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sábado, 25 de mayo de 2013

25 de mayo



Yo tenía un tío que era flaco y alto, andaba en bicicleta y escribía poemas.  Le gustaba la letra llena de firuletes que aprendió solito en un libro de caligrafía.  Tenía la vida simple y el corazón gigante, sanaba con las manos y amaba con la palabra.

Para mi cumpleaños, yo era feliz con su ramito de violetas, su paseo en bicicleta y una bandeja llena de pastelitos de dulce de Camote (batata) casero.  Su cocina no tenía grandes recetas pero sí la magia del cariño.



Su cumpleaños es un tesoro en mi memoria, porque el 25 de mayo, allí donde yo nací, era día de desfile, de zapatos lustrados, de la ropa impecable, de la bandera ondeando y de la patria como orgullo.  Al terminar el desfile con todas las escuelas, festejábamos en casa de mi tío, con sus empanadas que parecían la multiplicación de los peces porque en su bolsillo nunca había dos monedas.  Y de postre, por supuesto, sus pastelitos de siempre, unas empanadas pequeñitas rellenas con su dulce de camote, fritas y crujientes.  La sobremesa y la siesta eran siempre tardes de sol y vereda, de mandarinas y de afectos.



Por eso, este 25 de mayo, cocino cupcakes cuyanitos de membrillo en honor de ese tío que compartía conmigo, la poesía de la vida.

Susie
25 de mayo 2013

domingo, 20 de enero de 2013

Recuerdos fragmentados



Cuando vi la película “Eterno resplandor de una mente sin recuerdos”, recordé que a mí no me hace falta tecnología, ni inyecciones, ni drogas.  Soy capaz de borrar de un plumazo un mes, un año, diez años de mi vida, una etapa completa, sin dejar rastro alguno.  “Shots de anestesia” como le llamo yo, que me permiten seguir adelante y deshacerme del dolor.







Cargo así, con unas cuantas lápidas con nombre y apellido, algunas tumbas anónimas y algunas cajas con archivos clasificados duermen en un desván al que no sé cómo acceder.

Puede suceder que alguien me vea y me recuerde y yo ni siquiera sepa su nombre o encuentre un vestigio en mi memoria, si esa persona transitó en una de esas etapas borradas.


Peor aún, puede un viento intenso soplar en Navidad y desde un onírico mensaje mostrarme que bajó algunas lápidas aún laten sentimientos que jamás murieron.  Me doy cuenta que quisiera no haber borrado, no haber quemado cada centímetro de evidencia para poder aferrarme ahora a algo tangible.  Sólo aparecen fragmentos, algunas frases sueltas, sensaciones aisladas sin fecha ni lugar.


Alguien dijo que escribir sobre esa historia guardada, redimiría, sería como un ejercicio de catarsis y sanación.  Sin embargo, ¿Cómo adentrarse en los laberintos de mi desván si sólo hay retazos, fragmentos y cenizas.


Acaso, como dice Clarissa Pinkola Estess, debería comenzar a cantar sobre los huesos, las cenizas y las esquirlas.


No puedo evitar que mi vida sea tan intensa,  que recorra tantas dimensiones y tanto tiempo en tan pocos meses.


Aún me sorprende reencontrarme con gente de mi edad que sigue viviendo donde mismo, padeciendo la misma vida desde hace 20 o 30 años, sin altibajos, sin pasiones, sólo rutina.  Ellos jamás podrían entender por qué uno no recuerda, algún lugar, algunas gentes.

Soledad Lorena

25 de Noviembre


Es Navidad y he despertado contigo en mi sueño, después de  más de 20 años.  Estabas ahí, hablándome con tanta seguridad, con toda tu presencia, con todo lo que siempre me enamoró de vos.  Ese fue mi regalo de Navidad, aunque duela a mares, aunque haya llorado todo un río.