Mostrando entradas con la etiqueta tiempo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta tiempo. Mostrar todas las entradas

sábado, 15 de abril de 2023

Aprender a aceptarse


 

Esta Carta de Puentes ya me ha aparecido recientemente, no es un mensaje nuevo para mí, es un trabajo  que comenzó cerca de los 40 y parece no tener fin.

Es fácil aceptarse cuando nos aceptan, nos celebran, nos elogian, nos acompañan en nuestros proyectos y aplauden nuestros talentos.  El desafío es Aceptarse cuando otros nos rechazan o simplemente nos invisibilizan.

Es casi espontaneo aceptarse cuando nuestra cosecha es abundante, cuando nuestros proyectos florecen en los tiempos que necesitamos y cuando todo aquello que nos proponemos parece fluir fácilmente.    Lo difícil es aceptarse cuando todo se demora, se traba o simplemente no sucede según nuestras expectativas.

Hay que hacer un esfuerzo para aceptarse cuando nuestra magia ha dejado de funcionar para no incomodar a otros;  o cuando los cielos nublados solo prometen tormentas y el pronóstico se equivoca al anunciar el regreso del sol radiante.


Así está el cielo desde hace unos días en San Luis, Argentina

Cuando nuestra niña interior solo creció  con juicios, amonestaciones, condenas, críticas y menosprecio; seguramente desarrolló un mecanismo de defensa para ser ‘aceptada’.  En ese proceso de ser ‘aceptados’ a cualquier precio, desarrollamos la habilidad de escondernos, hacer invisibles nuestros dones, ocultar nuestros talentos, transformar nuestra personalidad y hacer ajustes en el brillo de nuestra luz, para disminuir el rechazo.  Sin embargo, al luchar inconscientemente para no ser rechazados, terminamos inevitablemente rechazándonos nosotros mismos.  Nos negamos.  Nos desconocemos.  Nos alejamos de nuestra esencia. No aceptamos esa versión perfectamente divina creada por Dios, porque interfiere con las expectativas, deseos y frustraciones de las personas que nos rodean.

Esta carta llega para recordarme que tengo que aceptarme cuando menos creo que lo merezco, cuando parece que soy un fracaso, cuando no logro nada bonito, cuando me cuesta creer que Dios me hizo así, a su imagen y semejanza; cuando el propósito divino no concuerda con estadísticas, reglas sociales y mandatos familiares.

Entonces, me paro frente al espejo, me miro con compasión y repito: Me Acepto; aunque solo parezca un eco vacío, aunque no termine de sentirlo o creerlo; porque de tanto decírmelo, terminaré creyéndolo y creando el sentimiento que necesito.  Las frases que nos llevaron a no aceptarnos, fueron repetidas en nuestra vida, cientos y miles de veces, por eso resultaron efectivas.  Ahora nos toca a nosotras, convencernos de lo que Dios ya sabe.


Repito este Mantra 3 veces en la mañana y 3 veces en la noche.  Prueba.

Susannah Lorenzo©

Tejedora de Puentes

Susie, sentada a la orilla de un Puente perdido en la neblina

 

Así está el cielo desde hace unos días en San Luis, Argentina


Si quieres acompañar tu camino de sanación con las Cartas de Puentes, puedes adquirir el Pack Digital (Ebook + Gif animado) para consultar cada día en tu celular.




viernes, 19 de noviembre de 2021

¿Cuánto dura el dolor?

 He sido mujer de apurar los procesos, acortar las agonías, arrancar de cuajo, enterrar bajo lápidas de mármol y someterme a sobredosis de anestesia emocional, para empezar a fojas cero, borrando etapas completas de mi vida.

Si, la paciencia no es algo que se me dé naturalmente. Es algo que trabajo y cultivo, pero no me gusta alargar el sufrimiento y mirarme la herida todos los días.

No es sano; no es recomendable. Es altamente peligroso y los efectos colaterales pueden crear enfermedades o distorsionar nuestra percepción de la realidad.




Desde el 02 de mayo, día en que me despedí de Blackie, han pasado más de 7 meses.  Mi mente cree que a esta altura ya debería haberlo superado.  Cuando una foto suya (de esas que me recuerda Facebook) hace brotar lágrimas en mis ojos, me pregunto hasta cuándo, ¿cuánto durará el dolor?  ¿Cuánto tardará en sanar la herida?

En mis esfuerzos por desapegar mi energía, dejarlo libre y desear que pueda encontrar amor y alegría y un espacio divertido donde vivir su vida tan mágica y sabia; a veces hago como si no hubiera sido un duelo importante, una separación de esas que te dejan ahogada en lágrimas y el corazón partido en dos. 

