martes, 30 de julio de 2024

El valor de los nietos

Hoy  cumple 1 año mi nieta más pequeña.  Aún no hemos podido conocernos en persona; sólo en encuentros del mundo invisible, cuando ella me visita en sueños.  Su primera visita fue cuando apenas había sido concebida  y yo ni siquiera sabía que se estaba gestando en el vientre  de su mamá.

Es un alma sabia, una niña decidida, fuerte y con una determinación para llegar y hacer lo que sea necesario para que los adultos a su alrededor aprendan las lecciones que tienen que aprender.




No soy una abuela en ejercicio, digamos.  Estoy exiliada de la vida de mis hijos y nietos por circunstancias y heridas emocionales que no es necesario aclarar ahora.

Mi árbol ha ramificado en 12 nietos, de los cuales hay dos que no conozco y sólo con la mayor tejemos un Puente precioso que nos apapacha y hace más bonita la vida. Ella tiene casi 18 años y puede elegir con quién relacionarse más allá de las circunstancias familiares.  Es bueno saber que la semilla que dejé en su corazón se ha mantenido intacta y florece con su dulzura y su amor.

Este cumpleaños en la distancia me hizo reflexionar sobre la expresión que usamos: ‘mis nietos’. No son míos, no son de sus padres, son de la vida misma y de Dios que eligió formarlos tal como son, cada uno diferente y único.

Por eso elijo verlos como ramas de un árbol, como brazos de un río que se bifurcan en diferentes direcciones pero llegan desde una misma naciente.




¿Cuántos ancestros hicieron falta para que ellos estén hoy aquí?

Di a luz a tres hijos.  Ninguno de ellos fue buscado o planeado, ni concebido desde el buen amor.  Mis embarazos fueron solitarios, turbulentos y un completo desafío para que mis niños llegarán a la vida sin tantas complicaciones. A pesar de eso, yo elegí gestarlos, amarlos, acunarlos, cuidarlos y protegerlos de todo el mal que nos rodeaba.  Fue mi voluntad y mi decisión la que hizo posible que ellos sean hoy adultos con sus propias familias.

Es increíble como una decisión solitaria y atrevida pudo permitir que hoy esos hijos de la vida hayan dado paso a 12 niños y adolescentes que buscan su propio camino.

Cuando tenemos nietos y sobre todo cuando descubrimos como las heridas del árbol familiar se repiten y multiplican en ellos, tomamos conciencia de que somos ancestros de todos nuestros descendientes.  Quizá debería haberme dado cuenta antes, cuando me convertí en madre, que todo lo que hacía conmigo misma y todo lo que ignoraba o demoraba sería luego un legado para mis descendientes.

Por supuesto que la existencia de mis nietos no sólo es posible porque yo decidí albergar a mis hijos en mi vientre y en mi corazón; fueron necesarios también  sus abuelos, bisabuelos y tatarabuelos.  Cada quien con su decisión, dejó un ser humano disponible para procrear, aunque no fuera siempre consciente y aunque no fuera siempre desde el amor.

Creo que es bueno mirarse como ancestro, detenerse a valorar nuestra propia vida, llena de aciertos y errores, porque gracias a cada paso que dimos, esos nietos tienen una vida disponible con infinitas posibilidades.

Me gusta mirar atrás para darme cuenta de que cada mudanza, cada cambio, cada separación, cada decisión, influyó para que mis hijos conocieran a sus parejas o al menos, a las personas con quienes concebirían sus hijos (los nietos que son ramas de mi árbol).

Entonces, una se mira con compasión, con aprobación y con respeto; porque todo fue necesario, hasta las circunstancias más dolorosas, hasta los desafíos más abrumadores, para que 12 seres traigan al mundo sus colores, sus dones, sus talentos y su magia.

Abu Sue

Susannah Lorenzo

30.07.2024