He sido mujer de apurar los procesos, acortar las agonías, arrancar de cuajo, enterrar bajo lápidas de mármol y someterme a sobredosis de anestesia emocional, para empezar a fojas cero, borrando etapas completas de mi vida.
Si, la paciencia no es algo que se me dé naturalmente. Es algo que trabajo y cultivo, pero no me gusta alargar el sufrimiento y mirarme la herida todos los días.
No es sano; no es recomendable. Es altamente peligroso y los efectos colaterales pueden crear enfermedades o distorsionar nuestra percepción de la realidad.
Desde el 02 de mayo, día en que me despedí de Blackie, han pasado más de 7 meses. Mi mente cree que a esta altura ya debería haberlo superado. Cuando una foto suya (de esas que me recuerda Facebook) hace brotar lágrimas en mis ojos, me pregunto hasta cuándo, ¿cuánto durará el dolor? ¿Cuánto tardará en sanar la herida?
En mis esfuerzos por desapegar mi energía, dejarlo libre y desear que pueda encontrar amor y alegría y un espacio divertido donde vivir su vida tan mágica y sabia; a veces hago como si no hubiera sido un duelo importante, una separación de esas que te dejan ahogada en lágrimas y el corazón partido en dos.
Uno de los gatos vagabundos insiste, es el que tiene el cuerpo negro y algunas manchas blancas cerca de su cara. En realidad, no sé si es él o ella. No comprende mi hostilidad forzada, es como si supiera que en el fondo de mi corazón, me encantaría ignorar las prohibiciones y reclamos de los dueños. No solo se instala debajo de la escalera y maúlla como llorando; sigue usando las escaleras de mi departamento como pasaje al techo del galpón vecino y además, desde ese techo se sienta y me mira. No importa si lo miro por la ventana o abro la puerta, no se mueve, me mira fijo y hacemos una competencia de miradas intensas. Es como si quisiera decirme muchas cosas. Sostiene la mirada un largo rato. Generalmente, soy yo la que gana, luego de silenciosamente pedirle que se vaya y explicarle que nada puedo hacer por él, sin tener problemas.
Hoy estuve buscando un lugar donde conseguir un par de sahumerios para poder retomar las sesiones de Tarot. Di muchas vueltas, hasta que recordé que en una de las caminatas, había visto un cartel estilo brujil frente a la plaza. El lugar era extraño, al menos, donde me hicieron pasar, una especie de garaje con decenas de atrapa-sueños gigantes tejidos a crochet y bidones enormes para vender productos de limpieza. En un rincón, una gatita descansaba. Bastó que la dueña fuera a buscar unos conos para sahumar, y ella comenzó a saludarme, restregarse entre mis piernas e incluso mirarme como pidiéndome que la alzara en mis brazos. Daba vueltas entre mis piernas como si me conociera o como si reconociera la Bruja Azul.
Sigo deseando que Blackie haya sabido encontrar un buen lugar, gente amorosa y con la sabiduría suficiente para comprenderlo.
Esta falta de relación amorosa me afecta. No tengo plantas (debería), no puedo tener mascotas, ni relacionarme con los gatos del vecindario, no comparto tiempo con otras personas y toda mi vida se ha vuelto solo un Puente virtual.
Cuando me siento triste y me duele el pecho, imagino que éste es apenas un lugar temporal, que me voy a vivir a la villa ecológica de Las Dalias o un lugar con un poco más de espacio y libertad.
Hoy, después de estar encerrada 11 días, he disfrutado caminar, el sol casi de verano y la vista de las sierras con tintes verdosos.
¿Cuánto tiempo me dolerá Blackie? Solo Dios sabe. Deseo de corazón, que yo ya no le duela a él y haya perdonado mi ‘abandono’ forzado.
Susie
Amores desencontrados
Amor no ejercido
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