A veces dejamos que las personas nos castiguen y nos
juzguen, porque interiormente nosotros estamos llenos de culpa y sentimos que
hemos fracasado aunque hayamos hecho todo lo que estaba a nuestro alcance y
realmente hiciéramos lo mejor que podíamos con los recursos y la situación.
Una de las situaciones dolorosas de mi último viaje y
encuentro familiar, fue darme cuenta que aún mi familia (incluyendo mis hijos)
me acusan de haber “abandonado” a mis
hijos cuando eran adolescentes, ‘enviándolos’ con su padre. Sumado a eso, cada vez que tienen ocasión
(generalmente para fechas especiales) me recriminan haber tomado siempre
decisiones equivocadas (en realidad usan palabras ofensivas que no quiero
reproducir).
No tienen ganas de escuchar mi verdad, prefieren sostener
una verdad que construyeron a través de ‘me dijeron’, ‘supuse’, ‘me imaginé’,
porque la mayoría no estaban ahí; y mis hijos que eran adolescentes, no
supieron toda la verdad en su momento.
1984 – Me casé (embarazada) con el padre de mis tres hijos,
quien desde el comienzo no asumió su responsabilidad ni como padre ni como
esposo. Yo estudiaba, llevaba la casa,
cuidaba mis hijos, trabajaba fuera de casa y en casa y me ocupaba de todo lo que
había que resolver.
1988 – Me mudé a Mendoza (desde San Juan) con mis tres hijos
(la menor de 10 meses) escapando de una situación de violencia doméstica (con
todos los tipos de violencia posible).
Siempre fui madre sola, aunque me divorcié pronto, era una
madre soltera. Para quien no lo es y no
sabe lo que implica, una madre sola decide todo, resuelve desde las tareas de
la casa como limpieza y lavado, las compras diarias y semanales, salir a
trabajar fuera para conseguir el sustento, pagar las cuentas, elegir la escuela,
lidiar con las maestras que exigen una madre presente; en resumen, es una sola
persona para cumplir dos roles.
El padre biológico de mis hijos jamás cumplió con la cuota
alimentaria estipulada (tengo resúmenes de cuenta bancaria judicial sin
movimiento que lo demuestran) y hubo un
momento en que me cansé de recorrer juzgados de familia, comisarías y
audiencias. Conseguir trabajo siendo una
madre sola de tres hijos no es fácil, debes prometer que vas a trabajar como
una mujer soltera y serás eficiente sin importar lo que pase en tu casa; lo
cual implicaba no tener permiso ni tiempo para ir a reuniones escolares o
audiencias para pelear por un derecho que debería ser defendido por el estado.
Cuando trabajas entre 12 y 16 horas por día, duermes 4 y
tienes tanto para resolver y decidir, seguramente te equivocas. La mayor parte del tiempo una se siente
abrumada, sobrecargada, exigida, fuera de control y simplemente hace lo mejor
que puede con los recursos que tiene, y muchas veces, como siempre digo, se
elije lo menos malo, sabiendo que no es lo ideal ni lo que necesitamos.
Cometí muchos errores, claro que sí, quien mucho hace, más
posibilidades de cometer errores tiene.
Quien nada hace, pues no se equivoca y no es juzgado ni criticado,
simplemente se convierte en una montaña de excusas ausentes y que luego se lavan
con un par de mentiras.
Es muy difícil tener capacidad de ahorro cuando tienes que
pagar guardería o niñera para que cuiden a tus hijos mientras trabajas, más de
la mitad del sueldo se va en eso y en el consumo extra que significa otra
persona en tu casa. Si estás fuera de
casa 12 horas trabajando, probablemente ni los alimentos ni los elementos de
limpieza rindan como si tú los cuidarás, seguramente habrá derroche y en el
peor de los casos, gastarás casi el doble que si tú estuvieras en casa, porque
además cuando llegas no tienes tanto tiempo para hacer todo lo que tienes que
hacer.
2001 – Luego de quedarnos dos veces en la calle por no poder
pagar el alquiler y andar con un par de bolsos en lugares prestados, decidí
escribir una carta y reclamar al padre de mis hijos, amenazándolo con incluirlo
en el Registro de Padres Morosos que se había creado en el país. Yo estaba muy
mal de salud, con endometriosis, fibromialgia y una neumonía que me dejó más
débil que de costumbre. Mi salud se agravó luego con anemia y episodios de
amnesia.
