viernes, 28 de diciembre de 2012

Sobre secretos y cicatrices

Las cicatrices de la batalla
Pertenencia al Clan de la Cicatriz

(Fragmentos)

Todas las mujeres tienen historias personales de tan vasto alcance y tan poderosas como el numen de los cuentos de hadas. Pero hay una clase de historia en particular que tiene que ver con los secretos de una Mujer, especialmente los que se asocian con la vergüenza; dichos secretos contienen algunas de las más importantes historias a las que una mujer puede dedicar su tiempo. Para la mayoría de las mujeres, estas historias secretas son sus propias historias personales, incrustadas, no como piedras preciosas en una corona sino más bien como negra grava bajo la piel del alma.

Los secretos de las mujeres suelen referirse más bien a la trasgresión de alguna norma de conducta moral o social de su cultura, religión o sistema personal de valores. La cultura dominante ha considerado a menudo algunos de estos actos, acontecimientos o elecciones, sobre todo los relacionados con la libertad de las mujeres en todos los ámbitos de la vida, vergonzosamente impropios de las mujeres pero no de los hombres.

Lo malo de las historias secretas rodeadas por un halo de vergüenza es que apartan a la mujer de su naturaleza instintiva, que en general es algo gozoso y libre. Cuando existe un secreto oscuro en la psique, una mujer no se puede acercar a él y más bien evita entrar en contacto con cualquier cosa que se lo recuerde o que aumente la intensidad de su dolor crónico.
Esta maniobra defensiva es muy frecuente y, tal como ocurre con los efectos secundarios de un trauma, influye secretamente en las elecciones que hace una mujer en el mundo exterior: qué libros leerá o no leerá, qué películas verá o dejará de ver, a qué acontecimientos asistirá o no asistirá; de qué se reirá o no se reirá; y a qué intereses se entregará. En este sentido, hay en la naturaleza salvaje un obstáculo que le impide ser libre de hacer, ser o contemplar lo que le apetece.

Por regla general, los secretos giran en torno a los mismos temas de las grandes tragedias. He aquí algunos de los temas de los secretos: el amor prohibido; la curiosidad indebida, los actos desesperados; los actos forzados; el amor no correspondido; los celos y el rechazo; el castigo y la cólera; la crueldad consigo misma o con los demás; los deseos, anhelos y sueños censurados; los intereses sexuales y los estilos de vida no aprobados; los embarazos imprevistos; el odio y la agresión; el homicidio o las lesiones involuntarias; las promesas incumplidas; la pérdida de la valentía; la pérdida de los estribos; el incumplimiento de algo; la incapacidad de hacer algo; la intervención o las intrigas bajo mano; el olvido; los malos tratos; la lista podría prolongarse indefinidamente, pues casi todos los temas entran dentro de la categoría del lamentable error.

Para transformar la tragedia en un drama heroico hay que revelar el secreto, confesárselo a alguien, escribir otro final y examinar el papel que una interpretó y las cualidades que la ayudaron a resistir. Tales enseñanzas están integradas a partes iguales por dolor y sabiduría. El hecho de haberlo superado es un triunfo del profundo espíritu salvaje.

La zona muerta

El hecho de guardar los secretos aísla a la mujer de aquellos que podrían ofrecerle su amor, ayuda y protección. La obliga a llevar ella sola el peso del dolor y el temor, a veces en nombre de todo un grupo, que puede ser la familia o la cultura. Además, tal como dijo Jung, el guardar los secretos nos separa del inconsciente. Dondequiera que haya un secreto vergonzoso siempre hay una zona muerta en la psique de la mujer, un lugar que es insensible o no reacciona a los incesantes acontecimientos de su propia vida emocional o a los acontecimientos de la vida emocional de los demás.

La zona muerta está muy bien protegida. Es un lugar de interminables puertas y paredes, cada una de ellas cerrada con veinte cerraduras, y los homunculi, los minúsculos seres que pueblan los sueños de las mujeres, se pasan el rato construyendo más puertas, más diques, más medidas de seguridad para evitar que se escape el secreto.


Pero no hay manera de engañar a la Mujer Salvaje. Ella conoce la existencia de los oscuros fardos atados con cuerdas y más cuerdas en la mente de la mujer. Esos espacios de la mente de la mujer no reaccionan a la luz ni a la gracia, pues están muy tapados. Pero, puesto que la psique suele compensar los desequilibrios, el secreto acabará encontrando a pesar de todo el medio de salir, si no con palabras en forma de repentinas melancolías, intermitentes y misteriosos arrebatos de furia, toda suerte de tics físicos, torsiones y dolores, de conversaciones insustanciales que se interrumpen repentina e inexplicablemente, de súbitas y extrañas reacciones a películas e incluso a anuncios de televisión.

El secreto siempre encuentra una salida, si no con palabras directas, por medio de manifestaciones somáticas que a menudo no se pueden afrontar ni resolver con procedimientos tradicionales.

 Clarissa Pinkola Estés
Mujeres que corren con los lobos

Nota personal:

Hay una pesadilla recurrente que me ha perturbado durante casi dos años,  no lograba captar la razón o el mensaje.  Esta Navidad desperté con un sueño hermoso, el mensaje de la pesadilla traducido en palabras claras.
Lloré Nochebuena y Navidad y creo que uno o dos días más.

Las lágrimas son un río que nos lleva a alguna parte. El llanto crea un río alrededor de la barca que transporta nuestra vida espiritual. Las lágrimas levantan la embarcación por encima de las rocas, por encima del terreno seco, y la transportan río abajo a un lugar nuevo y mejor.
Existen océanos de lágrimas que las mujeres jamás han llorado, pues les han enseñado a llevarse a la tumba los secretos de su madre y su padre, de los hombres y la sociedad y los suyos propios. El llanto de una mujer siempre se ha considerado muy peligroso porque abre las cerraduras y los pestillos de los secretos que lleva dentro. Pero en realidad, por el bien del alma salvaje de la mujer, es mejor llorar. Para las mujeres las lágrimas son el comienzo de la iniciación en el Clan de la Cicatriz, esta tribu eterna de mujeres de todos los colores, naciones y lenguas que, a lo largo de los siglos, han sobrevivido a algo muy grande, lo hicie-ron con orgullo y lo siguen haciendo. Clarissa Pinkola Estés - Mujeres que corren con los lobos

Después de Navidad decidí contar ese sueño, hablar de aquello que parecía sepultado bajo cien lápidas y alguien dijo: "Escribí una novela sobre eso" -- yo dudé.  Hoy, mientras estaba en una larga espera en el banco de más de 5 horas, leí un capítulo del libro de Clarisa Pinkola Estés, justo el que cito aquí.  Y entonces, todo fue como un dominó y entendí.  Creo que sé sobre qué tengo que escribir para encontrar paz en ese rincón y encender una luz que quizá sirva a otros también.  Ahora, sólo falta coraje.

Susana negociando con Soledad Lorena
Susie aprendiendo a escuchar y leer
28 diciembre 2012



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