miércoles, 21 de agosto de 2024

60 Amores

Puede que mi corazón no guarde tesoros de 60 amores, pero probablemente sí guarde bendiciones, cicatrices, recuerdos y huellas de 60 Formas de Amar.




60 Formas de Amar

¿Cuándo comenzamos a ser conscientes de que somos capaces de Amar?  Creo que la mayoría de nosotros primero toma consciencia de sentirse amado/a o por el contrario sentirse rechazado/a o abandonado/a emocionalmente.  Nuestra primera experiencia amando seguramente esté relacionada con esa primera memoria al recibir o sentir la ausencia de amor en nuestro entorno.

Tal como he contado en ‘A Solas’, del libro Cuentos Terapéuticos, la soledad fue la primera sensación consciente en los vínculos afectivos.  Imagino que a partir de ahí comenzó una búsqueda inconsciente por amar del modo que no era amada, creyendo que tarde o temprano alguien cubriría esos huecos vacíos.

Repaso en mi memoria buscando el primer recuerdo de amar profundamente, y lo primero que viene a mi mente es la sensación que experimentaba cada Semana Santa mientras mi familia veía programas de televisión relacionados con el Vía Crucis o películas de la vida de Jesús. Y el amor abrumador y la pena de estar reviviendo el calvario de Jesús me llevaban a encerrarme en mi habitación, rezar y llorar a mares sin poder evitarlo.  Esos recuerdos son de mis últimos años de escuela primaria, en mi pre adolescencia.

Las memorias de mi corazón me llevan luego al primer amor romántico cuando tenía 14 años, una forma de amar que me descubría envuelta en poemas y un mar de emociones que despertaban una joven  e ingenua mujer floreciendo a la vida.

La llegada de mis tres hijos fue, sin duda alguna, la experiencia más intensa y la forma de amar más profunda y vulnerable.




¿A quienes he amado verdaderamente además de Jesús, mis hijos y mi primer amor?  He amado a muchas personas, mis padres, algunos tíos/as, mis hermanos, una de mis abuelas, amistades, madres y abuelas postizas y con el tiempo, algún hombre en la vida adulta.

He sido capaz de muchas cosas ‘por amor’, de muchos sacrificios, de muchas renuncias, de muchas entregas y de un doloroso desgarramiento de mi corazón para ser mi mejor versión y lograr que esas personas se sintieran amadas. 

No siempre he amado con alegría, la mayoría de las veces amaba desde la tristeza, el dolor, las heridas, la carencia y el miedo a no ser amada, aceptada, valorada y celebrada.

Desde ese lugar, uno cree que ama, una cree que todo lo que hace es por amor al otro; pero en realidad, lo que hacemos es por el amor a lo que sentimos, por lo que nos hubiera gustado recibir en lugar del otro o por una sed inconsciente que nunca se calma.

¿Cómo podríamos ver realmente a la persona amada desde un corazón maltrecho, sangrante y habitado por el invierno de la vida?  Inevitablemente, lo que vemos en el otro (de forma inconsciente) es un reflejo de nuestros cristales rotos, de nuestro frío que busca cobijo y de nuestras heridas que nos pueblan de miedos y vacíos.




Cuando amamos demasiado y de forma tóxica (no sana), somos capaces de entregar lo más preciado, incluso nuestra vida para darle a nuestros seres amados, hasta nuestro último aliento.  ¿Qué nos queda cuando entregamos nuestra pulsión de vida? ¿No sería mejor acaso compartir nuestra vida manteniendo vivos nuestros tesoros sin renunciar a nada?

Cuando amamos desde nuestra carencia y nuestras heridas, creamos una avalancha de emociones, regalos, experiencias e incluso de palabras, para que esa persona amada sepa lo que sentimos.  Pero no nos detenemos a comprender qué es lo que esa persona en realidad necesita de nosotros; no podemos ver la intensidad de sus emociones o la sed de un agua que no surge en nuestra vertiente.

Damos desde lo que necesitamos.  Amamos desde nuestro abandono emocional. Abrazamos desde nuestro invierno interior. Besamos desde nuestra sed de bendiciones. Desbordamos el espacio ajeno desde los huecos que ansiamos llenar.  Velamos nuestra mirada desde un vidrio empañado de lágrimas y memorias dolorosas.

Amamos para ser amados y eso, no es realmente Amor. En ese amor desmedido buscamos algo a cambio, esperamos recibir lo que necesitamos o ser vistos como nos gustaría ser reconocidos; y cuando eso no llega, se acumula la amarga deuda pendiente que contamina los vínculos amorosos.

Inmolarse, sacrificarse, dejar de Ser, intentar ser lo que no somos, agobiarnos con expectativas impuestas, renunciar o incluso posponer nuestros sueños, no es un gesto de amor generoso y desinteresado.  Creo que es una actitud tremendamente egoísta que busca asegurarnos sentirnos amados, respetados, valorados y necesitados. 

Me he llevado más de medio siglo aprender a amarme, aceptarme, reconocerme, celebrarme y saberme hija amada de Dios. Desde ese aprendizaje comprendo que la fuente del agua bendita que calma nuestra sed emocional y espiritual está siempre en el centro de nuestro corazón.  Nadie puede calmar nuestra sed más que nosotros mismos, nadie puede dar verdaderamente aquello que no tiene y nadie puede saciar las necesidades de ninguna otra persona. Sólo cuando nos vemos como seres plenos y completos, podemos compartir nuestros dones y talentos, nuestra alegría de amar y nuestra capacidad de tejer vínculos sanos.




Sé que he hecho mucho daño en nombre del amor.  Desde mi hipersensibilidad y mi capacidad para sentir las emociones y energías de otras personas, esa certeza me llena a veces de impotencia y de una pena profunda que inunda los lugares más oscuros de mi corazón. 

No puedo cambiar el pasado, no puedo deshacer las heridas que causé, no puedo limpiar los corazones que guardan rastros oscuros de mi nombre.  Sólo puedo descubrir cada día nuevas formas de Amarme y Amar.  Sólo puedo desear que las personas que más amo puedan, a su tiempo, encontrar su propio camino de sanación, y en ese amarse puedan comprender y sentirse amados a pesar de los desencuentros.

Susie / #Unaniñade60

Susannah Lorenzo / #TejedoradePuentes

Soledad Lorena / #TejedoradePalabras

22 de septiembre 1964 / 22 de septiembre 2024

#60jardines #casi60 #60poemas #gracias #60soles 


Sólo cuando me amo como Jesús me ama, puedo Amar a otros en nombre de Jesús.