Yo tenía un tío que era flaco y alto, andaba en bicicleta y
escribía poemas. Le gustaba la letra
llena de firuletes que aprendió solito en un libro de caligrafía. Tenía la vida simple y el corazón gigante,
sanaba con las manos y amaba con la palabra.
Para mi cumpleaños, yo era feliz con su ramito de violetas,
su paseo en bicicleta y una bandeja llena de pastelitos de dulce de Camote (batata)
casero. Su cocina no tenía grandes
recetas pero sí la magia del cariño.
Su cumpleaños es un tesoro en mi memoria, porque el 25 de
mayo, allí donde yo nací, era día de desfile, de zapatos lustrados, de la ropa
impecable, de la bandera ondeando y de la patria como orgullo. Al terminar el desfile con todas las
escuelas, festejábamos en casa de mi tío, con sus empanadas que parecían la
multiplicación de los peces porque en su bolsillo nunca había dos monedas. Y de postre, por supuesto, sus pastelitos de
siempre, unas empanadas pequeñitas rellenas con su dulce de camote, fritas y
crujientes. La sobremesa y la siesta
eran siempre tardes de sol y vereda, de mandarinas y de afectos.
Por eso, este 25 de mayo, cocino cupcakes cuyanitos de
membrillo en honor de ese tío que compartía conmigo, la poesía de la vida.
Susie
25 de mayo 2013
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