Uno de los gatos vagabundos insiste, es el que tiene el cuerpo negro y algunas manchas blancas cerca de su cara.  En realidad, no sé si es él o ella.  No comprende mi hostilidad forzada, es como si supiera que en el fondo de mi corazón, me encantaría ignorar las prohibiciones y reclamos de los dueños.  No solo se instala debajo de la escalera y maúlla como llorando; sigue usando las escaleras de mi departamento como pasaje al techo del galpón vecino y además, desde ese techo se sienta y me mira.  No importa si lo miro por la ventana o abro la puerta, no se mueve, me mira fijo y hacemos una competencia de miradas intensas.  Es como si quisiera decirme muchas cosas.  Sostiene la mirada un largo rato.  Generalmente, soy yo la que gana, luego de silenciosamente pedirle que se vaya y explicarle que nada puedo hacer por él, sin tener problemas.

Hoy estuve buscando un lugar donde conseguir un par de sahumerios para poder retomar las sesiones de Tarot.  Di muchas vueltas, hasta que recordé que en una de las caminatas, había visto un cartel estilo brujil frente a la plaza.  El lugar era extraño, al menos, donde me hicieron pasar, una especie de garaje con decenas de atrapa-sueños gigantes tejidos a crochet y bidones enormes para vender productos de limpieza.  En un rincón, una gatita descansaba.  Bastó que la dueña fuera a buscar unos conos para sahumar, y ella comenzó a saludarme, restregarse entre mis piernas e incluso mirarme como pidiéndome que la alzara en mis brazos.  Daba vueltas entre mis piernas como si me conociera o como si reconociera la Bruja Azul.

Sigo deseando que Blackie haya sabido encontrar un buen lugar, gente amorosa y con la sabiduría suficiente para comprenderlo.




Esta falta de relación amorosa me afecta.  No tengo plantas (debería), no puedo tener mascotas, ni relacionarme con los gatos del vecindario, no comparto tiempo con otras personas y toda mi vida se ha vuelto solo un Puente virtual.

Cuando me siento triste y me duele el pecho, imagino que éste es apenas un lugar temporal, que me voy a vivir a la villa ecológica de Las Dalias o un lugar con un poco más de espacio y libertad.

Hoy, después de estar encerrada 11 días, he disfrutado caminar, el sol casi de verano y la vista de las sierras con tintes verdosos.

¿Cuánto tiempo me dolerá Blackie?  Solo Dios sabe.  Deseo de corazón, que yo ya no le duela a él y haya perdonado mi ‘abandono’ forzado.

Susie

Amores desencontrados

Amor no ejercido


miércoles, 26 de marzo de 2014

Respetar la herida

Cuando nos lastimamos en alguna parte visible del cuerpo, atendemos la herida porque sabemos que será importante para una correcta sanación.  Más aún, cuando esa herida está en alguna de las extremidades, prestamos atención para no usar en exceso el brazo o la pierna afectada.  Somos conscientes de que hace falta desinfectar, vendar y aplicar algún cicatrizante más de una vez al día;  luego hay un período en que la herida necesita cuidados pero también necesita aire y  un poco menos de venda.   Si no seguimos los pasos necesarios, la herida puede infectarse y el dolor que nos causa se hace insoportable.  Es difícil, además, seguir una vida normal, con una herida que no sana.

Cuando la herida es interior e invisible, se siente igual o aún más que una herida externa.  Podemos sentir un tajo que nos parte en dos el corazón.  Podemos  incluso palpar la falta de un órgano o una parte nuestra cuando el desgarro es inmenso.  Las heridas emocionales necesitan tanto cuidado como una herida física.  Mas, nos descuidamos, aplicamos una gran venda oscura que nos haga olvidar lo más pronto posible ese dolor tan grande, no seguimos los pasos, dejamos que el tiempo se encargue y pretendemos “como mujeres superadas” seguir adelante con nuestra cotidiana rutina.

Hasta que un día, después de meses o años, basta un sonido, una palabra o un hecho casi insignificante, para devolvernos un dolor inexplicable de esos en los que las lágrimas parecen de sal y nos queman los ojos.  Entonces miramos hacia dentro y recordamos la herida, para descubrir que bajo la venda, nada ha sanado.  Escondida por la venda, una grieta, un pozo, un charco de lodo que aún no respira.

Si respetáramos, si cuidáramos nuestras heridas internas, si les diéramos el tiempo y la atención necesaria; todo sería un poco más fácil, un poco menos agónico en el transcurso del tiempo.  

El tiempo no cura, el tiempo no sana.  El tiempo apacigua las aguas turbulentas y seca las lágrimas, pero sólo el amor y el cuidado puede realmente sanar.
Susie©
26 de marzo de 2014


miércoles, 17 de julio de 2013

Tiempo



Las madres deberíamos tener el don de viajar en el tiempo, de poder (al menos una vez al año o en épocas de melancolía) volver hacia atrás, elegir un momento para volver a acariciar a nuestros hijos pequeños, para sostenerlos en silencio, para sanar alguna herida que no alcanzamos a curar, para simplemente vivir en cámara lenta aquel tiempo que pasó tan rápido.
Susie©
julio de 2013