viernes, 14 de marzo de 2014

Sobre el dolor y la compasión


Dolor

No hay una medida para el dolor.  No hay comparación posible para determinar si hay un dolor peor que otro.  La persona que sufre porque su corazón ha sido destrozado, despojado, mancillado o sacudido por uno de esos terremotos que no dejan nadie en pie, no necesita que otra persona le diga que podría haber sido peor, que hay males peores, que hay dolores más graves, que hay perdidas más feroces.  En ese momento, para esa persona, la sensación de dolor, impotencia, vacío y desazón al enfrentarse a lo inevitable, es única.  Y la magnitud no sólo depende del hecho exterior sino de la sensibilidad de la propia persona, del apego, de las proyecciones y de los sueños que estaban ligados a la catástrofe, por así llamarla.

No se puede entender ni aún menos comprender lo que no se ha vivido, lo que jamás ha sido parte de nuestras experiencias.  Se puede imaginar pero por sobre todo se debe respetar.

Compasión
Digamos que alguien mira hacia una planta que se encuentra en un vaso dentro de la casa. Por el  mirar compasivo, en vez de observar  si gusta de ella o no, se pregunta, ¿cómo se  sentirá ella, sin la luz del sol, el  agua de la  lluvia y sin sus plantas amigas y compañeras?

"(...) Mirar al  otro y  ver  qué afecta la existencia de él, para nosotros manifestarnos de forma positiva, para remover los obstáculos, eso es compasión. Para promover las cualidades positivas, eso es amor.”
Lama Padma Samten

La compasión tiene dos componentes. Es entender el sufrimiento ajeno y es desear aliviarlo. La compasión es empatía y solidaridad. 
Cuando alguien te hiere, tienes dos opciones. Una es enojarte y sentirte agredido, contárselo a todo el mundo y retornar el mal que te hizo la persona. La otra es intentar ponerte en sus zapatos, tratar de entender por qué actuó así la persona. 
La primera manera es la más satisfactoria en el momento. La segunda manera es más difícil, pero tiene una gran ventaja: te ayuda a dejar ir el dolor al comprender que las acciones agresoras de otras personas vienen de su propio dolor. 
También pone fin a la situación y te da fuerza para tomar acciones positivas que los liberen a ambos de más dolor. 


Lo Inevitable

El dolor que nos traspasa hasta despojarnos de todo, aquel que nos abre heridas en carne viva, es siempre causado por lo inevitable.


- No sabes lo que dices. – respondió el ángel. – No existe la tragedia, sino lo inevitable. Todo tiene su razón de ser: sólo necesitas saber distinguir lo que es pasajero de lo que es definitivo.- ¿Qué es lo pasajero? – Preguntó Elías.- Lo inevitable.- ¿Y lo definitivo?- Las lecciones de lo inevitable.La quinta montaña – Paulo Coelho

Si ves una persona devastada, si me ves lidiando un dolor que no se puede explicar pero que transmuta y se transforma con el tiempo siguiendo patrones inesperados, si ves a alguien que se siente y se ve como un montón de esquirlas luego de la explosión…

Entonces, no intentes juzgar o entender, no pidas explicaciones, no compares, no intentes medir, no creas que puedas imaginar la magnitud porque no lo harás.  Simplemente prepara una taza de té, siéntate a su lado, desde tu corazón apoya tu mano en la suya, luego en su hombro y si ves que llora, abrázala para que sus pedazos no se vuelen con el viento.

No te apresures, no esperes curas milagrosas ni mejorías instantáneas.  Cada persona tiene un tiempo y en ese tiempo lo más sano es tomarse el momento y lugar para dejar correr el río, para gritar si hace falta, para dormir por semanas, para vestirse de pena y alejarse del mundo.  Porque si eso no se hace, tarde o temprano, el dolor que no se expresó y no se vivió, se volverá tóxico, como un agua estancada que nos consume poco a poco.

Susie©
Marzo 2014

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