sé que las heridas duelen y pesan, pero también sé que hace falta valentía y decisión para comenzar a sanar.
Si has pedido ayuda a Dios, quizá este globo que te ofrezco sea parte de Su respuesta. Yo sé que esperas a que mágicamente tus globos amanezcan coloridos y tus ropas sean maravillosas y brillantes de un día para otro. La vestimenta y los colores de tu corazón, cambiarán cuando seas capaz por fin de soltar tus globos sombríos y aprendas a inflar con tu aliento sagrado nuevos globos con colores jamás soñados. Cuando lo haces, te lo aseguro, sientes tan liviano tu corazón, que puedes flotar junto con tus globos fantásticos por encima de turbulencias y limitaciones.
Tengo un globo de un color nunca visto. ¿Lo aceptas?
Susannah Lorenzo©
Tejedora de Puentes
Que belleza de reflexión Susie, 🤗 gracias por compartir 🙏
ResponderEliminarMuchas gracias Liby por leer desde los colores de tu corazón.
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