Cuando vi la película “Eterno resplandor de una mente sin
recuerdos”, recordé que a mí no me hace falta tecnología, ni inyecciones, ni
drogas. Soy capaz de borrar de un
plumazo un mes, un año, diez años de mi vida, una etapa completa, sin dejar
rastro alguno. “Shots de anestesia” como
le llamo yo, que me permiten seguir adelante y deshacerme del dolor.
Cargo así, con unas cuantas lápidas con nombre y apellido,
algunas tumbas anónimas y algunas cajas con archivos clasificados duermen en un
desván al que no sé cómo acceder.
Puede suceder que alguien me vea y me recuerde y yo ni
siquiera sepa su nombre o encuentre un vestigio en mi memoria, si esa persona
transitó en una de esas etapas borradas.
Peor aún, puede un viento intenso soplar en Navidad y desde
un onírico mensaje mostrarme que bajó algunas lápidas aún laten sentimientos
que jamás murieron. Me doy cuenta que
quisiera no haber borrado, no haber quemado cada centímetro de evidencia para
poder aferrarme ahora a algo tangible.
Sólo aparecen fragmentos, algunas frases sueltas, sensaciones aisladas
sin fecha ni lugar.
Alguien dijo que escribir sobre esa historia guardada,
redimiría, sería como un ejercicio de catarsis y sanación. Sin embargo, ¿Cómo adentrarse en los
laberintos de mi desván si sólo hay retazos, fragmentos y cenizas.
Acaso, como dice Clarissa Pinkola Estess, debería comenzar a
cantar sobre los huesos, las cenizas y las esquirlas.
No puedo evitar que mi vida sea tan intensa, que recorra tantas dimensiones y tanto tiempo
en tan pocos meses.
Aún me sorprende reencontrarme con gente de mi edad que
sigue viviendo donde mismo, padeciendo la misma vida desde hace 20 o 30 años,
sin altibajos, sin pasiones, sólo rutina.
Ellos jamás podrían entender por qué uno no recuerda, algún lugar,
algunas gentes.
Soledad Lorena
25 de Noviembre
Es Navidad y he despertado contigo en mi sueño, después de más de 20 años. Estabas ahí, hablándome con tanta seguridad, con toda tu presencia, con todo lo que siempre me enamoró de vos. Ese fue mi regalo de Navidad, aunque duela a mares, aunque haya llorado todo un río.
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