45,000 Pesos argentinos – Esa era la deuda que el padre de
mis hijos tenía conmigo cuando mi salud y mi falta de trabajo complicaron
nuestras vidas y yo tuve miedo de que algo me pasara y mis hijos quedaran en la
calle, desparramados en alguna institución.
Astutamente, el padre de mis hijos envió un par de meses el valor
aproximado de la cuota alimentaria mensual para que pudiéramos pagar un alquiler, luego
exigió visitarlos y repentinamente dijo que le era imposible seguir aportando
lo que le correspondía. Envió una carta
para ofrecer techo, escuela y comida para mis hijos como compensación. Eligió no ponerse al día con lo que debía y
no hacerse cargo regularmente de las cuotas alimentarias (como era su
obligación) hasta que mis hijos cumplieran 21 años. Desbordada, enferma, agotada y exhausta,
preferí enviarlos con él, porque sabía que tendrían casa, comida y
escuela. No quería verlos pasar más
hambre ni perder otro año de escolaridad.
Ninguna de las personas que me juzgan o sostienen sus verdades estaba
ahí. Solo yo, Solo Dios, sabemos lo que
sentí y que no puede medirse ni demostrarse en números.
Aún teniendo 58 años, cada vez que mi situación se complica
financieramente o mi salud se complica, llueven las críticas, las palabras
ofensivas y la certeza de que todo es mi culpa, porque hice todo mal; como si
alguna de esas personas hubiera podido hacer algo mejor en mi situación.
Los adjetivos que suelen usar (y que se pueden repetir) son:
irresponsable, mala madre, inestable emocionalmente, inútil financieramente,
mala administradora del dinero, desamorada y ‘abandónica’ (propensa a abandonar
a los seres queridos).
5,591,441 Pesos argentinos – Es el valor de la deuda que
sostiene el padre de mis hijos conmigo.
Es decir, lo que en 2001 era 45,000 pesos, ahora equivale a cinco
millones, quinientos noventa y un mil, cuatrocientos cuarenta y uno (al
2022). Esa deuda nunca fue cancelada
y no es un dinero que le debe a mis hijos, a mis hijos les debe la ausencia
emocional. La persona que trabajó hasta
dañar su salud, su sistema nervioso y su equilibrio emocional, fui yo. La persona que no pudo disfrutar su época
maternal y compartir más tiempos con mis hijos fui yo. La persona que pasó noches sin dormir para atenderlos cuando estaban enfermos o padeció junto con ellos en un hospital, fui yo. La persona que movió cielo y tierra para conseguir lo que sus niños necesitaban, fui yo. La persona que aún bicicleta anduvo kilómetros para conseguir atención médica para sus hijos, fui yo. La persona que tuvo que
dejarlos ir para que vivieran con comodidades que yo no podía darles, fui yo.
Hay números de los que nadie habla, deudas que nadie critica
y todos justifican, comportamientos y omisiones que todos pasan por alto.
Sé que aunque escriba esto, nadie cambiará de idea, ni
tampoco cambiarán sus actitudes o sus palabras hacia mí. Pero escribo este recordatorio, para no
sentirme terrible cada vez que no logo estabilizarme económicamente, para no
dejarme maltratar verbalmente por las personas que más amo.
Sé también que a esa persona no le quita el sueño la deuda
que nunca canceló e incluso debe creer que son su ‘heroica’ decisión de darles
techo, comida y escuela en la adolescencia (cuando ya estaban criados), había compensado todas sus deudas. Cabe aclarar que solo mi hijo varón se quedó
en su casa hasta independizarse. Mis
hijas mujeres no alcanzaron a estar dos años con él.
Pero jugar con la idea de que hay una persona que me debe 5
millones y medio de pesos argentinos, me ayuda a ver las cosas en otra
perspectiva, porque en cualquier momento que esa deuda se pague, me ayudaría a
ordenar muchas cosas en mi vida.
Me pasé gran parte de mi vida justificando decisiones,
sintiéndome culpable por mis errores y dejándome enredar por mentiras y
verdades inventadas. A punto de terminar
2022 digo ‘basta’, ‘hasta aquí’. A quien
le incomode la verdad, que no escuche o se mantenga en la distancia. Quien esté a mi lado o comparta momentos
conmigo deberá respetarme, escucharme y ponerse dos segundos en mis zapatos
para imaginar cómo es transitar un camino que nunca recorrieron.
Susannah Lorenzo / Destejiendo Puentes maltrechos
15 de diciembre de 2022